Por Margarita Valdés Rabí
En una ocasión, ante la pregunta de qué debían ser en el futuro, Fidel respondió “sean científicos”. Para el Director General de la Academia de Ciencias de Cuba, Sergio Jorge Pastrana, esa espontánea réplica es mucho más que una salida fácil, pues considera que en esa labor el Comandante en Jefe veía el futuro necesario para la sociedad.
“Sin Fidel la historia de la ciencia en Cuba hubiera sido muy distinta. El pensamiento que enunció aquel 15 de enero de 1960 acerca de un futuro de hombres de ciencia para nuestra patria se enlaza perfectamente cuando muchos años después afirmó que nuestro país tendrá que llegar a vivir de sus producciones intelectuales”.
Esa es la visión de un líder que, a pesar de las situaciones que debió enfrentar en la arena geopolítica internacional, siempre tenía presentes a la ciencia y el conocimiento. Sin embargo, en 1959 una proposición así resultaba tan ambiciosa como quimérica a causa de las profundas desigualdades que atravesaban a la Isla y de las que no escapaba el acceso a la educación.
“Es importante saber que Cuba tenía una tradición de pensadores desde el siglo XIX -apunta el Director General de la Academia de Ciencias- y se alcanzaron posiciones cimeras a nivel mundial a pesar de provenir de un territorio colonial”. Destaca así los esfuerzos de Carlos J. Finlay, Francisco de Albear, Nicolás José Gutiérrez y Tomás Romay, pero, aun así, la actividad científica era incipiente y no pasaba de ser fruto de la dedicación e interés de ciudadanos de posición económica y social privilegiadas, porque no había un apoyo del gobierno.
Precisa que, aunque al triunfar la Revolución era meritorio para nuestro país poseer la primera academia fundada fuera de Europa -reclamo presente desde 1826 y que se concretó en 1861-, no había centros de investigación. Existía solo un exiguo grupo de estaciones experimentales, razón por la cual el Informe Truslow emitido por el Banco Mundial en 1950 se afirmaba que el ámbito de las ciencias experimentales y aplicadas en Cuba no existía.
“Fidel encuentra en 1959 un panorama en el cual, no solo no hay ciencia, sino también prevalece analfabetismo. Una de sus primeras decisiones fue cambiar esa realidad y ello se convirtió en la base de todo lo que posteriormente se logró en ciencia, educación y cultura”.
En ese mismo año también se aprobaron disposiciones para la protección de los bosques, el desarrollo de las áreas protegidas y el reordenamiento de los territorios, la eliminación del analfabetismo. Esas medidas trasformaron la relación de los cubanos con la naturaleza de forma muy favorable y esbozaron un proyecto de nación diferente a todo lo que antes se había vivido.
Un año más tarde el Comandante en Jefe emprendía una Reforma Universitaria para convertir el modo de enseñanza escolástico que imperaba en uno experimental, con protagonismo para las actividades de laboratorio e investigación. “A su vez, añade Pastrana, Fidel pidió a la Academia de Ciencias modificar su forma de trabajar en el pasado y emprender la creación de grupos de investigación, centros e institutos que hoy constituyen un sistema de amplias proporciones.
“Es Fidel quien con sus ideas estimula el trabajo en ramas como la pecuaria e investigación médica. Tanto él como el Che fueron líderes de la Revolución que impulsaron políticas en favor del saber y hablaron diferentes ámbitos de la necesidad de una ciencia cada vez más desarrollada para impulsar a la economía y la sociedad cubanas”.
Agrega, que igualmente es conocido el papel del líder histórico de la Revolución en el desarrollo de la biotecnología desde inicios de la década de los 80, pero ello solo fue posible tras haber fortalecido la instrucción en ciencias básicas. Al mismo tiempo, Fidel impulsaba el desarrollo de la rama ambiental y lideró el fomento de una cultura de investigación para enfrentar problemas como los huracanes, con la fundación del Instituto de Meteorología, en agosto de 1965, y la formación de jóvenes en esa esfera.
“Centros relacionados con la Geografía, la Geología, la Geofísica o la Oceanología, creados en el ámbito de la Academia, formaron una cultura científica de carácter más amplio y de manera muy modesta, pero con una voluntad política continua y marcada por la impronta del propio Comandante en Jefe, que siempre veía más allá en la necesidad de crear un sistema de ciencia, tecnología e innovación que sirviera de base al desarrollo económico y social de nuestro país”.
Ese empuje se trasladó a todas las esferas de la sociedad con un espacio que en sus orígenes buscaba innovar en piezas de repuesto o recuperar determinada tecnología y que evolucionó en Fórum Nacional de Ciencia y Técnica e impulso del trabajo en las Brigadas Técnicas Juveniles.
Apunta Sergio Jorge Pastrana que en los años 90 Fidel hablaba de los sistemas de integración de la ciencia a la sociedad y definía el papel que debían desempeñar en ello la Academia y el Sindicato de Trabajadores de ese sector.
Su visión de la actividad investigativa iba más allá del campo experimental y tenía que ver con la formación del nuevo conocimiento, por eso dijo en 1960 “hombres de ciencia, hombres de pensamiento”, para abarcar en su conjunto la creación y puesta en práctica de saber a través de un mecanismo de innovación, algo que él visualizó como necesidad de futuro.
En materia de medio ambiente, las palabras de Fidel en la Cumbre de la Tierra celebrada en Río de Janeiro en 1992 resultaron un llamado de atención sobre el peligro de la degradación ecológica debido a la acción inconsciente del hombre, la guerra y los modelos depredadores de la sociedad capitalista.
Ese discurso contiene uno de los argumentos más trascendentales del pensamiento ambientalista de Fidel y en su momento fue sellado con el compromiso de Cuba de trabajar por la sostenibilidad de los recursos naturales y la protección del entorno. Poco más de una década después de suscribir ese acurdo, nuestro país superaba el compromiso formulado en Brasil de llegar a 2015 con un 29,3 por ciento de índice de boscosidad. Con esa meta cumplida también se duplicaba la cubierta forestal de la Isla respecto a 1959.
Además, se ha preservado la riqueza biológica de nuestro archipiélago con un sistema nacional de áreas protegidas que cubre el 20 por ciento del país e incluye la plataforma insular marina.
Como hecho relevante de la visión de futuro del líder histórico, en el año 1992 se modificó el artículo 27 de la Constitución, donde explícitamente se reconoce la protección del medio y de los recursos naturales en su vínculo con el desarrollo económico-social sostenible.
Dos años después de aquella cumbre de la Tierra, en medio de un intenso período especial matizado por numerosas carencias y dificultades, en Cuba se crea el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente. Desde entonces ha sido un reto diario introducir la dimensión ambiental en todas las esferas de una nación que a pesar de más de medio siglo de bloqueo y altamente vulnerable a los efectos del cambio climático muestre una inmensa voluntad política para evitar problemas ambientales, disminuir los efectos negativos de los existentes y preservar los recursos naturales.
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