lunes, 26 de diciembre de 2016

“Dame una buena noticia”














Hace unos años a Sebastián Comas, médico de profesión y vecino de San Antonio de los Baños, le instalaron correo electrónico. Él en Infomed y yo en Cubarte, gozábamos del mismo privilegio y teníamos las mismas limitaciones: podíamos enviar y recibir mensajes, pero no teníamos acceso a Internet. En mi buzón de correos, sin embargo, se acumulaban (se acumulan aún) decenas de noticias de muy diverso tipo, descargadas de periódicos, revistas y sitios web de cualquier parte del mundo, que personas solidarias, desde dentro y fuera de Cuba, envían. Siempre trato de prolongar ese acto de solidaridad, y a su vez reenvío las noticias que me resultan interesantes a otros amigos, de manera que, sobre todo en las mañanas, se va componiendo un tejido de complicidades que abarca ya a quién sabe cuántas personas.

Sebastián (Sebas, en lo adelante) era uno de mis destinatarios permanentes hasta que un día me pidió que lo dejara al margen de mis envíos. Él, a quien conozco desde hace más de treinta años, siempre ha sido un hombre curioso que se precia de estar bien informado. “Me hacen daño. Primero leía esas noticias por la mañana, antes de desayunar, y me pasaba el día deprimido. Como, a fin de cuentas, casi ninguna tiene que ver conmigo, y las que tienen que ver conmigo suceden quiéralo yo o no lo quiera, decidí cambiar la rutina y leerlas de noche, después de comida. Ahora casi no puedo dormir. Me desvelan”. “¿Las lees antes o después de ver el noticiero?”, le pregunté, sentados los dos en el mínimo portal de su casita. “Después”, me respondió. “Mejor léelas antes. Después miras el noticiero, y todo resuelto”. Se echó a reír. “Eres un jodedorcito”, respondió.

Desde entonces, cada vez que paso a saludarlo (o a pedirle una receta, un consejo para los dolores que van apareciendo por esta parte o aquella de mi cuerpo), Sebas me recibe con una demanda: “Dame una buena noticia”. Es como si me pidiera un salvoconducto que casi nunca tengo a mano. Este año, en especial, creo que no he podido complacerlo una sola vez: en Alepo, en Caracas, en Brasilia, en Baracoa, en Washington o en La Habana, las malas noticias se suceden, una tras otra, “sin medida ni clemencia”.

En mi última visita de este año, fue Sebas quien me dio un golpe bajo. En cuanto puse un pie en su casa, me entregó un papel, malamente impreso, donde un vecino suyo había reproducido una información sacada de Internet. Leí el titular “Economía cubana cierra un 2016 ‘particularmente difícil’”. “Ay, Sebas”, respondí, “¿cuántos años, desde que tenemos uso de razón, no han sido ‘particularmente difíciles’?” “Sigue leyendo hasta el final”, me exigió. En efecto, el reporte, que de inmediato reconocí como extraído de OnCuba, era devastador. Los datos están tomados del informe preliminar de la CEPAL para el año en curso, y la primera línea no puede ser más contundente: “El PIB de Cuba crecerá solo un 0,4 por ciento en 2016, su rango más bajo en las últimas dos décadas”.

“El peor año de la economía cubana, de 1996 hasta aquí. ¿Tú recuerdas cómo era Cuba en 1996?”, insiste.

Sebas y yo somos unos perfectos ignorantes en materia de economía, pero él se empeñaba no solo en comprender, sino en que yo lo ayudara. “Qué culpa tenemos de que hayan caído los precios del níquel y del azúcar”, argumenté. “¿Azúcar? ¿Cayeron los precios del azúcar que no producimos?”, contestó. “A ver, dime, si yo pongo una cafetería, y me va bien, mi economía crece. Para que me vaya bien, tengo que vender algo: café, comida, panes con lo que sea. Mientras más variado lo que ofrezca, mejor. ¿Es así o no es así?”. Asentí, aunque él continuaba su discurso. “Si no vendo nada, no gano nada. Para tener qué vender, tengo que dedicar parte del dinero que gano a comprar, ¿sí o no?”.

Dije lo que él quería escuchar: “Y las tiendas del Estado cada vez están más vacías”.

No sé si oyó lo que dije. Lo que me decía estaba pensado, rumiado durante su madrugada en vela: “En los últimos años, ¿cuántos gastos no se ha quitado de encima el Estado?”

“Debía quitarse más”, dije.

“De acuerdo. Pero la lógica ahora es más perversa: el Estado gasta menos en subvenciones y la gente le roba mucho más. Y no te estoy hablando solo del que se lleva la caja de pollo de la tienda”.

“Ladrones de cuello blanco”, agregué.

“Que son los peores”.

La tarde caía y no me gusta manejar de noche por carreteras donde suelen circular ciclistas y carretones a oscuras. Hice el intento por ponerme de pie y, sin dejar de hablar, él me retuvo en el asiento con ambas manos.

“Vamos a otro asunto: desde enero de 2015 el turismo no ha dejado de crecer. Por La Habana Vieja no se puede ni caminar, y ahorita los aviones que vuelan hacia Cuba serán tantos que van a chocar en el aire. Los turistas traen dólares, euros, coronas, rupias, libras, lo que sea, y ese dinero se queda aquí. Y son monedas fuertes, no estos billeticos feos que a fin de cuenta no valen nada”. Y agitó ante mis ojos un CUC maltratado por miles de manos.

“A esos turistas hay que darles comida, bebida, ponerles toallas y sábanas en los hoteles, transportarlos… ¿Estamos de acuerdo? Y a todo eso se le saca dinero”.

Al fin encontré un resquicio desde el cual contradecirlo: “Algo se le sacará, pero no tanto, porque casi todo lo que consumen los turistas es importado”.

“¿Y por qué?”

“Porque estamos con el piquito abierto esperando a que nos den la comida”, ironicé, pero Sebas estaba particularmente solemne. Aventuré a decir lo que he leído en decenas de artículos: “Dicen que la dualidad monetaria le está haciendo mucho daño a la economía”.

“La está ahogando”, contestó, “tanto como el bloqueo. ¿Sabes cuántos tipos de cambio hay en Cuba? Alguien me dijo que eran cuatro, pero quién quita y haya más. Y siguen ahí, confundiéndolo todo. No hay quien pueda desenredar esa madeja”.

Al fin hubo algunos segundos de silencio. Dejó que me levantara de mi asiento. Había ido a desearle un buen 2017, pero en ese minuto me parecía irónico abrazarlo, decirle “Feliz año”.

“Feliz año”, dijo Sebas. Me quitó el papel impreso que había quedado en mis manos. “Ahí dice que el año que viene vamos a empezar a recuperarnos. En este bajamos al 0.4 por ciento de crecimiento del PIB. En el 17 vamos a subir hasta el 0.9 por ciento”.

“Algo es algo”, le dije, y lo abracé. A veces me da por ponerme optimista: “En enero te voy a traer una buena noticia. Te lo prometo”.





jueves, 22 de diciembre de 2016

No sabemos discutir


Autor: Yuris Nórido, Revista Alma Mater



Fotos: Ilustración de Yaimel





Ya no quiero participar en ningún foro digital (lo que no significa que deje de participar en alguno más); ya no quiero contender con nadie a no ser que sea estrictamente necesario (cuestión de principios, vaya); ya no quiero entrar en debates babilónicos sobre los más diversos temas de la realidad nacional… o sobre las eternas problemáticas del arte… o sobre asuntos filosóficos y existenciales… En Cuba, estoy convencido, la mayoría de la gente no sabe discutir.

A lo mejor yo tampoco sé, porque la verdad es que últimamente estoy perdiendo muy rápido la paciencia. Y se supone que el buen polemista no la pierda nunca. Pero he llegado al punto de que he tenido deseos de darle una bofetada a la persona que tengo delante. Y como soy enemigo declarado de las agresiones físicas (y muy malo en los deportes de combate) he preferido abandonar la lid.

Hay algunos males muy extendidos en nuestros foros de discusión: hay gente que opina agrediendo; hay gente que pone en tu boca cosas que jamás dijiste; hay gente que cree en el fondo lo mismo que tú, pero de todos modos te ataca; hay gente que piensa en blanco o negro y rechaza matices; hay gente que asume que toda opinión contraria forma parte de una conspiración orquestada por terceros; hay gente que no sabe escuchar, que piensa que un debate debe ser por fuerza un monólogo del que tiene la razón (o sea, él) y que el otro debe bajar la cabeza y aceptar la monserga…

A la larga, hemos calcado en el ámbito digital los mismos defectos de tantas de las discusiones de vecindario. Gana el que grita más. Gana el que manotea más. Gana el más «chusma»…

Yo creo que desde la primaria, en las clases de Cívica, deberíamos incluir capítulos sobre el arte de debatir civilizadamente. O sea: que cada quien diga lo que piense, que lo argumente, que identifique los puntos polémicos… Que después escuchemos al otro. Que tratemos de llegar a un consenso (si es posible… ¡y tantas veces es posible!). Que nadie ofenda a nadie. Que nadie sienta la necesidad imperiosa de abandonar una discusión fuerte por sentirse arrollado, ninguneado, pisoteado…

Cuando estaba en primaria había un librito de Educación Formal que daba algunas claves para los debates en la escuela, en la vida cotidiana. Recuerdo que afirmaba que ante una opinión contraria, lo más correcto era decir: «Disculpe, no estoy de acuerdo con usted». Pero es tan habitual aquello de «¡Estás completamente equivocado!»

Cuando los escucho, me dan ganas de apretarlos por el cuello.

¿Ven? Ya les digo, no sabemos discutir.

miércoles, 21 de diciembre de 2016

ALICIA es vibración, movimiento… DANZA

Alicia Alonso en el ballet Carmen. Coreografía y libreto: Alberto Alonso, sobre la novela de Prosper Mérimée y el libreto de Henry Meilhac y Ludovic Halevy para la ópera homónima de Georges Bizet Música: Rodion Schedrin, sobre la original de Georges Bizet Diseños: Salvador Fernández.

Publicado: 2016-12-21
Por: Toni Piñera
Fuente: CUBARTE

Carmen, Giselle, Dido, Swanilda, Aurora, Odette, Odile, Yocasta, Lissette…, mil y más criaturas, como dijera el poeta Eliseo Diego, decenas y cientos de personajes se confunden con su piel en el tiempo, esos que han vibrado cuando se posan en ella por unos minutos u horas sobre las tablas. Aquellos que se han vestido de gala cuando ella los anima, con su enorme talento de bailarina.



Alicia Alonso en su debut como Giselle en 1943, acompañada por Antón Dolin. Ballet Theatre, Metropolitan Opera House , Nueva York.

¡Cuánto ha bailado! Pero hay uno que a veces no llegamos a conocer en toda su magnitud real, y que resulta el verdadero protagonista de tantas historias, alegrías y emociones vertidas por ella y nosotros, en eterno diálogo escena-auditorio. Desvistamos hoy, en su onomástico 96, esos personajes para encontrarla a ella, hecha mujer y vida, más allá del sueño y las historias de fantasías  bordadas por Willis, hadas, princesas y cisnes.

