Por: Rosa Miriam Elizalde, Ladyrene Pérez
Raúl Roa Kourí en la grabación de este podcast. Foto: Ladyrene Pérez/ Cubadebate
Bienvenidos a un nuevo podcast de Cubadebate a través de Spreaker. Grabamos desde el Estudio 1 de Radio Rebelde, hoy con un invitado especialísimo, Raúl Roa Kourí. Vamos a hablar de Viento sur, un libro que ya se presentó en la Feria Internacional de La Habana, este año, pero que va a tener un relanzamiento en el Instituto de Relaciones Internacionales (ISRI), en septiembre. Es una obra bastante sui generis, cuya edición príncipe es de 1953 y no ha vuelto a la imprenta hasta ahora, más de cincuenta años después.
Se trata un libro importantísimo para entender el contexto de la República y el pensamiento de su autor, y es, además, una obra deliciosa del padre de nuestro invitado. Hablaremos, por supuesto, de Raúl Roa García, el Canciller de la Dignidad, y uno de los intelectuales más más simpáticos y más sólidos del siglo xx cubano. Le damos la bienvenida a Raulito Roa a Cubadebate, pero antes de entrar en el contenido del libro, quisiera que me hablaras de la circunstancia en la que tu padre armó esta obra.
Raúl Roa Kourí: Cómo no. En primer lugar, Rosa Miriam, muchas gracias por invitarme al programa, y además, muchas gracias por eso de especial, no sé cuán especial será tu invitado, pero de todos modos, como tú dices, Viento sur es un libro sui generis.
Esta edición, que no reproduce exactamente la edición príncipe, sino una parte de aquella, pues, lamentablemente, por cuestiones económicas hubo que reducir una serie de capítulos; recoge el material que quedó y es realmente, representativa de la obra original.
El libro fue publicado en 1953, no recuerdo si fue un poco antes o un poco después, es decir, si estaba mi padre en Cuba todavía cuando salió la primera edición, de la Editorial Selecta, la misma que había publicado Bufa subversiva, su primer libro, en 1935. Más tarde, salió Quince años después, así titulado porque vio la luz tres lustros después deBufa subversiva, y Viento sur –cuya aparición no llegó a ser quince años más tarde del libro homónimo–, que recoge artículos de periódicos y revistas publicados por mi padre entre 1939 y 1953, principios del ’53.
Viento sur tiene ese título por una razón que mi padre explica muy bien y cito de memoria: “Sopla hoy en el mundo un viento sur, que es un viento estéril, caliginoso, hirsuto”, etcétera, lo define en su Introito, que para mí es un prólogo fabuloso. Recuerdo que Víctor Casaus me pidió que yo hiciera un prólogo para esta edición de Viento sur y le dije: “No hay más prólogo para Viento sur que el de mi padre”, es realmente insustituible.
Vale la pena leer esa entrada del libro, donde Roa dice: “Sopla hoy en el mundo el viento sur, es un viento estéril, hirsuto, caliginoso, exasperante y sucio, enajena el mar, monda el bosque, libera el lodo, empuerca el alma, angosta la risa, embota la mente, enerva el sensorio, degüella el canto, pega en la cara y embarra la boca de tierra parda, espesa y viscosa”.
Raúl Roa Kourí: En verdad tiene ritmo de poema, y además, un idioma, un lenguaje, que corresponde a literatura más que a la prosa política.
Sin embargo, ese viento sur que soplaba entonces, estamos hablando del año ‘53, es el mismo que sopla hoy, es el mismo, sólo que es peor, incluso hoy es peor el viento sur o el viento vira’o, como le llamaban nuestros guajiros “sibilinamente”, según Roa. Es el que existe hoy en el mundo, es decir, todo lo que estamos viendo: concentración del imperialismo, del hegemonismo mundial de los Estados Unidos, eso es algo que mi padre ve en aquella época, que denuncia, porque lo viene haciendo desde Bufa subversiva. Se trata de una continuidad del pensamiento político de Roa sobre la situación nacional, pero también internacional.
El libro se publica originalmente en 1953 y esta edición tiene cinco capítulos, uno de ellos dedicado al golpe del 10 de marzo de 1952, del dictador Fulgencio Batista. Roa analiza ese contexto con toda la frustración y la furia del momento. Está aquí la mirada de un revolucionario que carga una historia de luchas contra la tiranía machadista, profundamente antiimperialista.
Raúl Roa Kourí: Efectivamente. Hay una cosa que dice aquí, y lo cito: “La etapa que hoy vivimos es sin duda contrastada objetivamente mejor que la de ayer, mas es sólo eso, una etapa. Mientras esté en devenir, la Revolución de 1895 no se habrá coronado. Y como los tiempos son otros y el mundo ha entrado en nueva y decisiva fase de su historia, en la cual se entremezclan significativamente estertores y vagidos, habrá que culminar la Revolución de 1895 a la altura de la época y en apretado haz con los pueblos que Simón Bolívar liberó con su espada y José Martí fecundó con su verbo”. Fíjate que dice exactamente que hay que hacer lo que hemos hecho, la Revolución antiimperialista, socialista, que tuvo lugar en Cuba, pero además, la revolución que se ha venido gestando en América Latina por los pueblos, basada precisamente en el ideario de Simón Bolívar y de José Martí. Es algo que Roa no sólo prevé, sino afirma que eso es lo que se debe hacer.
