miércoles, 16 de agosto de 2017

Fidel: Estratega de la democracia socialista

A propósito de acercarse los primeros comicios generales en que no estará físicamente presente el Comandante en Jefe, recordamos algunos momentos en que se refirió al sistema electoral cubano

Por IGOR GUILARTE FONG

En el momento que ejercía su derecho al voto el 3 de febrero de 2013. (Foto: ISMAEL FRANCISCO/ cubadebate.cu)

Puntual, a las seis de la mañana del 3 de febrero de 2013 abren sus puertas los 29 957 colegios habilitados a lo largo y ancho de la Isla. Los pioneros –no gendarmes– armados con pañoletas y sueños custodian las urnas. Los representantes de las organizaciones de masas y las autoridades electorales se funden en los trajines de la jornada electoral, convocada con el objetivo de votar por los delegados a la Asamblea Provincial y diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular.

Pocos minutos antes de que el reloj marque las cinco de la tarde, repentinamente, aplausos y murmullos rompen la calma que hasta ese momento ha reinado en el colegio electoral número uno, de la zona 13, circunscripción 13, en el capitalino municipio de Plaza de la Revolución. Los presentes, y muchos más que corren a sumarse tras propagarse la voz por el barrio, dan una calurosa bienvenida al elector número 28. Todos quieren saludar a su eterno e invicto Comandante en Jefe.

El Fidel del pueblo entabla con periodistas y vecinos un diálogo que dura hora y media. Con su habitual amenidad y capacidad discursiva, conversa sobre temas diversos. Economía cubana y global, política nacional e internacional, retos de la Cuba actual, nuevas tecnologías, guerras, agricultura, Chávez, unidad latinoamericana, antigüedad de la especie humana, y hasta viajes de exploración a Marte, evidencian su afán por estar informado.

De vez en vez, matiza la seriedad de sus análisis con pinceladas de humor. Eso también lo caracteriza. Al ser interrogado por las elecciones, explica que si bien no puede revelar por quién ha votado, en tanto significaría violar la ley, lo ha hecho por las mujeres, “y claro, también por un hombre que había en la boleta, para evitar que estos se pongan bravos”.

Además, pregunta por la cifra de personas que ya han acudido al colegio, así como por las cantidades de electores y colegios a nivel nacional. Al aproximarse a los pioneros que amparan la urna se interesa por sus estudios, edades y lugares de residencia.

“Aquí las elecciones no son como en Estados Unidos, donde apenas vota una minoría. No podemos dejar que eso pase nunca, porque aquí manda el pueblo”, asegura.

“Este es un pueblo valiente. No tenemos que probarlo. Cincuenta años de bloqueo y no han podido derrotarnos… Solo decirle que el pueblo lo es todo, sin el pueblo no somos nada, sin el pueblo no habría Revolución”, enfatiza como parte de un mensaje dedicado a sus compatriotas.

Ese domingo. Acontecen lluvias e interrupciones de la electricidad en varias localidades del país, pero la participación masiva no desmaya. Así fue el día de los últimos comicios generales en los que habría de participar, físicamente, Fidel.

Por esta democracia

La vinculación con el pueblo no ha sido cuestión de coyunturas, responde a la filosofía de la Revolución y al ejemplo nacido de su principal líder desde los primeros días del triunfo. (Foto: Autor sin identificar)

En el ideario del líder histórico, desde los inicios de su práctica política y lucha revolucionaria, se visualiza la importancia que otorga a la participación popular como motor impulsor de las tareas y puntal en la consolidación de la obra de la Revolución.

Basado en esa concepción y en las tradiciones patrias, proyecta una visión nacionalista que otorga a la democracia un nuevo sentido. Para Fidel no es este un concepto abstracto, sino que depende de las condiciones sociales, la justicia social, participación de las masas, igualdad plena de los ciudadanos, acceso a la asistencia médica, la educación y demás derechos humanos elementales.

