Por: Silvio Rodríguez
Pasé mi cumpleaños 50 en Cuba, no de muy buenas ganas. Estaba aquí porque tenía trabajo; pero sucedía que en 1996 Niurka estaba cursando su beca en el Conservatorio Superior de París y ese año tenía más deseos de estar en la rue Monge que en mi casa.
En los días cercanos a mi cumpleaños, para matar el tiempo que no veía pasar, hacía casi cualquier cosa que se me presentara. Por eso el 25 de noviembre salí a encontrarme con alguien. Estando en aquel sitio, al que iba por primera vez, sonó el teléfono y, para mi sorpresa, me lo pasaron diciéndome que preguntaban por mi. Era Felipe Pérez Roque, que me dijo que estaba con Fidel en la puerta de mi casa y que no me moviera de donde estaba, que el Comandante quería pasar a felicitarme por mi cumpleaños.
Hablamos poco. Por entonces Fidel casi siempre tenía prisa. Recuerdo que me preguntó cómo me sentía y le contesté que un poco raro, que no acababa de acostumbrarme a la idea de los 50. Entonces me puso una mano en el hombro y me soltó: “Deja que cumplas 70 para que veas lo que es raro”. Y claro que todos nos echamos a reír.
Me hubiera gustado devolverle aquella visita a Fidel, ahora que va cumplir 90 y que yo, como me prometió, voy a saber bastante pronto lo que es raro. Si lo viera, seguro me diría que más adelante sabré lo que es rarísimo.
Felicidades, Fidel, amigo entrañable, hermano inolvidable.
(Tomado de Segunda Cita, el blog personal de Silvio Rodríguez)
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