jueves, 30 de noviembre de 2017

¿Qué es la cultura Maceo-Grajales?

Armando Hart.
Por ARMANDO HART DÁVALOS 
La inmensa riqueza cultural acumulada en el siglo XIX llevó al erudito español Marcelino Menéndez y Pelayo, desde posiciones reaccionarias, a escribir en 1892 estas líneas paradójicas que muestran muchas cosas contradictorias:
“Cuba, en poco más de ochenta años, ha producido, a la sombra de la bandera de la madre patria, una literatura igual, cuando menos, en cantidad y calidad, a la de cualquiera de los grandes estados americanos independientes, y una cultura científica y filosófica que todavía no ha amanecido en muchos de ellos”.
Incluso, el ilustre erudito hispano seguramente no conoció el crisol de ideas de José Martí.  La paradoja se halla en que le atribuye a la permanencia de la dominación española durante todo el siglo XIX la enorme riqueza intelectual, científica y filosófica de esa centuria.  Se aprecia cómo la más amplia cultura no pudo arribar a conclusiones certeras históricamente si no toma en cuenta el drama social y político.  El fundamento del alto nivel científico y filosófico de la Cuba decimonónica está en que las minorías intelectuales asumieron la más alta cultura europea y universal en una sociedad cuya composición social estaba integrada por masas de esclavos y, en general, explotadas; y estas últimas la adquirieron, la elaboraron y la enriquecieron en función de los derechos del hombre, con un sentido genuinamente universal.
Las fuentes principales de la cultura cubana del siglo XIX son, entre otras, las siguiente:
–     El inmenso saber de la modernidad europea, tal como la habían interpretado creativamente  los maestros forjadores que nos representamos en Varela y Luz Caballero.
–     La más pura tradición ética de raíces cristianas que, como he dicho, en Cuba nunca se situó en antagonismo con las ciencias.
–     La influencia desprejuiciada de las ideas de la masonería en su sentido más universal y de solidaridad humana.  La inmensa mayoría de los Presidentes de la República en Armas, empezando por Carlos Manuel de Céspedes, fueron masones.  Lo eran también Martí, Gómez y Maceo.  La epopeya de 1868 surgió con la influencia de la Gran Logia de Oriente y las Antillas.
–     La tradición bolivariana y latinoamericana que Martí enriqueció con su vida en México, Centroamérica y Venezuela, de donde partió hacia Nueva York en 1880 y proclamó: “De América soy hijo y a ella me debo”.
–     Las ideas y sentimientos antimperialistas surgidos desde las entrañas mismas del imperio yanqui.  La presencia del Apóstol durante más de quince años en Estados Unidos, la cuarta parte de su vida, completó su inmenso saber y sintetizó el pensamiento político, social y filosófico desde la óptica de los intereses latinoamericanos, fue contribución decisiva a la conformación del pensamiento cubano.  Martí se consideró siempre discípulo de Bolívar.
–     La cultura de raíz inmediatamente popular que nos simbolizamos en el pensamiento y sentimiento de la familia de los Maceo y especialmente del Titán de Bronce, la caracterizamos como la forma y el sentido con que la población esclava del Caribe asumió las ideas de la modernidad.
Desde el triunfo de la Revolución sentí que nuestro país poseía una tradición que vinculaba o relacionaba las categorías ética, cultura y política de una manera extraordinariamente útil para los pueblos.  Esta idea -como se sabe- la defendí durante mi gestión en el Ministerio de Cultura, pero al tener que ejercer responsabilidades estatales, administrativas y económicas en relación con el movimiento artístico e intelectual, resultaba muy complejo revelar con toda su fuerza y pureza el valor político de nuestra cultura.  Sin embargo, me la confirmó el hecho de que el resultado positivo de la política que promovimos no está cuestionado.
Hoy, como se me ha otorgado el honor de promover las enseñanzas martianas y, por tanto, a los héroes y pensadores de nuestra América y del mundo, presentes en la cultura del Apóstol, podré explicar mejor los vínculos entre ética, cultura y política vivos y activos en la evolución espiritual del país.
Nadie mejor que Antonio Maceo para estudiar las relaciones entre cultura, ética y política en la historia espiritual de nuestro pueblo.
Antonio Maceo no fue sólo un talento militar, sino también un hombre de honor, de enorme curiosidad por la cultura, de amplísima visión humanista y, desde luego, de estrechos vínculos con el pueblo explotado del que era su más nítido representante en el Ejército Mambí.    En Maceo   hay   un   guerrero de modales culturales en el hacer y en el decir, que hasta sus enemigos se vieron obligados a reconocerlo como un caballero.
La ética de Maceo se observa en los siguientes párrafos de la carta dirigida a General español Camilo Polavieja:
“(…) jamás vacilaré porque mis actos son el resultado, el hecho vivo de mi pensamiento, y yo tengo el valor de lo que pienso, si lo que pienso forma parte de la doctrina moral de mi vida”.
Y en otra parte de la misma carta agrega: “La conformidad de la obra con el pensamiento: he ahí la base de mi conducta, la norma de mi pensamiento, el cumplimiento de mi deber.  De este modo cabe que yo sea el primer juez de mis acciones, sirviéndome de criterio racional histórico para apreciarlas, la conciencia de que nada puede disculpar el sacrificio de lo general humano a lo particular”.
Más adelante señala: “Vislumbro en el horizonte la realización de ese mi ideal, casi parecido al ideal de la humanidad, humanizado con los grandes bienes que tiene que realizar en el porvenir”.  “(…) no hallaré motivos para verme desligado para con la Humanidad.  No es, pues, una política de odios la mía, es una política de amor; no es una política exclusiva, es una política fundada en la moral humana (…) no odio a nadie ni a nada, pero amo sobre todo la rectitud de los principios racionales de la vida”.
No son las palabras de un tratadista de ética, sino de quien mostró, con el ejemplo de su vida, la validez de estos principios.
Para realizar un diálogo político sistemático cada vez más profundo con las nuevas generaciones es necesario estudiar con el peso que le corresponde a la cultura representada por Antonio Maceo.  Tenemos que promover esa cultura en las escuelas, la familia, las instituciones juveniles, políticas y sociales a todas las escalas de la vida cubana.  Discriminado por el color de su piel en la sociedad esclavista de las décadas que precedieron al 10 de octubre de 1868, se situó desde las primeras batallas de nuestras guerras independentistas por su firmeza de carácter, valor personal e inteligencia excepcional, en el punto más avanzado de aquella vanguardia revolucionaria que fue la partera ilustre de la nación cubana y la cual ejemplificamos en Céspedes y Agramonte, la Demajagua y Guáimaro.  Pero es más, su carácter entero, su devoción patriótica y su sentido ético y revolucionario alcanzó más altas cumbres de grandeza con la Protesta de Baraguá.  Por esta razón, se convirtió en la expresión el más radicalmente popular y de más acendrado patriotismo de la gloriosa Guerra de los Diez Años.
Esto no era posible alcanzarlo sin el fundamento de una cultura de raíz cubana.  Es más conocida y comprendida la historia de las ideas de los forjadores de la nación en las fuentes de la alta educación recibida por los patriotas ilustrados de la clase acomodada que tomaron la decisión de unirse a la justa aspiración de los humildes, fusionar sus intereses con los del pueblo trabajador y desencadenar la lucha por la independencia y la abolición de la esclavitud.
Sin embargo, la influencia cultural de la población explotada y su articulación creativa con el saber más elevado del Occidente civilizado no ha sido suficientemente reconocida y asumida a pesar de que constituye una contribución original de la historia de Cuba al movimiento intelectual y espiritual de nuestra América.  Es de importancia capital estudiarla y trasmitirla a las nuevas generaciones de cubanos para que puedan cohesionarse mejor en lo interno y entenderse de manera más profunda y eficaz con el mundo.

