Por: Eugenio Martínez
En este artículo: Cuba, España, Fidel Castro Ruz, Homenaje
En este artículo: Cuba, España, Fidel Castro Ruz, Homenaje
Palabras de Eugenio Martínez Enríquez, Embajador de Cuba en España durante el acto de Homenaje a Fidel Castro Ruz el 25 de marzo en el Teatro Marcelino Camacho de Madrid.
Buenas tardes.
Después de las bellas e inteligentes palabras de Belen, las profundas de Angeles, las originales de Frabbetti, los mensajes de Javier, poco me dejan para decir, pero lo haré.
Gracias a los organizadores que saben los quiero mucho.
Los que vinieron de lejos a pesar de que los organizadores con razón le dijeron no lo hicieran porque no cabrían y era cierto.
A Centella y Alvaro del Partido Comunista de España, siempre con Cuba sin dobleces; a los diplomáticos nos acompañan, entre otros de Venezuela, que no se equivoquen, resistirá. En especial quiero mencionar al Embajador de El Salvador que es un guerrillero ahora representa a su país en Madrid, una guerrilla que Fidel siempre defendió.
Gracias por este bello esfuerzo, en el que han puesto todo su empeño ustedes, nuestros hermanos, compañeros, camaradas, amigos y compatriotas.
Hemos escuchado estimulantes testimonios, recuerdos, elogios e interpretaciones sobre el Comandante en Jefe de la Revolución Cubana, donde hay mucho compromiso con su legado, que fortalecen nuestro aliento y la confianza.
Homenajes y actos de genuino recuerdo al líder cubano se han celebrado en España desde noviembre pasado en más de cuarenta localidades como Bilbao, Irún, Donostia, Ortulleia, Gijón, Oviedo, Santiago de Compostela, Lancara, Vigo, Badalona, Mollet del Vallés, Lérida, Sabadell, Torrelavega, aquí en Plaza Callao, en el CAUM, Carabanchel, frente a la Embajada, frente a los Consulados de Cuba en Barcelona y en Islas Canarias, en Valencia, Castelló, Alicante, Aragón, Zaragoza, Burgos, Pamplona, Las Palmas, La Laguna, Sevilla, Málaga, Granada, Cádiz, Guadalajara, Logroño, Valladolid, Huelva.
¡Gracias compañeros!
Estimados amigos:
Fidel sabía que la Revolución era un maratón, pero la corría como un sprint. ¿Sería porque conocía ya los obstáculos que enfrentaría su osadía necesaria? En 2011 Fidel escribió “la Revolución Cubana no disfrutó un minuto de paz.”
La continuada existencia de la Revolución cubana y la de su líder, fue tomada por muchos como un gigante atrevimiento. Para otros como una afrenta personal. Sí, fue un gigante atrevimiento, porque para Cuba no había otro tan necesario e imprescindible, un acto de rebeldía que imaginaban muy pocos tuviera el éxito que tuvo. El primero en atreverse fue Fidel, su gestor y líder; su soñador y artesano; su defensor y garante.
Durante el acto en Callao en diciembre pasado, recordé que José Martí valoró que “los hombres se miden por la oposición que se les presenta”. Esta imponente verdad, fue más cierta para el líder cubano que para nadie.
Los inconvenientes que se le interponían eran cada vez mayores como aquella bella canción de Silvio, ese símbolo bien escogido de la serpiente que mata y aparece una mayor. Los retos que enfrentó el Comandante en Jefe fueron siempre mayores, pero su lucha, su fé y optimismo (que para él eran lo mismo), se multiplicaban con el reto, no disminuían.
El líder cubano hizo trizas conceptos de las relaciones internacionales y de la política, como el fatalismo geográfico, el orden mundial existente; el papel de las potencias; los mitos raciales de supremacía blanca y los de género; nunca antes un país del llamado Tercer Mundo contribuyó con cientos de miles de sus valientes internacionalistas a defender la independencia, libertad y desarrollo, sin cobrar por ello, y los cubanos lo hicimos en países de ese mismo mundo a miles de kilómetros de distancia.