Él asocia la democracia al ejercicio de un gobierno supeditado a los intereses colectivos, que las autoridades desplieguen la dirección social y política en función de los derechos integrales de las mayorías. Por eso, tempranamente, durante el acto conmemorativo por el primer aniversario de la huelga de abril de 1958, insistió en la necesidad de poner el poder en manos del pueblo:

“La democracia que existía aquí antes era el derecho a comprar libremente las conciencias, era el derecho de corromper libremente al pueblo, era el derecho de la oligarquía a gobernar, nunca el derecho del pueblo. Y la democracia que nosotros vamos a implantar es una democracia donde el gobierno sea de verdad un gobierno del pueblo, y que el gobierno no sea de las oligarquías, sino un gobierno de la mayoría del pueblo”.

Un año después, el 1° de mayo de 1960, en el discurso pronunciado con motivo del día internacional de los trabajadores, ratificó el modelo de democracia que aspiraba para Cuba. En la entonces Plaza Cívica enunció: “Te inventaron una democracia, una rara y extraña democracia en que tú, que eres la mayoría, no contabas para nada; en que tú, campesino y obrero, que eres el que produce la mayor parte de las riquezas, y que conjuntamente con los trabajadores intelectuales, produces el total de la riqueza; tú que lo producías todo ni siquiera tenías oportunidad de aprender muchas veces a firmar tu nombre. […] ni siquiera existías políticamente dentro de la sociedad. […] Te hablaban de derechos que nunca existieron para ti.

“¡Y a eso llamaban democracia! Democracia es aquella en que las mayorías gobiernan; democracia es aquella en que la mayoría cuenta; democracia es aquella en que los intereses de la mayoría se defienden; democracia es aquella que garantiza al hombre, no ya el derecho a pensar libremente, sino el derecho a saber pensar, el derecho a saber escribir lo que se piensa, el derecho a saber leer lo que se piensa o piensen otros; el derecho al pan, el derecho al trabajo, el derecho a la cultura, y el derecho a contar dentro de la sociedad. ¡Democracia, por eso, es esta, esta democracia de la Revolución Cubana!”.

Aplausos prolongados y exclamaciones de vivas a Cuba, la Revolución y sus líderes, que son coreados por la multitud, interrumpieron sus palabras por espacio de 20 minutos.

En vísperas de la invasión mercenaria por Playa Girón, Fidel sentenció que “esta es la Revolución socialista y democrática de los humildes, con los humildes y para los humildes”. En esa intervención trascendental proclamó el carácter socialista de la Revolución.

Esas sí son elecciones

En varios procesos electorales, Fidel ponderó las condiciones y méritos de los candidatos por los que le correspondía votar y, con proverbial modestia, aseguró verse en un dilema a la hora de elegir. (Foto: cubadebate.cu)

Consecuente con esos principios de democracia, Fidel defiende la implementación de mecanismos de promoción, postulación y elección distintos a los existentes en la sociedad burguesa que imperó hasta 1959. Esta nueva tipología no fomentaría la exclusión de los humildes, sino todo lo contrario. Se basaría en el reconocimiento del mérito, la capacidad, la modestia, la dedicación a las tareas revolucionarias y al trabajo para satisfacer las necesidades populares, como factores decisivos de la confianza que la misma sociedad deposita en aquellos que elige.

A raíz de comenzar a implementarse el actual sistema electoral, Fidel usó de la palabra en la clausura de la sesión de constitución de la Asamblea Nacional –en su cuarta legislatura– para esclarecer el papel de los delegados provinciales y los diputados a la Asamblea Nacional. En alusión a estos últimos advirtió que “[…] no deben olvidarse jamás de que representan a la nación, porque van a tomar medidas y a adoptar decisiones que afectan a la nación, y en nombre de la nación. Pero también representan al municipio y al distrito de donde provienen, tienen una doble representación, y no pueden olvidar el municipio ni el distrito que los eligió, ni pueden olvidar la necesidad de los contactos”.