Nadie mejor que Antonio Maceo para estudiar las relaciones entre cultura, ética y política en la historia espiritual de nuestro pueblo.
Antonio Maceo no fue sólo un talento militar, sino también un hombre de honor, de enorme curiosidad por la cultura, de amplísima visión humanista y, desde luego, de estrechos vínculos con el pueblo explotado del que era su más nítido representante en el Ejército Mambí.    En Maceo   hay   un   guerrero de modales culturales en el hacer y en el decir, que hasta sus enemigos se vieron obligados a reconocerlo como un caballero.
La ética de Maceo se observa en los siguientes párrafos de la carta dirigida a General español Camilo Polavieja:
“(…) jamás vacilaré porque mis actos son el resultado, el hecho vivo de mi pensamiento, y yo tengo el valor de lo que pienso, si lo que pienso forma parte de la doctrina moral de mi vida”.
Y en otra parte de la misma carta agrega: “La conformidad de la obra con el pensamiento: he ahí la base de mi conducta, la norma de mi pensamiento, el cumplimiento de mi deber.  De este modo cabe que yo sea el primer juez de mis acciones, sirviéndome de criterio racional histórico para apreciarlas, la conciencia de que nada puede disculpar el sacrificio de lo general humano a lo particular”.
Más adelante señala: “Vislumbro en el horizonte la realización de ese mi ideal, casi parecido al ideal de la humanidad, humanizado con los grandes bienes que tiene que realizar en el porvenir”.  “(…) no hallaré motivos para verme desligado para con la Humanidad.  No es, pues, una política de odios la mía, es una política de amor; no es una política exclusiva, es una política fundada en la moral humana (…) no odio a nadie ni a nada, pero amo sobre todo la rectitud de los principios racionales de la vida”.
No son las palabras de un tratadista de ética, sino de quien mostró, con el ejemplo de su vida, la validez de estos principios.
Para realizar un diálogo político sistemático cada vez más profundo con las nuevas generaciones es necesario estudiar con el peso que le corresponde a la cultura representada por Antonio Maceo.  Tenemos que promover esa cultura en las escuelas, la familia, las instituciones juveniles, políticas y sociales a todas las escalas de la vida cubana.  Discriminado por el color de su piel en la sociedad esclavista de las décadas que precedieron al 10 de octubre de 1868, se situó desde las primeras batallas de nuestras guerras independentistas por su firmeza de carácter, valor personal e inteligencia excepcional, en el punto más avanzado de aquella vanguardia revolucionaria que fue la partera ilustre de la nación cubana y la cual ejemplificamos en Céspedes y Agramonte, la Demajagua y Guáimaro.  Pero es más, su carácter entero, su devoción patriótica y su sentido ético y revolucionario alcanzó más altas cumbres de grandeza con la Protesta de Baraguá.  Por esta razón, se convirtió en la expresión el más radicalmente popular y de más acendrado patriotismo de la gloriosa Guerra de los Diez Años.
Esto no era posible alcanzarlo sin el fundamento de una cultura de raíz cubana.  Es más conocida y comprendida la historia de las ideas de los forjadores de la nación en las fuentes de la alta educación recibida por los patriotas ilustrados de la clase acomodada que tomaron la decisión de unirse a la justa aspiración de los humildes, fusionar sus intereses con los del pueblo trabajador y desencadenar la lucha por la independencia y la abolición de la esclavitud.
Sin embargo, la influencia cultural de la población explotada y su articulación creativa con el saber más elevado del Occidente civilizado no ha sido suficientemente reconocida y asumida a pesar de que constituye una contribución original de la historia de Cuba al movimiento intelectual y espiritual de nuestra América.  Es de importancia capital estudiarla y trasmitirla a las nuevas generaciones de cubanos para que puedan cohesionarse mejor en lo interno y entenderse de manera más profunda y eficaz con el mundo.
Las dotes de carácter y virtudes revolucionarias de Antonio Maceo son consecuencia de un esfuerzo personal que tiene sus fundamentos en la formación familiar y social que desde niño recibió. Fue un adolescente y joven cuyo temperamento y comportamiento no inducían a quienes hicieran un análisis superficial, a pensar que el hijo mayor de Marcos y Mariana llegaría a convertirse en un hombre de conducta ejemplar cimentada en sólidos principios morales y de elevado proceder en la sociedad y la política. Es bueno que nuestros maestros asuman esta lección. Asimismo, es indispensable que los jóvenes aprendan que fue un proceso de autoeducación lo que elevó al Titán de Bronce a las cumbres más altas de la historia de Cuba.
La formación y educación de Maceo es un ejemplo sobresaliente de que cada individuo en particular es su mejor educador porque es, además, quien más se puede conocer a sí mismo. Esto último me recuerda ideas esenciales de Ernesto Che Guevara. Es importante, a la vez, subrayar que fueron la guerra y la lucha contra la injusticia del colonialismo y la esclavitud las que forjaron el carácter entero de aquel hombre convertido en símbolo. Ella fue su maestra, pero asumió la lección de manera consciente a partir de una tradición popular y familiar cubana que debemos estudiar.
La familia heroica de los Maceo Grajales está en la raíz de sus virtudes y nos sirve de orientación y estímulo al desarrollo de la educación y la política cubanas en los tiempos que corren. Tales antecedentes familiares, su niñez y juventud -contaba 23 años cuando se inició la guerra y se enroló en ella- muestran cómo en las situaciones sociales, de atraso cultural y de pobreza de los campos, poblados y ciudades del oriente de Cuba de hace 150 años, emergió un carácter, una voluntad y una ética que le permitieron promover la cooperación, establecer orden, organización y disciplina dentro de la contienda bélica con mucha mayor eficacia a la de otros patriotas de saber académico. Esto enseña mucho. Pero hay más.
Si comparamos la cultura alcanzada por Maceo con la de los cubanos que rechazaban la independencia del país, apreciaremos que los representantes más significativos del reformismo y el autonomismo, aunque poseían un alto nivel intelectual y de información, no pudieron comprender, sin embargo, la esencia de las necesidades vitales de la nación y sus soluciones, es decir, la abolición de la esclavitud y la independencia de Cuba de España y de Estados Unidos. Era, sin embargo, en la articulación de ambas demandas históricas donde estaba la cultura más profunda de la nación cubana. Sí la entendieron los independentistas y por esto, los de más elevado nivel cultural entre ellos alcanzaron en la civilización occidental las cumbres del saber, en cuya más alta escala está José Martí. Y en cuanto al oficio de la guerra, que es también cultura, y del sentido ético de la vida que constituye lo primero en ella, están también a ese nivel Gómez y Maceo, quienes poseían, además, una amplia cosmovisión cultural.
La hazaña militar de la invasión para traer la guerra al Occidente que juntos materializaron, constituye motivo de asombro y admiración dentro y fuera de Cuba. Sobre todo, cuando se toma en cuenta la abrumadora superioridad de la maquinaria militar que España llegó a tener en Cuba pues disponía del más moderno armamento de la época. Baste recordar que la metrópoli, despojada de sus inmensas colonias de América, acumuló contra nuestro país toda su fuerza militar y su resentimiento político de hondas raíces sicológicas. La idea de la invasión, nacida desde los tiempos de la Guerra de los Diez Años, sólo podía asumirse de forma radical y llevarse a su realización práctica por el coraje, la inteligencia y cultura del Generalísimo y su Lugarteniente General. Estos valores integrados en una sola pieza expresan lo mejor y más original de nuestra identidad nacional.
¿Qué encierra todo esto?     Estas reflexiones nos conducen a priorizar la importancia que tienen la sicología, la educación y la cultura, entendida al modo que la comprendió el sabio cubano Fernando Ortiz. Uno de los grandes errores teóricos cometidos en el “socialismo real” fue subestimar los enormes avances de la sicología que habían tenido lugar desde finales del pasado siglo y en nuestra centuria. Por esta vía hubieran podido esclarecerse en el plano científico y de la filosofía del materialismo dialéctico e histórico, el papel objetivo que ejercen los llamados factores morales y que yo relaciono con el amplísimo e infinito mundo de la cultura. Fueron precisamente factores relacionados con las insuficiencias educacionales y culturales, los que llevaron a olvidarse del carácter profundamente humanista y universal de la cultura de Marx, Engels y Lenin.
Al menos, en cuanto a las ciencias sociales e históricas, y pienso que también en relación con el pensamiento filosófico necesario a nuestra época, si no se ha asumido un compromiso de solución de las exigencias vitales del desarrollo social, aunque se disponga de amplia información, se tropezará con obstáculos insalvables para conocer el drama histórico en su esencia. Y de esto se trata cuando se habla de cultura en tales disciplinas.
Es importante política e intelectualmente conocer cuáles eran los orígenes específicos de estos paradigmas éticos y culturales en el caso de los esclavos y sus descendientes de Cuba, y en especial, los del oriente del país. No puede atribuirse de forma exclusiva la educación de los Maceo a la escuela de Varela y de Luz. Ella debió jugar, desde luego, una influencia indirecta importante, pero el asunto es mucho más complejo porque las ideas de libertad de los esclavos, hijos de esclavos y, en general, de la población explotada tenía –tal como han planteado algunos investigadores– otras influencias en el Oriente de Cuba.
Las ideas liberales de la Revolución francesa y de Europa en general, llegaron a las tierras orientales en buena medida por medio de sus relaciones con el mundo del Caribe, y fueron recepcionadas por una población pobre y explotada que obviamente las asumió de forma bien distinta a como se hizo en la historia de Estados Unidos y de Europa. La opresión que significaba la esclavitud generó odio contra la injusticia y amor apasionado por la libertad en hombres y mujeres que la sufrían o acababan de salir de la ella. La discriminación social y racial desarrolló como rechazo un sentimiento de independencia personal que se arraigó en los espíritus más fuertes. Los fundamentos sicológicos de este espíritu, presentes en el cubano desde los orígenes de nuestra patria, han sido fuente importante de su temperamento y carácter rebelde.
Lo original está en que tales sentimientos se exaltaron más allá de las justas aspiraciones individuales, se convirtieron en un interés en favor de todos los explotados de Cuba y el mundo. Es decir, la idea de la libertad y la dignidad personal superó la expresión intelectual y formal y se convirtió en aspiraciones concretas reclamadas por todos y para todos. Por esto, rebasaron el pensamiento liberal de Europa. Hacía falta una alta sensibilidad moral, esencia de una cultura de liberación, para que estas nobles inclinaciones del pueblo tomaran un camino favorable a la nación. De esta manera se explica cómo los principios políticos de nuestras guerras independentistas, enriquecidos en nuestra centuria por las luchas antimperialistas y contra la corrupción, y el entreguismo de las oligarquías del patio, fueron asumidos por la generación del centenario, bajo la dirección de Fidel, de una forma universal. Así nos identificamos con las más elevadas concepciones políticas y sociales de la civilización occidental de los siglos XIX y XX, en cuya cima más alta está el pensamiento socialista. Esto último, con independencia de las tergiversaciones prácticas que han tenido lugar. Por esto mismo, podemos entender mejor los fundamentos y raíces de tales desviaciones.
La lucha contra la esclavitud llevó al cubano a amar la dignidad plena del hombre no referida a unos cuantos, o a una parte de la población, sino a todos sin excepción. Este valor universal está en Antonio Maceo. De las entrañas de la tierra oriental, en una sociedad esclavista, nació un sentido del honor, de la dignidad humana y del valor de la cultura en su acepción más profunda, que convierten a Maceo, por sus dotes excepcionales, en un genio militar con una amplia visión cultural y una ética superior puesta a prueba en las más difíciles circunstancias.
Por todas estas razones sugiero que el Congreso de Historia propicie, junto a otras instituciones, que se desarrolle una línea de investigación y promoción de la inmensa cultura que representa Antonio Maceo y la familia Maceo-Grajales.

