sábado, 19 de agosto de 2017

La “antología” sobre el “centrismo” en Cuba: Lenin y los otros.

Por Pedro Monreal

Independientemente de la manera en que se construyeron los conceptos expuestos en la “antología” Centrismo en Cuba: Otra vuelta de tuerca hacia el capitalismo, la proposición esencial que se postula en los textos analizados es que el “centrismo” es contrarrevolucionario.
En un análisis sobre la “antología” lo que revestiría mayor interés no es el concepto de “centrismo” en sí mismo sino poder verificar la validez de la proposición de que el “centrismo” es contrarrevolucionario.
Después de todo, una marca política como la de “centrismo” no debería ser muy preocupante para muchos a quienes recientemente parece habérseles endilgado esa etiqueta en Cuba pues hasta del propio Lenin se dijo alguna vez que su posición política era de “centro”.
El colega Julio César Guanche ha llamado la atención acerca de que eso no lo hizo un analista cualquiera sino Antonio Gramsci: “Por lo que se refiere a Rusia, yo he sabido siempre que, en la topografía de las fracciones y tendencias, Radek, Trotski y Bujarin ocupaban una posición de izquierda, Zinóviev, Kámenev y Stalin una posición de derecha, mientras que Lenin estaba en el centro y actuaba de árbitro en toda la situación. Eso, por supuesto, en el lenguaje político corriente”.
De hecho, en relación con ese tipo de etiquetas el propio Gramsci consideró que “Como es sabido, el núcleo que suele llamarse leninista sostiene que esas posiciones «topográficas» son absolutamente ilusorias y falaces, y en sus polémicas ha demostrado continuamente que los supuestos izquierdistas son pura y simplemente mencheviques, que se mimetizan con lenguaje revolucionario, cuando en realidad son incapaces de estimar las reales correlaciones de fuerza”. (Ver Antonio Gramsci, “Carta a Togliatti, Terracini y otros”, 9 de febrero de 1924. http://www.gramsci.org.ar/1922-26/14-cartaa-togliatti-fe-24.htm)
La valoración de las proposiciones de la “antología” pudiera ayudar a comprender si esta tiene la capacidad para estimular el diálogo y el debate útil, o si, por el contrario, a lo que tiende es a provocar una polarización poco productiva de la discusión política en Cuba.
¿Proposiciones válidas?
El punto crucial del análisis de contenido de los textos radica precisamente en examinar la validez de esa proposición y ello implica hacer un análisis para evaluar las diversas maneras en que se enuncia tal proposición en diferentes textos de la “antología”.
Expresado en términos sencillos, la validez de una proposición, inferencia, o conclusión de un texto, consiste en poder constatar si el argumento lógico que se ha construido logra reflejar la realidad de una manera lo más objetivamente posible.
Como se conoce, el tema de la objetividad en la producción de ideas, tanto científicas como de otro tipo, es un asunto polémico. Al nivel de la valoración que aquí se hace, que no debe ser tomada como un análisis acabado, quizás sea suficiente considerar que la constatación objetiva se produce cuando la proposición no existe solamente en la mente de quien la ha formulado. Es decir, cuando la proposición opera como una entidad intelectual que es aceptada como razonable por otros y que pudiera ser examinada en sí misma.
Debido a que no se hace aquí una valoración de textos científicos, los cuales exigen una particular evaluación de validez, nos limitaremos a expresar consideraciones desde la perspectiva más general de cómo debe operar el pensamiento lógico.
En ese plano, existen cuatro niveles de validez, cada uno de ellos relacionado con una pregunta relevante:
  • Validez de conclusión: ¿Existe una relación entre el concepto clave y otras variables presentes en la proposición?
  • Validez interna: Asumiendo que existiera una relación entre el concepto y las otras variables, ¿existe una relación de causalidad entre ellas?
  • Validez de “construcción”: Asumiendo que existiera una relación causal, ¿puede saber el autor si la “construcción” (representación ideal de la realidad) se ha convertido en algo que pueda ser examinado y entendido por otros?, es decir, que haya dejado de ser solamente una idea en la mente del autor.