Nunca un representante de Fidel y de Cuba ha tenido que someterse a penosas presiones a la hora de decir las verdades que muchos se ven obligados a callar o murmurar. Así nos enseñaron nuestros líderes y así lo hacemos.
Y ese modo de vida, nos hizo más plenos como seres humanos, más grandes y felices porque nos movía el desprendimiento y la solidaridad, no el egoísmo.
“La permanente enseñanza de Fidel es que sí se puede”, resumió el General de Ejército Raúl Castro en la despedida a nuestro líder el pasado diciembre en Santiago de Cuba.
Bastaría esa actitud para continuar defendiendo su legado.
El 26 de julio de 1953 Fidel Alejandro Castro Ruz tenía 27 años cuando dirigió a 135 jóvenes valientes para asaltar la segunda fortaleza militar de la dictadura de Batista ocupada por mil hombres armados. Ciento treinta y cinco contra mil. Vean que reto. No se tomó el cuartel, pero encendió la chispa revolucionaria que no se apagaría hasta la victoria.
3 años después, 82 jóvenes cubanos comandado por Fidel desembarcaron en el Oriente de Cuba en un yate de recreo. Llegaron a un pantano, donde perdieron la mayoría de sus armas; el bote que utilizaron para trasladarlas a tierra, se hundió. Tras el pantano, atravesaron un zona de piedras afiladas donde sus calzados de desbarataban. 3 días después los revolucionarios cubanos son sorprendidos por el ejército de Batista. Los 82 se dividen en 28 grupos; 8 de esos grupos están compuestos por 2 o 3 combatientes, como el de Fidel, que sólo tenía 3. 13 expedicionarios se quedan solos. En resumen de los 82, sólo 21 llegan a la Sierra Maestra que era su objetivo.
No es necesario ofrecer otros datos. Cualquiera podría pensar que aquí terminó la historia, pero sólo comenzaba. Dos semanas después, el líder de la Revolución se encuentra con su hermano Raúl, expedicionario también y el Presidente cubano nos cuenta que Fidel le dio un abrazo y le pregunta: “¿cuántos fusiles tienes?” “Cinco”. Fidel replica :”más dos que tengo yo, siete. ¡Ahora sí ganamos la guerra!”
¡Quién lo podía creer! Fidel. Y así fue 24 meses después. 21 derrotan a 80 mil y con siete fusiles el primero de enero de 1959 se ocuparon 100 mil armas de las que disponía el ejército de Batista. Esos 21 tenían el apoyo de millones de cubanos.
Ahora me permito muy resumidamente que las propias palabras del líder de la Revolución Cubana mejoren las mías para recordarlo:
De su perseverancia:
Preguntan a Fidel: ¿Cuál es el trabajo que menos le gusta? Respuesta: el trabajo de dormir, por el tiempo que tengo que invertir en eso.
De su actitud respetuosa:
Preguntan a Fidel: ¿Cree que el pueblo norteamericano pudiera aprender más conversando con usted? Respuesta: Aprender no, pero pudiera comprender mejor.
De su modestia:
Cierta vez, durante uno de sus viajes al exterior le preguntaron ¿Su visita ha sido histórica? Respuesta: No me corresponde juzgarla.
Su fe en la victoria y en el mejoramiento humano.
Preguntan a Fidel: ¿Por qué defiende el comunismo, si el comunismo murió?
Respuesta de Fidel: También murió Cristo y revivió. El socialismo sigue vivo y seguirá vivo porque la edad del egoísmo tiene que pasar.
De su lealtad:
Preguntan a Fidel: ¿Usted puede decir que la Historia lo absolvió? Respuesta: Estoy absuelto porque he seguido mis principios y mis ideas.
Su sentido del deber:
Preguntan a Fidel: ¿Usted está cansado de gobernar? Respuesta: ¿Quién ha dicho que esto es un deporte o un placer?
Así era Fidel, a quien le tocó conducir situaciones desacostumbradas, cambiar perspectivas habituales y asumir la flexibilidad táctica para conseguir los objetivos.