sábado, 18 de noviembre de 2017

FERNANDO: MÁS NECESARIO QUE NUNCA


Aurelio Alonso, colega, amigo de aventuras fundacionales y uno de los coordinadores del homenaje a Fernando Martínez Heredia que tuvo lugar este viernes en la Casa de las Américas, concluyó la jornada confesando que “esto ha rebasado la reunión testimonial que habíamos pensado”.

Durante más de cuatro horas, compañeros suyos, entonces jóvenes en los sesentas, tomaron la palabra para recordar al fundador y director del Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana y de la revista Pensamiento Crítico, dos proyectos que marcaron un antes y un después en intelectualidad cubana después de la Revolución.

Bajo el pensamiento “La rebeldía es la adultez de la cultura”, del propio Martínez Heredia, la sala Manuel Galich acogió a un nutrido grupo de personas entre las que se encontraban algunos que lo acompañaron en las experiencias del Departamento de Filosofía y de Pensamiento Crítico, hasta los más jóvenes que desde el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, centro de trabajo en las últimas dos décadas de vida de Fernando donde fungió como director, han continuado su legado.

Uno de los momentos más destacados del homenaje fue la intervención del Dr. José Millar Barruecos (Chomi), quien era el rector de la Universidad de La Habana durante la existencia del Departamento de Filosofía, y secretario personal de Fidel por más de cuarenta años.

Chomi compartió algunas historias relacionadas con las complejas condiciones de aquellos años en que los debates, reuniones, discusiones se producían a toda hora en la Universidad. Contó que en una ocasión una reunión con Fernando sobre la militancia en el PCC duró 24 horas. “Fidel iba constantemente y yo vivía allí. Se trataba de una batalla por la verdad y la honestidad. Sobre el Departamento, Fidel dijo que era profundamente revolucionario y creador”.

Chomi llevó una libreta que recoge los apuntes de las reuniones con el Departamento de Filosofía, algunas de ellas con la presencia de Fidel. “Esta libreta tiene casi cincuenta años. Aquí está todo. Eran discusiones fuertes, esto puede dar cosquillas. Yo estoy dispuesto a entregársela a ustedes, junto con la colección completa de Pensamiento Crítico que poseo. Pero quiero que esté abierta al público, no en una biblioteca donde no se consulte. Creo que es importante que esto se conozca, sobre todo, para los más jóvenes”.

Esther Pérez, compañera en la vida y la obra de Fernando, le pidió a Chomi ser la depositaria de esos apuntes y se comprometió a transcribirlos. “Ahí está la gran batalla política, ideológica y moral del Departamento”, dijo Chomi.

Fidel fue un aliado, según relató el Dr. Millar, porque hubo una comunión de valores éticos y morales de la Revolución. “Fidel quería cambiar el concepto de universidad como una fuerza telúrica en la sociedad. Me decía que yo no tenía que administrar ni cuartear las ideas, sino facilitar las discusiones.”

“Fernando tosía y discutía mucho. Hizo un trabajo extraordinario, con aquellas ideas, se lograron gracias a ese espíritu de transformación colosal del comandante en la universidad. Fueron años con muchos problemas. Se discutía duro, pero ese departamento fue revolucionario siempre, digno y responsable, con sus características, porque todo eso fue parte de la riqueza en que se fundó un nuevo concepto de universidad.”

Esther informó que en el Centro Martin Luther King la Biblioteca abrirá un ala con el nombre de Fernando Martínez Heredia que ya contiene hoy los volúmenes que le pertenecían y que incluye también toda la papelería, las revistas y documentos que Fernando acumuló durante su estancia en Nicaragua durante los ochentas.

Al mencionarse el nombre de Marta Pérez Rolo, presente en la sala y una de las autoras de la iniciativa de este Homenaje, Chomi comentó: “Ah, ese nombre aparece en los apuntes. Ella era muy dulce, pero a la hora de discutir, sacaba un bate”.

Por su parte, Rebeca Chávez, le pidió a Chomi la necesidad de que esos apuntes vieran la luz y también de que esa imagen de Fidel fuera reivindicada, especialmente, en los momentos actuales de la Revolución.

A continuación, muchos amigos y colegas, acompañaron a Aurelio en la mesa evocando recuerdos, anécdotas y valoraciones de Fernando. Uno de ellos, Ricardo Jorge Machado, confesó que fue él quien tuvo el primer contacto con Fidel en la Plaza Cadenas con apenas 23 años. Contó que en una de esas conversaciones, Fidel le dijo que él era de esos que estaban diciendo que él no se había leído El capital y que no era marxista. Ya se sabía quiénes eran los que estaban comentando eso y se lo habían atribuido al grupo de Departamento. Machado recuerda que le dijo, “usted está completamente equivocado”. A partir de ahí, el vínculo se profundizaría y sistematizaría con el Departamento.

Muchos hablaron de la coherencia de la vida de Fernando, de su humildad, honestidad y modestia y de la necesidad de replantearse su pensamiento desde la discusión de muchos de sus temas que hoy siguen vigentes y que son desafíos de la Revolución. “A veces vemos que toman una frase de él de manea superficial, tirios y troyanos”.

Orlando Borrego, ex Ministro de Azúcar y viceministro del Che, se refirió a la importancia del pensamiento de Fernando en su formación intelectual. “En estos momentos recordar a Fernando es un instrumento de mucho valor desde el punto de vista del valor y de la transcendencia de su pensamiento.”

Rubén Suárez (Purito), por su parte, insistió en que hay que difundir la figura de Fernando no solamente como un hombre de pensamiento sino también como un hombre de la Revolución latinoamericana.

El poeta Víctor Casaus confesó que habló motivado por la presencia de Chomi y recordó el texto de Fernando publicado en El Caimán Barbudo, “El ejercicio de pensar”, un texto que sigue siendo clave. Recordó que cuando cerraron El Caimán y esa generación de poetas salió de la publicación, Roberto Fernández Retamar le aconsejó que no se convirtieran en las viudas de El Caimán, como había sucedido con Lunes de Revolución. Casaus trajo a colación la anécdota para decir que efectivamente, esa generación de Pensamiento Crítico, no se convirtió en las viudas de la revista.

Alejandro Gumá habló en nombre de la generación más joven, discípulo directo de Fernando en el Marinello. “Ellos no fueron las viudas de Pensamiento Crítico. “Fernando hacía énfasis en la necesidad de un bloque intergeneracional como elemento de un nuevo bloque histórico en la Cuba actual. En el curso intensivo que nos impartió, cristalizó la necesidad de una nueva organización, quizá más difícil porque quizá está menos claro todo. Quizá porque la confrontación y la lucha tienen que enfrentarse a un problema serio, a las propias creaciones de la Revolución. ¿Cómo lograr que esas creaciones se transciendan así mismas, cómo no negarlas? La idea de Fernando era partir de las condiciones pero no para someterse a ellas, sino para superarlas.”

Contó que el propio Fernando bromeaba que su hija Liliana le preguntó, “Papi, ¿tú eres el jefe de la generación del silencio?”. Gumá concluyó, “El único homenaje que merece Fernando es de la práctica. No son la generación del silencio, han persistido en defender las ideas.”