  • Validez externa. Asumiendo que existiera una relación causal, ¿es generalizable la proposición a otras entidades distintas a las involucradas en la observación directa que hizo el autor?
 La validez de las proposiciones de los textos de la “antología” expresaría dimensiones distintas -y complementarias- respecto a la manera en que se relaciona el concepto clave (“centrismo”) con la variable “contrarrevolución”.
Por esa razón, para el análisis es imprescindible precisar qué debería entenderse por una posición política contrarrevolucionaria en la Cuba de hoy. Seguramente pudieran ofrecerse diferentes definiciones y por ello aquí se hace explícita la que se ha utilizado en este análisis.
Existe una posición contrarrevolucionaria en Cuba cuando ocurre, al menos, una de las siguientes dos circunstancias: a) se postula la necesidad y/o conveniencia de acabar con el control del poder político por parte del Partido Comunista de Cuba (PCC); y b) se demanda que los medios de producción fundamentales no sean de propiedad social. Es decir, cuando una posición política atenta contra cualquiera de los dos pilares de un modelo comunista.
En el terreno de las ideas políticas, una proposición válida no aspira necesariamente a la eternidad. Su validez y su efectividad discursiva están ligadas a su aquí y a su ahora. Es inseparable de su contexto ideológico de producción y de su contexto político de operación.
Para algunos especialistas, la ideología no debería entenderse solamente como principios, creencias, actitudes y valores, sino también como una forma de conocimiento, es decir, que debe considerarse que los actores políticos tratan sus opiniones sobre el mundo como conocimiento, algo a lo que se le ha denominado “ontología social”. (John Levi Martin y Matthew Desmond, “Political Position and Social Knowledge”, Sociological Forum, Vol. 25, No. 1, March 2010).
Ello ayudaría a entender la razón por la que en esta reciente discusión sobre el “centrismo” en Cuba, además de posibles cuestiones de principios y quizás hasta de intereses, también pudiera estar ocurriendo que quienes se encuentran en distintos lados del debate no consideren que están observando una misma “cosa” a la que evalúan aplicando distintos valores, sino que pudiera suceder que consideren que están mirando “cosas” distintas, denominadas con un mismo término.
Se asume, por tanto, que en el contexto actual esa discusión difícilmente se produzca de la manera nítidamente delineada que se ha esbozado en la definición de “contrarrevolución” anteriormente apuntada. La política es un sistema complejo y sus debates expresan esa complejidad. Esto hace más difícil el análisis, pero no lo impide.
Variantes de la proposición esencial de los textos
Los doce textos analizados, escritos por nueve autores, enuncian proposiciones claramente identificables. De ese conjunto, existen diez textos cuyas proposiciones no llegan a satisfacer el nivel básico de validez de conclusión: los dos textos de Gómez Sánchez, los dos textos de Luque, y las contribuciones de Ubieta, Ichikawa, Hernández Pérez, Luque, Capote y Lagarde.
Existen otros dos textos cuyas proposiciones satisfacen el criterio de validez de conclusión, pero no los restantes criterios. Se trata de los dos textos de Iroel Sánchez, que en esencia retoman proposiciones de Ichikawa, aunque se trata de aquellas que fueron formuladas por este último autor en un texto que no fue publicado en la “antología”.
La proposición de que el “centrismo” es contrarrevolucionario en la Cuba actual implicaría tener que aportar evidencia de que el “centrismo” –como postura ideológica o posición política- es irremediablemente contrarrevolucionario, o sea, que inexorablemente manifiesta una posición política favorable a la eliminación de cualquiera de los dos pilares del modelo actual (control político por parte del PCC y propiedad social sobre los medios de producción fundamentales).
En el caso de que la proposición hubiera sido formulada de una manera que existiera la posibilidad de que algo a lo que se le denominase “centrismo” pudiera no ser contrarrevolucionario, según la definición de esto último que se ha adoptado aquí, el criterio de validez de conclusión no se cumpliría. Obviamente, la utilización de una definición distinta de contrarrevolución pudiera cambiar la valoración de validez.