Fernando y Alicia Alonso

Qué decir ante el desafío del artista con la escena, cuando logra derrumbar, sin apenas una huella, las paredes del teatro, para alzarse con la vida obviando teorías biológicas y del tiempo. Qué decir de todo esto, que tanto sentir reclama palabras. Alicia bailando tanto... Sorprender, he aquí el verbo que audazmente esgrime siempre, dejando en el tiempo la huella fértil de su tenacidad, la poesía de sus movimientos, cosiéndonos recuerdos…

Descorriendo las cortinas del tiempo, encontraremos en esas ventanas, que son las fotos, videos y memorias, a Alicia. Que para nosotros no necesita apellidos que nos la acerquen a nuestro pensamiento, porque ha construido con sangre, tesón y esfuerzo, su personaje mayor, su vida propia.

El tiempo ha pasado, y aunque como suele decir la Diva siempre, que baila hasta cuando respira, quedan las imágenes grabadas como testimonios, con las que recordamos un largo tiempo de quehacer ininterrumpido en el Arte.

Una vida dedicada a entregar lo más humano de sí durante más de 8 décadas…, vigencia de una realidad, de una gran bailarina, coreógrafa, Maestra…

Para captar a Alicia, ya sea en foto, cine, dibujo, pintura, ballet… hay que acudir a la magia, porque ella es la DANZA, la danza es movimiento, y el movimiento es difícil de atrapar. Pero hay más, ella no es lo que se ve a simple vista, sino la artista que lleva adentro, y sale, como transformada en espíritu cuando toca la escena. En ese mágico espacio donde dejó eternos instantes.

Prima Ballerina Assoluta Alicia Alonso inauguró en el Museo de la Danza de Cuba la muestra pictórica Bravo Alicia, del artista de la plástica Jesús Lara Sotelo y de su alumno Francis Fernández Trujillo (Copola), dedicada al  cumpleaños 96 de la Maestra.

Pero por más que veamos imágenes y fotos de Alicia, nunca podrán entregarnos su dimensión verdadera, la de mujer, madre, maestra, compañera y, por sobre todas las cosas, amiga, que ella en su tiempo vivido nos ha sabido regalar con todo el amor que brota de cuanto hace. Ya sea ofreciéndonos su mano, o su pecho para reposar en un instante de tristeza, o esa frase precisa de quien  la necesita,  siempre atenta al que le habla, al que se acerca a su lado, esperando escuchar un consejo sabio, o a encontrar aquella persona que vivirá, en paralelo y como uno mismo, lo que el otro siente… Nunca la foto será un espejo perfecto que podrá reflejar/entregar lo que ella ha sentido adentro, no solo en el baile que es su estado ideal, porque solo alcanzamos a ver lo externo, lo puramente superficial, en una imagen. Porque Alicia, es humana, es vibración, sentimiento, movimiento eterno, y la fotografía es eso, solo una imagen congelada. Que nos hace recordar y volver a vivir, por supuesto.

UNA ESTUDIADA ALITERACIÓN DE ELES EN SU NOMBRE…

Esa estudiada aliteración de eles en su nombre, con una equilibrada distribución, como si fuera una perfecta coreografía ALICIA ALONSO, simboliza una vida entera dedicada a la danza... Pero dejemos que las palabras nos traigan a la bailarina hablando de ella, de su vida, uniendo aquí frases y párrafos extraídos de las tantas entrevistas realizadas en casi 40 años de amistad y de periodismo…

Tener la posibilidad de conversar con un mito no es algo muy común, ella lo es sin quererlo. ¿Cómo lo logró? Con voluntad, trabajo y tesón, y, por supuesto, con talento. Por estos días, la Maestra está de fiesta. Traigámosla en el diálogo para recordar. Un golpe de vocablos abrió las puertas de la conversación con toda la proverbial fuerza de su carácter. ¿Los recuerdos? Se hace eco de la pregunta y afirma: “Vienen a ser mi vida en sí, con la resaca de los momentos buenos y tristes.

Aunque mi vida está repleta de recuerdos positivos. Crear, vivir, decidir, dar…, han sido vocablos muy frecuentados en mi diccionario. Solo cuento las ganancias en la vida. Esas son las memorias que siempre aparecen”.

Como aquel día de diciembre en que bailaba sobre el escenario por vez primera “era la persona más feliz del mundo, todo era yo, no veía nada más. Todo lo sentía como parte mía: la música, el púbico, mis compañeros bailando. Sólo puedo decir que sentía” ¿Ha sido un camino largo, Alicia? “Muy hermoso, porque tú sabes que todos los caminos tienen piedras, pero este ha sido tan particular que nunca las he tenido en cuenta”.

Pero, ¿fue exactamente el debut escénico de Alicia Alonso aquel 29 de diciembre de 1931? “Sí y no”. Fue el debut escénico en la danza –la primera vez que bailó en escena-, pero el del teatro ocurrió el 26 de septiembre del mismo año 31, cuando Alicia –entonces Martínez- participó en la comedia El recreo, presentada en el Auditorium, antes de su primera función de ballet. Luego actuaría en muchas obras teatrales: El amor que pasa, Las flores, Mariquilla Terremoto, y hasta en la zarzuela Gigantes y cabezudos-, porque ella era alumna de la escuela de Declamación de la Sociedad Pro Arte Musical.

Entonces rememora que desde que empezó a escuchar música, siendo muy niña, “sentía la enorme necesidad de expresarme por medio de ella. No quería ser bailarina profesional, sino que necesitaba con urgencia lanzar mis sentimientos hacia fuera por medio de los movimientos de mi cuerpo. Comencé  a  estudiar teatro y ballet, y debo confesar que lo que más me atraía entonces era el teatro, la actuación, soñaba ser actriz. Pero cuando crecí el ballet pudo más. Aunque un bailarín tiene que estudiar teatro. Lo mismo digo del actor: tiene que estudiar ballet. Es totalmente necesario”.

¿Le asombra todavía el resultado de la Escuela Cubana de Ballet? “No me asombra. ¡Estoy segura!”. ¿Las nuevas generaciones? “Los jóvenes son tremendos, en las próximas funciones de Cascanueces habrá debuts de muchachas y muchachos en diferentes papeles, y los consagrados siguen creciendo”. ¿Usted es la danza? “Al menos es mi vida. Es que tiene una magia que es el dominio del ser humano de su cuerpo, y lo más importante, la conversación con el público, con esa masa de gente que está ahí frente a uno esperando. Eso es como entrar al mundo de la magia…””.

CUBA SIEMPRE EN EL CORAZÓN

¿Giselle? “Es una obra maestra del romanticismo, es como un bordado, un encaje…” Ese personaje ocupa un lugar especial en su cofre de recuerdos, y precisamente el célebre crítico inglés, Arnold Haskell afirmó al verla: ¿Cómo puedes bailar Giselle, si Giselle eres tú? Nadie puede decir lo contrario, pues pocos han realizado un retrato tan vivo de la bailarina cubana.

El nombre de Alicia Alonso, formada en el American Ballet School y con carrera en Estados Unidos, pudo, a partir de aquella legendaria noche del dos de noviembre de 1943, haberse insertado para siempre en el prestigioso universo de compañías estadounidenses y europeas que la invitaron, desde entonces, a bailar en sus temporadas de lujo. De aquella fecha han pasado 73 años. Alicia puede ser contemplada como la encarnación de Giselle, Odette/Odile, Carmen…, pero, más allá de las tablas, es la mujer persistente que con carácter y puño siempre firme, se impuso en la memoria de la danza mundial al fundar una escuela y una compañía junto con Fernando y Alberto Alonso.

Quizá aquella diva de la danza que conmovía los auditorios pudiera haber continuado su carrera como estrella del American Ballet Theatre, o del Ballet Ruso de Montecarlo, la Opera de París, el Real Ballet Danés, el Bolshoi…, en los cuales dejó sus huellas como primera figura invitada. Pero desde aquella temprana fecha de 1948 volvió a la Isla caribeña para fundar su propia compañía, y dos años después una escuela nacional anexa a la agrupación… La animaba la pasión de respetar la tradición romántica y también clásica, inspirada al mismo tiempo por una búsqueda de lo nacional cubano y contemporáneo. En los convulsos 50 no la amilanó ni el escaso apoyo oficial, las incomprensiones y hasta represalias políticas sufridas. Ella como primerísima bailarina, Fernando como director general, y Alberto Alonso, como director artístico y coreógrafo, persistirían en su obra.

Después de 1959, con el triunfo revolucionario, todo cambiaría y el Ballet Nacional de Cuba conquistaría al público cubano y al mundo con sus asombrosos resultados y su fuerza carismática, coloreando el ballet clásico de la telúrica fuerza caribeña que siempre Alicia ha inyectado con su presencia/fuerza. Los años han pasado y Alicia está ahí, sigue apareciendo en cada uno de los momentos fundamentales de la compañía. Sigue observando de cerca los ensayos, funciones, mostrándose con su elegancia natural y su aura de Diva. La Escuela que fundó continúa nutriéndose de noveles bailarines, esos que sigue el ejemplo de los antecesores, con una manera de danzar muy personal que ella ha pulido y forjado a lo largo de las décadas…

Hoy 21 de diciembre, al celebrar su aniversario 96, reverenciamos cada recuerdo/hecho, que constituyen hojas de su calendario personal, instantes retratados, memorias guardadas, alientos impresos, sorpresas captadas, vida vivida, tiempo bailado, días de movimiento y tantas cosas más. Sintámosla danzar, y reconstruyamos esos momentos aislados, en los que ella estará sintiendo, ante cada uno, todo lo que dejó en ese pequeño y fugaz relámpago que nos atrapa para la eternidad. ETERNIDAD, palabra que la acompaña desde su nacimiento al arte, cuando dejó posar sus pies, pequeños y alados, en aquellas tablas que no deja de pisar ni un instante. Su vida es un escenario y de ella extraemos hoy, soplos, minutos o segundos atrapados, que nos esperan aquí para conocerla aún más. Brindemos desde las palabras en este onomástico de creatividad ilimitada que es tiempo, también salvado por ella para el Arte.

martes, 20 de diciembre de 2016

La Revolución de Martí y Fidel.






En uno de los días más cercanos a la conmoción provocada por la muerte de Fidel, una mujer se me acercó con este texto y me contó, mostrándome una foto, su historia de maestra voluntaria que cumplió a inicios de la Revolución una tarea encargada por Fidel para sacar a los cubanos de la ignorancia. Su texto, que intenta un diálogo imaginmario entre Martí y Fidel sobre el concepto de Revolución termina con una especie de acróstico que se desordena al editarlo aquí por lo que lo agregué como PDF en este mismo post. Sirva como muestra de los millones de cubanos y cubanas humildes que de los modos más diversos han escrito sus personalísimos homenajes al Comandante en Jefe de la Revolución cubana.


REVOLUCIÓN.  Por Esther Valera Rivero


En 1953, durante el juicio por los sucesos del 26 de julio en Santiago de Cuba, el alumno insigne declaró que José Martí es el autor intelectual del Moncada. Posteriormente, que el Moncada fue el motor que dio inicio a la Revolución. Por eso, en el año 2000, cuando preparaba su discurso del 10 de mayo en que nos ofreciera el concepto que no debemos olvidar, imagino que es el resultado  del  interesante diálogo que sostuviera con el  MEJOR MAESTRO  y AMIGO SINCERO de todos nosotros. Disfrutémoslo:

Fidel Castro:  Maestro, ¿qué es Revolución?