La evaluación del líder cubano puede resumirse en su eterna fe en la victoria, en que los hombres pueden conducir su destino, en que no hay límites para conseguir lo que se propone; que la victoria existe mientras se luche; que una derrota no lo es, hasta que no sea aceptada.
Su larga existencia y el cariño que recibió es la demostración irrefutable de sus victorias.
Fidel encarnó hasta el último de sus días la voluntad de millones, que durante décadas lucharon por su independencia verdadera, con la vía alternativa hacia la edificación de una sociedad más justa.
Esa alternativa no encontró manso el camino y debe evaluarse en las condiciones que se desarrolló. Esa vía de desarrollo, debe estudiarse sin ignorar que debió enfrentar el terrorismo feroz, el sabotaje económico, los bloqueos y sanciones, que aún persisten.
Un camino donde nos inventamos con el liderazgo de Fidel instituciones populares de Gobierno, no los eufemismos que se disfrazan de democracia. No nos quedamos en la Revolución en un ejercicio único de distribución justa de ingresos, se complementó con el acceso igualitario la superación; a la seguridad y protección ciudadanas y a la liberación plena de la mujer.
Esa alternativa de Fidel funciona porque no hay un niño desnutrido, ni desapariciones forzosas o públicas; donde no se asesinan periodistas, donde no hay mafias organizadas, ni tráfico de drogas, ni desahucios, ni hay que pagar por que te donen un corazón, ni te coloquen una prótesis, o para obtener un título universitario, para aprender a tocar guitarra, para acceder a la cultura o ser campeón olímpico; donde todos los niños están inmunizados contra más de diez enfermedades, entre otros motivos, razones por las que en Cuba han desaparecido para siempre, enfermedades que lamentablemente padecen otros pueblos del mundo que no tienen bloqueos, ni sanciones.
No se resistió Fidel a la idea que los conocimientos son patrimonio de naciones ricas y ahí están ya reconocidos, el aporte y competencia de científicos cubanos que él estimuló y guio hasta patentar cientos de vacunas y medicamentos contra enfermedades a las que accede nuestro pueblo cotidianamente, en un sistema que sobre la base de consumos austeros, busca la menor desigualdad posible.
Y muy lejos estaba el líder de la Revolución de conformarse, de considerar que todo lo que hizo y construyó era perfecto.
Cito sus propias palabras: “Los revolucionarios cubanos hemos cometido errores, y los seguiremos cometiendo, pero jamás cometeremos el error de ser traidores. Quizás el principal error de idealismo cometido, fue pensar que en el mundo había una determinada cantidad de justicia y respeto al derecho de los pueblos cuando, ciertamente, no existía en absoluto.”
Nuestro sistema tiene mucho que hacer todavía, mucho que corregir, muchos errores de revolucionarios que enmendar, aún con el asedio que nos rodea; conscientes de que esta herejía, tiene un alto costo que hemos pagado.
Sucede que los mismos que defendieron las sangrientas dictaduras militares llamadas descarnadamente “de seguridad nacional”, se ofenden porque en la Cuba de Fidel se sostenga por sesenta años una alternativa sin su beneplácito, como la gestamos y queremos los cubanos, donde se recuperó para siempre la igualdad de hombres y mujeres, sin importar color de la piel, origen social o posición en la sociedad.
Se puede discrepar con las ideas de Fidel. Claro, es totalmente legítimo. Nada más humano, pero no calumniar.
Ante su fallecimiento, los mismos que defendieron el apartheid, la discriminación racial y de género en pleno siglo XX, los paquetes de ajuste y empobrecimiento; los que nos aconsejaron hacerlo en Cuba sin pudor, como única salvación ante la caída de la Unión Soviética, los que practicaron y todavía practican la tortura como método, la encarcelación sin juicios y de hombres encadenados, atrapados en capitales europeas a plena luz del día sin escrúpulos y sin derechos, los mismos que agredieron a países soberanos con pretextos falsos, que asesinan a líderes políticos desde drones ocultos o con píldoras, disparos, equipos de buceo, bombas, como los más de seiscientos intentos que sufrió Fidel, fueron los que no perdieron un minuto tras su fallecimiento para intentar opacar su figura y trayectoria; para contener la admiración desbordada de los pueblos y el respeto de sus enemigos; y le adjudicaron asesinatos que nunca cometió, hambrunas en Cuba que no existen, torturas que no conocemos ni cómo hacerlas.