Agregó que “los peligros de los más jóvenes es convertirse en la generación de la repetición. Estamos abocados a nuevos desafíos, debemos crear nuevos medios, para que el campo de la Revolución sea más rico y se acerque a lo que fue. Necesitamos recuperar la riqueza de aquellos tiempos.”

Aurelio concluyó leyendo un mensaje de Elena Díaz, quien no pudo estar presente, quien lo nombra como el Elegguá, por todas las puertas al pensamiento que abrió.

Como anunciara Esther Pérez, la biblioteca de Fernando está asequible al público en el Centro Martin Luther King y el Marinello también atesora gran parte de su obra. Los apuntes de Chomi que hoy fueron comprometidos a Pérez también serán una fuente pública para investigadores y estudiosos de la obra de Fernando y de Pensamiento Crítico.

miércoles, 15 de noviembre de 2017

La política de la administración Trump hacia Cuba: un balance necesario




Dice Trump sobre Cuba. “Yo también he cancelado el acuerdo unilateral de la última administración (se refiere a la presidencia de Barack Obama) con el régimen comunista cubano, y no vamos a levantar las sanciones hasta que las libertades políticas y religiosas no sean restauradas para el pueblo cubano”. Foto: Tom Brenner/ The New York Times.

El 16 de junio de 2017, durante un discurso en Miami, más parecido a un show televisivo que a un acto político, el nuevo inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, despejó la incógnita que existía en cuanto al rumbo que tomaría su administración en relación con la Mayor de las Antillas. Sin embargo, la relación bilateral entre ambos países se da en diferentes planos, en medio de múltiples contradicciones y en un contexto cambiante, que en la actualidad no favorece las políticas fallidas del pasado, diseñadas e implementadas por los distintos gobiernos de los Estados Unidos contra Cuba, a pesar de todo el empeño de Trump por barrer con todo lo avanzado en los últimos años en las relaciones bilaterales y los logros para nada despreciables que ha logrado en ese sentido.

No puede ignorarse que las variables que empujaron a la administración demócrata de Barack Obama a negociar secretamente con Cuba durante 18 meses y luego realizar los históricos anuncios se mantienen e incluso algunas de ellas se consolidan, lo cual dificulta el camino a Trump para destruir el legado de su predecesor, lo que parece ser una de sus mayores obsesiones y no solo en lo concerniente al tema Cuba.

Aunque existe una élite de poder de extrema derecha, encabezada por varios congresistas de origen cubano, que respaldan a Trump en el regreso a la clásica política de confrontación, el consenso dentro de la propia élite de poder de los Estados Unidos y su aparato burocrático se inclina a continuar la apertura iniciada por Obama el 17 de diciembre del 2014. Por tanto, la política que está adoptando la administración Trump hacia Cuba, tiene grandes posibilidades de convertirse en el futuro en una anomalía coyuntural, que terminará siendo barrida por la lógica sistémica, proclive a continuar el enfoque del acercamiento. Quizás Ben Rhodes, ex asesor de Obama, utilizó la frase más exacta cuando expresó que el anuncio de Trump constituía el “último suspiro ilógico de una política estadounidense con un historial de 50 años de fracaso”.[i]

Es cierto que el costo político que representa para Trump, darle marcha atrás a lo avanzado durante los años de su predecesor en la Casa Blanca en la relación con Cuba, resulta menor en comparación a otros temas de la agenda doméstica e internacional sobre los cuales pretende ganar el apoyo de los congresistas de origen cubano, junto a su respaldo electoral; pero no deja de ser alto, además de un negocio bastante inseguro. Pierde en primer lugar con Cuba, pues la Isla ha sobrevivido a este tipo de política fracasada por décadas, además de granjearse el rechazo prácticamente absoluto del pueblo cubano, incluyendo el sector privado, uno de los más afectados con un retroceso de las relaciones; pierde en su proyección hacia de América Latina y el Caribe, sobre todo teniendo en cuenta que el próximo año el presidente Trump verá las caras a los presidentes de la región en la Cumbre de las Américas a celebrarse en Lima, Perú, en el mes de abril; tampoco gana en el escenario internacional –incluyendo sus aliados-, donde existe un rechazo generalizado a la política de aislamiento y bloqueo contra Cuba, así como frente a la opinión pública de los Estados Unidos y de los propios cubanoamericanos quienes en su gran mayoría se inclinan por la mejoría de las relaciones con la Isla. Volver a las políticas del pasado con relación a Cuba va en contra los propios intereses económicos, diplomáticos, políticos y de seguridad de los Estados Unidos. Un estudio de la organización Engage Cuba, concluye que dar marcha atrás a lo logrado en tiempos de Obama impediría a mediano y corto plazo la creación de 12 295 puestos de trabajo en los Estados Unidos y la pérdida para ese país de más de 6 600 millones de dólares.[ii]

Por las informaciones filtradas a medios de prensa estadounidenses como The Hill, se conoce que los congresistas Marco Rubio y Mario Díaz Balart habían logrado pactar con Trump antes de su discurso del 16 de junio, una reversión total de todas las políticas de Obama en relación con Cuba adoptadas a partir del 17 de diciembre de 2014, que incluía el cierre de las embajadas, el retorno de Cuba a la espuria lista de países terroristas, y la suspensión de todos los acuerdos de cooperación firmados, sin embargo, cuando el borrador del memorándum circuló por las estructuras burocráticas hubo un rechazo casi unánime a estas políticas, por lo que finalmente Trump tuvo que firmar un documento bastante diluido en comparación con la propuesta original, que dejaba en pie los 22 acuerdos de cooperación firmados por ambos países durante el mandato de Obama, así como las embajadas en ambas capitales. Asimismo, junto al anuncio del presidente se hizo la aclaración, de que mientras el Departamento del Tesoro no publicara las nuevas regulaciones –algo que podía tardar varios meses-, se mantenía el estatus quo e incluso, que cuando éstas fueran publicadas serían prospectivas por lo que no se afectarían los contratos y las licencias ya existentes.

Pasarían más de cinco meses —hasta el 8 de noviembre— para que estas nuevas regulaciones fueran publicadas. No obstante, por lo que estaba ya formulado en el memorándum presidencial firmado por el presidente Trump, se podía concluir que si bien las nuevas medidas anunciadas no constituían un regreso al escenario existente antes del 17 de diciembre de 2014, sí representaban un retroceso significativo en lo avanzado en las áreas del comercio y los viajes. Los pasos hacia atrás en la política hacia Cuba anunciados por el presidente Trump fueron los siguientes:

  • Prohibición de las transacciones económicas, comerciales y financieras de compañías y entidades estadounidenses con empresas y entidades cubanas vinculadas con las Fuerzas Armadas Revolucionarias y el Ministerio del Interior.
  • Ampliación de la lista de funcionarios del Gobierno y de ciudadanos cubanos que no podrán recibir visas, remesas o involucrarse en transacciones con entidades estadounidenses.
  • Eliminación de los viajes individuales bajo la categoría de intercambios pueblo a pueblo.
  • Derogación de la Directiva Presidencial de Barack Obama sobre la Normalización de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba.
  • Oposición de los Estados Unidos a las acciones que promuevan el levantamiento del bloqueo a Cuba en las Naciones Unidas y otros foros internacionales.
  • Aplicación estricta de la prohibición de viajar a Cuba fuera del marco de las 12 categorías autorizadas por la ley de Estados Unidos, que excluyen los viajes de turismo.

A lo anterior se añade el enrarecimiento del ambiente para el diálogo y la negociación bilateral, que provoca un discurso tan estridente y hostil como el del presidente Trump con relación a Cuba.

Pero más allá de ese discurso que desde posiciones de fuerza pretendió fijar condicionamientos a Cuba, en la práctica, después del reality show en Miami, la administración Trump continuó dándole cumplimiento a una buena parte de los acuerdos bilaterales firmados en época de Obama, incluyendo los nuevos acuerdos migratorios, lo que implicó la devolución a la Isla de los cubanos que habían entrado ilegalmente al territorio estadounidense. Del mismo modo, las ligeras brechas al bloqueo en el plano comercial prosiguieron su curso, y algunos de los sectores de negocios estadounidenses que habían apostado por el mercado cubano –en especial la industria de los viajes, tanto compañías aéreas como de cruceros-, lejos de retroceder, continuaron ampliando las relaciones con la Isla, incluso con viajes de delegaciones empresariales. Hubo también avances en el área marítimo- portuaria, con la firma de varios convenios con autoridades locales de varias importantes ciudades de los Estados Unidos.

Los canales de comunicación entre ambos países tampoco fueron cortados. El 19 de septiembre, mientras el presidente Trump realizaba declaraciones ofensivas e injerencistas sobre Cuba en su discurso en la ONU, tenía lugar en Washington la sexta reunión de la Comisión Bilateral Cuba-Estados, otra evidencia de las profundas contradicciones en que se desenvuelve la política de esta administración hacia Cuba. La Comisión Bilateral Cuba-Estados Unidos es un instrumento creado durante el período de Obama para avanzar hacia la normalización de las relaciones entre ambos países, proceso que Trump había anunciado el 16 de junio estaba “cancelando”.