José Martí: “La revolución  no es  la que vamos a iniciar en las maniguas,  sino la  que vamos a desarrollar en la República.”(Anuario Martiano 3, Pág. 210)

— “Debe hacerse en cada momento lo que en cada momento es necesario.” (1880)

— “ … lo que hacemos, día por día, es historia, …”  (1894)

Revolución es sentido del momento histórico;

*******************************************************************************

—“Lo que no se puede cambiar, ha de tomarse como es.”  (1891)

Revolución es cambiar todo lo que deba ser cambiado;

*******************************************************************************

— “Donde  la  igualdad  resulta  patente  por  los  hechos,  un día sobre otro, no  prospera  la  práctica  de  la  desigualdad.”                     (1891)

—- “…es la Libertad la esencia de la vida.  (…)  Es la condición ineludible de toda obra útil.”  (1883)

— “Quien  ama a  la libertad, previsora y enérgica,  ama a la revolución.”  (1894)

— “No hay tregua, no hay tratado. ¡ O libres para siempre,  o batallando siempre  hasta ser libres!”  (1880)

Revolución es igualdad y libertad plenas;

*************************************************************************

— ” ¡ Desconfían de la humanidad los cobardes y los míseros! ¡Los hombres serán hermanos, en tanto que los reúna la contemplación de las obras hermosas!”(1892)

— “La cobardía y la indiferencia no pueden ser nunca las leyes de la humanidad. Es necesario, para ser servido de todos, servir a todos.”  (1892)

Revolución es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos;

*************************************************************************

— “El esfuerzo que se ha de hacer sea natural, bien meditado, digno de la hora,   grande.” (1894)

Revolución es emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros  propios esfuerzos;

*************************************************************************

— “…la fuerza está en el saber, más que en los puñetazos; aunque es bueno aprender a defenderse, porque siempre hay gente bestial en el mundo, y porque la fuerza da salud, y porque se ha de estar pronto a pelear, para cuando un pueblo ladrón quiera venir a robarnos nuestro pueblo. Para eso es bueno ser fuerte de cuerpo; pero para lo demás de la vida, la fuerza está en saber mucho.”      (1889)

— “La fuerza está en el sacrificio.”    (1894)

Revolución es desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del   ámbito social y nacional;

*************************************************************************

—“… lo que se sacrifica en bien de todos refluye luego en bien de cada uno.”(1878)

— “El triunfo es de los que se sacrifican.”  (1890)

Revolución es defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio;

*************************************************************************
— “Desconfíese  de  quien tiene la  modestia en los  labios,  porque ése tiene     la soberbia en el corazón.” (1892)

— “… del lado del  desinterés,  que es la  virtud que  funda y  salva, sin la cual es  pernicioso  el  talento,  temible el  valor y  abominable el  genio.” (1889)

— “El egoísmo era la nota de los tiempos antiguos. El humanitarismo (el altruismo,   la abnegación, el sacrificio de sí por el bien de otros, el olvido de sí) es la nota   de los tiempos modernos.” (1881)

— “El género humano no tiene más que una mejilla: ¡dondequiera que un hombre   recibe un golpe en su mejilla, todos los hombres lo reciben!” (1885)

— “Heroicos hemos de parecer, puesto que nos quieren heroicos.  Si nos ven de   menor tamaño que aquel de que esperan vernos—esto será como darnos muerte,” (1882)

— “Héroe, se lo puede ser todos los días: …” (1893)

Revolución es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo.

*************************************************************************

—“Lucha es la vida, y no hay que rehuirla. Sólo los que se saben sacrificar    llegan  a   la  vejez  con  salud  y  hermosura.”  (1892)

—“La inteligencia se ha hecho para servir a la patria.” (1885-95)

Revolución es luchar con audacia, inteligencia y realismo;

*************************************************************************

— “Nuestra fuerza está en la verdad, y nos respetamos demasiado, y respetamos a los demás,  para obtener una  simpatía  momentánea  e  inmerecida  con  falsificaciones  que no dejarían bien puesto nuestro crédito de hombres.” (1893)

— “ Se ha de vivir y morir abrazado a la verdad”  (1880-1882)

Revolución es no mentir jamás ni violar principios éticos;

*************************************************************************— “Nada hay que cautive tanto el ánimo como una convicción noblemente tenida, honradamente  dicha, libre y concienzudamente expuesta; …” (1875)

— “…la verdad continúa incólume su marcha por la tierra.” (1891)

— “Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra.” (1891)

— “No hay proa que taje una nube de ideas.” (1891)

Revolución es convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas.

*************************************************************************
—“…a alturas no se sube a saltos. El primer peldaño, es nuestra sólida unión.”

(1892)

— “… estos son tiempos de unir…”   (1885-95)

— “¿Quién  hará lo que  tenemos que hacer,  y  nadie  podrá hacer, nadie,

si no lo hacemos todos juntos?”   (1892)

— “Se puede mucho juntos.”   (1892)

Revolución es unidad,

*************************************************************************

— “La  independencia  de un pueblo  consiste  en  el  respeto que los poderes    públicos  demuestran  a  cada  uno  de  sus  hijos.”  (1885)

— “Independencia  es  una  cosa, y  revolución  otra.  La independencia  en   Estados Unidos vino cuando Washington; y la revolución cuando Lincoln.”(1893)

Revolución es independencia,

*************************************************************************

— “Mientras la justicia no esté conseguida se pelea” (1885)

— “Patria es humanidad.” (1895)

— “Venceremos, porque está a nuestro lado la justicia.” (1880)

Revolución es  luchar  por  nuestros  sueños  de  justicia para  Cuba  y  para   el  mundo,  que es la base de nuestro  patriotismo,  nuestro  socialismo  y  nuestro  internacionalismo.

*************************************************************************

—  “… completemos la obra de la revolución con el espíritu heroico y evangélico  con que la iniciaron  nuestros  padres,  con todos,  para el bien de todos.”  (1889)

— “La  justicia,  la  igualdad  del  mérito,  el  trato  respetuoso  del  hombre,     la  igualdad  plena  del  derecho:  eso  es  la  revolución.”  (1894)

— “¡Ah!  verdaderamente,  la revolución de Cuba,  corona  y  garantía de la de nuestra  América,  hallará a su hora abiertos grandes surcos.  No se perderá por la tierra.  No caerá en la mar.  La amará un continente.  La  saluda  ya el  hosanna  conmovido  de  los  hombres.”  (1894)

lunes, 19 de diciembre de 2016

Patricio Wood: “Persigo el drama serio, profundo, real”




El actor cubano Patricio Wood está dotado por una braza de cualidades que le fortalecen, que apuntan hacia lo sustantivo y esencial en su trabajo como intérprete a la hora de enfrentar y asumir los más variopintos roles escénicos. El protagónico Miguel, en el filme de Fernando Pérez, Últimos días en La Habana, es la más reciente huella de esa verdad.

La contención como recurso eficaz, el profundo estudio del personaje, las fraguas por las que debe transitar ante el ejercicio pensado del guion, los conflictos y los imprevistos del rodaje son tan solo algunos de los capítulos enunciados en este diálogo con un actor de amplio registro y sabias ideas.

“Yo anhelaba que la vida me diera la oportunidad de compartir algún trabajo con Fernando Pérez. Y un día me llamó y me propuso participar como actor en la película que estaba preparando, pero no imaginé que se tratara del protagónico. Sencillamente me dijo: esta es la historia de Miguel, léetela y después conversamos.
Fotograma de la película

“Sentí que estaba frente a un ofrecimiento sumamente atractivo, que se avenía a mis intereses profesionales. Soy un actor que persigue el drama serio, profundo, real. Además, me encanta dejarlo caer en una pieza. O sea, que la vida corra cotidianamente, no haya sobresaltos y aparentemente no pase nada”.

El guion fue el primero en sembrar las expectativas de Patricio a favor de esta película: “Se trataba de un reto a la profundización. Miguel es un personaje de muy pocas palabras y de abundante presencia escénica, variables que pueden hacer muy difícil el trabajo del intérprete.

“No dotar al personaje de diálogos, implica para el actor imprimirle un alto nivel de pensamiento, capaz de justificar su presencia en escena de manera espectacular.

“En mi opinión, el guion se presentaba un poco egoísta; es decir, muy escueto en acotaciones. Dichos textos tienen la posibilidad de explicar literariamente el qué, el por qué y para qué ocurren los hechos; es una de sus prerrogativas. En este caso, se centraba más en el qué ocurre y no ofrecía muchas aristas para entender el porqué. Sin embargo, en esa misma medida ofrecía libertad para buscar una historia en la historia, aquella fabricada porel actor en consenso con el director”, explica el actor.

Con palabras serenas, meditados acentos y llanas declaraciones, el también protagonista de El brigadista añade que el guion que le presentó Fernando Pérez le tentó, además, por haberle hecho recordar una película chilena, La luna en el espejo, muy impresionante debido a que en su transcurso aparentemente no ocurre nada, pero al final sumerge al espectador en un relato conmovedor.

Pero la admiración de Patricio Wood por Fernando Pérez es mucho más vetusta, se remonta a Clandestinos (ópera prima del director): “Me emocionó tanto que estuve llorando toda la segunda parte de la película y, desde entonces, he seguido muy de cerca su obra”.

Desde su experiencia como actor, Patricio piensa que el guion es un cofre donde está contenida toda la maravilla de la película. “Hay que ver de qué manera el director puede descubrirla, hacerla brotar. En este sentido, Fernando se me presentó muy interesante, como un boxeador que está a la riposta, esperando a que yo lanzara un golpe para calificarlo y devolverme un almohadazo. De esos que no duelen, pero aturden. Él fue contundente desde la sencillez y me hice la imagen de un director que tenía un gran cofre, pero con muchas ventanas o huecos por los que se podría penetrar.

Con todas estas motivaciones, el actor inició el proceso de elaboración del personaje, “fase que también tiene sus particularidades”. Cualquier detalle o inquietud que me surgiera en el estudio del guion, él lo tomaba en cuenta para contribuir a mi comprensión del personaje, acota Patricio. “Por ejemplo, ¿es tartamudo o tiene barba? ¿Es distraído o desfasado en su comportamiento sicofísico? Estos son elementos que a los intérpretes siempre nos gusta conocer.

“Fernando es preciso y agudo cuando algo no le gusta. Es muy amplio, para bien, en el estímulo de lo que le sorprende.  Entre nosotros se produjo como un ping pong intelectual donde la pelota era Miguel. Y así, el proceso de pre filmación se fundió con el del rodaje”.

El diálogo no es diálogo hasta que el actor no lo dice

Al contar sus experiencias en la etapa de filmación de Últimos días en La Habana, Patricio asegura que las expectativas que se había forjado durante años respecto a Fernando no se desvanecieron. Todo lo contrario.

“En los primeros días de grabación él estaba muy a la caza de lo que era criticable o podía ser estimulado, de lo que era aceptable o no. Yo recordaba que hacía tiempo me había dicho que el diálogo no es diálogo hasta que el actor no lo dice. Ya sabía que él pensaba así, y me di cuenta que dejaba correr un poco la pita para en un momento determinado halarla, para que el personaje pudiera ser atrapado por él y por los demás intérpretes.

“Yo trato de ser un actor laborioso, un actor que estudia, fabrica una biografía y no se lanza al ruedo hasta que no siente que va a disfrutar. Por eso me preparo, investigo. Hago lo posible por dotar al personaje de una inteligencia que pueda incluso sorprender. Siento el hechizo, el esplendor de mi trabajo cuando eso pasa.

“También tengo la costumbre de proveer al personaje de posibilidades, pero a Miguel había que dotarlo de limitaciones. Había momentos claves en los que yo pensaba: es interesante el personaje porque tiene una vida sin testigos. Entonces la cámara funcionaba como un intrépido escudriñador que miraba por un hueco. Eso se ha logrado en buenos momentos del cine cubano. Lo importante es dar la sensación de que la cámara interrumpe la vida de la gente. Yo soñaba con que ocurriera eso. Y, a la vez, tenía la responsabilidad de ser lo más auténtico posible en mi trabajo”.

