jueves, 22 de diciembre de 2016

No sabemos discutir


Autor: Yuris Nórido, Revista Alma Mater



Fotos: Ilustración de Yaimel





Ya no quiero participar en ningún foro digital (lo que no significa que deje de participar en alguno más); ya no quiero contender con nadie a no ser que sea estrictamente necesario (cuestión de principios, vaya); ya no quiero entrar en debates babilónicos sobre los más diversos temas de la realidad nacional… o sobre las eternas problemáticas del arte… o sobre asuntos filosóficos y existenciales… En Cuba, estoy convencido, la mayoría de la gente no sabe discutir.

A lo mejor yo tampoco sé, porque la verdad es que últimamente estoy perdiendo muy rápido la paciencia. Y se supone que el buen polemista no la pierda nunca. Pero he llegado al punto de que he tenido deseos de darle una bofetada a la persona que tengo delante. Y como soy enemigo declarado de las agresiones físicas (y muy malo en los deportes de combate) he preferido abandonar la lid.

Hay algunos males muy extendidos en nuestros foros de discusión: hay gente que opina agrediendo; hay gente que pone en tu boca cosas que jamás dijiste; hay gente que cree en el fondo lo mismo que tú, pero de todos modos te ataca; hay gente que piensa en blanco o negro y rechaza matices; hay gente que asume que toda opinión contraria forma parte de una conspiración orquestada por terceros; hay gente que no sabe escuchar, que piensa que un debate debe ser por fuerza un monólogo del que tiene la razón (o sea, él) y que el otro debe bajar la cabeza y aceptar la monserga…

A la larga, hemos calcado en el ámbito digital los mismos defectos de tantas de las discusiones de vecindario. Gana el que grita más. Gana el que manotea más. Gana el más «chusma»…

Yo creo que desde la primaria, en las clases de Cívica, deberíamos incluir capítulos sobre el arte de debatir civilizadamente. O sea: que cada quien diga lo que piense, que lo argumente, que identifique los puntos polémicos… Que después escuchemos al otro. Que tratemos de llegar a un consenso (si es posible… ¡y tantas veces es posible!). Que nadie ofenda a nadie. Que nadie sienta la necesidad imperiosa de abandonar una discusión fuerte por sentirse arrollado, ninguneado, pisoteado…

Cuando estaba en primaria había un librito de Educación Formal que daba algunas claves para los debates en la escuela, en la vida cotidiana. Recuerdo que afirmaba que ante una opinión contraria, lo más correcto era decir: «Disculpe, no estoy de acuerdo con usted». Pero es tan habitual aquello de «¡Estás completamente equivocado!»

Cuando los escucho, me dan ganas de apretarlos por el cuello.

¿Ven? Ya les digo, no sabemos discutir.

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