Por LÁZARO BARREDO MEDINA
Quien fuera una especie de “Don Corleone” de la mafia de Miami, se jactaba de que aprendieron de los neoconservadores a dominar “la extraña sociedad política que se llama Congreso de los Estados Unidos” y lograron poner las decisiones sobre Cuba en total discrepancia con los intereses de la sociedad estadounidense. Desde entonces impera en el Congreso el “miamismo”, como alguien sensatamente lo definió.
Ese accionar se ha visto ahora nuevamente en la Cámara de Representantes. Cada vez que sienten temor de que la industria anticubana va a parar de funcionar, los políticos de origen cubano acuden al sinsabor de la presión y el chantaje o el escándalo. Fueron alumnos aventajados de los lobbys, y saben a quién intimidar, a quién comprar, cómo obrar bajo cuerda, y ponen el cabildeo a satisfacer sus intereses.
En esa pretensión de convertir en un imposible cualquier perspectiva de mejoramiento de las relaciones entre ambos países, continúan creando obstáculos que impidan la solución de problemas mediante perchas legislativas en las que cuelan medidas de fuerza para boicotear las decisiones ejecutivas adoptadas por el presidente Barack Obama. Eso acaba de apreciarse en las cláusulas finalmente aprobadas por la Cámara de Representantes en la Ley del presupuesto de servicios financieros y gastos generales del gobierno para 2017, en el que volvieron a intensificar las sanciones contra Cuba, entre ellas reforzar la prohibición de los viajes.
Durante varios días presionaron con el respaldo de la dirigencia republicana para eliminar del proyecto legislativo otras dos enmiendas propuestas por los congresistas Rick Crawford y Mark Sanford, que favorecían la supresión de las restricciones a los intercambios económicos y sociales con Cuba, que obtuvieron aprobación mayoritaria en el Comité de Reglas de la Cámara de Representantes. Se conoce que Sanford retiró su enmienda sobre las limitaciones de viajes a los estadounidenses al admitir que no tenía el apoyo del presidente de la Cámara, Paul Ryan. Mientras Crawford descartó la suya bajo un supuesto compromiso del liderazgo de la Cámara y representantes por la Florida de comenzar a buscar una solución a largo plazo para eliminar los pagos en efectivo en la compra de productos agrícolas estadounidenses.
Solo la intolerancia explica que este grupo de conservadores pueda actuar negando a los ciudadanos estadounidenses el derecho al libre flujo de ideas, de comercio, de viaje y de intercambio con los cubanos, y siga de espalda al apoyo cada vez más mayoritario al mejoramiento de las relaciones diplomáticas y en contra del bloqueo económico, mientras importantes sectores de negocios estadounidenses reiteran su intención de aprovechar las oportunidades de relación con Cuba.
¿Por qué el temor a eliminar la prohibición de viajes del ciudadano estadounidense, cuando son medidas violatorias de la Quinta Enmienda de la Constitución de ese país?
Saben que se produciría un radical cambio de criterio en la opinión pública estadounidense. Si diversos sectores de la sociedad pudiesen ver la realidad cubana, tal cual es, como ya ha ocurrido, el “miamismo” en el Capitolio de Washington estaría perdido.
Muchos políticos coinciden hoy en la apreciación de que no proviene de Cuba la verdadera amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos, sino que el peligro más latente reside en la incendiaria actitud de esos congresistas que han puesto por delante su agenda particular en detrimento de los intereses nacionales de Estados Unidos, incluso en perjuicio de la propia comunidad de origen cubano.
Mientras tanto, y como expresión de que no hay que impacientarse ante estas escaramuzas que son como el recurso del pataleo y se agotan, prosiguen los diálogos bilaterales entre ambos gobiernos como ocurrió en días pasados, sobre temas comerciales y financieros, así como conversaciones migratorias.
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