La conversación se extiende en una noche calurosa del diciembre cubano, mientras Patricio revela su pasión por Miguel. Al caracterizarlo explica que su personaje no niega la vida, “lo que sucede es que la vida puede hacerle daño a su proyecto. En ese sentido, me costó entender a Fernando cuando me decía que el personaje era inteligente.

filme Últimos días en La Habana
Fotograma de la película
“Miguelito es como un caracol, está forrado de una gran coraza y se dota de una escafandra espiritual. Yo me lo imaginé así. Y me metí tanto en el caracol del personaje que resultó sorprendente para mí mismo. Inclusive, el sonidista me dijo una vez que escuchaba mi voz diferente. Y yo le respondí: yo también. Eso fue impresionante porque me hizo comprobar el hechizo que se logra cuando el actor consigue representar que otra vida es posible. Y este personaje me regaló esa oportunidad”.

Los distingos o facetas humanas de Miguel son su sensibilidad oculta, su tenacidad y una precisión obsesiva en sus objetivos, añade Patricio.

“Él está muy claro de lo que quiere. Tiene un solo propósito: partir. Igual está consciente del gran obstáculo que tiene que salvar para conseguirlo, que es ayudar a su amigo. Esa es su dicotomía porque él no sabe cuándo su amigo va a morir. Es un hombre entregado a un destino incierto; él no lo labra, no lo forja. Es un antihéroe, porque no puede convocar sus esfuerzos y acciones en el logro de sus fines. Al contrario, tiene que anularse prácticamente para que la vida no lo contamine ni le perjudique. La vida entendida como ese gran azar de circunstancias a favor o en contra que puede profesarse uno mismo. El simple acto de abrir y cerrar una puerta, le genera a nuestro querido Miguelito un pánico subyacente. Por eso camina del modo en que lo hace. Estudié su mirada: es cabizbaja, aunque mire hacia arriba”.

La película tuvo un alto por ciento de doblajes, explica el actor. “Yo me había enfrentado a esa especialidad en otras ocasiones, pero esta vez, cuando tuve que doblar a Miguelito, percibí franjas de invenciones, matices, tonos, colores 'muy herméticos y pequeños, cerrados'. Si lo extrapolamos al béisbol, tiene él una zona de strike muy chiquita, muy apretada, casi del tamaño de una pelota. Fue muy impresionante para mí.

“Creo que también Fernando lo vivió, porque era quien lo exigía. A veces en los doblajes tratas de remover las cosas, de mejorar, de buscar otras maneras de hacerlo, pero en este caso era impresionante. Había que repetir el 'color' de la voz, porque si no, no era Miguelito. Qué cuerda floja tan interesante logramos ¿no? ¡Qué pisada de gato! Yo me quedé enamorado de este trabajo”.

Otra de las oportunidades que le dio a Patricio Wood protagonizar Últimos días en La Habana fue la de compartir escena con Jorge Martínez.

“Como ser humano es muy bello, además es un profesional infinito. No tiene para cuando acabar en el trabajo. Es muy preciso. Es de esas personas que, si tiene que clavar un clavo usa un martillo, y nada más. Eso ayuda mucho. Además, es admirable en las condiciones en las que hizo a Diego, porque lo remitía, desde el punto de vista emocional y físico, a una ansiedad peligrosa. El balón de oxígeno del personaje era verdaderamente el de Jorge, el de su casa, y hay escenas donde tiene que representar falta de aire, casi a punto de morir. Esas no debían repetirse para que nuestro colega no tuviera que esforzarse más de la cuenta. Él también tuvo que ayudarme, porque yo tengo dificultades físicas.  No puedo hacer fuerza, y hay una escena en que debo cargarlo. Tuvimos que falsear la acción. Fueron circunstancias difíciles y bellas a la vez.
actor cubano Patricio Wood
Foto: Internet

El imaginario: un perenne desafío

Una tesis en el trabajo del actor es la imaginación. Patricio Wood la concibe como un recurso dúctil que debe ser alimentado de muchas maneras, especialmente en el cine.

“La imaginación del actor no debe ser estática. Lo que hay que imaginar en la escena, igual puede ser alimentado de la experiencia propia o de la figuración, a través de equivalencias, de hechos no vividos.

“Si se trata de una situación deprimente que el personaje tiene que enfrentar, el actor debe dotarse de varias maneras para llegar ahí, porque siempre debe pensar que va a repetirlo muchas veces. En ocasiones, las escenas quedan resueltas en una o dos tomas, pero hay que estar preparado para renovar las fuerzas. A diferencia del cine, en el teatro solo se tiene la posibilidad de imaginar una vez.

“Por otra parte, a veces pensamos en escenas que generan o requieren una emoción importante y que predisponerse para ello significa pensar solo en aquello que nos emociona. Sin embargo, en esa medida nos apartamos de la vida. La vida no es así.

“La tarea del actor es estar claro de cuál es el estado anímico del personaje. Lo subrayo porque en la escuela no me hablaron de esta dicotomía. Allí se ejercitaba el recurso de la emoción, pero no se valoraba al estado anímico como una alternativa en la actuación.

Ahora, ¿cómo se llega al estado anímico? Ahí está la efectividad del estudio del actor. Un elemento crucial es tener claro cuál es el estado anímico con el que el personaje encara una situación. Otro, es creer en las circunstancias de la escena. Estos dos ingredientes dan al traste con la emoción. Asimismo, la imaginación interviene en todo el proceso. Es como el software o el libro que hilvana, que cose. Hay quienes pueden coser, otros son capaces de bordar”.

Suma de facetas

Apuntes teóricos sobre la actuación señalan que el actor, desde el punto de vista sicológico, asume al personaje como una simulación de la realidad. Según las concepciones de Patricio, un personaje es una reunión de facetas, un molde a donde estas van a parar.

“Un personaje que pueda asumir una historia lo más profundamente posible es aquel que asume lo social, lo familiar, lo íntimo y lo afectivo. En lo social están los amigos. Desde esta perspectiva, Miguelito es un hombre mutilado, pero llena la arista de la intimidad. Por eso, Últimos días en La Habana es una película intimista.

“A través del amigo, el protagonista cubre lo social. Su única comunicación social es la amistad: grande y sentida. Es la única vía mediante la cual socializa. Entonces es un personaje que hay que explotarlo en estas dos grandes facetas, porque tiene limitaciones. No sabemos ni de su familia ni de su profesión. De ahí que es dotado de ese encaracolamiento del que hablábamos antes.

“Mi complemento en este trabajo fue Jorge Martínez. Su Diego está impedido desde el punto de vista físico, pero abierto a la vida espiritualmente. Miguel es todo lo contrario. Y eso es lo que nos hace fundirnos en un solo personaje y justificar todo lo que ocurre en la película. Esa es la esencia de esa unión humana.

“Estos personajes tienen la edad de la Revolución y somos portadores y resultado del proceso que ha vivido la sociedad cubana. De todas las cosas que pueden ser criticadas o admiradas.

“Últimos días en La Habana es un filme que aboga por la solidaridad humana, es una historia sin exabruptos, sin grandes sucesos, como no sea el rigor aristotélico de un clímax al final de la película, para satisfacer la demanda del espectador, porque el público se hace espectador cuando tiene expectativas”, subraya Patricio.

Tocado por los dioses

Como un duende que mete sus narices en todas partes, con suavidad, con fino y delicado tacto, Patricio Wood caracteriza al laureado director Fernando Pérez:

“Con él no puede hablarse de otra cosa que no sea de trabajo. Siempre está uniendo a su equipo, se preocupa por lo que está haciendo cada cual, desde lo más sencillo hasta lo más sublime. Es un hombre de gran detalle, muy intenso en su labor.

“Fernando también tiene un arte, que yo pocas veces he visto, para aglutinar a las personas que rodean la filmación. La gente se percata cuando hay alguien realmente entregado al trabajo y hace lo que él les pida. Con esa ligereza que le permite su físico, anda de acá para allá. Olvida su apariencia, no se peina. Irradia esa pasión. Pienso que todo eso hizo que la película fluyera muy bien, aunque se filmaba en lugares muy agrestes. La Habana profunda es muy dura en los meses calurosos.

“Además, en el proceso de grabación hubo una pincelada curiosa. En casi todas las películas de Fernando, llueve. En esta los dos únicos días que llovió en La Habana durante la filmación fueron los que estaban señalados en el guion. Yo digo: Fernando está tocado por los dioses”.

La pregunta de rigor conduce al epílogo de la entrevista, a la requerida profundización de otros temas atemporales pero necesarios.

¿En cuáles nuevos proyectos está enrolado Patricio Wood?

Estoy en la pre filmación de la última película de Arturo Sotto. Voy a hacer un campesino de los años 50 que tiene una gran contradicción con su hija. Es un personaje muy interesante.

“Si antes dije que el guion de Fernando fue egoísta, en este nuevo rodaje el egoísta es Arturo, porque nada más me ha dado las escenas en las que yo trabajo. Por lo que él nos contó, es una historia que va a las esencias del amor, más allá del que pueden lograr los seres humanos. Transita por medio siglo. Pienso que va a desbordar los límites de la Isla en cuanto a la dimensión de la historia. Auguro que va a funcionar muy bien.

“Por otra parte, estoy editando un documental sobre mis padres. Es un homenaje a Salvador Wood y a Yolanda Pujols, que en el 2015 cumplieron 68 años de matrimonio. Está producido por la de la Casa de Documentales Octavio Cortázar, de la UNEAC. Ya logramos el primer corte de 30 minutos y tenemos muchas cosas a favor. La fotografía es de Raúl Rodríguez.

“En el filme —concluye Patricio—, tenemos la presencia de los dos. Ella cuenta la vida de él y él, la de ella, con insistencia en los años prerrevolucionarios, que son los menos conocidos, la parte inicial del matrimonio. El documental da la medida de una unión real, sumergida en un mundo complejo de intelectuales y artistas. Se debe titular Una leyenda costeña, que es un verso de un poema que mi padre le escribió a mi madre”.

viernes, 16 de diciembre de 2016

Broche de oro para final de Con dos que se quieran…






Terminó la segunda temporada de Con dos que se quieran dos y su director general, Amaury Pérez Vidal, no pudo escoger un entrevistado mejor que Cándido Fabré para cerrar con broche de oro la segunda temporada que nos entregó martes tras martes (o casi todos) amenas conversaciones con personalidades del mundo artístico.

Fabré, un  improvisador nato, de una extracción humilde, oriental reyoyo, es uno de los pocos seres humanos que utilizan la tercera persona para hablar de ellos mismos. Este hecho más la sabiduría de sus palabras,  expresadas con la sencillez de quién es y no aparenta,  hicieron de esta conversación  un espacio que se agradece por lo instructivo y entretenido.

En  una entrevista que le realicé un  tiempo atrás, Amaury me dijo “la segunda temporada de C2QSQ ya está llegando a su fin. Presumo que estaremos al aire hasta mediados de diciembre porque se han suspendido algunos programas por eventos coyunturales y eso los pospone. Quisiera señalar, cuando dices “por ahora” que debe haber una tercera temporada, sería “C2QSQ-3, para una fecha no determinada aún del próximo año. Tenemos la aprobación del Ministerio de Cultura, del ICAIC, y del ICRT” y acotaba que faltaba el presupuesto, pero por lo que expresó anoche ya está todo listo para esa próxima entrega, que debe ser a mediados del próximo año. En total se trasmitieron 190 programas.