Lo que si se ha quedado muy claro en estos meses es que el presidente de los Estados Unidos ha convertido a Cuba en una mera ficha de cambio para sus turbios manejos de política interna. Y en esos manejos turbios está la mano del senador Marco Rubio, con el cual al parecer el presidente ha llegado a algún acuerdo, a cambio de su apoyo en el Comité de Inteligencia del Senado donde su responsabilidad está siendo cuestionada en la investigación por la presunta injerencia rusa en la campaña electoral de 2016. Estos sectores de extrema derecha de origen cubano se encuentran hoy a la ofensiva y el presidente no ha dejado de complacerlos. La construcción del nuevo pretexto de los supuestos ataques sónicos contra el personal diplomático de la embajada de los Estados Unidos en La Habana le ha venido como anillo al dedo a estos sectores, quienes son los únicos que se benefician con este tipo de operaciones de bandera falsa, en las cuales Estados Unidos tiene una larga experiencia. No hizo falta entonces esperar a que la burocracia jugara su papel y se publicaran las nuevas regulaciones con las medidas anunciadas por el presidente el 16 de junio, se utilizó el subterfugio de los “incidentes sónicos” para acelerar la implementación práctica del retroceso de las relaciones bilaterales.

El senador Marco Rubio, al conocer sobre los supuestos incidentes en La Habana, envió una carta al secretario de Estado, Rex Tillerson, en la cual pedía la expulsión de todos los diplomáticos cubanos de Washington y el cierre de la embajada cubana en ese país. Rubio logró además la firma de senadores republicanos como Tom Cotton, Richard Burr, John Cornyn y James Lankford.

A propuesta de la parte cubana, el canciller Bruno Rodríguez Parilla sostuvo una reunión con el secretario de Estado de los Estados Unidos, Rex Tillerson, en New York el 26 de septiembre, donde trasmitió la seriedad y profesionalidad de la investigación realizada por las autoridades cubanas desde que conocieron de los incidentes por los representantes del gobierno estadounidense y que hasta ese momento no se había encontrado evidencia alguna que demostrara las causas y el origen de las alegadas afecciones a la salud de los diplomáticos de los Estados Unidos, pero que no obstante, se habían adoptado medidas adicionales de protección de los diplomáticos estadounidenses y sus familiares. El Ministro cubano también solicitó al gobierno de los Estados Unidos mayor cooperación en la investigación en curso y enfatizó que la Isla no ha perpetrado nunca ni perpetrará ataques de ninguna naturaleza contra diplomáticos, como tampoco ha permitido ni permitirá que su territorio sea utilizado por terceros para este propósito.

No obstante, el 29 de septiembre se conoció la decisión de Washington de reducir más de la mitad de su personal diplomático en Cuba, cancelar por “tiempo indefinido” la tramitación de visas, acompañado de una advertencia a los ciudadanos estadounidenses de los peligros que podían correr en caso de visitar la Isla. La primera reacción del senador Marco Rubio no fue de beneplácito, sino de inconformidad, consideró la medida como débil e inaceptable, en su criterio el gobierno de los Estados Unidos debía expulsar a funcionarios cubanos de la embajada en Washington. “Es vergonzoso que el Departamento de Estado retire a la mayoría de su personal de la embajada de EE UU en Cuba pero Castro puede quedarse con los que quiera en EE UU”, escribió en su cuenta Twiter. Muy poco después, el 3 de octubre, la administración Trump siguiendo esta “recomendación” ordenaba la reducción del personal diplomático cubano en Washington al mismo nivel del existente en La Habana. El presidente llegó incluso a responsabilizar al gobierno cubano por los presuntos daños a la salud del personal diplomático estadounidense en la Isla llevando la relaciones entre ambos países a su nivel más bajo desde los anuncios del 17 de diciembre de 2014.

La saga acústica ha ido desinflándose hasta el nivel de lo ridículo. El gobierno de los Estados Unidos no ha aportado prueba alguna que demuestra la veracidad de los presuntos ataques sónicos y las afectaciones a la salud de su personal diplomático en La Habana. Como expresara el ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, en conferencia de prensa en el National Press Club, Washington, el 2 de noviembre: “Si La Habana fuese un lugar realmente inseguro, no se habrían solicitado entre enero y octubre de 2017, 212 visas para familiares y amigos de los diplomáticos –se refiere a los diplomáticos estadounidenses- ni estos hubieran realizado más de 250 viajes de recreo fuera de la capital”. [iii]

De cualquier manera, las decisiones de Washington han afectado el funcionamiento de la Embajada de Cuba en Washington, en especial la Oficina Económica Comercial que fue completamente desmantelada, con la marcada intención de afectar las relaciones con el sector empresarial estadounidense, una de las fuerzas más importantes que están pujando actualmente en los Estados Unidos por una relación normal con La Habana. El daño recae también directamente en los ciudadanos cubanos y estadounidenses que ahora verán limitadas sus posibilidades de viajar en ambas direcciones, sobre todo aquellos con vínculos familiares. Asimismo, el impacto será nefasto para los intercambios académicos, culturales, científicos y deportivos, uno de los campos en que más se había avanzado en los últimos años. Con estas insensatas decisiones, además, se están perjudicando los 22 acuerdos de cooperación firmados entre ambos países a partir del 17 de diciembre del 2014. Como explicó el Canciller cubano en la conferencia citada, ya se ha suspendido un encuentro técnico sobre agricultura, se ha dilatado el desarrollo de acciones de cooperación en materia de salud y se han cancelado eventos culturales, deportivos, estudiantiles y los viajes de decenas de grupos de visitantes estadounidenses.

Finalmente fueron publicadas las nuevas regulaciones el 8 de noviembre, emitidas por el Departamento de Estado, Tesoro y Comercio, estas confirmaron el serio daño que han sufrido las relaciones bilaterales y auguran un escenario aun peor, en que serán sobre todo afectados los propios ciudadanos estadounidenses y cubanos, que verán aun más limitados sus posibilidades de viajes y de comercio en ambas direcciones. El sector empresarial de los Estados Unidos resulta una de las víctimas principales de estas nuevas regulaciones, en tanto seguirán perdiendo interesantes oportunidades de negocio en Cuba, frente a la competencia. El Departamento de Estado publicó una lista negra de 179 entidades cubanas con las que quedan prohibidas las transacciones financieras directas de entidades y ciudadanos estadounidenses. Por su parte, la OFAC amplió la lista de funcionarios del Gobierno y el Estado, los representantes de los órganos judiciales, las organizaciones de masas y la prensa con los que está prohibido realizar transacciones. Indudablemente se trata de un recrudecimiento del bloqueo económico, comercial y financiero contra Cuba. [iv]

Otros nuevos zarpazos pueden producirse en los próximos meses con el ánimo de llevar la relación bilateral a un nivel mayor de deterioro. Recientemente se conoció la aprobación en la Cámara de Representantes de un proyecto de ley para revisar los sistemas de seguridad de los aeropuertos cubanos que tienen vuelos comerciales con aeropuertos estadounidenses, para buscar posibles fallos. La eliminación del acuerdo de los vuelos comerciales ha sido una de las grandes obsesiones de Marco Rubio y hará todo lo posible por lograr su objetivo.

Mientras esto ocurre, la posición de Cuba ha sido ecuánime, inteligente y a la vez muy firme, respondiendo más a las acciones prácticas de los Estados Unidos que a una retórica vacía y colérica, al tiempo que se ha dejado en todo momento una puerta abierta para continuar avanzando hacia una relación más civilizada. Una vez más ha brillado el liderazgo cubano y su diplomacia, encabezada por el General de Ejército Raúl Castro, ratificando la histórica y consecuente posición de Cuba de estar dispuesta al diálogo y la negociación con los Estados Unidos, siempre que sea sobre la base del respeto mutuo y sin la más mínima sombra que afecte la soberanía de la Isla, tanto en política interna como en el plano internacional.

Sin embargo, siempre es posible encontrar alguna arista positiva dentro del escenario en que se desenvuelven las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba, pues al tiempo que la política la poderosa nación del Norte hacia Cuba siembre ha sido un desafío, han existido también determinadas aristas que pueden ser aprovechadas de acuerdo a los intereses nacionales de la Isla. En ese sentido resulta necesario destacar que si bien la nueva administración estadounidense representa en muchos sentidos una amenaza global (aumento de la carrera armamentista y del arsenal nuclear, agresión abierta y desenfrenada al medio ambiente, discurso y prácticas ultranacionalistas, antiinmigrantes, racistas, xenófobas, etc) también constituye una oportunidad no solo para la resistencia, sino para una mayor ofensiva anticapitalista a nivel internacional. El llamado “fenómeno Trump”, es otra muestra palpable de la crisis sistémica del capitalismo, del agotamiento de un modelo que busca desesperadamente como mantener la acumulación ampliada del capital. Ello se manifiesta en la agudización de las propias contradicciones inter capitalistas y el auge de tendencias ultraderechistas en los Estados Unidos y Europa.