A continuación, se presenta un sumario de proposiciones que se consideran que no satisfacen el criterio de validez de conclusión:
Javier Gómez Sánchez: “En ese centro fabricado caen muchos que son verdaderamente de izquierda, socialistas y revolucionarios cubanos, sin percatarse del daño que les hacen a esas causas, que no son perfectas, pero son mejorables y no deben ser abandonadas” (pág. 51) y “El centrismo y sus exponentes son y seguirán siendo por su naturaleza parte de la contrarrevolución” (pág. 173)
Comentario: El “centro”, concebido como “trampa”, implica que es un “lugar” que puede incluir revolucionarios. El “centro” no sería, por tanto, algo inexorablemente contrarrevolucionario. La indefinición en el texto de la supuesta “naturaleza” contrarrevolucionaria del “centrismo” no permite apreciar una relación entre el concepto crucial (“centrismo”) y una imputada postura contrarrevolucionaria.
Luque Zayas-Bazán: “Se diferencian claramente los participantes en ese debate ciberespacial: los que se alinean sin dudas con la Revolución, sin hagiografías triunfalistas pero sí con posturas críticas constructivas, de los que declaran admitir la legitimidad de la Revolución y su actual gobierno pero la valoran algo menos que ya inoperante y fracasado” (pág. 71) y “Ante esas perspectivas, que no por sólo probables deben desconocerse o minimizarse, esas propuestas para el rumbo de Cuba se pueden considerar erradas e irresponsables” (pág. 88).
Comentario: La declaración de aceptación, por parte de alguien, acerca de legitimidad de la Revolución y la opinión simultánea de una percepción de inoperancia y de fracaso del gobierno no entraña necesariamente una posición contrarrevolucionaria. Habría que probar que ese desencanto o frustración se traduce en una acción concreta que buscase eliminar los pilares del modelo vigente, una evidencia que el autor no aporta. Por otra parte, en el texto se critican propuestas “erradas e irresponsables”, pero eso es algo muy distinto a que sean propuestas contrarrevolucionarias.
Elier Ramírez Cañedo: “Hoy vemos como ese nacionalismo de derecha que se estimula por quienes nos adversan, bajo el ropaje engañoso de centrismo, no tiene otro objetivo que el intento desesperado de restaurar el capitalismo en Cuba” (pág. 29).
Comentario: La supuesta conexión que establece el autor entre “centrismo” y nacionalismo de derecha se basa en la falacia de atribuir a Martínez Heredia tal conexión. No se ofrece evidencia alguna respecto al mencionado objetivo de restauración del capitalismo. Puede que el autor “lo vea”, pero eso no es suficiente cuando se trata de hacer una proposición lógica.
Ubieta: Cuba Posible (la teoría) se hace acompañar de OnCuba (la descripción minimalista). Ambos procuran golpear los espacios de prestigio de la Revolución: la igualdad, la solidaridad, el heroísmo” (pág. 136).
Comentario: La referencia a dos entidades catalogadas como “centristas” incluye dos posibles relaciones con una posición contrarrevolucionaria: intencionalidad de “golpear” y los temas específicos en los que ello se manifestaría. El texto no ofrece prueba concreta respecto a la intencionalidad, y en el plano de la realidad -por fuera de la mente del autor- ambas publicaciones incluyen contenidos verificables que contradicen la afirmación generalizadora respecto a los “espacios” que supuestamente son “golpeados”.
Hernández Pérez: Este centrismo, tropical e instantáneo, trabajosamente deslizado entre el sector más joven, y coherente con su intención de regreso al sistema de Partidos Políticos, se muestra más como un intento de programa electoral que como una plataforma social de alguna perspectiva futura, al menos si depende de sus propios preceptos y no de alguna fuerza exterior que lo coloque “por encima de la sociedad”, como al estado burgués. Una de las pruebas de ello es ver hasta qué punto sus argumentos se quedan en la manipulación de síntomas, o sea, en el modo de diagnosticar acerca de las carencias y necesidades de la sociedad cubana” (pág. 152) y “su difusión pasa por el financiamiento que sale del departamento del Tesoro estadounidense para lo que llaman el programa de reinstauración de la democracia en la Isla. Una y otra vez se han desclasificado, o se han puesto al descubierto por ejercicio periodístico, las vías de inyección de ese financiamiento y sus objetivos de destino” (pág. 150).