Más adelante, en el propio encuentro efectuado en el Palacio de las Convenciones, celebrado el 15 de marzo de 1993, delineó la responsabilidad del parlamentario en la sociedad y que debe ir siempre con la verdad ante el ciudadano. El diputado, expuso entonces Fidel, “debe hacer todo lo que pueda por su distrito, y cuando no pueda hacer nada, hablar con los electores cada vez que pueda y explicarles qué se hace y qué no se hace, qué puede hacerse y qué no puede hacerse. Constantemente hay que estar dando explicaciones”. Así el líder marcó un estilo nuevo en el trabajo de los cuadros del gobierno y en el acercamiento a la gente.

En varias ocasiones el Comandante en Jefe valoró como logro de la Revolución la creación de un sistema electoral autóctono, basado en la unidad de consenso y el respeto a los intereses de las mayorías. Muchas veces resaltó que ya no es un partido quien postula, sino los propios vecinos que escogen en reuniones a sus representantes.

El 26 de julio de 1974, durante el acto conmemorativo por la histórica fecha, que tuvo por sede la provincia donde se había experimentado la constitución del Poder Popular, subrayó: “Las elecciones que acaban de tener lugar en Matanzas han sido las más puras en la historia de nuestro país: elecciones sin componendas, sin fraudes, sin demagogia, sin politiquería. Nadie tuvo necesidad de aspirar, porque no fueron las aspiraciones personales las que determinaron la nominación de un candidato sino las aspiraciones colectivas. Sin campañas electorales, porque la campaña electoral aquí es la propia vida del hombre, nominado por el pueblo; su campaña electoral es su propia biografía, su conducta a lo largo de su vida, y su página de servicios a la patria.

“¡Jamás se produjeron unas elecciones con tanto entusiasmo! Jamás en Cuba –ni en la época en que votaban hasta los muertos– hubo una participación de más del 90 por ciento en las elecciones. […] Primera vez que en Cuba se celebran unas elecciones sin bayonetas y sin fusiles a las puertas de las escuelas. Y esto es lógico, porque estas no eran elecciones de rapiña, no era una pugna por repartirse un botín, sino las elecciones del pueblo revolucionario, organizadas por el pueblo revolucionario, y para el servicio del pueblo revolucionario, con la participación incluso de los pioneros. […] ¡Esas sí son elecciones!”, afirmó.

Siempre que se manejó la intención del voto unido esclareció: “Si hay quien no quiere votar por alguno, está en su pleno derecho de no votar por alguno. Tiene derecho a votar por todos, por varios, por uno o por ninguno, debe sentirse realmente libre el ciudadano. El valor del voto unido es que exige un trabajo de persuasión, de educación, de formación, y es una apelación a la conciencia, no a la disciplina”.

Validez de un legado

No solo debemos defender nuestro concepto de democracia, sino que debemos sentirnos orgullosos de él, aseveró Fidel. Hoy el pueblo lo respalda. (Foto: radiorebelde.cu)

A lo largo de cinco décadas ha quedado de manifiesto la convocatoria de la dirección de la Revolución para que el pueblo ejerza la democracia de manera plena, orgánica y consciente. Y en esa aspiración, la huella de Fidel Castro Ruz, su líder histórico, resulta incuestionable.

Bajo la visión fidelista, la democracia no queda en un significado teórico sino que para él dicho término conlleva una aplicación práctica dentro de la sociedad, donde la participación popular en la toma de decisiones encarna la dignificación del individuo.

En defensa de una obra de conjunto, reiteró siempre que la esencia de la democracia cubana radica en la batalla ineludible por garantizar la justicia social, el bienestar colectivo, la unidad del pueblo, la independencia nacional, la solidaridad con países hermanos, el enfrentamiento a la voracidad imperialista.

Lo más importante es la participación. Fue esa la máxima del Comandante en Jefe en días en que correspondió poner las urnas a voluntad del pueblo. Cuba le respondió en varias oportunidades con más de 90 por ciento de asistencia.

A las puertas de un nuevo proceso electoral, el primero que se celebrará sin la presencia física de Fidel, su máximo inspirador, el desafío mayor está en mantener presente su ejemplo y su prédica; participar y confiar en el futuro. Así, jamás morirá su legado.

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