Para Cuba, significa una nueva oportunidad para el avance y fortalecimiento de los procesos de transformaciones en curso hacia un socialismo próspero y sustentable, así como para afianzar las alianzas con los gobiernos, movimientos y fuerzas políticas progresistas y de izquierda en la región, y el relanzamiento de los procesos integracionistas y de unión en América Latina y el Caribe, en especial la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). De la misma forma para fortalecer los lazos con aquellos actores internacionales que a nivel global desafían la hegemonía estadounidense.

El retiro de los Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), debilita la opción derechista y neoliberal de los gobiernos latinoamericanos de la costa del pacífico, pone en aprietos el futuro de la Alianza del Pacífico y ofrece una mayor oportunidad a China para una mayor presencia e influencia en la región.

La construcción de un muro en la frontera con México, las posiciones antiinmigrantes, xenófobas y discriminatorias de la nueva administración estadounidense, generan gran rechazo en la comunidad internacional en detrimento de la imagen de los Estados Unidos. Todo esto, contribuye a debilitar aun más la hegemonía hemisférica y global de la nación del norte y coloca a Cuba en una mejor posición en la correlación de fuerzas a la hora de sentarse a negociar con el nuevo gobierno estadounidense.

Igualmente, las políticas anunciadas por la administración Trump que atentan contra el medio ambiente y contribuyen a acelerar los procesos asociados con el cambio climático, favorecen una mayor articulación y unión entre los Estados Insulares del Caribe, los cuales resultan los más amenazados de la región.

Julian Assange, fundador del sitio web Wikileaks, en una amplia entrevista que ofreciera a Página 12, daba su opinión sobre las nuevas oportunidades que se abrían para la resistencia y la lucha antisistema a nivel global con Trump en la Casa Blanca:

“Bajo la conducción de un hombre negro educado y cosmopolita como Barack Obama el gobierno de Estados Unidos no se parecía a lo que era. Bajo Barack Obama se deportaron más inmigrantes que en cualquier otro gobierno y se pasó de dos guerras a ocho. Supongamos que Argentina tiene un conflicto con el gobierno de Trump por su apoyo a Gran Bretaña en el caso de las Malvinas. ¿Es más fácil o más difícil para Argentina conseguir apoyo en la comunidad internacional que cuando era presidente Obama? Es más fácil con Trump. ¿Y a nivel doméstico en Estados Unidos? Claro que será más fácil protestar contra las políticas de Trump. De hecho las protestas ya empezaron. Los demócratas, cuando están en la oposición pueden convertirse en una fuerza que restringe y controla al gobierno. Pero cuando llegan a la presidencia y al gabinete se funden con las instituciones. El gobierno de Obama era un lobo con piel de oveja. El gobierno de Trump es un lobo con piel de lobo. Es más fácil tratar con un lobo que no se disfraza”.[v]
Notas

[i] “Exasesor de Obama pronostica fracaso de política de Trump hacia Cuba”, en:http://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=93780&SEO=exasesor-de-obama-pronostica-fracaso-de-politica-de-trump-hacia-cuba.

[ii] “Dejar políticas con Cuba costaría 6 600 millones de dólares a EE.UU, dice estudio”, en https://www.efe.com/efe/america/ame-hispanos/dejar-politicas-con-cuba-costaria-6-600-millones-dolares-a-eeuu-dice-estudio/20000034-3284400

[iii] Las medidas adoptadas contra Cuba son injustificadas y políticamente motivadas. Conferencia de prensa ofrecida por el Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez Parilla, en el National Press Club, Washington, el 2 de noviembre de 2017, Granma, 7 de noviembre de 2017.


[v]“Trump es un lobo con piel de lobo”. Entrevista a Julian Assange, fundador y director del sitio de filtraciones WikiLeaks. Véase en:https://www.pagina12.com.ar/18251-trump-es-un-lobo-con-piel-de-lobo

martes, 14 de noviembre de 2017

¿Qué confirma el patán Donald?