Lenguaje culto y popular en una voz única
Este no es solo un libro de combate, sino una nueva evidencia de la prosa de Roa, que tiene un estilo único, con una capacidad inigualable para engarzar el lenguaje culto y el popular, al punto de jugar magistralmente con las palabras. Un artículo de este libro, “Criptograma”, es un jeroglífico que, sin embargo, todo cubano puede entender perfectamente. El cifrado deja ver una clara su intención de denuncia.
Raúl Roa Kourí: Todas las palabras pertenecen a la lengua española. Recuerdo cuando yo lo leí que había muchas palabras cuyo significado no sabía, mi padre me dijo: “Búscalas en el Diccionario de la Real Academia, están todas ahí”, y efectivamente, ahí están todas.
Difícilmente haya una burla más inteligente e incisiva contra el batistato, en juego cómplice con el lector.
Raúl Roa Kourí: Lo es, pero además, es una burla al censor: en aquella época la censura se aplicaba a toda la prensa cubana, y el viejo simplemente se burlaba del censor de El Mundo, que entre otras cosas era un ignaro, y no entendió absolutamente nada de lo que significaba “Criptograma.”
Esta capacidad de Roa de utilizar el lenguaje culto y el popular como ningún otro intelectual de su época, lo destaca Samuel Feijóo en un número de la Biblioteca Nacional al conmemorarse el centenario de Roa. Dice Feijóo que si las conversaciones entre ellos se hubieran grabado los filólogos estuvieran gozando con el tremendo cubañol que hablaban. ¿Cómo eran esas conversaciones?
Raúl Roa Kourí: Hay que empezar diciendo que Samuel Feijóo es otro personaje fabuloso de la literatura, de la vida cubana, un creador de imaginación extraordinaria, un hombre, además, que conocía profundamente los redaños de la vida cubana, del monte, del campo, de las montañas, y se conocía los dichos, los hechos de la vida en el Escambray y de los lugares cercanos adonde él vivió, que era en Santa Clara, pero además, conocía de los mitos, conocía de todos estos cuentos y relatos de las abuelas, de los negros viejos, y entonces utilizaba un vocabulario también muy prolífico, y se divertía con mi padre hablando de esos temas e inventando incluso palabras, porque los dos se dedicaron a acuñar palabras, pero con mucho sentido.
¿Por ejemplo?
Raúl Roa Kourí: Ahora no te puedo decir alguna en concreto, pero yo sí recuerdo que inventaban nombres para animales o nombres para otras cosas, o para personas, le decían a alguien un apodo, le inventaban un apodo a la gente.
Parece que era común en algunos de los compañeros de Roa. Carlos Rafael Rodríguez inventó la palabra “tarúpido”.
Raúl Roa Kourí: “Los tarúpidos”, decía mucho Carlos Rafael. Trabajé con Carlos y recuerdo que me decía: “Estamos rodeados de tarúpidos”, una mezcla de tarado con estúpido. Eso es de Carlos.
Larguirucho, flaco, intranquilo…
El Roa más conocido es el Canciller de la Dignidad, y así se llama habitualmente. No sólo por la dignidad con la que representó a su país, sino por esas batallas que libró frente al enemigo ideológico en la OEA y en las Naciones Unidas, con expresiones poco convencionales en la diplomacia e ingeniosísimas, en los momentos dramáticos de la invasión de Girón y durante la Crisis de Octubre. Pero ahí no termina Roa. Sabemos cómo él se describió: “Larguilucho, flaco, intranquilo, boquigrande, orejudo, ojillos soñadores con relumbres de ardilla, a veces melancólico, jocundo casi siempre, lenguaraz a toda hora, y más peludo que un hippie, aunque ya anti-hippie por naturaleza”. ¿Cómo era él exactamente?
Raúl Roa Kourí: Él era así como se describe, pero también hay una presentación que hace Pablo de la Torriente de mi padre en Bufa subversiva donde realmente dice lo mismo más o menos, porque Pablo lo caló muy bien, y era su íntimo amigo, y realmente lo define así y como un hombre desordenado, salvo en la creación de collages fotográficos…
Dice Pablo de la Torriente: “Y sobre todo Raúl Roa, enfermo desde mañana antes de declarar la huelga de hambre, convertido en una línea horizontal rodeada de pellejo y llena de un pelo tumultuoso en la cabeza, que demostró tener el espíritu más firme que pudiera imaginarse. Raúl Roa es un hombre”. Es una descripción más cercana al imaginario de Roa que la hecha por el propio Roa, ¿o no?
Raúl Roa Kourí: Es una definición cierta, pero la que hace mi padre de sí mismo también es una definición cierta. Él era un hombre largo, flaco, yo le veía feo, y un día incluso me acuerdo que le dije cuando era yo niño, a mi madre: “Mamá, ¿cómo es que tú, que eres una mujer tan bonita, te has casado con un hombre tan flaco y tan feo?”, y ella respondió: “Cuando yo conocí a tu padre él tenía una melena romántica muy linda, y además, era un hombre que hablaba muy bien, y lo sigue haciendo, y eso fue lo que me interesó, su inteligencia, no su aspecto”.
Por cierto, tus padres se conocieron muy jóvenes.