Comentario: No queda claro en qué pudiera consistir la imputada “manipulación de síntomas”, esgrimida como “prueba”, pero incluso si tal manipulación hubiera ocurrido, una manipulación de ese tipo de diagnóstico no se relaciona con una posición política que inevitablemente proponga desmantelar los pilares del sistema vigente en el país. Se dice que el “centrismo” es financiado por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, pero no se aporta evidencia alguna.
Capote: Los representantes de llamado centrismo en Cuba, que se presentan como una tercera opción, una vía intermedia entre el capitalismo y el socialismo, etc., tratan de demostrar con una serie de sofismas, lo inoportuno de la vía revolucionaria, niegan, como negaron a finales del XIX los Autonomistas, a la Revolución” (pág. 175).
Comentario: No se aporta evidencia concreta que permita establecer una relación entre el “centrismo” y la supuesta negación de la Revolución. La negación de los pilares de un modelo político y social vigente siempre se expresa en posicionamientos concretos, pero sobre eso el autor no ofrece datos.
Lagarde: A la par, ofrecen fórmulas para replantear el socialismo desde nuevos paradigmas políticos y filosóficos (multipartidismo, reformas constitucionales y democráticas, sistema electoral, papel de vanguardia del PCC)” (pág. 5).
Comentario: Ofrecer fórmulas para “replantear” el socialismo es diferente de ofrecer fórmulas para prescindir de alguno de los pilares del socialismo.
Ichikawa: el “centro” político; una posición que se percibía a sí misma como “moderada”; o mejor, cautelosa. Distante de la “extrema izquierda” fidelista y de los “anticastristas radicales”, relacionados simbólicamente con Miami. Estas personas, sin una base social definida, serían la élite del “golpe suave” que derrocaría al gobierno cubano; o que por lo menos extremaría las reformas raulistas” (pág. 127).
Ese sector de “centro” se pondría realmente muy nervioso de entrar en diálogo con posiciones de “anticastrismo extremo”; con las que sin embargo comparte expectativas políticas respecto al fin del comunismo y el fidelismo en Cuba. Se tienen repulsa foral, pero son aliados políticos potenciales” (pág. 129).
Comentario: Aunque el concepto de “centro” de Ichikawa es el más preciso de la “antología”, las dos proposiciones identificadas en el texto de Ichikawa publicado en la “antología” contienen indefiniciones relativas a otras variables de las proposiciones que dificultan aceptar la validez de conclusión. Dependiendo de lo que pudiera entenderse por “reformas raulistas” -algo que no es aclarado en el texto-, la posibilidad de adoptar una posición política que fuese favorable a “extremarlas”, que tampoco se precisa qué es, no tendría que ser inevitablemente una posición contrarrevolucionaria. Por otra parte, las expectativas políticas se manifiestan y son observables. Sin embargo, el texto no precisa de qué manera el “centrismo” se asocia con posiciones contrarias a algo indeterminado a lo que se le denomina “fidelismo”. Parecería asumirse, cuando menos, una diferencia entre dos posiciones a las que se le denomina “raulismo” y “fidelismo” que, al no ser precisadas, dificulta la formulación de una proposición validable.
Proposiciones con validez de conclusión, pero con otras brechas de validez.
Los dos textos de Iroel Sánchez, escritos con aproximadamente un año de diferencia, contienen la que es probablemente la proposición mejor encauzada de todo el volumen.
Se trata de una proposición originalmente formulada por Ichikawa en marzo de 2015 -asociada a la definición del “centrismo”- que Sánchez retoma: el “centrismo” critica al “régimen político de la isla”.