En esa oportunidad Amaury  también me dijo “Me preguntas por iluminación, escenografía, fotografía, y maquillaje. Agregaría a tu lista edición, sonido, montadores, asistentes de todo tipo, la investigadora, el corrector de color y el productor general. Somos más de 25 personas trabajando juntas y unidas durante casi dos años. Sin todas ellas, y no es humildad ni modestia, no hubiera existido el programa porque soy un artista aplicado sí, pero no un hombre orquesta. Los aciertos del programa nos pertenecen a todos, así como los errores; eso es, ni más ni menos, un colectivo de trabajo. Quisiera agregar a tu lista a los promotores que desde los organismos involucrados nos han ayudado y apoyado en los momentos difíciles, que también los tuvimos, y a Enrique González, el Jefe de Transmisiones del ICRT, por su profesionalismo y comprensión con el programa que lo ha llevado a formar parte, por derecho, de nuestro equipo”.

Antenoche, en  cámara, se despidió de hombres y mujeres que han estado a  su lado para conseguir una buena factura en  C2QSQ. Creo que este descanso es bueno para todo el equipo que, de hecho, ya está haciendo otras obras y para los televidentes.

Por algo se han inventado las temporadas: permiten afianzar lo valioso, desdeñar lo que no funciona y dar un respiro a los más fieles seguidores.  En el caso de Con  dos que se quieran se añade que no es programa humorístico, ni de suspenso, ni melodramático (aunque algo puede tener de ellos), es más de pensamiento y por lo tanto se impone un distanciamiento.

Coincido con Amaury en  que “todas las vidas son importantes, todas las historias tienen un peso, y que se les debe dar, a la historia y vida de cada quien, la misma jerarquía televisiva. Eso intento en TV y fuera de ella”, pero desde punto el de vista del espectáculo para la próxima temporada debe tener en cuenta la prominencia  alcanzada por los entrevistados,e incluso,  su telegenia en las primeras entregas. Ya no serán como los primeros sesenta (desde Alfredo Guevara hasta Monseñor  Carlos Manuel de Céspedes),  pero en este país existe un  capital artístico que puede redondear  otra temporada que siente a una buena parte del público en  el butacón.

Y aprovecho para sugerir de nuevo a la televisión: trasladen La pupila asombrada para otro horario, que puede ser este que deja C2QSQ y ganaremos  todos, especialmente los que seguimos enganchados con  De cierta manera.

Tomado de Portal de la Televisión



miércoles, 14 de diciembre de 2016

Encuentro de gigantes: ¿Cómo nació la amistad entre Fidel y Chávez?

Por: Rosa Miriam Elizalde, Luis Báez



Hugo Chávez y Fidel Castro, la noche de su primer encuentro en La Habana, el 13 de diciembre de 1994. Foto: Estudios Revolución





Cubadebate comparte con sus lectores el primer capítulo de El Encuentro, libro escrito por Rosa Miriam Elizalde y Luis Báez en el año 2005, que relata el nacimiento de una amistad y la trama que unió por primera vez al teniente coronel Hugo Chávez Frías y al Comandante en Jefe y líder de la Revolución cubana, Fidel Castro, el 13 de diciembre de 1994.

Ese día, hace 22 años, al pie de la escalerilla esperaba a Chávez el Presidente Fidel Castro, quien le tributó al revolucionario bolivariano un recibimiento de Jefe de Estado y lo acompañó durante toda la visita en Cuba. El joven militar, quien encabezaba entonces el Movimiento Bolivariano Revolucionario-200 que lo llevaría al poder cinco años después, ofreció el 14 de diciembre una Conferencia Magistral en la Universidad de La Habana.

Escrito con el testimonio de primera de Hugo Chávez y algunos de los principales protagonistas este histórico encuentro, el libro es también un repaso histórico de la amistad entre los pueblos de Cuba y Venezuela a través de los recuerdos de ambos mandatarios.

Descargue completo el libro El Encuentro

El huracán


(A modo de introducción)

Este libro nació una tarde de domingo, en La Habana, sin más preámbulos que un gesto de amistad. Hugo Chávez había llegado a Cuba la noche antes, cuando se desvió el avión que lo llevaría de República Dominicana a Caracas, tras una travesía internacional que había comenzado en Brasil. Decidió pasar unas horas por La Habana, solo para saludar personalmente al amigo que había sufrido un accidente en Santa Clara y se recuperaba de una operación en la rodilla izquierda.

Esa misma noche, al calor de la conversación y la alegría de la visita, surgió la idea de conmemorar el primer y singular encuentro de ambos, ocurrido el 13 de diciembre de 1994. Faltaba algo más de un mes para que se cumplieran diez años del recibimiento de Jefe de Estado que le concedió Fidel Castro al joven teniente coronel, pero Chávez aún recordaba con asombro y todo lujo de detalles el momento en que la aeronave de Viasa se detuvo en un lugar desacostumbrado del Aeropuerto Internacional José Martí, donde se desplegó la alfombra protocolar y un funcionario de la Cancillería lo llamó por su nombre para informarle que al pie de la escalerilla lo esperaba el Presidente cubano.

Sin que aún hubiéramos definido qué rumbo darle a este libro nacido con otros planes para el aniversario, Hugo Chávez nos concedió la primera entrevista, que se produjo en pleno vuelo a Caracas, poco después de despedir al amigo en el edificio del Consejo de Estado con un «¡Hasta la victoria siempre, Fidel!». En una cabina de ocho plazas, con butacas dispuestas de dos en dos, unas frente a otras, y el perfil sombrío de Ezequiel Zamora dibujado detrás de la silla presidencial, Chávez nos dio las claves esenciales para ese repaso histórico, permitiendo que escudriñáramos generosamente en sus recuerdos, desde la salida de la cárcel el 26 de marzo de 1994 y los primeros meses de reorganización del Movimiento Bolivariano Revolucionario-200, hasta el abrazo de Fidel en La Habana y el retorno del líder bolivariano, recibido en Caracas con insultos de la prensa y gestos de aprobación de la Venezuela humilde y profunda.

Yendo y viniendo por los desvanes de su memoria, el Presidente nos reveló intacta la hermandad que ha sido, en definitiva, el sentimiento más fuerte que lo ha unido a Fidel. Revivió anécdotas, nombres, calles, frases y titulares del pasado con sorprendente precisión, pero fue inevitable que comentara hechos más recientes. Es decir, el motivo que lo había traído horas antes a La Habana. Pesaban las emociones de la víspera, no solo por el ardor con que Chávez había amparado la idea de este libro que para él significaba una especie de balance sentimental de la amistad que unen a Venezuela y a Cuba, sino porque nosotros éramos conscientes de la emoción de los cubanos, cuando se dio a conocer la noticia de que había venido a la Isla expresamente a interesarse por la salud de Fidel. Al hacerle al Comandante en Jefe el regalo de su presencia en la Isla, también gratificó a nuestro pueblo. «En realidad –comentó en voz baja, conmovido–, fue un autorregalo», y pasó a relatarnos cómo se enteró de la caída en Santa Clara que destrozaría la rótula del amigo:

Estaba esa noche en una reunión y cuando se terminó, el edecán de guardia me dijo de pronto: «¿Usted sabe lo que le pasó a Fidel?». Recuerdo que transcurrieron fracciones de segundos, pero en ellos se me vino encima una nube de dolor: «No, ¿qué pasó?». Vi que el edecán hizo un gesto: «Llamó su hermano Adán y dijo que Fidel se cayó». «¿Cómo?» . «No, no sé.» Lo primero que pensé fue que le había dado un decaimiento, como hace un par de años. Logré comunicarme inmediatamente con Adán: «No fue un decaimiento, Hugo; se cayó, iba caminando», y luego, hablé con Felipe, el canciller, que estaba en La Habana: «El Comandante viene hacia acá por tierra; puedes llamarlo, está bien». Conversé un rato con Fidel, cuando estaba todavía en la ambulancia que lo trasladaba desde Santa Clara… Solo entonces me tranquilicé.

La conversación no terminó cuando aterrizó el avión en Caracas a la una de la mañana del 8 de noviembre de 2004 y se asomaron por la ventanilla las luces afantasmadas de una ciudad recién dormida. El Presidente se despidió con una invitación explícita: «Nos volveremos a ver», algo que ocurrió más pronto de lo que esperábamos. Lo acompañamos ese mismo día a una gala dedicada al 80 aniversario de la muerte de Pedro Pérez Delgado, conocido por «Maisanta», su bisabuelo y héroe legendario de la guerrilla popular contra el dictador Juan Vicente Gómez. También, a Cartagena de Indias, donde se reunió con el presidente colombiano Álvaro Uribe para articular un modelo de integración latinoamericana, al margen de los intereses norteamericanos en la región. Un concepto que estaba perfectamente estructurado en el pensamiento de Hugo Chávez cuando conversó por primera vez, diez años atrás, con Fidel Castro en La Habana: «Creo que Colombia y Venezuela deberían preocuparse más bien por potenciar sus relaciones –dijo en una entrevista para el diario El Tiempo, de Bogotá, el 31 de julio de 1994–. ¿Por qué no pensar en un gran mercado binacional que salga por la costa colombiana hacia el Pacífico?».

Pero tal vez el momento más emocionante de todos los que compartimos con el Presidente venezolano mientras armábamos este libro, fue la tarde del 13 de noviembre, en el Fuerte Tiuna, cuando él se dirigía a clausurar la primera gran asamblea de gobernadores y alcaldes bolivarianos después de la victoria en las elecciones regionales.

Chávez llegó manejando el vehículo que antecedía la escolta presidencial. Tenía los minutos contados, pero al descender del auto, inesperadamente, unas 20 personas se abalanzaron sobre él, con el ruego de que las atendiera. Mujeres, niños y hombres pobremente vestidos le hablaban a la misma vez. Tenían problemas diferentes, pero un drama común: cierto funcionario los engañó. Habían recibido un cheque en blanco y no tenían qué comer, ni dónde dormir, ni atención médica. Una anciana, cuyo hijo vegetaba en algún lugar del llano venezolano después de haberle caído un rayo durante una tormenta eléctrica, se desmayó virtualmente en los brazos del Presidente, a causa de la emoción y las horas sin probar alimentos. Chávez dio una extraordinaria lección de humildad. Atendió personalmente a la señora, rezó con ella y dispuso para todos un ómnibus que los llevaría a un lugar donde recibirían atención médica y se tendrían en cuenta sus reclamos.

Escuchó con paciencia a aquella pequeña Corte de los Milagros y le habló con ternura a cada uno. No se separó de ellos hasta que un teniente, nombrado jefe para la atención de este grupo, advirtió que el ómnibus había llegado. Se despidió de cada hombre y mujer, de cada niño. Mientras esperaba su turno para el abrazo, un anciano murmuró: «Este Presidente sí que no se pone egoísta y deja que todos lo agarren».