Raúl Roa Kourí: Mi madre tenía trece años, y mi padre estaba preso en El Príncipe con un grupo de compañeros del Ala Izquierda Estudiantil, entre ellos estaba Pablo también, por supuesto, y otros más. La hija de mi tío-abuelo, Jorge Roa, Olivita, era amiga de mi madre del colegio, aunque algo mayor que mi madre, y un día le propuso: “Vamos a ver a a mi primo Raulito, que está preso en El Príncipe”, y mamá fue con ella, y así fue como conoció a mi padre.
Mi padre, por supuesto, aunque en aquel momento tenía veintitrés años y mamá trece (era una niña de trece años bastante grande), se quedó muy impresionado con Ada Kourí, y como él conocía a Juan B. Kourí, dado que mi abuelo Kourí, era profesor de medicina, pero además el único miembro del claustro universitario que votó contra del otorgamiento del doctorado Honoris Causa a Gerardo Machado, al asno con garras, los jóvenes estudiantes rebeldes eran sus amigos y le admiraban.
Entonces, con el pretexto de oír al viejo Kourí, papá iba a su casa para ver furtivamente a Ada. Ese fue un romance que duró mucho años, porque ellos se casaron exactamente en 1935 después de la huelga de marzo. Mi padre había tenido que salir al exilio con Pablo de la Torriente y otros compañeros, y entonces desde Nueva York le pidió a mamá casarse, y a pesar de lo azaroso del asunto, convenció epistolarmente a todo el mundo de que debían casarse. Mis abuelos Roa estaban en contra, decían: “¿Cómo te vas a casar si tú todavía no tienes una vida hecha, cómo vas a mantener a Ada?”; respondió: “Trabajaremos, no importa”, y así, efectivamente, mamá se casó por poder y marchó a Estados Unidos al exilio, donde trabajó a destajo en una fábrica de ropa interior femenina, y mi padre trabajaba como camarero con Pablo, limpiaban platos y cosas así. Los dos eran dedicados; tanto es así que mi padre quedó después con la costumbre de ser él siempre el que lavaba los platos, después que mamá cocinaba, porque le gustaba, y además nunca aprendió, por supuesto (digo yo por supuesto no sé por qué, porque yo sí aprendí a cocinar,) él nunca aprendió a cocinar; y además, de la cárcel se quedó con la costumbre de lavar su ropa interior personalmente, siempre, y lo hizo dondequiera que estuvo.
Se casaron en 1935 y en 1936 naces tú. Estamos celebrando tus ochenta cumpleaños.
Raúl Roa Kourí: Ya los celebramos. El 9 de julio de este año arribé a la valetudinaria edad de ochenta años, pero de pie y p ‘alante.
No lo parece.
Raúl Roa Kourí: Bueno, pero los siento, los llevo.
Roa, el delicado
Ya que has invocado a Pablo, hay una foto donde están él y Roa juntos, a quien Fina García-Marruzle dedica un poema. Lo publicó en un ensayo que ella tituló “Roa, el delicado”. Es sorprendente, porque además subraya un rasgo que no parecería convenir exactamente con las descripciones de Raúl Roa que hemos citado aquí.
Raúl Roa Kourí: Cierto. Yo estaba presente el día que Fina lo leyó. Ese ensayo lo hizo Fina después de la muerte de mi padre y siendo rector Salvador Vilaseca del Instituto Superior de Relaciones Internacionales, que hoy lleva el nombre de Raúl Roa García. Vilaseca organizó un coloquio al cual invitó a Cintio Vitier, Fina García-Marruz, José Antonio Portuondo, Julio Le Riverend y a Federico de Córdova, que recordaron a mi padre. Realmente, todos escribieron ensayos estupendos, recogidos después por el ISRI en un pequeño tomo.
Yo me quedé sorprendido de aquel título de Fina, “Roa, el delicado”, porque nadie podría pensar que Roa era delicado, pero lo era, era delicado en sus relaciones con los demás. Era delicado, por ejemplo, en sus relaciones con gente que había sufrido, que había tenido problemas, a los cuales había defendido además; esa delicadeza de Roa la vio Fina, y es la única que yo recuerde, que ha dicho eso de Roa “el delicado”. Uno puede decir de Roa cualquier otra cosa, pero no le viene a mentes que fuera Roa, el delicado, y sin embargo lo era. El ensayo de Fina es precioso, sí, es una maravilla.
Fina también habla de cómo usaba Roa las palabras, y subraya que tu padre utilizaba una especie de “lenguaje de caballería”. Por ejemplo, él no dice tropa sino huestes y añade Fina: “una luz no ilumina, sino destella. Sus nombres preferidos son heraldo, paladín, bastión, giróvago o girovagante, vigía. Los espinazos son erectos y los picachos fulgentes. Basta fijarnos en sus adjetivos, afilado, señero, cabal, prometeico, recoleto, fragoso, empinado, centellante”. ¡Qué capacidad de observación!
Raúl Roa Kourí: Sí, es fantástico. Quiero decirte que mi padre afirmó haber heredado su estilo de puño y letra de su abuelo Ramón Roa. Si lees la prosa de Ramón Roa, verás muchas palabras que recuerdan las de su nieto Raúl, y es que papá bebió mucho de la obra de su abuelo Ramón Roa, a quien admiró enormemente y sobre quien escribió un libro muy importante, Aventuras, venturas y desventuras de un mambí, un verdadero fresco de la guerra del ‘68 y de la Cuba de aquella época, del ‘68 al ‘78.
Nos presenta a los mambises como realmente debieron ser, una vecinería humildísima.