Específicamente criticaría uno de los pilares del sistema político vigente: el poder del PCC en el marco de un sistema político unipartidista.
Es una proposición afín a los argumentos tradicionalmente planteados por Sánchez, expuestos con anterioridad a la profusa utilización del término “centrismo” a partir de abril de 2016.
En “La hoja de ruta y la tercera vía”, el cual es cronológicamente el primer texto de la “antología” (25 de marzo de 2015), se establece una conexión directa entre esa proposición y algunos debates anteriores, específicamente los que se reflejaron en La Pupila Insomne en abril y mayo de 2014 (pág. 69).
“El “corrimiento al ´centro´”, el cual es cronológicamente el segundo texto más antiguo del volumen (18 de abril de 2016), fue con el que La Pupila Insomne comenzó a colocar sistemáticamente el término “centrismo” en el debate nacional. En ese texto, Sánchez retoma el concepto de “centrismo” de Ichikawa para reiterar la proposición de que el “centrismo” es contrarrevolucionario, esta vez conectándola con una entrevista al destacado intelectual Fernando Martínez Heredia, en la que se proyectó la falsa imagen de que Martínez Heredia había utilizado el término “centrismo” (pág. 45-47).
La proposición originalmente formulada por Ichikawa y adoptada por Sánchez de que el “centrismo” es contrarrevolucionario porque critica uno de los pilares del sistema político vigente (poder unipartidista del PCC) es una proposición con validez de conclusión. Se basa en una observación directa de casos y es verificable el hecho de que una serie de personas y de plataformas habrían expresado posiciones políticas favorables al pluripartidismo en el marco del debate actual en Cuba (pág. 66-67).
Quizás pudiera esgrimirse que el pluripartidismo no sería necesariamente un ataque contra uno de los pilares del sistema vigente. Sin embargo, en el contexto específico de Cuba no cabe esperar que tal noción (la aceptación de que el pluripartidismo no es contrarrevolucionario) tenga probabilidades de ser aceptada como un argumento válido por la mayoría de los actores que participan en los debates. Como he señalado anteriormente, la validez y efectividad discursiva de ese tipo de proposiciones están ligadas a su aquí y a su ahora. Es inseparable de su contexto ideológico de producción y de su contexto político de operación.
Obviamente, la proposición de que el “centrismo” es contrarrevolucionario debido a que atenta contra uno de los pilares del sistema vigente en Cuba fue reproducida -con variada presencia e intensidad- por otros textos de la “antología”. Se ha hecho énfasis aquí en los textos que la presentaron originalmente (los de Sánchez) porque los artículos publicados con posterioridad se limitaron esencialmente a repetir la proposición.
A pesar de que es una proposición que cuenta con validez de conclusión, la manera en que esta ha sido reflejada en los textos de la “antología” ha impedido que pueda satisfacer otros criterios de validez (interna, construcción y externa).
La explicación de causalidad entre “centrismo” y contrarrevolución (necesaria para la validez interna) exige un tipo de elucidación que permita establecer convincentemente la causa (“centrismo”) como la condición necesaria y suficiente del efecto (contrarrevolución).
El manejo impreciso de lo endógeno y de lo exógeno en los textos, así como el énfasis en derivar el “centrismo” de una teoría más general (“tercera vía”) parece haber reducido el peso que han tenido las explicaciones causales -que siempre son concretas y precisas- en el marco de la “antología”. Esa carencia de argumentación convincente de causalidad crea inevitables brechas de validación en los siguientes dos niveles (construcción y externa) pues estos descansan en la premisa de que tendría que existir una relación de causalidad.
Posiblemente sea la ausencia de validez externa la deficiencia de argumentación lógica que pudiera tener un efecto más negativo para la credibilidad de la “antología”. En el volumen está presente una tipología de “centrismo”, estilo “gran saco”, que ha sido utilizada de un modo impreciso, de manera que mucha gente parece haberse sentido aludida.
