La Joven Cuba ha sido uno de los blogs que más ha enfrentado a la censura en nuestro país, desde el silencio a los logros de la Revolución hasta el silencio a sus desafíos. Precisamente por lo atrevido de sus textos hoy somos incomprendidos. Desde hace siete años los miembros de este proyecto colectivo se han editado unos a otros los textos buscando segundas opiniones y que estos sean lo más completos posible. Hasta hoy nunca había sido un problema, resulta significativo lo oportuno del momento para una discrepancia así.
Hace días publicamos el texto “Los periodistas imprescindibles“, donde se opinaba sobre el valor que tiene el periodismo hecho en nuestras instituciones, uno de nuestros miembros ofreció referirse también al trasfondo político del asunto, propuesta que no solo fue aceptada sino priorizada para ser publicada con prontitud al día siguiente. Al recibir el texto por correo electrónico le hicimos una serie de sugerencias acorde a la línea editorial de LJC. ¿Cuál es esta?
Las ideas no se matan sino que se superan por otras mejores. Quien tiene la razón, no necesita adjetivar o recurrir a la descalificación personal sino basta con proponer una idea superior a la inicial. En LJC no hay espacio para la adjetivación y la demonización, el debate actual es a pensamiento y esa debe ser el lenguaje que usemos. Para señalar con el dedo hay otros muchos foros en Internet.
Enviamos por correo electrónico nuestras sugerencias al autor, luego en una conversación telefónica minutos antes de publicar este accedió a varios de ellos y demandó que otros permanecieran igual, incluso dijo exactamente de dónde a dónde debíamos suprimir. Nuestra posición literal fue: “si insistes en que salga así lo publicamos así, pero esta no es la línea de La Joven Cuba”.
Cualquier insatisfacción con estas sugerencias, pudo haber sido expresada por el autor a nosotros directamente, antes o después de su publicación. El uso mediático de este episodio en un contexto de difamación al blog, es al menos inoportuno. Debería ser Javier Gómez Sánchez quien explique lo ocurrido en último caso y tiene a su disposición las páginas de La Joven Cuba para ello.
En nuestra opinión, un texto discutido con el autor y publicado con su autorización después de sugerir cambios, escasamente es un caso de censura.
La ética y la verdad marcan ahora las posiciones de cada persona implicada, desde los administradores de La Joven Cuba, hasta Javier Gómez Sánchez y el administrador de la Pupila Insomne donde fue publicada la otra versión del texto. Dado que el emplazamiento es público, la aclaración debe ser pública.
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