Raúl Roa Kourí: Así mismo. Bueno, eso de que los mambises andaban en andrajos es cierto, y además, después en el ‘95 también. Cuando yo estudié Historia de Cuba en primaria, hace ya millones de años, eso no se hablaba, no se hablaba de la situación que tenían los mambises, y cómo lucharon contra viento y marea en aquella Guerra de los Diez Años, que fue una cosa terrible, y que se perdió por desunión de las tropas cubanas en realidad; eso impidió que se pudiera seguir la lucha en aquel momento, vino el Pacto del Zanjón, y por supuesto, la Protesta de Baraguá, que reafirmó el empeño del pueblo cubano en seguir la lucha por la emancipación nacional y social.
Pienso que Fina captó muy bien todo lo relativo al vocabulario de mi padre. Por otra parte, hay algo muy interesante, y es que Roa fue un gran lector de aventuras; para empezar, Emilio Salgari, que fue el libro de cabecera no sólo suyo sino mío, porque él me inculcó el hábito; pero también leyó a Julio Verne, Alejandro Dumas, Víctor Hugo…Todos los cultivadores del género.
Era igualmente un ávido lector de novelas, de poesía, gran admirador de poetas como Rubén Darío, por supuesto, de José Martí, de Casal, de Heredia, pero además, entre los poetas suyos preferidos a lo largo de la vida recuerdo que figuraban Rubén Martínez Villena -a quien admiró y quiso entrañablemente-, José Zacarías Tallet, Regino Pedroso…
Bochinche al Presidente de los EEUU
Acabo de releer El fuego de la semilla en el surco, de tu padre, una biografía sobre Rubén Martínez Villena que quedó trunca, porque Roa no la pudo terminar, no le dio la vida para eso.
Raúl Roa Kourí: Ese libro también es extraordinario, e igualmente un fresco de la vida de Cuba en aquel período de lucha contra Machado. Y déjame decirte una cosa, ese libro, como dices tú, quedó trunco, pero hay una historia que obviamente no es conocida. En aquellos días yo era Embajador ante las Naciones Unidas, y el Comandante en Jefe me comunicó que mi padre estaba mal y que cuando yo tuviera oportunidad viniera a Cuba a verlo, porque conocía nuestra estrecha relación. Hijo único, ¿no?, entonces tú entiendes que la relación con mi padre era muy cercana, había cierta complicidad entrambos. Él me leyó el último capítulo, lo había escrito; dos días después, me confesó: “Lo rompí “¿Cómo que lo rompiste?”, repuso: “Sí, porque no me gustó”. “Papá, pero si era excelente, era el colofón lógico del libro”, me dijo: “Sí, no, no, pero no me gustó porque yo quiero terminar como una obra beethoveniana y no llegaba a ser beethoveniano el final, y por lo tanto lo rompí y lo voy volver a hacer”, y ya entonces sí no le dio la vida para escribir ese último capítulo.
En ese libro tu padre describe con trazos casi cinematográficos el “recibimiento” que le dio la juventud cubana a Coolidge, el primer presidente de los Estados Unidos que llegó a Cuba, en 1928. Refiere la “tángana” de ese día frente al Teatro Nacional –hoy Gran Teatro de La Habana, visitado también por Barack Obama-, con gritos de “¡Abajo el imperialismo yanqui!” y “¡Viva Sandino!” Por cierto, una historia olvidada.
Raúl Roa Kourí: Sí, sí. Por supuesto, aquella visita, tuvo lugar durante el régimen de Machado, por lo tanto había repudio total al régimen existente, pero además, a Coolidge, que era quien apoyaba todo aquello, quien mantenía la Enmienda Platt y el intervencionismo en nuestros asuntos internos. Sus sucesores también siguieron esta política, ¿no?, por supuesto, pero bueno, Coolidge era entonces el representante de la política imperial.
En esta ocasión, la segunda visita de un presidente norteamericano a Cuba, realmente recibimos con mucho respeto al señor Obama, que a mi juicio es el representante del mismo imperio, que no ha cambiado ni de naturaleza, ni de política, ni de nada, y que se merecía no ese recibimiento cortés que le hizo el pueblo de Cuba, sino el bochinche que le armaron los argentinos. Pero estábamos hablando de la amistad de Roa y Pablo.
Con Pablo aún y siempre todavía
Por eso recordábamos el poema de Fina, dedicado a la foto donde aparecen los dos amigos. Ella suele hacer ese tipo de perfil poético. Recuerdo otro gran poema de Fina donde la imagen es la de Martí, en la fotografía que él se hizo en Jamaica con unas yerbajos al fondo.
Raúl Roa Kourí: Sí.
Donde ella dice: “Su traje me conmueve como una oscura música que no comprendo bien./Toco palabra pobre”. En este poema dedicado a una foto de Roa y Pablo están esos trazos poéticos, que revelan el carácter de los dos amigos. Es un soneto, titulado “Retrato”, escrito en 1983. Vale recordarlo a nuestros oyentes:
Pablo a tu lado siempre, ardiente, fiero
y festivo a la vez, de cubanía
entrañable, Pablo, que es Pablo de la simpatía,
muchacho siempre, y qué muchacho entero,
tan año treinta —política, boxeo,
estudiantil denuedo y tiranía—,
nauta parece aquí, hondo minero,
soldado recio y paladín del día,
Y tú, chisporroteante, de expresiva
mano que juega, que discute o clama,
al presidio que ahora te encaminas,
vas con tan libre y rara dulzura,
raro poeta allí, reverso de otra llama,
con Pablo aún y siempre todavía.