Chávez comentó el incidente en el encuentro con los líderes bolivarianos, unos minutos más tarde:

¿Cómo puede acostarse alguien a dormir tranquilo, sabiendo que puede hacer más por esta pobre gente? Nosotros no podemos descansar mientras haya miseria en nuestro alrededor; nosotros no podemos permitir que el pueblo esté desamparado. No podemos tolerar que se le mienta. Cualquier ciudadano consciente –y sobre todo quienes tenemos un mandato popular–, no podría quedarse de brazos cruzados si sabe que hay alguien, cualquiera que sea, que está sufriendo…

Cuando terminó la reunión en Tiuna, ocho horas después, regresamos a Miraflores en el mismo automóvil. Nuevamente estaba Chávez en el timón y nosotros a la carga: diez años antes, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, él prefiguró una revolución para los humildes, por los humildes y con los humildes, como la que se instauró con Fidel en 1959. ¿Siente Hugo Chávez que ha triunfado?

¿Tú me preguntas a mí? –respondió con extrañeza–. Yo no he triunfado todavía. Tengo por delante un gigantesco compromiso y es demasiado temprano para cantar victoria… Ellos –los más humildes y olvidados de mi país– me trajeron hasta Miraflores, pero no para cantar victoria, sino para luchar a su lado y para que no los olvide. Si miramos hacia atrás en perspectiva, creo que desde niño me fui llenando de esa fuerza y, sobre todo, de sus sueños. Aprendí con ellos a mirar lejos en la sabana y no solo hacia el horizonte físico, sino hacia el horizonte espiritual. Aprendí también con el tiempo –como dijo Carlos Marx–, que los hombres hacen la historia con las condiciones que la realidad les impone. Es decir, si yo hubiera nacido en 1930 o en otra época, en otras circunstancias, seguramente no estaría aquí. Me trajo la confluencia de diversas circunstancias históricas, políticas, sociales…

Si hubiera tenido éxito el Pacto de Punto Fijo –el ensayo «democrático» que comenzó en esta misma casona, en 1958 –, yo no estaría aquí. Sería el coronel o el general Hugo Chávez a punto de retirarse del ejército, el padre de familia, pero no este hombre que les habla. Estoy aquí empujado por las circunstancias, por ese pueblo que ustedes vieron. Bolívar dijo en Angostura, el 15 de febrero de 1819: «En medio de este piélago de angustias no he sido más que un vil juguete del huracán revolucionario que me arrebataba como una débil paja.» A mí me ha traído hasta aquí ese huracán que es el pueblo, la fuerza del pueblo. En abril de 2002 me sacaron de Miraflores; sacaron a Chávez, una débil paja. Me sentaron allá atrás, preso. Por estas mismas puertas salimos, pero el huracán del pueblo me trajo de vuelta. A las 47 horas estaba entrando otra vez con vientos huracanados. Fue una decisión del pueblo. Él es el que me tiene aquí, tal y como le ocurre a Fidel. Solo el huracán de un pueblo podría sostenernos.

Crónica de un encuentro no anunciado


Martes, 13 de diciembre de 1994 (Caracas-La Habana)

El avión sobrevuela Caracas, ciudad velada sobre las colinas, urbe irregular en los recodos íntimos de ese valle que ya se aleja con un millón trescientas mil personas suspirando, gritando a lo lejos. Los dos pasajeros que habían subido casi de últimos, se acomodan a mitad de la nave que cubre la ruta hacia La Habana, e intentan descansar. El más joven se quita los espejuelos, los guarda en el bolsillo de la camisa y un minuto más tarde, cabecea un cansancio milenario en el incómodo asiento de la clase económica del Boeing 727 con capacidad para 131 viajeros, en la aerolínea Venezolana Internacional de Aviación (Viasa). Su compañero, de rostro familiar, vestido de liquilique beige y boina roja de paracaidista que ahora reposa sobre una de sus rodillas, cierra los ojos y cavila la conferencia que impartirá sobre Simón Bolívar, motivo que los lleva a Cuba.

Pero el descanso dura poco. En cuanto el avión toma mayor altura y encara el mar, se produce cierta descompresión en cabina, una parte del techo se desprende y quedan colgando las máscaras de oxígeno. Ambos se miran, impresionados. El más joven se persigna. «En nombre de Dios», dice y cuando levanta la vista, advierte que una muchacha se ha inclinado sobre su compañero: «Perdón, ¿es usted Hugo Chávez?».

El interrogado no termina de responder que sí y ya los dos viajeros tienen en torno suyo varias caras sonrientes que los reclaman, olvidadas del incidente que unos minutos atrás había elevado un rumor de alarma dentro de la nave. Por cortesía, Rafael Isea Romero*, que viaja en calidad de ayudante del teniente coronel, se incorpora en el asiento, se coloca los espejuelos y sigue atentamente el diálogo, en silencio.

Logro precisar bastante bien los detalles de ese viaje. Me dediqué a hablar con algunos pasajeros, cubanos y venezolanos que iban para allá. Una linda cubana me preguntó: «¿Es la primera vez que usted viene a Cuba?» Le contesté: «Sí, es la primera vez que vengo a Cuba físicamente, porque ya he venido en sueños muchas veces… (Hugo Chávez)

Y les comenta que en la cárcel de Yare, de donde salió hace apenas unos meses, leyó dos libros relacionados con Fidel: el alegato de autodefensa en el juicio del Moncada, La Historia me absolverá, y la extensa entrevista que el Presidente cubano le concedió a Tomás Borges, recogida en Un grano de maíz:

De esas lecturas saqué varias conclusiones, como soldado prisionero, y una de ellas fue que hay que mantener la bandera de la dignidad y los principios en alto, aun a riesgo de quedarse solo. (Hugo Chávez)

A Isea no le sorprende la actitud de los viajeros. Las expresiones de simpatías son las mismas que encuentra Chávez en Caracas y en cada pueblecito del interior venezolano, cada vez que descubren su presencia:

Los pasajeros empezaron a levantarse y a saludar al Comandante, a expresarles apoyo, reconocimiento. Llegó un momento en que estábamos los dos sentados y en el pasillo no se podía dar un paso, porque allí se había congregado un grupo de personas que hablaban y preguntaban a la vez. Hasta el propio piloto salió un momento a saludar, conversó con el Comandante Chávez y regresó luego a su cabina. (Rafael Isea)

Es la primera vez que Rafael Isea viaja fuera de Venezuela y aunque su historia se entrelaza a la de Chávez desde hace unos años, no hace mucho tiempo que trabaja a su lado, día y noche, en una batalla tenaz por reorganizar el Movimiento Bolivariano Revolucionario-200 y evadir la cacería y las trampas de la Dirección de Servicios de Inteligencia y Protección (DISIP). Mientras la gente requiere la atención del líder, piensa que apenas han transcurrido unas semanas desde que Chávez le propuso que fuera su ayudante personal, y pocos meses del reencuentro de ambos, después de la salida del Comandante de la cárcel y del traumático período que, en lo personal, le ha tocado vivir fuera de la Fuerza Armada Nacional. El joven subteniente retirado del Ejército en mayo de 1992, había participado en la rebelión del 4 de Febrero. Fue hecho prisionero ese día, junto con 967 soldados de baja graduación y 133 coroneles, mayores y capitanes, entre los que se encontraba Hugo Chávez Frías, líder del alzamiento militar:

A todos los jóvenes de menor jerarquía se nos sobreseyó la causa, porque se consideró que habíamos actuado según la «ley de obediencia debida». Pero estábamos bajo la mirilla de los oficiales leales al gobierno. Me trasladaron a una unidad en el Estado de Guárico y un buen día, mientras estaba de guardia, hice un pequeño discurso y me acusaron de andar cazando soldados para el Movimiento Bolivariano. Me enviaron detenido a Caracas y a las dos semanas, estaba yo botado del Ejército, enfrentando como muchos otros compañeros la realidad del desempleo y de la persecución política. Viví del sueldo de mi madre, una maestra pensionada, hasta que logré conseguir un trabajo modesto en la clínica de un primo. Cuando anunciaron que el Comandante Chávez saldría de la cárcel el 26 de marzo de 1994 ya estaba en contacto nuevamente con el MBR-200. Fui uno de los que salió a buscarlo ese día a Fuerte Tiuna… (Rafael Isea)

La propuesta de que Isea lo acompañara a Cuba es tan reciente que a él le cuesta aceptar que se haya hecho realidad. Menos de una hora los separa de la costa cubana. Sonríe al recordar cómo surgió la idea y aquel giro súbito que tomó la reunión en una casa amiga del barrio de Vista Alegre, en Caracas, dos o tres días antes de tomar este avión. Hablaban de los pormenores del viaje a la Isla, algo totalmente ajeno al subteniente y, de pronto, el Comandante le clavó la mirada y le preguntó a boca de jarro: «Isea, ¿quieres acompañarme?».

A mí, de verdad, me sorprendió muchísimo, pero no dudé en contestarle: «Sí, por supuesto»… «Bueno, pues prepárate, porque nos vamos en dos días.» No tenía pasaporte y salí corriendo de aquella reunión para ver cómo podía conseguírmelo… Contactamos con Miquilena, que era amigo de alguien en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Agitamos los trámites y con el pasaporte en la mano, al otro día, salí disparado a la Embajada de Cuba, que entonces quedaba por la avenida Francisco de Miranda. Y luego, al aeropuerto. Eso fue una corredera. (Rafael Isea)

La aeromoza pasa recogiendo los restos de la cena e Isea vuelve a prestar atención al diálogo en el punto en que el Comandante explica por qué viaja a Cuba: ha recibido una invitación del Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal, para dar una conferencia en la Casa Bolívar, de La Habana Vieja. «¿Y verás a Fidel?», pregunta alguien con familiaridad.

Lo único que nosotros teníamos en mente era el discurso en la Casa Bolívar de La Habana, nada más. Sabíamos que habría tiempo libre y soñábamos con la idea de poder saludar a Fidel. Ante aquella pregunta de los pasajeros, el Comandante Chávez dijo:

«Bueno, si tengo la oportunidad de saludar a Fidel, lo haré; cómo no. Me encantaría conversar con él algunas cosas, tener oportunidad de intercambiar cómo va el proceso venezolano.» Pero era algo tan remoto, que ni siquiera nos hacíamos la ilusión… (Rafael Isea)

El joven ayudante sabe que antes de tomar el avión en Caracas, Chávez habló con el embajador cubano Germán Sánchez Otero para coordinar un posible encuentro donde pudiera saludar a su Presidente. Germán le prometió comunicarlo, pero no le dio seguridad de que este se produciría. Las conversaciones con el embajador ocurrieron con suma discreción, pero la visita a la Isla no es un secreto. El diario Últimas Noticias acaba de publicar una breve nota que reseña el viaje a Cuba y especula sobre la posibilidad de algún contacto con funcionarios del gobierno, sin mencionar a Fidel.

Yo estaba convencido de que no vería a Fidel. La visita, además, era por muy poco tiempo: apenas un solo día. Llegábamos en la noche de un martes y regresábamos en la mañana del jueves. Me imaginaba que el Presidente estaría muy ocupado y me decía a mí mismo: «si no me reciben ni los líderes uruguayos, que no son jefes de Estado todavía; si me sacan el cuerpo los del Partido Comunista de Venezuela, que ni siquiera me dan la palabra en sus reuniones, ¿por qué Fidel tendría que dedicarme una parte de su precioso tiempo?». (Hugo Chávez)

Cuando el avión aterriza y comienza a desplazarse por la pista, el piloto informa por el altavoz interno que el avión se detendrá en un lugar que no es el habitual. «Solo van a descender dos pasajeros», se escucha, y no dice quiénes son esos viajeros. Unos segundos después –todavía está el Boeing en movimiento–, se abre la puerta de la cabina y aparece el copiloto con expresión misteriosa. Se acerca al sitio que comparten Chávez e Isea: «Nos han dado instrucciones de que nos detengamos en otro lugar del aeropuerto, para que ustedes dos desciendan del avión. Los espera alguna autoridad cubana.» «¿Quién?», pregunta el Comandante Chávez. «No, no sabemos. Simplemente informaron desde la torre de control que nos movamos hacia ese otro sitio.» El avión se detiene y extienden rápidamente una alfombra protocolar. Son las 9 y 40 de la noche.