Repito lo que dije en diciembre, no se imaginen que nos van a derrotar desde una portada de un diario, ni de un plató de televisión, con mentiras y calumnias. El juicio de la historia sobre Fidel no les corresponde a los políticos mediocres ni a los medios de comunicación vendidos al capital, les toca a los pueblos y ya lo han hecho.
Hermanos:
La imagen de la aglomeración apoteósica de miles de personas en cada visita al exterior del líder cubano, los millones que leían sus discursos, entrevistas y reflexiones, junto al interés de quienes visitaban Cuba por encontrarlo, la admiración permanente de los pueblos, el hábito cariñoso de cada uno de los que lo conocieron por conservar como trofeos esos minutos o largas horas que compartieron con él, los millones en Cuba y en el mundo que lo despidieron dentro del dolor y el compromiso, como hoy ustedes lo hacen, una suerte de cautiverio revolucionario de admiración y pasión, contrasta con otra enorme colección de medios de comunicación y políticos que no pasarán a la historia, quienes en extraña paradoja se morían por entrevistarlo, al mismo tiempo que no cesaban cotidianamente de criticarlo y empañar su figura, acompañando así a la reducida cantidad de quienes lo adversaban; cantidad pequeña, pero esforzada y poco exitosa en su afán de eliminarlo físicamente y disminuir la fuerza de su ejemplo y virtudes.
Esta es la demostración irrefutable de que el Comandante en Jefe de la Revolución Cubana colocó sus fuerzas del lado de las necesidades de los pueblos, no de las oligarquías.
Amigos, si los admiradores de Fidel se unieran en una sólo patria, nuestro país sería uno de los más poblados. Esa patria de la solidaridad con Cuba, la patria de Fidel, que componen ustedes junto a millones, es inextinguible, tangible e internacionalista como él quiso que fuera el mundo, donde luchó por terminar el egoísmo y pasar a la era de la solidaridad.
La era que gestó en Cuba junto a su noble pueblo; pueblo que guió para que en admirable prueba de altruismo, consciencia ciudadana y espíritu revolucionario, entregara la vida de dos mil de sus hijos para defender la libertad de muchos pueblos del llamado tercer mundo; o para vencer la ignorancia y la ceguera con programas cubanos de alfabetización o de salud; para salvar millones de vidas de seres humanos excluidos por lo modelos de organización social típicos del capitalismo.
Compañeros:
El poeta Paul Valéry sentenció “Los grandes hombres mueren dos veces: una vez como hombres, y otra como grandes.” Así nos dejó Fidel.
Sé que lo han oído una y otra vez, también sé que nos creen; mas les reitero que los cubanos y cubanas no abandonaremos el camino rebelde y necesario iniciado por Fidel, su prédica de cambiar lo que deba ser cambiado para el disfrute de las mayorías, no de elites o transnacionales; no dejaremos que nos gobiernen o nos digan qué hacer otros y serán las instituciones populares que lideró Fidel; el partido que fundó y de vanguardia, el pueblo cubano, el que nos conduzca a lo que deba ser cambiado; para que nunca, nunca, dejen de mandarse a sí mismos los cubanos y que brille la estrella de las cinco puntas, libre e independiente de verdad, sin unirse a ninguna constelación que la someta.
Y como él habló siempre mucho mejor que nosotros, no puedo concluir sin sus palabras.
Preguntan a Fidel: ¿Comandante cuál es su peor enemigo?
Respuesta: No tenemos enemigos peores, porque a todos, a todos los podemos derrotar.
Así lo vamos a recordar, como un grande al que no pudieron derrotar.
Patria o Muerte: !Venceremos!
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