martes, 30 de mayo de 2017

Adiós Hollywood

Por Harold Cárdenas Lema

Hollywood quiere filmar en Cuba y no puede. Desde el segundo semestre del pasado año vienen cada vez menos producciones estadounidenses a la isla. No hay una negativa escrita, pero se presentan proyectos sin recibir respuesta. El temor de que la 82 División Aerotransportada llegue a la Habana a través de la cultura, se suma a los errores cometidos en producciones anteriores. Entonces la solución es decir no o evitar responder a quienes solicitan acceso. Pues para un país tan instruido, no es muy cortés que digamos.

Cuba pasó de patico feo a cisne, de cenicienta a princesa, de fea en la escuela a la muchacha con la que todos quieren. Y a Hollywood le encantan estas historias. Lo único que le gusta más que la fantasía o la superación personal, es lo prohibido, y eso es Cuba también. Así fue que la película más taquillera del 2017 vino a filmar a la Habana. Después se interesaron en venir otras sagas: Transformers, Misión Imposible, incluso series completas fueron presentadas a las autoridades cubanas. Algunas lograron algo, otras menos, ahora es nada.

La cultura trae implícita ideología y cada producto cultural tiene valores políticos. Pero cuando veo alguien referirse a los cubanos como ingenuos, manipulables y susceptibles al norte, no entiendo cómo la generación más penetrada por el capitalismo pudo hacer una revolución en Cuba. Si hay un pueblo latinoamericano que ha sido preparado para lidiar con el colonialismo mental, es el cubano. Subestimar nuestra capacidad de asimilación cultural o alistarse medio siglo para temerle luego a esa pelea, es absurdo y suicida.

La prueba de fuego con Hollywood fue Rápidos y Furiosos 8. La película es mala malísima y ojalá viniera Martin Scorsese en su lugar, pero generó empleo y mostró una Habana que atraerá turismo. Nunca habíamos tenido una producción de cine con esa envergadura, no solo por las ganancias sino por brindar una experiencia técnica sin precedentes. Hoy Cuba podría darse el lujo de acoger producciones internacionales sin necesidad de incentivos fiscales, pero renunciar a los 15 minutos de fama movidos por el temor, es costoso.

Conviene que se filme en Cuba. Cuando lo hacen en otros países simulando que es aquí, aumentan los clichés. Y yo estoy cansado de ver escenas en una supuesta Habana llena de violencia, soldados y ametralladoras. Salgo al balcón y no la encuentro.

Tampoco es bajarse los pantalones ante la industria de los sueños y carteles lumínicos, pero sí aprender a vivir con ella, porque es lo que Engels llamaría una “realidad objetiva”. Es cierto que los permisos de rodaje para Rápidos y Furiosos 8 fueron más rápidos que para nuestras producciones, pero eso no refleja dominación, es una prueba de que el cine cubano necesita renovarse, una ley que lo regule y un fondo de fomento. Si fueran los 60 ya Fidel se hubiera sentado con los cineastas a resolver estas y otras cosas, pero vivir del pasado no vale.

El mayor problema fue logístico y de comunicación. Calles cerradas, tráfico desviado e incomodidad gratuita. Un país sin experiencia en superproducciones de Hollywood, es normal que le cueste coordinar así su primera vez. Lo innecesario es recibir críticas por no dar explicaciones a la opinión pública: cuántos millones generó la película y en qué serán empleados. Mientras los funcionarios públicos no entiendan que su gestión es pública, que esa no es una palabra cualquiera y rendir cuentas no es voluntario sino que viene con el cargo, seguiremos así. Recibiendo críticas que pudieran ser aplausos.

El cine a menudo se regodea en el desastre. Nuestras películas parecen estancadas en la marginalidad habanera, fachadas destruidas y familias disfuncionales. Rápidos y Furiosos 8 muestra clichés de la industria, pero su equipo de producción vino en busca de belleza y no la pornomiseria, punto a su favor. Quien quiera ser realista en nuestras producciones futuras debe mostrar a Cuba, los solares de centro-Habana, los edificios de microbrigada y las casonas de Siboney. El pan racionado y el champagne, porque existen ambos.

Durante años hemos hecho informes sobre el impacto del bloqueo en nuestra economía. Hoy existe interés en venir a filmar. Posiblemente algunas producciones que se presentan sean maliciosas o quieran falsear la realidad, todas no. El hecho es que hemos cerrado la puerta en la cara a Hollywood últimamente. Sería bueno escuchar el porqué de esta decisión y por cuánto tiempo será. Con gusto publicaríamos las razones para ello, no todo es prejuicio, a veces hay argumentos de peso que nunca llegamos a saber. Pero se siente como que hemos vuelto a botar el sofá, negando acceso por facilismo o viejos dogmas. ¿Quién presenta ese informe? ¿Quién contabiliza el impacto de nuestros errores? ¿Adiós Hollywood o hasta pronto?

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