Los dos venezolanos toman cada uno su respectivo equipaje de mano y comienzan a avanzar hacia la puerta: Chávez, al frente, e Isea, detrás. Miran de soslayo por la ventanilla y ven luces, cámaras y gente que se arremolina detrás de la escalerilla del avión. En el primer golpe de vista, no distinguen a nadie conocido. Piensan que tal vez vendrá algún ministro a recibirlos. Cuando han avanzado apenas unos pasos, se asoma por la puerta del avión un hombre alto, sobrio, que pregunta por el teniente coronel Hugo Chávez Frías. «Bienvenido a Cuba», dice, y se presenta: «Mi nombre es Ángel Reigosa. Soy el director de Protocolo de la Cancillería».

El Comandante Chávez le preguntó, con cierta ansiedad: «¿pero quién está ahí esperando?», y el director de Protocolo le contestó: «el Comandante en Jefe Fidel Castro.» Miramos y, efectivamente, era Fidel en persona, con su traje de campaña, que avanzaba hasta el pie de la escalerilla. Chávez me entregó su equipaje y bajó. Yo le seguí un poco después, con dos maletines, una serigrafía de Bolívar, unos papeles… Ellos se saludaron, en medio de las luces y de las cámaras y de la sorpresa… De repente, el Comandante Chávez dio un paso a un lado y me presentó al Comandante Castro. No supe qué hacer; me quedé paralizado. Se ve en la foto que yo estoy así… tieso, y con todos los paquetes encima… El Presidente me saludó, pero antes trató de ayudarme un poco. Tengo todavía una foto donde se ve a Chávez y a Fidel intentando quitarme las cosas de encima. (Rafael Isea)

Después del abrazo, los periodistas se abalanzan sobre el líder del Movimiento Bolivariano. El diario El Nacional, de Caracas, en su edición del 15 de diciembre, reseña sus palabras y le dedica al encuentro buena parte de la portada de ese día, con una foto desplegada y el titular «Se juntaron dos comandantes». Según la versión periodística, Chávez dijo a EFE: «Para mí, como soldado, como bolivariano, hoy se hace realidad un sueño de muchos años y debo decirles a todos los cubanos que me siento muy honrado de estar en Cuba y más honrado aún de que el Presidente Castro se encuentre recibiéndonos aquí». Le sigue una pregunta capciosa –¿por qué tantos honores para Chávez?– y el testimonio de Fidel: «No tiene nada de extraño. Ojalá tuviera muchas oportunidades de recibir a personalidades tan importantes como él».

¿Saben una cosa? No recuerdo qué le dije a la prensa. Estaba tan emocionado, tan sorprendido, tan admirado, que se borraron de mi mente las palabras que pronuncié aquella noche. Cuando bajé los escalones del avión, no sabía qué iba a decir, y no sé qué dije. Sí recuerdo que le dije que esperaba poderlo recibir pronto en Venezuela. Recuerdo su abrazo y sobre todo su mirada. Nunca voy a olvidar esa mirada que me traspasaba y que veía más allá de mí mismo. (Hugo Chávez)

*Rafael Isea Romero actualmente es acusado e investigado por la Gobernación del estado Aragua, el Consejo Legislativo del Estado Aragua y la Fiscalía General de Venezuela por la paralización de 5 obras y el desvío de 58 millones de dólares y de 9 millones de euros. Huyó a Estados Unidos, donde fue declarado testigo protegido de la DEA.


martes, 13 de diciembre de 2016

Sean científicos

Por Margarita Valdés Rabí

En una ocasión, ante la pregunta de qué debían ser en el futuro, Fidel  respondió “sean científicos”. Para el Director General de la Academia de Ciencias de Cuba, Sergio Jorge Pastrana, esa espontánea réplica es mucho más que una salida fácil, pues considera que en esa labor el Comandante en Jefe veía el futuro necesario para la sociedad.

“Sin Fidel la historia de la ciencia en Cuba hubiera sido muy distinta. El pensamiento que enunció aquel 15 de enero de 1960 acerca de un futuro de hombres de ciencia para nuestra patria se enlaza perfectamente cuando muchos años después afirmó que nuestro país tendrá que llegar a vivir de sus producciones intelectuales”.

Esa es la visión de un líder que, a pesar de las situaciones que debió enfrentar en la arena geopolítica internacional, siempre tenía presentes a la ciencia y el conocimiento. Sin embargo, en 1959 una proposición así resultaba tan ambiciosa como quimérica a causa de las profundas desigualdades que atravesaban a la Isla y de las que no escapaba el acceso a la educación.

“Es importante saber que Cuba tenía una tradición de pensadores desde el siglo XIX -apunta el Director General de la Academia de Ciencias- y se alcanzaron posiciones cimeras a nivel mundial a pesar de provenir de un territorio colonial”. Destaca así los esfuerzos de Carlos J. Finlay, Francisco de Albear, Nicolás José Gutiérrez y Tomás Romay, pero, aun así, la actividad científica era incipiente y no pasaba de ser fruto de la dedicación e interés de ciudadanos de posición económica y social privilegiadas, porque no había un apoyo del gobierno.

Precisa que, aunque al triunfar la Revolución era meritorio para nuestro país poseer la primera academia fundada fuera de Europa -reclamo presente desde 1826 y que se concretó en 1861-, no había centros de investigación. Existía solo un exiguo grupo de estaciones experimentales, razón por la cual el Informe Truslow emitido por el Banco Mundial en 1950 se afirmaba que el ámbito de las ciencias experimentales y aplicadas en Cuba no existía.

“Fidel encuentra en 1959 un panorama en el cual, no solo no hay ciencia, sino también prevalece analfabetismo. Una de sus primeras decisiones fue cambiar esa realidad y ello se convirtió en la base de todo lo que posteriormente se logró en ciencia, educación y cultura”.

En ese mismo año también se aprobaron disposiciones para la protección de los bosques, el desarrollo de las áreas protegidas y el reordenamiento de los territorios, la eliminación del analfabetismo. Esas medidas trasformaron la relación de los cubanos con la naturaleza de forma muy favorable y esbozaron un proyecto de nación diferente a todo lo que antes se había vivido.

Un año más tarde el Comandante en Jefe emprendía una Reforma Universitaria para convertir el modo de enseñanza escolástico que imperaba en uno experimental, con protagonismo para las actividades de laboratorio e investigación. “A su vez, añade Pastrana, Fidel pidió a la Academia de Ciencias modificar su forma de trabajar en el pasado y emprender la creación de grupos de investigación,  centros e institutos que hoy constituyen un sistema de amplias proporciones.

“Es Fidel quien con sus ideas estimula el trabajo en ramas como la pecuaria e investigación médica. Tanto él como el Che fueron líderes de la Revolución que impulsaron políticas en favor del saber y hablaron  diferentes ámbitos de la necesidad de una ciencia cada vez más desarrollada para impulsar a la economía y la sociedad cubanas”.

Agrega, que igualmente es conocido el papel del líder histórico de la Revolución en el desarrollo de la biotecnología desde inicios de la década de los 80, pero ello solo fue posible tras haber fortalecido la instrucción  en ciencias básicas. Al mismo tiempo, Fidel impulsaba el desarrollo de la rama ambiental y lideró el fomento de una cultura de investigación para enfrentar problemas como los huracanes, con la fundación del Instituto de Meteorología, en agosto de 1965, y la formación de jóvenes en esa esfera.

 

“Centros relacionados con la Geografía, la Geología, la Geofísica o la Oceanología, creados en el ámbito de la Academia, formaron una cultura científica de carácter más amplio y de manera muy modesta, pero con una voluntad política continua y marcada por la impronta del propio Comandante en Jefe, que siempre veía más allá en la necesidad de crear un sistema de ciencia, tecnología e innovación que sirviera de base al desarrollo económico y social de nuestro país”.

Ese empuje se trasladó a todas las esferas de la sociedad con un espacio que en sus orígenes buscaba innovar en piezas de repuesto o recuperar determinada tecnología y que evolucionó en Fórum Nacional de Ciencia y Técnica e impulso del trabajo en las Brigadas Técnicas Juveniles.

Apunta Sergio Jorge Pastrana que en los años 90 Fidel hablaba de los sistemas de integración de la ciencia a la sociedad y definía el papel que debían desempeñar en ello la Academia y el Sindicato de Trabajadores de ese sector.

Su visión de la actividad investigativa iba más allá del campo experimental y tenía que ver con la formación del nuevo conocimiento, por eso dijo en 1960 “hombres de ciencia, hombres de pensamiento”, para abarcar en su conjunto la creación y puesta en práctica de saber a través de un mecanismo de innovación, algo que él visualizó como necesidad de futuro.

En materia de medio ambiente, las palabras de Fidel en la Cumbre de la Tierra celebrada en Río de Janeiro en 1992 resultaron un llamado de atención sobre el peligro de la degradación ecológica debido a la acción inconsciente del hombre, la guerra y los modelos depredadores de la sociedad capitalista.

Ese discurso contiene uno de los argumentos más trascendentales del pensamiento ambientalista de Fidel y en su momento fue sellado con el compromiso de Cuba de trabajar por la sostenibilidad de los recursos naturales y la protección del entorno. Poco más de una década después de suscribir ese acurdo, nuestro país superaba el compromiso formulado en Brasil de llegar a 2015 con un 29,3 por ciento de índice de boscosidad. Con esa meta cumplida también se duplicaba la cubierta forestal de la Isla respecto a 1959.

Además, se ha preservado la riqueza biológica de nuestro archipiélago con un sistema nacional de áreas protegidas que cubre el 20 por ciento del país e incluye la plataforma insular marina.

Como hecho relevante de la visión de futuro del líder histórico, en el año 1992 se modificó el artículo 27 de la Constitución, donde explícitamente se reconoce la protección del medio y de los recursos naturales en su vínculo con el desarrollo económico-social sostenible.

Dos años después de aquella cumbre de la Tierra, en medio de un intenso período especial matizado por numerosas carencias y dificultades, en Cuba se crea el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente. Desde entonces ha sido un reto diario introducir la dimensión ambiental en todas las esferas de una nación que a pesar de más de medio siglo de bloqueo y altamente vulnerable a los efectos del cambio climático muestre una inmensa voluntad política para evitar problemas ambientales, disminuir los efectos negativos de los existentes y preservar los recursos naturales.

lunes, 12 de diciembre de 2016

Para que la democracia sea democracia

Por Luis Toledo Sande



Fidel y pueblo en la Plaza de la Revolución José Martí. Ilustración en Cubadebate. Foto: Roberto Chile.




 

 

Desde que se acuñó para nombrar una forma de funcionamiento social en la Grecia culta y fértil, pero esclavista, el término democracia —etimológicamente, poder del pueblo— ha venido cargando con realidades y embustes, logros y manquedades, en proporciones varias. Así y todo, constituye un desiderátum de la mayor importancia para la humanidad. Pero causa espanto el atolladero a que ha llegado su uso en las versiones privilegiadas en el mundo por los medios imperantes, instrumentos de los poderosos.