Raúl Roa Kourí: Es precioso ese poema de Fina.
Háblame de esa amistad.
Raúl Roa Kourí: Esa amistad se anuda en el bufete de Fernando Ortiz, donde Pablo trabajaba junto a Rubén Martínez Villena como mecanógrafo, y trabajaba también Conchita Fernández, quien después fue secretaria de Eduardo Chibás, y también de Fidel Castro, al triunfo de la Revolución.
Mi padre fue al bufete de don Fernando a ver a Rubén, y ahí le presentaron a Pablo. En ese momento se estaba organizando el 30 de septiembre de 1930, la gran tángana estudiantil del 30 de septiembre, donde murió Trejo, y mi padre, que conoce a Pablo en aquellas circunstancias en el bufete, le habla de todas estas cosas, de los preparativos y le dice: “Si no supiera que te acabas de casar —Pablo se había casado hacía poco con Teté Casuso—, te invitaría a que te unas a nosotros en esta tángana”, y Pablo contestó: “No, unido ya estoy, el que esté o no casado no tiene nada que ver, yo estaré allí también”, y ahí Pablo se enrola en ese movimiento, que después lo conduce a ser fundador del Ala Izquierda Estudiantil, Estaba allí y cayó herido también.
Junto a Trejo.
Raúl Roa Kourí: Al lado de Trejo, herido a sedal en la cabeza, y a los dos los llevan rápidamente a Emergencias, muere Trejo y Pablo, que no estaba herido grave, se salva; a partir de ahí se anuda una amistad muy profunda entre el viejo y Pablo, porque además, tenían un carácter similar, les gustaban las mismas cosas, les gustaba el cine enormemente, los dos iban a ver películas; sus ídolos preferidos del cine eran los mismos, Charles Chaplin, Lon Chaney, Buster Keaton, Jean Gabin. Les gustaban también actrices de la época, mujeres fatales, mujeres bellas.
Greta Garbo.
Raúl Roa Kourí: Estaba pensando en Greta Garbo precisamente y no me venía el nombre. Recuerdo que también admiró mucho a Michèle Morgan, una actriz francesa muy bella, rubia, de ojos verdes transparentes, que actuó junto a Jean Gabin en muchos de los grandes éxitos del cine francés.
Ellos compartían no sólo eso: habían sido lectores furibundos de Emilio Salgari, y se sabían absolutamente del pe al pa todas las novelas de Sandokan, El Corsario Negro, los nombres de todos los personajes. Recuerdo que hacían competencias. Más tarde, yo competía con mi padre también, pero él lo hizo primero con Pablo, y decía: “¿A ver, dónde fue que murió Araña de Mar?”, “Mira, murió en el combate del Marianna contra Lord Guillonk”, cosas de ese tipo.
Luego, Pablo escribía. Fue la época más o menos en que publicó el libro Batey a dos manos con Gonzalo Maza, como tú sabes, y a papá le entusiasmó aquel libro.
Roa siempre fue escritor, siempre publicó. Primero, cuando José Antonio Fernández de Castro era director de la página literaria del Diario de la Marina y acogió a toda una serie de jóvenes escritores que además eran progresistas, en contradicción con la línea editorial del Diario.
Pero José Antonio, que era un hombre avanzado y realmente fabuloso, yo lo conocí, era muy amigo de mi padre y de todos esos muchachos, jóvenes y menos jóvenes, que eran escritores, y además escritores novedosos, porque traían un estilo al periodismo cubano que no era en aquel momento el que prevalecía, ni mucho menos. Ahí están los artículos de Pablo, que son formidables, no sólo los publicados en esa página sino también todos sus artículos sobre la Guerra Civil Española. Son de una fuerza tremenda, que te traen de verdad el cuadro de lo que fue esa guerra, el sufrimiento de la gente, la lucha del pueblo español contra el fascismo. Luego, aquel libro increíble de Pablo que es El soldado desconocido cubano, que está escrito en un lenguaje popular, procaz en algunas ocasiones, pero que es una gigantesca broma y una máscula denuncia del imperialismo y de la guerra capitalista.
Viento sur parece escrito por un contemporáneo.
Raúl Roa Kourí: Tienes razón. Yo creo que son ambos nuestros contemporáneos. Tú lees lo que escribió Pablo hasta su muerte, en el año ‘36, y son cosas que podían haber sido escritas hoy. Las de Roa igual, tienen gran frescura.
Y leyendo Viento sur, si haces una traspolación de las cosas que sucedían entonces a las que suceden hoy, ves que mucho de lo que se dicen allí que tiene validez todavía, y una vigencia plena. Eso hace que sean escritores jóvenes.
Pero hay que decir también lo mismo de Rubén Martínez Villena. Rubén tiene obras que parecen escritas hoy; y poemas de Pepe Tallet, José Z. Tallet, que para mí tienen una actualidad tremenda. Mi padre quería mucho a Pepe, y yo desde niño iba a su casa, y le hacíamos unas bromas que no puedo repetir por la radio, pero mi padre me hacía decírselas a Tallet. Yo pensaba que a Pepe le encantaba y un día me enteré por su hijo Jorge que lo odiaba. “Oye, pero es mi padre el que me manda a decirlas, Jorge”. “Sí, sí, papá sabe que es tu padre quien te indica que se las digas, pero no le gusta, así que si puedes no lo hagas más”, y ya más nunca le dije aquellas invectivas a Pepe; en verdad me percaté de que eran horribles. Mi padre se burlaba de él, y Pepe, que quería muchísimo al viejo, no le decía nada.
