Por: Javier Gómez Sánchez, La Joven Cuba
Este es el momento gramsciano que nos ha llegado a los cubanos, en el que hay cosas que están muriendo pero no acaban de morir y hay otras que están naciendo pero no terminan de nacer. Y en el debemos cuidarnos de los monstruos que pueden surgir.
El tema de los medios de comunicación ha sido tal vez el primero del ámbito nacional que ha llegado el más crítico estadio de ese trayecto.
Todos o casi todos estamos convencidos que la comunicación no puede seguir siendo manejada en la Cuba revolucionaria de la forma en que ha sido hasta ahora. Lo saben los periodistas, lo sabe el público, lo sabemos los socialistas, lo sabe la contrarrevolución y lo sabe el PCC. Que la forma actual de control sobre la información está comenzando a vivir sus últimos estertores.
Pero lo que no sabemos es cómo puede existir un esquema de comunicación pública distinto en un país socialista, que responda a los intereses de la Revolución Cubana y especialmente al poder revolucionario.
Elementos como la censura, la publicidad, la exclusiva propiedad estatal o la participación privada, la diferencia informativa entre medios estatales más y menos masivos, así como entre la prensa digital o impresa, están sobre la mesa.
Esta situación no es algo que nos haya surgido de este 2016, ni siquiera de la memoria vivencial que tengamos la mayoría de los que participamos en ella. El manejo de la información por la Revolución se remonta a la década del 60 cuando luego de una polarización ante ella de los periódicos de derecha y los pertenecientes a organizaciones revolucionarias. Los primeros desaparecieron, así como varios de los segundos y solo quedaron Hoy del Partido Socialista Popular y Revolución del Movimiento 26 de Julio. Finalmente ambos fueron fusionados en un solo diario:Granma, como órgano oficial del Partido Comunista de Cuba.
El argumento era que ambas organizaciones tenían supuestamente iguales intereses e iguales ideales, lo cual era en gran medida falso. Pero en aras de la unidad política y el ahorro de papel ese fue el resultado. Aquellas aguas trajeron estos lodos. Nadie se baña dos veces en las mismas aguas pero es en el mismo río en el que nos seguimos bañando.
La realidad de los años que ya son décadas, ha demostrado que las diferentes mentalidades y visiones dentro de una revolución no pueden convivir dentro de un solo sistema de información. Inevitablemente este va a estar dominado por la tendencia más empoderada y agresiva.
La idea de que un país en revolución para su funcionamiento ciudadano y revolucionario, solo necesita una voz, sigue afectándonos.
Nuevos elementos han entrado en el tablero, pues producto de la institucionalización y evolución de la Revolución, ha surgido por un lado una estructura partidista formada por cuadros de distintos niveles que no desean que exista una prensa que critique su funcionamiento político y por otro una tecnocracia administrativa a la que tampoco le conviene que esa prensa cuestione su manejo económico, su eficiencia para manejar los servicios y propiedades estatales y especialmente que devele su corrupción.
En la práctica estos dos nuevos elementos, producto lógico de una Revolución en el poder y un sistema de propiedad estatal avanzado en el tiempo, se complementan y cierran filas. Sus propias ramificaciones dentro del mismo sistema de comunicación estatal hacen que no les falten voces defensoras, acompañadas de la manipulación de nuestras coyunturas políticas y de manidos conceptos de lo que es y no es ¨revolucionario¨. Esas voces ante la transición gramsciana, viven una situación maquiavélica en la que no saben lo que pueden ganar con nuevas condiciones pero si saben lo que pueden perder.
Los periodistas de la Cuba del 2016 tienen todos los ingredientes para vivir los tres días en la Biblioteca Nacional que vivieron los escritores en 1961. Su polémica tiene lo mismo de rencillas grupales y ojerizas personales que tuvo aquella.
Tiene también el mismo ingrediente, el principal , ese que fue mencionado en las ¨Palabras…¨ y que fue dejado como secundario cuando no lo era, para regodearse del mucho más trágico, morboso y contrarrevolucionariamente explotable: ¨Dentro de la Revolución todo, fuera la revolución nada¨
Ese ingrediente principal es el dilema de qué papel va a jugar cada cual ante la Historia. Y no ante una historia cualquiera, si no ante la historia de la Revolución. En la cual el único papel digno dentro de ella no es el maquiavélico, si no el verdaderamente revolucionario.
Los periodistas que no hacen el periodismo que la Revolución necesita, que Cuba necesita y que los cubanos esperan, porque no es el que les mandan o les permiten, tendrán en la historia el rol que quede impreso sobre el papel y el que quede grabado en los casetes, que es el que recibe el público y no el que quisieran por su criterio, que solo conocen sus allegados.
Un periodista que escribe en dos medios distintos con libertades distintas, uno estatal y otro no, al menos está utilizando ese espacio para decir lo que verdaderamente piensa y le está vedado a decir en uno de ellos. Los que ni siquiera hacen eso están reservándose un papel más triste. Y los que los persiguen uno muchísimo más triste aún.
La verdadera esencia de lo dicho al cierre de aquellos tres días hace ya 55 años fue: ¨Teman a los jueces de la posteridad. Teman a las generaciones futuras que serán las encargadas de decir la última palabra¨
Para contactar al autor: javiergosanchez09@gmail.com
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