Por: Luis Toledo Sande


A punto de cumplirse un año de su elección como presidente estadunidense, Donald Trump registró sus peores números de aprobación. Foto: Getty Images.
A punto de cumplirse un año de su elección como presidente estadunidense, Donald Trump registró sus peores números de aprobación. Foto: Getty Images.
El patán del título no es una errática suplantación de pato, ni un intento de simplificar lo que representa el actual césar estadounidense. Su prestigio de supuesto enfermo mental no debe llevar a considerarlo, ni de lejos, un accidente, un mero demonio de paso por la monstruosa política de aquella nación, que los ha tenido. Entre otras muchas de las acciones criminales —que no cesan— de esa potencia cuentan el lanzamiento de la bomba atómica en Hiroshima y en Nagasaki, y la guerra impuesta a Vietnam.
Señales sobran para un artículo que no aspira a ser exhaustivo, ni a lastimar a quienes pudieran creer impropio comparar al atroz presidente con un tierno personaje de factura artística destinado a influir, especialmente, en el público infantil. Pero tampoco aspira a comentar juicios acerca del poco inocente universo Disney. Apenas rozará con pulso telegráfico algunos de los hechos confirmados por la ejecutoria de Donald Trump.
Como potencia hegemónica, los Estados Unidos se muestran en decadencia, pero tiene reservas para sobrevivir quién sabe hasta cuándo. Cabe conjeturar que en la Casa Blanca pueden seguir alternando inquilinos con prestigio de estúpidos, con ventaja para George W. Bush; de astutos, en lo que ganó palmas Barack Obama; de sicópatas, como el actual, que ha dado tema a expertos en la materia y hace recordar algo dicho por Lenin: el monstruo puede ser más peligroso en sus estertores que en sus años de “esplendor”.
En la Casa Blanca se aloja el presidente de turno, pero el poder real permanece en manos de las fuerzas que dominan la nación. El imperialismo sigue siendo en esencia el mismo, por encima de ajustes evolutivos y gestos oportunistas. Su continuidad tiene peligrosas implicaciones para el planeta. En particular los tiene para Cuba, resuelta a seguir siendo independiente, libre, digna, contra los designios de los Estados Unidos, cuyos gobernantes cifraron sobre ella ambiciones geopolíticas y económicas desde que ese país emergió de las antiguas Trece Colonias británicas.
Cuba —y reconózcase que en eso tuvo el auxilio del propio Obama, aunque algunos prefirieron ignorarlo olímpicamente, y aún haya quienes se esfuercen en no verlo— debe saber que el imperio no regala nada. Un cambio de táctica con que aquel gobierno parezca favorecerla estará pensado para conseguir por otros caminos lo que no ha logrado con una abierta política de hostilidad: someterla. Por ello, con todo el daño que el bloqueo le había hecho ya a Cuba, aquel presidente lo calificó de política fallida.
Cuba necesita, y sería un acto de justicia, el levantamiento del bloqueo que el imperio le ha impuesto. Pero nada debe llevarla a la ingenuidad de suponer que sea difícil revertir una táctica como la ensayada por Obama en un camino que —después de 1959— viene gestándose, aunque haya sido secretamente, con John F. Kennedy. Antes del triunfo de la Revolución por entre el intervencionismo desembozado hubo embustes del presunto Buen Vecino, interesado en apaciguar a las fuerzas revolucionarias.
Durante más de cincuenta años el rostro desnudo de las ambiciones de los Estados Unidos por dominar a Cuba —que han transitado ya por cuatro siglos desde finales del XVIII—, han sido agresiones armadas y terroristas, y el bloqueo. Ahora a la nación caribeña le toca enfrentar el regreso, con reforzamiento, de esa política, azuzado por un presidente que encarna la línea que Obama intentó sustituir, aunque lo hizo hacia el final de su mandando —cuando los presidentes de su país suelen permitirse ciertos alardes para mejorar su imagen—, y con pasos dados muy a medias, vacilantes, salvo al propagar ideas contrarias a la Revolución Cubana y ratificar el afán de destruirla.
Así y todo, alguien como Trump muestra que pasos como los dados por Obama —que en medio de una historia de tensiones violentas hasta pudieron prestigiarse con la entusiasta calificación de positivos— pueden ser revertidos, como quien dice, de un plumazo. Y eso, aunque el elegante césar remataba sus anuncios “bondadosos” devaluando la Revolución y llamando a destruirla, aunque no fuera más, ni menos, que invitando a la ciudadanía a tomar otro camino y olvidar la historia de la cual vienen el proyecto revolucionario y su fuerza.
El triunfo que Cuba merece alcanzar contra el bloqueo sería fruto, en lo fundamental, de la resistencia de su pueblo, y en el terreno moral lleva veintiséis votaciones de rotundo apoyo en la Asamblea General de la ONU, y el permanente respaldo de los pueblos. Pero nada —ni triunfalismo colectivo ni sentido de éxito alguno, por brillantemente que el país actúe en las negociaciones, guiado por la política de principios que trazó su líder, Fidel Castro— debe animar a Cuba a desconocer que nada bueno para los pueblos está seguro si depende de la política imperial.
El desprecio de esa política hacia los pueblos y hacia los gobiernos que contradigan sus designios se ha corroborado en las veintiséis votaciones internacionales aludidas. En la  vigésima quinta, la abstención de los Estados Unidos y de su cómplice Israel —que antes y después han votado siempre contra Cuba— quedó como un rejuego al servicio de la estratagema de Obama, quien, por otra parte, no hizo todo lo que estaba a su alcance hacer para ir desmontando de veras el bloqueo.
Hasta ahora en baja con respecto a la dominante en su país, la línea fina que le permitió a Obama mostrar su astucia no impidió que la ancha representada por Trump ratificara un hecho: aunque se normalizaran las relaciones diplomáticas entre los dos países, mientras a los Estados Unidos los rijan los intereses imperialistas que los caracterizan, Cuba no tendrá allí un vecino normal, sino un enemigo de su independencia.
Esa no es una realidad fabricada por supuestos ideólogos o funcionarios que intentan medrar con un diferendo impuesto por la nación poderosa, y dañino para el pueblo de Cuba, y aun para el estadounidense: es, para decirlo pleonásticamente, una realidad real. Si hubiera ideólogos y funcionarios tales, merecerían ser descubiertos por el pueblo que sufre en grande el bloqueo, y juzgados como cómplices del crimen.
Las confusiones pueden tener motivos variopintos, y ni con mucho se intenta aquí calar aquí en ellas. Pero, al parecer, hay quienes creen que el diferendo es una mera fantasmagoría manejada oportunistamente, y se han ilusionado con una supuesta buena vecindad iniciada el 14 de diciembre de 2014. Si solo de buenas intenciones se tratara, vale recordar que no por gusto el idioma, además del adjetivo sano, conserva derivados de este tan expresivos y diferentes entre sí como sanote y sanaco. Pero ¿andarán solo por esos terrenos las confusiones? ¿No habrá confundidos voluntarios?
La “bondad” del vecino que el 17 de diciembre de 2014 hizo un anuncio alentador,  correspondido por la clara posición cubana, y del que también se valió para tratar de revertir el aislamiento en que lo ponía ante los pueblos de nuestra América y de todo el mundo su hostilidad contra Cuba, es inseparable de los recursos de ese imperio para capitalizar una guerra cultural cuyo mayor éxito —después del daño que hace— radica en parecer que no existe. En eso lo ayudan dos de sus grandes conquistas: la división de las izquierdas y lo que alguien ha llamado los pobres de derecha.
No es precisamente que el imperio procure que el pueblo cubano cambie el son y el puerco asado, o el carnaval y el universo de la rumba, por la comida chatarra —que tanta obesidad genera en la ciudadanía estadounidense—, y por melodías y fiestas características de aquella nación, a la que tampoco es aconsejable olvidar que ni en eso le faltan aliados insulares. Lo que el imperio procura con respecto a Cuba, y a todo el mundo, es imponer su estilo de vida, sus “valores” políticos y morales, para tener más caminos por donde imponer su poderío.
Para no hablar de otros países, cuesta imaginar que en Cuba haya quienes, siendo cultos y revolucionarios, ignoren la realidad que Obama representó al ofrecerle a Cuba un garrote envuelto en zanahoria y llamarla a olvidar el pasado, y que Trump también representa al reclamar que esta nación acate las exigencias del imperio. Pero ya se lo dijo un torero a José Ortega y Gasset: “Hay gente pa to”. Hasta para hacer el ridículo.
Si la maniobra de Obama pudo darles a algunos —¿solo algunos?— supuestas razones para ostentar de distintos modos por calles de Cuba la bandera estadounidense, Trump, actor e instrumento de una vertiente política mucho más grosera, viene a ratificar el bloqueo, a endurecerlo. Pero a esa vertiente —que es más fácil desenmascarar— quita asideros a quienes puedan haber querido tenerlos amparados por una real o pretensa ingenuidad. Aunque el asunto está muy lejos de ser nuevo, cabe una pregunta: ¿puede portarse e exhibirse ahora en Cuba la bandera de la potencia imperialista como si fuera un mero pañuelo más, un objeto sin los significados que ella tiene?
trumpada sucia el gobierno de los Estados Unidos corrobora su afán de sojuzgar a todo el mundo, incluida la vetusta y civilizada Europa, que no fue capaz de aprovechar —para ganar al menos un poco más de independencia frente a los dominios y rejuegos de la OTAN— la extinción del campo socialista y de la Unión Soviética. Tan grotesco es Trump al mostrar la soberbia imperial, que hasta entre sus más consabidos lacayos europeos asoman gestos de desobediencia hacia el mandón. Son aún gestos muy vacilantes, sí, y en otras tierras sigue causando espanto la alianza de intereses por la que los sucesores de quienes causaron el genocidio de Hiroshima y Nagasaki siguen teniendo aliados en el país donde aún se sufren secuelas de aquella monstruosidad.
Si Trump es grosero con sus aliados europeos, ¿cómo esperar que sea con los pueblos que el mesianismo imperialista ha hecho a los intereses dominantes de los Estados Unidos tildar crudamente de inferiores? Y no menos que incauto sería esperar que el imperio hiciera lo que nunca ha hecho: respetar la voluntad de países cuyos pueblos y gobiernos defienden su soberanía, su independencia, su dignidad, sus recursos naturales. Ahí están las amenazas y las calumnias contra Venezuela y otras naciones de nuestra América, no solo contra Cuba.
También se ratifica la desfachatez con que el imperio se hace servir de los gobiernos dispuestos a ofrecerle su territorio para bases militares contra pueblos, a ir de piezas arrastradas en maniobras de fuerzas armadas que ratifican, más allá de lo simbólico, la voluntad de intervenir donde le venga en gana para derrocar gobiernos que le son molestos o contrarios, y poner en su lugar a gorilas uniformados o sin uniforme militar. El imperio no renuncia a humillar ni siquiera a gobiernos que le son dóciles y afines. Lo ratifican sus proyectos de muros y otras maneras de insultar a pueblos y naciones.
En cuanto al interior de los Estados Unidos, en el triunfo electoral de Trump lo más grave no fueron los rejuegos aplicados para desconocer el llamado voto popular—, ni que, de hecho, se privilegiara a un hombre sobre la que pudo haber sido —como Obama el primer “negro”— la primera mujer en llegar a la presidencia. Poca diferencia hay entre un asesino y una asesina, tengan las características étnicas que tengan.
En eso lo peor es el papel reservado al propio pueblo estadounidense. Siguen actuando con impunidad aquellos a quienes en crónica del 19 de enero de 1883, publicada en La Nación bonaerense el 18 de marzo de ese año, José Martí definió como “los que creen que el sufragio popular, y el pueblo que sufraga, no son corcel de raza buena, que echa abajo de un bote del dorso al jinete imprudente que le oprime, sino gran mula mansa y bellaca que no está bien sino cuando muy cargada y gorda y que deja que el arriero cabalgue a más sobre la carga”. Pero, ¿se podrá seguir engañando a una gran parte del pueblo gran parte del tiempo? ¿No crecerán las muestras de rebeldía que ya hay?
En vísperas de su caída en combate, ratificó Martí lo que de varios modos había dicho antes: luchaba para impedir la expansión de los Estados Unidos. Abogaba por salvar el equilibrio del mundo y, con ello, el honor dudoso y lastimado de la América inglesa, como se lee en “El tercer año del Partido Revolucionario Cubano”, de abril de 1894, y en la carta del 25 de marzo de 1895 a Federico Henríquez y Carvajal. Al proponerse poner freno a la voracidad de la potencia imperialista que emergía, también buscaba que no siguiera afianzándose allí la política inmoral que, hacia el exterior y hacia el seno de aquella sociedad, confirma hoy el patán Donald, pero no solamente él.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

¿Ajiaco made in USA?

 Por Carlos Luque Zayas Bazán
 LA PUPILA INSOMNE
Según el siguiente razonamiento, referido y limitado al acto deliberativo de masas durante la discusión de los Lineamientos pero extendido al debate actual: a) Si algunos ciudadanos hacen propuestas en relación de no impedir o permitir la concentración de riqueza en manos privadas, en “abierta contradicción con la esencia del socialismo”, y b) si el poder político no impugnó, no se manifestó en contra de, la legitimidad política de los ciudadanos que tienen esa opinión, de allí seguiría que, c) los ciudadanos pueden ejercer y ejercieron su legitimidad política para emitir propuestas contrarias al socialismo, con la aceptación del poder político.
Las premisas de esta argumentación hablan muy positivamente de la capacidad y libertad de expresión que se ejerció en aquel proceso, y también del carácter democrático, propio, cubano, específico de nuestro sistema, ese que tanto le cuestionan. La inferencia, aunque expresada con circunloquios, es la que amerita algunas precisiones.