Roa, Director de Cultura
Obviamente en este libro aparece el drama de la República Española, la muerte de Pablo, sus angustias, el deseo de hacer justicia a su amigo caído en el frente español. También se refleja una circunstancia muy importante no solo en la vida de Roa, sino en la cultura nacional, que es su paso como director de Cultura -con Aureliano Sánchez Arango como Ministro de Educación.
Raúl Roa Kourí: Cuando Aureliano Sánchez Arango fue nombrado ministro de Educación por el gobierno de Carlos Prío habló con un grupo de amigos, de compañeros de lucha del año ’30, para que trabajaran con él en el ministerio, entre ellos Salvador Vilaseca, Ignacio Fiterre, Carlos Alfaras (sobreviviente de El Morrillo) y con mi padre para que fuera director de Cultura. Roa no quiso, pues no le interesaba tener nada que ver con el gobierno de Carlos Prío, y entonces mi madre, cuando se enteró de que esa era su respuesta, le dijo: “Pero mira, Raúl, te has pasado la vida diciendo que hay que hacer esto, y hay que hacer aquello, ahora tienes oportunidad para hacerlo, habla con Aureliano y dile que tú aceptas a condición de que se pueda hacer el programa que tú quieres hacer”, y así fue, y Aureliano estuvo de acuerdo. Entonces aceptó Roa la Dirección de Cultura, donde estuvo hasta que en un momento determinado hubo cosas de la política de Prío que él condenó, entre otras los problemas del gansterismo en la Universidad de La Habana, puesto que era también decano de la Facultad de Ciencias Sociales y Derecho Público. Renunció, pues, a la Dirección de Cultura. Estuvo dos años al frente de esta, y en esos dos años se hicieron las cosas que nunca se habían hecho, aunque había intentado hacer las antes, en alguna medida, José María Chacón y Calvo.
Chacón trató de hacer algunas cosas, pero realmente en aquel momento no tuvo presupuesto. En cambio Roa tuvo no un gran presupuesto, pero sí más adecuado que le permitió hacer la Feria del Libro, no sólo en La Habana, sino en provincias; el Tren de la Cultura, que salía de la capital y recorría toda la Isla, en el cual iban exposiciones de nuestros mejores pintores; el Ballet de Alicia Alonso… Iban jóvenes, entre ellos, Julio García Espinosa, que llevaban el cine a los lugares más recónditos del país, a la Sierra en un camión y proyectaban películas a los campesinos, que nunca habían visto el cine. Se editaron las obras de una serie de periodistas famosos, como Juan Gualberto Gómez; se editó Pluma en ristre, de Pablo. Eran periodistas que no se habían publicado hasta entonces. Se alentaron las obras de teatro; el guignol, por ejemplo. En la radio surgió el Teatro Experimental del Aire, que dirigía Justo Rodríguez Santos, y escribían en sábados alternos, Justo y Félix Pita Rodríguez. En la televisión cubana, en CMQ precisamente, salióUna Hora de Arte y Cultura, programa donde había a veces ópera, zarzuela, teatro clásico…
Además, mi padre publicó el Mensuario de arte, literatura, historia y crítica, en el que escribían no sólo los mejores escritores, ya reconocidos, sino gente joven. Por ejemplo, Enrique Núñez Jiménez escribió en el Mensuario las primeras noticias que se publicaron sobre espeleología en Cuba, pues él fue fundador del Instituto de Espeleología; escribían asimismo jóvenes como Jorge Tallet, y por supuesto, los conocidos escritores, como te dije, de la época. Colaboró Juan David, el gran caricaturista que tuvo Cuba en el siglo xx, extraordinario caricaturista personal, y Carmelo con sus xilografías…
A Juan David debemos la portada de este libro.
Raúl Roa Kourí: La portada de Viento sur,precisamente; es una de las caricaturas. Siendo mi padre como era, Juan David le dedicó una cantidad de caricaturas a lo largo de toda la vida, y el viejo decía: “Pero mira esto, chico, me ha acabado, acabó conmigo”, y efectivamente, esta misma, esta misma a mi padre le gustaba mucho, pero al mismo tiempo decía que había acabado con él. En elMensuario, como señalé, también colaboraba Carmelo; en fin, fue una etapa en que hablando yo un día con Abel Prieto, le dije: “Antes de todo lo que se ha hecho aquí en cultura por Armando y luego por ti, está la obra de Roa”. Respondió: “No, es que lo único que se hizo realmente de esa amplitud antes de la Revolución fue la obra de tu padre en dos años en el Ministerio de Educación en la Dirección de Cultura”. Bueno, con Ana Cairo hemos hablado mucho de eso también, porque Ana escribió Imaginarios de Raúl Roa. Y hay una compañera, Danay Ramos, que hizo su tesis para el doctorado, sobre la obra de Roa en la Dirección de Cultura, además de dirigir la multimedia que al respecto financió el Ministerio de cultura.