En medio de una realidad en que los intereses imperiales fomentan guerras, genocidios, actos terribles como los sufridos por las masas de emigrantes echados de sus tierras por los conflictos bélicos y la pobreza que estos agravan, cuando en muchas partes asoman las garras del fascismo, sobran ejemplos para ilustrar la falsedad de quienes medran falseando y haciendo fracasar la democracia. Dos casos palmarios son el de los Estados Unidos, autopromovido e incluso aceptado por muchos como supuesto paradigma de la democracia, y el de España, en pose de imitar el modelo estadounidense.

El primero de ellos sobresale como tutor mandón, OTAN mediante; el segundo, como engendro patético, como zarzuela mala. Ambos ignoran los derechos de los pueblos, incluidos los suyos, y en el europeo las fuerzas dominantes —o vicedominantes, porque se supeditan a las del Norte— imitan a la potencia que hoy las coyundea y en 1898 humilló a sus predecesoras. Para colmo, se ha implantado como supuesto recurso para garantizar la estabilidad —preparado por el cabecilla fascista que sumió al país en sangre y luto y urdió la transacción “democrática”— nada menos que una monarquía, forma de gobierno caduca raigalmente incompatible con la democracia verdadera.

Allí alternan en la casa de gobierno el partido cuya cúpula ha traicionado los rótulos socialista y obrero de su nombre, y el que, también usurpando una denominación que no le pertenece, popular, encarna la continuidad del llamado Bando Nacional, el que llevó al poder al caudillo asesino. Tal es el partido que recientemente ha logrado seguir habitando La Moncloa, tras episodios comparables en la imaginación cubana como un San Nicolás del Peladero carente de gracia, trágico.

En los Estados Unidos la más reciente campaña por el voto presidencial mostró una vez más, reforzada incluso, la realidad descrita por José Martí al hablar de política y elecciones en esa nación: “no se ha peleado a lo púgil, sino a lo serpiente”. En la pugna se enfrentaron otra vez los representantes del partido demócrata y el republicano, nombres tan intercambiables en esencia como las organizaciones políticas designadas con ellos.

En la continuidad del secular modo de hociquear en la contienda por ocupar la Casa Blanca se enfrentaron, de un lado, una intervencionista que envuelve en porte elegante su alma asesina y, del otro, un ser que, con su burda catadura neroniana, encarna la decadencia, peligrosa y en marcha, del imperio. Su desempeño, si no lo liquidan por el camino, llegará —al igual que llegaría el de su adversaria si ella hubiera ganado— hasta donde se lo permitan los dueños del negocio terrible que él representará como presidente.

Modelos tales encarnan miseria moral para los pueblos del mundo en cualquier época, y máxime cuando las reglas impuestas se emplean en función de estratagemas neoliberales como las que han primado en el Brasil de un turbio golpe de estado parlamentario. También en Argentina, donde la derecha capitalizó recursos en los cuales se incluyó una falaz maquinaria propagandística.

Así las fuerzas de la reacción consiguieron que el pueblo apareciera como protagonista de un hecho costoso para la inmensa mayoría: ponerse la soga en su pescuezo con la elección de un presidente que obedece al imperio y a la oligarquía intestina, de la que forma parte. Como la maniobra perpetrada en Brasil, la de Argentina corrobora cuán antidemocrática puede ser, capitalismo por medio, la llamada democracia.

Esos triunfos de la derecha —tras los cuales es fácil adivinar o ver el empuje de fuerzas que en el Norte son capaces de alternar, cuando les conviene, la zanahoria que manipulan y el garrote que las caracteriza— la han envalentonado todavía más en el afán de derrocar gobiernos que no le hacen el juego al imperio ni, por tanto, a ella. Ocurre en la Bolivia del Movimiento al Socialismo y en el Ecuador de la Revolución Ciudadana y, señaladamente, en la Venezuela del proyecto bolivariano.

Los dirigentes revolucionarios en ese país, ahora con Nicolás Maduro al frente y también apoyados por la mayoría de la población, han conseguido contener, con un denuedo que asombra y conmueve, la ofensiva contrarrevolucionaria y criminal apoyada por el imperio. Es una ofensiva comparable al menos con la que en Chile frustró por la fuerza el experimento pacífico del gobierno de la Unidad Popular, encabezado por Salvador Allende.

Hasta ahora la diferencia entre ambas realidades la va marcando el hecho de que en Venezuela no ha prosperado un golpe militar como el representado por Augusto Pinochet en Chile. Pero los intentos de acabar con el afán bolivariano se comprobaron fehacientemente incluso en vida de Hugo Chávez, contra quien se orquestó un golpe respaldado por fuerzas foráneas. En ellas descolló el Partido Popular español y, sobre todo, el imperio al que esa organización política sirve, como sirven los cabecillas de la contrarrevolución que actúa dentro de Venezuela.

Agredida, bloqueada, calumniada, asediada por ese mismo imperio, que viola los derechos humanos y la legalidad internacional, Cuba se ha mantenido firme, gracias a una Revolución a la que el pueblo le ha dado un apoyo ampliamente mayoritario, y no por casualidad ni como fruto de un supuesto milagro. Esa Revolución llegó al poder tras una lucha armada que le permitió desmantelar la maquinaria gubernamental impuesta por una burguesía que calculó mal al irse para los Estados Unidos, suponiendo que pronto volvería para recuperar su posición. El pueblo, por su parte, vio en la obra revolucionaria un rumbo verdaderamente democrático.
Ilustración en Cubarte.

Ilustración en Cubarte.




El 16 de abril de 1961, en el entierro de los mártires de los bombardeos con que en la víspera la CIA intentó destruir parte importante de las fuerzas con que Cuba podría defenderse contra la invasión desatada el 17, el líder Fidel Castro Ruz declaró que la Cubana era ciertamente una Revolución de los humildes, con los humildes y para los humildes: es decir, encarnaba en los hechos el poder del pueblo, esencia de la democracia.

Desde el alba de 1959 el pueblo cubano tenía evidencias de que se estaba cumpliendo el Programa del Moncada. Lo mostraba cuanto se hacía en el terreno de la educación y la salud, en el laboral y en el de la dignidad basada en la conquista de la soberanía que el imperio le había arrebatado al país en 1898, con la oportunista intervención que impidió que Cuba alcanzara la victoria que merecía contra el colonialismo español.

Para defender a su patria contra la invasión mercenaria, preparada y financiada por la CIA, y que fue aplastada en menos de setenta y dos horas, lucharon en Playa Girón soldados y milicianos —pueblo uniformado— que sabían necesario salvar y cuidar logros como la Campaña de Alfabetización en marcha, gracias a la cual el año 1961 finalizó con la proclamación de Cuba como país libre de analfabetismo. Ese fue el bautizo grandioso de una obra educacional en ascenso, que prepararía al pueblo para defender sus derechos contra todas las fuerzas que quisieran arrebatárselos.

Hace unos años, en medio de las calumnias contra Cuba, profesionales de diferentes países dialogaban en un debate, y uno de ellos —digamos que equivocado, víctima de la campaña mediática que la nación caribeña ha tenido que enfrentar sin descanso durante más de medio siglo— tildó de dictatorial al gobierno cubano. Entonces una colega española, haciendo acopio de claridad y de fina ironía, le respondió: “Pues se le debe impartir un curso al gobierno de Cuba para que aprenda a ser una dictadura, porque mal va el dictador que lo primero que hace es buscar y conseguir que su pueblo se instruya”.

La obra de educación, cultura y ciencia desarrollada por la Revolución Cubana con un denuedo superior a sus recursos materiales, no solamente le ha dado al país una fuerza laboral altamente capacitada. También lo ha dotado de un ejército —el pueblo— preparado para enfrentar con armas y pensamiento, en trincheras de piedra y de ideas, las campañas enemigas, y para hacerlo con la claridad de quien sabe dónde está lo que debe defender. Una Revolución que rinde culto filial a José Martí sabe, como dijo él, que “ser culto es el único modo de ser libre”.

Algunos habrán creído, o posado como que lo creían, y hasta intentado propalarlo como cierto, que la fuerza de esa Revolución había desaparecido o se difuminaba en medio de carencias internas provocadas por un criminal bloqueo que perdura. Pero no les habrá quedado más remedio que ver la reacción de la inmensa mayoría de este pueblo ante la muerte de su Comandante, las claras, resueltas expresiones de la voluntad de mantener vivo su legado y continuar una obra revolucionaria irreductible a los designios del mercado y al sometimiento en que los imperialistas quisieran y en vano han intentado sumir a Cuba. Habrán podido ver también la solidaridad de los pueblos del mundo con ella.

Tanto como la Revolución Cubana tiene el derecho y el deber de defenderse, y hacerlo con la mayor lucidez posible, asume igualmente la misión de salvar la cultura de la nación, que en ella tiene —así la definió el Comandante— su mayor escudo. Esa cultura no se agota en la riqueza artística y literaria cosechada: abarca un patrimonio más amplio, en el que están inscritos los valores éticos que han sido y han de seguir siendo el pilar de la obra revolucionaria y del acervo cultural de la nación en su conjunto.

No es fortuito, sino orgánico, el llamamiento de la propia dirección de la Revolución al pueblo para que fortalezca su participación activa y consciente en el ejercicio de la democracia. Sin él, la Revolución sería un logro bamboleante, fácilmente derribable con sacudidas mucho menores que las propulsadas contra ella por las fuerzas imperiales. De ahí la necesidad de fortalecer el funcionamiento democrático, participativo, con que el pueblo la lleva a cabo, y no contentarse con saber que ante la grandeza y la índole popular de su obra deberían al menos guardar silencio, si tuvieran pudor, los voceros de la falaz democracia burguesa que intentan desacreditarla.

Los lemas “¡Yo soy Fidel” y “¡Somos Fidel!” expresan apoyo, voluntad de participación en el cuidado cotidiano de las conquistas y los requerimientos de la Revolución. Significan que, lejos de menguar, esa voluntad crece ante la ausencia física del dirigente en quien el pueblo intuía que podía delegar en gran medida, con plena confianza, la responsabilidad de mantener bien orientada la Revolución. A partir de ahora no debe quedar resquicio al que no llegue el sentido colectivo, a fondo, de la democracia plena que se necesita para que el legado revolucionario perdure en marcha hacia un futuro que debe y merece ser victorioso.

No se sirve en Cuba, ni se ha de servir, a rejuegos para que accedan al poder millonarios o aspirantes a millonarios que representan a los opresores y ellos mismos lo son. La cultura revolucionaria de la nación garantiza que aquí no haya magnates que encuentren espaldas de pobres sobre las cuales sentarse. Eso, cualesquiera que sean los ropajes con que el opresivo sistema se vista, ocurre diariamente en los países que, dominados por el capitalismo, presiden a escala planetaria la violación de los derechos humanos.

Esa realidad es medularmente ajena a un pueblo como el de Cuba, preparado para saber cuáles son sus derechos, y defenderlos. Se trata de un pueblo instruido, formado —como debe serlo crecientemente— en el conocimiento de su historia, y de la historia de sometimiento en que lo quisieran hundir otra vez y para siempre los mismos que lo sumieron en ella desde 1898 hasta el 1 de enero de 1959, y ahora lo invitan a olvidarla.

No olvidará su historia la Revolución que ha abierto caminos necesarios para que ciertamente democracia signifique democracia, no campañas de serpientes al servicio de la opresión nacional e internacional.

Luis Toledo Sande

Publicado en Cubarte. El Portal de la Cultura Cubana:

http://www.cubarte.cult.cu/es/article/47512