¿Existe una “línea roja” respecto a la legitimidad política de los actores que hacen propuestas de cambio en Cuba?
Mi opinión es que, en efecto, existe. Y no es privativa de Cuba, sino universalmente aplicable e incluso punible: quien pretenda legitimidad política para hacer propuestas de cambios a un sistema legítimamente establecido – cambios políticos o económicos, o de cualquier otra índole, – si transgrede el principio moral, y también legal, – existente en todo ordenamiento político de no rechazar para la consecución de esos cambios cualquier tipo de asociación o vínculo directo o indirecto con entidades extranjeras y enemigas de las que se pueda probar o tener la certeza razonable, basada en hechos pasados y presentes, de que esas entidades o sus representantes, por sus acciones y concepciones políticas e intereses se oponen, quieren modificar o subvertir al orden político con respecto al cual se aspire la legitimidad de la intervención política, inmediatamente pierde esa condición.
La legitimidad política en uso de la cual, en sus centros de trabajos, organizaciones sociales o de masas, en sus comunidades, o en cualquier otra entidad, los cubanos han propuesto cambios, o modificaciones, o añadidos a los principios y lineamientos de la actualización en curso, ha sido ejercida sin transgredir aquel principio básico, incluso si han hecho una propuesta que exceda los límites que debe tener la probable acumulación de riqueza privada, o con respecto a cualquier otro tema en discusión.
Se pudiera admitir como hipótesis que uno o varios de esos cubanos que abogaron por la concentración de la riqueza privada en el examen de los Lineamientos, lo hiciera desde el presupuesto personal de que el sistema capitalista es preferible para Cuba, y no simplemente que se debe tolerar una determinada concentración de la riqueza privada. Pero si ese cubano no tiene una relación orgánica, logística u organizacional, no depende ni utiliza para posicionar públicamente su criterio el trampolín de una entidad extranjera, gubernamental, pública o privada, o, por cierto, “colindante” con ellas, y desde la cual pretenda y pueda hacer amplio proselitismo político por su idea, el uso de la legitimidad política que haría ese cubano en su acto de proponer, refutar, enriquecer, o complementar, lo estaría ejerciendo en coherencia con el ordenamiento político y moral que le reconoce el derecho a ejercer su criterio y hacer su propuesta. No se trata de que haga una propuesta determinada lo que le podría negar su legitimidad para hacerlo. Se trata desde dónde lo hace y con qué objetivo lo hace.
La intuición también existe en política. Cualquier cubano sabe o simplemente intuye y apoya el criterio de que la discusión popular de las políticas gubernamentales tienen como propósito contribuir a continuar el proyecto socialista, no a destruirlo. Sabe que hay compañías que son malas compañías. Y destruirlo es el objetivo del capitalismo mediante todas las vías posibles, las cruentas y las incruentas. Y entre las incruentas están las más o menos sutiles, la guerra cultural, la psicológica, la ideológica, pero también el uso de las academias aparentemente neutrales, los centros aparentemente independientes, el pensamiento aparentemente autónomo. Por ejemplo: La aceptación tácita de la participación en un evento para un proyecto de Constitución cubana con financiamiento del gobierno de Estados Unidos y una entidad perteneciente a la terrorista Fundación Cubano Americana aunque se pretenda escudar sobre un manto académico termina cualquier legitimidad en un debate.
La línea roja en el ejercicio de la política en Cuba es la que se pone a prueba cuando los cubanos, al proponer en cada barrio a sus representantes, no aceptan con su voto mayoritario, por ejemplo, que otro ciudadano, francamente relacionado con un poder extranjero, de cualquiera de las maneras que existen para ello, sea elegido.
La conclusión del razonamiento inicial evocado en esta nota es forzada, porque las premisas no consideran, precisamente la “zona” donde adquiere legitimidad la participación política en Cuba. Que está definida, entre otras, por la convicción de que cualquier tipo de asociación, relación, dependencia, o vínculo de cualquier tipo con un poder extranjero enemigo, sus entidades o sus representantes, se sitúa, automáticamente, “fuera de zona.” La pasada semana Pascual Serrano nos recordó una lección que, aunque bien aprendida, se debe estudiar continuamente: ¿quién es el que paga? He allí la cuestión.
Nota final necesaria:
Ya daba por concluido el texto anterior, cuando hoy en la mañana leí el que parece el más reciente artículo del Sr. académico Pedro Monreal, titulado El “oro de Soros”, el “ajiaco conspirativo” y el debate en Cuba. El asesor catedrático evidentemente aquí se ha descompuesto y por momentos parece abandonar y rebajar su habitual y sereno tono académico a la debilidad de la ofensa. La confianza en la solidez de los argumentos evita, no necesita, acudir al lenguaje ofensivo directamente personal de que hace gala el estudioso en esta especie de última ratio de la impotencia argumentativa.
En efecto, para cualquier lector medianamente informado, las consideraciones que hace el Sr. Monreal del papel que juega Soros en el mundo académico, financiero y político hacen, cuanto menos, sonreír. Como suele suceder, su argumentación, salpicada además ahora de términos ofensivos dirigidos a su contradictor (mentiras, bajeza moral, sordidez ética, étc.) ha sido el reconocimiento más evidente de que resulta imposible explicar y justificar esa “colindancia” de su proyecto. (para emplear un término del mismo Monreal que le señala “colindancia oficial” a este escriba.) Por lo tanto, me ahorro aquí tratar el tema de las relaciones de la entidad que el académico asesora con la Open Society, y que el Sr. Monreal se ha limitado a presentar con un binarismo muy curioso: tenemos a un Soros bueno, a un Soros malo, y una amplia gama de Soros-grises donde con tanta holgura se acomodan ciertas academias y la gente de pensamiento que el filántropo millonario atrae a su órbita aceptando, por esa “complejidad” que no tenemos en cuenta los pobres ignorantes de este mundo, que algunas iniciativas hagan daño, y otras, beneficios.
No es mi propósito devolver ofensa con ofensa. En verdad no lo necesito. La desigualdad de saberes no me rebaja a la impotencia de la injuria personal. Creo que el Sr. Monreal está honestamente convencido de la cosmovisión que guía su obra, por lo tanto no le supongo a priori una intención aviesa, ni un cálculo frío. Toda postura ideológica tiene un basamento filosófico. Los resultados que de una cosmovisión se derivan, pueden resultar tendenciosos, unilaterales, sesgados, pero un pensador, intelectual o investigador convencido de sus ideas, que no las trafique, prostituya, o adapte a circunstancias cambiantes con objetivos de medro, no es moralmente repudiable. Pero dicho esto debo declarar, sin ningún ánimo de ofensa personal, sino dirigido precisamente al plano de las ideas, que me resulta muy sorprendente que el Sr. Moreal califique meramente a George Soros y la Fundación Open Society como “controversiales” cuando muchas de las consecuencias de su actividad han sido francamente criminales.
No es posible extenderme aquí, a partir de los hechos probados, en consideraciones sobre los medios y los fines de este personaje y sus entidades que en el 2002 ya actuaban en más de 50 países, sobre qué significa realmente el tibio calificativo empleado por el Sr. Monreal. Baste saber esto: En 2002, George Soros declaraba: «En la antigua Roma, sólo los romanos votaban. Bajo el capitalismo mundial moderno, sólo los estadounidenses votan. Los brasileños, ellos, no votan» (Declaración pública de George Soros durante el Forum Social de Porto Alegre, Brasil. Citado por la Red Voltaire.). Sólo apunto algo que ya cualquiera sabe, cualquiera, por supuesto, que se informe sólo un poco: el apoyo del especulador financiero a “una amplia serie de entidades y causas que, en su diversidad, abarcan algunas de orientación “progresista”, “radical” y de “izquierda””, como afirma el Sr. Monreal, no se debe utilizar como argumento del lado positivo de la actividad de este personaje expresado con un enfoque de aséptica neutralidad desidelogizada. No es casual que el núcleo fundamental de los economistas que acompañan y ejecutan sus múltiples proyectos, sean neoliberales.
La historia de cómo y con qué objetivos se apoyan las causas y los intelectuales “progresistas”, “radicales” y de “izquierda”, y por cierto, también comunistas renegados o desencantados, creando y financiando medios, revistas, premios y simposios, se encuentra profusamente documentada y analizada en el libro de Frances Stonor Saunders, La CIA y la guerra fría cultural.
Todo esto recuerda una pregunta que Retamar dirigía a un escritor latinoamericano cooptado como director de una revista que después se confirmó era financiada por la CIA, pregunta plenamente vigente: “¿O debemos creer que el imperialismo norteamericano (…) se ha entregado de repente al patrocinio desinteresado de las puras tareas del espíritu en el mundo.?