La multimedia realmente me pareció estupenda, porque ahí está todo lo que hizo Roa en la Dirección de Cultura, y es algo realmente impresionante. Las Misiones Culturales, fue otra interesante iniciativa; una idea prestada de Federico García Lorca, porque tenía que ver con La Barraca y las Misiones Culturales que se hicieron en la República Española cuando era ministro de Educación don Fernando de los Ríos, y Federico colaboraba con ese Ministerio, y además, era muy amigo de la familia de los Ríos, empezando por Don Francisco Giner de los Ríos, creador de la Escuela Libre de Enseñanza de Madrid.
El padrecito rojo
Hay otros textos importantes: “Papalote sin cuchilla”, una denuncia al golpe del 10 de marzo; “El padrecito rojo”, dedicado a la muerte de Stalin. En este último, Roa se detiene profundamente en los graves errores de Stalin.
Raúl Roa Kourí: Sí, y además, antecede por tres años exactamente al discurso de Jrushchov en el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética. Denuncia el dirigente soviético los crímenes de Stalin y de las cosas que sucedieron en la Unión Soviética durante aquel período, y comenzó lo que se llamó el deshielo.
Mi padre, que siempre fue marxista, leninista y martiano, nunca militó en el viejo Partido Comunista cubano, ¿por qué?, porque desde muy temprano él y Pablo y otros más (no quiero mencionarlos, pero podría mencionarlos) se convencieron de que la política estaliniana no era la correcta, porque obliteraba cosas tan importantes como la libertad y la democracia interna del Partido, que existía en época de Lenin pero la abolió Stalin; además, las represiones brutales que hizo de todos los seguidores de Lenin, porque realmente acabó con casi el noventa por ciento de los miembros del Comité Central electos en el Congreso en que aquel fue electo, el último Congreso en el que participó Lenin, y después todas estas otras cosas que sucedieron: la colectivización forzosa, la represión, el traslado de gente contra su voluntad a otros lugares del país, la creación de los gulags, de los campos de concentración. Todo ello se sabía. Había gente que decía que eso era propaganda del imperialismo. Pues no era propaganda del imperialismo; era realidad, y lo reconoció después Jrushchov. Recuerdo que el discurso de Jrushchov en el XX Congreso aquí no se publicó por el Partido, y no hablaron de eso para nada, una cosa absurda, cuando había sido ya dicho por Jrushchov y publicado en Europa, en todas partes, yo lo leí en Le Monde, en una separata salió completo en el año ‘56.
Mi padre tenía la convicción de que aquello no era lo que realmente querían como socialismo, como comunismo; y escribe ese artículo describe a Stalin como fue, sin negar sus aciertos, no es que fuera todo errores. Él tuvo aciertos, está claro, en la dirección del país, pero tuvo errores tremendos, y cosas que ya no son errores sino monstruosidades, que nada tienen que ver con el socialismo ni con el comunismo, por lo menos no con el que nosotros queremos.
Roa fue un crítico del estalinismo, y a la vez es el amigo de Rubén Martínez Villena, líder del Partido Comunista cubano, a quien lo unió –dicho por el propio Roa- “la amistad más limpia, alegre y honda de su vida” y a quien le dedicó esa biografía de la cual hablamos, publicada mucho después de la muerte de Stalin. ¿Cómo interpretar ambos hechos?
Raúl Roa Kourí: Rubén muere muy tempranamente, y yo no sé qué hubiera pensado si hubiera visto las cosas que sucedieron después. Él estuvo incluso en la Unión Soviética, porque fue a tratarse, y estuvo en Sochi un tiempo para tratar de recuperarse de la tuberculosis, cosa que no logró, pero además, él lo que quería era estar en Cuba y estar en la lucha, y no estar fuera de Cuba. Pero mi padre admiró siempre mucho a Rubén.
Y Rubén sí, Rubén era un marxista-leninista convencido, y dirigió el Partido con esa visión. Tuvo un error evidentemente cuando la huelga de los autobuses, de las guaguas, que en definitiva fue la que tumbó a Machado. Él trató de impedirla; después que había empezado la huelga trató de pararla porque, al parecer, Machado había aceptado demandas del Partido, y entonces él pensó que como en ese momento no se podría hacer una revolución social en Cuba, y en eso tenía razón, entonces era preferible ganar posiciones y hacer otras cosas desde el poder, aunque fuera un poder compartido o no fuera el poder total, etcétera. Eso estaba de acuerdo con la línea internacional del Partido. Él no lo hizo porque se equivocara personalmente, sino porque siguió la línea internacional del Partido, que era esa, si no hay posibilidades de hacer una revolución social entonces hay que buscar la manera de buscar un frente amplio en el cual quepa el Partido, en el cual el Partido pueda influir para hacer las cosas que se deben hacer. Así lo explica mi padre en el libro que tú citaste.
Intérprete de Fidel
El intento de enfrentar a Roa con Rubén va de la mano del supuesto desencuentro entre tu padre y Fidel Castro por la relación que Cuba estableció con la Unión Soviética. ¿Ocurrió tal cosa? Recordemos que Roa fue designado en 1959, poco después del Triunfo de la Revolución, como Embajador en la OEA y luego, en ese mismo año, Fidel lo nombra Canciller hasta 1976, años en que se fraguan las relaciones entre Cuba y la URSS. ¿Se produjo en esta etapa alguna desavenencia o contradicción entre el Canciller y el líder de la Revolución?