La reiterada generalización de una proposición, que, siendo apropiada para una serie de observaciones directas realizadas, no son pertinentes ni extensibles a otras personas que quedasen fuera de aquella observación directa, pudiera explicar la respuesta crítica que se ha observado por parte de personas ubicadas en un amplio espectro de opiniones políticas.
Lo que parecería estarle causando un problema de efectividad política a la “antología” no es tanto el concepto de “centrismo” sino la formulación de una proposición (“centrismo” = contrarrevolución) que para muchos presumibles “centristas” no solamente sería inaplicable sino políticamente ofensiva.
El problema no consiste en que la “antología” sea un panfleto, sino en que es un mal panfleto.
La presencia de algunos textos mejor escritos y más precisos no logra salvar a la compilación en su conjunto.
Como argumento político, la crítica al pluripartidismo debería haber funcionado como una tesis efectiva para la “antología”. Ese es un asunto puntual, fácilmente definible, y ampliamente aceptado en Cuba como algo que no es compatible con el sistema político actual. Es un tema potencialmente mucho más efectivo que el relativo al otro pilar (propiedad de medios fundamentales).
Sin embargo, lo que se refleja en la “antología” es un manejo disperso y llano del primer argumento (pluripartismo) y un embrollo en el manejo del segundo (lo económico). Esto último se explicaría por el exiguo conocimiento que sobre temas económicos evidencian los autores de la “antología”.
De manera sorprendente, lo que pudo haber sido el punto articulador de una narrativa con robustez lógica -la conexión entre “centrismo” y pluripartidismo- es, sin embargo, un tema con muy poca presencia en la “antología”. En realidad, además de los artículos de Sánchez, solamente otros dos textos analizados abordaron el asunto: Luque (pág. 123) y Ubieta (pág. 134).
Habría que tener en cuenta que las posiciones políticas favorables al pluripartidismo -las que se plasman por escrito- no parecen ser mayoritarias ni predominantes, inclusive en algunas de las plataformas usualmente caracterizadas como “centristas”. Ello pudiera haber limitado de todas maneras la efectividad de la “antología”, aun en un hipotético escenario en el cual los autores del volumen hubiesen sido capaces de articular mejor los argumentos contra las posiciones que defienden el pluripartidismo.
Aunque el tono predominante de la “antología” es el de una denuncia combativa caracterizada por un exaltado contexto narrativo, unos pocos textos no son panfletos estándares, al menos en lo que al lenguaje se refiere. Sin embargo, muchos textos publicados evidencian más denostación que argumentación.
Si a ello se une la adjudicación impropia de citas sobre el “centrismo” a Martínez Heredia y la ausencia selectiva de elementos en las definiciones aportadas por quien ha sido el conceptualizador más preciso de la “antología” (Ichikawa), el balance final apunta hacia una “antología” que exhibe carencia de calidad en su lógica narrativa.
Un comentario final
La “antología” es un hecho y parece existir la intención de “aumentar sus páginas”. Esto plantea la conveniencia de considerar la posible trayectoria y modalidades del debate que ya existe. En ese sentido, cabría la posibilidad de que quienes hasta ahora hubieran asumido que tiene sentido hacer una discusión razonada frente al pensamiento panfletario representado en la “antología”, dejasen de intentar hacer una interacción razonada.
Pudiera llegarse a la conclusión de que lo panfletario –por su naturaleza- no busca el diálogo ni el entendimiento, ni tampoco le interesa ser constructivo porque el panfleto lo que persigue es la demolición de otras ideas y la imposición de las ideas del panfletista. Un escenario posible pudiera ser entonces que se llegase a la conclusión de que discutir de manera racional y constructiva no sería algo políticamente efectivo.
De llegar a predominar la visión de que el panfleto político no tiende puentes, sino que profundiza la brecha, entonces pudiera llegarse a una batalla de panfletos porque, después de todo, un panfleto no se responde con resultados de investigación social, sino con otro panfleto mejor.
¿Nos quedaremos entonces con una “topografía” política polarizada en la que se intercambien panfletos?
¿Es eso lo que viene?

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