Raúl Roa Kourí: Mi padre estuvo totalmente de acuerdo con la política de la Revolución, estuvo totalmente de acuerdo con Fidel; fue, a mi juicio, un gran intérprete del pensamiento político de Fidel al frente del Ministerio de Relaciones Exteriores. Fue digamos el ejecutor de la política exterior que pensó Fidel, porque la política exterior de Cuba la pensó Fidel Castro, mi padre también contribuyó, pero fue Fidel quien la llevó a cabo. En ese sentido fue un intérprete fiel del pensamiento revolucionario de Fidel Castro, y por supuesto, estuvo de acuerdo con que la Revolución adoptase el camino socialista, porque él era y seguía siendo marxista y leninista, martiano y socialista, entonces no tuvo ninguna contradicción al respecto.
Por otro lado, era obvio para cualquiera en nuestro país que no teniendo el apoyo de nadie teníamos que aceptar el apoyo de los soviéticos, porque además, lo ofrecieron espontáneamente. Yo estaba en Naciones Unidas en el año 1960, como miembro de la Misión permanente de Cuba en la ONU, en la Comisión Económica, y recuerdo cuando fue Jrushchov a ver a Fidel al hotel Theresa, y cuando se levantó de su escaño y, fue, después de su discurso, el primero que fue a saludar a Fidel y le dio un abrazo en el medio de la Asamblea General. Nikita le ofreció asimismo una cena a la delegación cubana, a la cual asistí, en la embajada soviética, muy fraternal y amistosa.
Después me tocó acompañar al embajador Bisbé –ya murió- a ver al jefe de la delegación soviética en aquel momento (ya se había ido el canciller Gromiko) el viceministro de Relaciones Exteriores, Vasilii Kuznetsov, que había sido líder sindical y era miembro del Comité Central del Partido, a decirle lo siguiente (yo fui el que le trasladé ese mensaje): “¿Si nosotros nos vemos obligados a nacionalizar las refinerías de petróleo extranjeras podrá la Unión Soviética abastecernos del petróleo necesario?”, y él contestó: “Yo no puedo darle esa respuesta”. “Claro que no, usted lo que debe hacer es consultar y darnos la respuesta que le den de Moscú”. Cuarenta y ocho horas después nos llegó la respuesta a nosotros, pero ya había llegado a Cuba, que sí, que nos suministraban el petróleo. Hay que pensar que en aquel momento, cuando se reunió el Buró Político del PCUS en Moscú para decidir darle el petróleo a Cuba, el ministro de Comercio Exterior, Patolichev, dijo que no tenían suficientes barcos tanqueros para mandarnos el petróleo, y Jrushchov afirmó decidido: “A comprarlos”, y eso era una millonada de dólares lo que costaba en el mercado mundial. En aquel momento, la Unión Soviética no tenía una situación económica boyante, pero así y todo compraron los barcos, y mandaron el petróleo, y eso realmente es algo que hay que agradecer. Fidel jamás ha olvidado ese gesto y otros similares de la Unión Soviética, que fueron de apoyo real a la Revolución cubana; no hubiéramos subsistido si no es por ese apoyo.
¿Cómo vivió Roa ese momento?
Raúl Roa Kourí: Lo vivió igual que yo, igual que todos aquí, de acuerdo con todo, absolutamente de acuerdo con todo aquello. Para que tú veas la posición de mi padre ya desde el año ’52. Dice en Viento Sur: “Unirse primero, lo demás se obtendrá después por el esfuerzo concertado, la limpidez de propósitos y la táctica congruente, sólo así pudo derribarse a Machado y reducirse a Batista. A cuantos hemos vivido el proceso revolucionario cubano en su entraña, nos tiene que lucir absurdo que aún no se haya dado ese paso”. Es decir, ahí está Roa abogando por la unidad en la lucha contra Batista.
La hora de la conversación se fue volando. Me ha quedado todavía mucho por preguntar, pero ya nos hacen señas. Hay que despedirse. Me gustaría que le recordáramos a los oyentes cuándo y dónde se presentará Viento Sur, el libro del cual hemos estado hablando hoy.
Raúl Roa Kourí: Se va a presentar en septiembre en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales Raúl Roa García de La Habana. Se ha editado a iniciativa del Centro Pablo, de Víctor Casaus, su director, que hará una donación de ejemplares de Viento surpara los jóvenes que estudian en ese Instituto, y él me ha pedido que sea yo el que presente el libro.
Conversando…
Raúl Roa Kourí (1936): Diplomático y escritor. Ha colaborado en los diarios habaneros El Mundo y Revolución, en las revistas Humanismo y Cuadernos Americanos de México, y en Bohemia, Casa de Las Américas, Revolución y Cultura, La Gaceta de Cuba, Opus Habana y La Siempre Viva. Miembro del Jurado Casa de Las Américas para literatura brasileña. Ha impartido conferencias en Columbia University, Nueva York, en Yale University, en el Centro de Relaciones Internacionales de la Universidad Johns Hopkins, la New School for Social Research, la Universidad de La Habana, el Centro de Altos Estudios Latinoamericanos de París, y otros. Autor de La Batalla en Ginebra, Editora Política, La Habana, 1989; ORCALC, cincuenta años de acción, Unesco, La Habana, 2000; Bolero y Otras Prosas, La Habana, 2000; Roa x Roa, Editorial Capiro, Santa Clara, 2000;En el Torrente, Casa, 2004 (Premio Casa 1999, Mención en la categoría de testimonio); Memoria de Mundos Varios, Editorial Unión, La Habana, 2012; Roa que Roe, Ruth Casa Editorial (edición digital), 2014. En preparación, Papelería de Raúl Roa.
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