Por: Darío Machado Rodríguez
El debate de la conceptualización del modelo económico y social y del plan nacional de desarrollo económico y social hasta el 2030, está avanzando a lo largo y ancho del país; si se quiere, calentando los motores, aun en medio de un verano caluroso. Una inteligente y oportuna decisión, la de examinarlos con toda la militancia y el pueblo en general, está permitiendo canalizar inquietudes, propuestas, dudas, análisis, criterios, en fin, lo que todos sabemos que está presente en la comunicación entre las personas y que ahora encuentra canalización en esta convocatoria del partido. Ni más ni menos.
Probablemente en ningún lugar del mundo se haya hecho costumbre, como aquí en Cuba, el someter a escrutinio popular las líneas principales de desarrollo del país. En la historia cubana reciente las instituciones han jugado su papel, pero también la sociedad en su conjunto, más allá de criterios establecidos. Los ejemplos sobran.
No es habitual en las “democracias publicitadas del mundo libre” molestarse en escuchar las voces de la ciudadanía, sino que secuestran sus derechos a nombre de los principios y esquemas establecidos en el sistema y cuando la situación es crítica acuden a la violencia en sus múltiples formas.
Es conocido que este año, aun con todos los esfuerzos y los avances registrados, el contexto económico mundial reduce las posibilidades de crecimiento, mientras el bloqueo continúa demostrando la diferencia entre un discurso bonito y la política real.
La situación económica del país continúa siendo crítica, pero hay más conciencia acerca del camino que se está abriendo, se trabaja más y se trabaja mejor, aún cuando todavía no hemos alcanzado los niveles necesarios de eficiencia y de educación económica y laboral. Pero cabe preguntarse cómo es que en medio de una situación crítica, cuando el poder político en cualquier país del mundo acude a los decretazos, en Cuba por el contrario lo pone todo en discusión: se llama democracia, aunque no lo reconozcan quienes buscan imponer una matriz de opinión espuria sobre Cuba.
Democracia es participación, sin ella es manipulación
Los intercambios que se producen ahora en estas reuniones de análisis tienen características renovadas y renovadoras que le dan una mayor fortaleza al ejercicio: la honestidad sin cortapisas, la confianza para expresar los criterios propios, la tolerancia con la opinión contraria lo evidencian. No es que ya la sociedad cubana en la conquista de toda la democracia posible como nos pidió Raúl, se haya ganado la nota de sobresaliente en diálogo, pero es notable el avance, aunque falta mucho por hacer en esa decisiva dirección.
Entre las reglas que vemos que van abriéndose camino en nuestras prácticas participativas en lo tocante al diálogo podemos apreciar: el reconocimiento del derecho de todos a expresarse libremente sin poner en duda las intenciones; el no creerse dueño de la verdad; el no personalizar, sino enfocarse en los temas; el abstenerse de poner etiquetas a los demás; el ser sustantivos, no emplear la ironía ni epítetos hirientes para valorar las opiniones de otros; el no ser soberbios ni paternalistas con los que tienen otros puntos de vista; el ceñirse a lo que se lee o escucha de los demás y no endilgarles lo que no han dicho o escrito, o sea, no tergiversar; el no sentirse molestos cuando los otros tienen más razón y reconocer que se puede aprender de los demás; el debatir con orden y disciplina, etc.
También hay que reconocer que los medios de comunicación están todavía insuficiente y lentamente socializando lo que se plantea en uno u otro lugar sobre estos documentos; es muy importante que alcancen lo antes posible la capacidad de ofrecer un panorama que exprese un balance del sentir de la sociedad cubana y reflejen la vitalidad e importancia de este diálogo nacional, aunque ello se aproveche -cuando se van conociendo los criterios que han ido emergiendo en estos diálogos- por el oportunismo y la vileza de quienes en lugar de registrarlos como la demostración de la madurez democrática de Cuba, los reconvierten en clave catastrofista. Como dice el refrán: “Palos porque bogas, palos porque no bogas”.
Aparecen y aparecerán fuera de contexto y groseramente resonadas aquellas expresiones que trascienden como resultado de los diferentes canales de socialización de estas discusiones. Pero no por ello se puede dejar de informar cabalmente a toda la sociedad interesada en el presente y el futuro del país. Estamos hoy en el epicentro de la batalla de ideas y como toda batalla tiene sus riesgos. Vale aquí recordar el episodio del popular animado Elpidio Valdez, cuando este monta a Palmiche para ir a la batalla y la abuela le dice “¡Cuídate mi´jo…, pero no demasiado!”
Realidad y debate sobre la realidad
La diversidad de posiciones que existe hoy respecto del futuro del socialismo en Cuba, difícilmente puede encasillarse so pena de caer en el lamentable error de poner etiquetas, simplificar la realidad y desconocer opiniones. Es parte también de entender que no hay un modelo acabado de socialismo y que de lo que se trata en estas discusiones es de enmendar errores, superar deficiencias para lograr el futuro deseado. Y el propio proceso de debate está tejiendo el concepto de sociedad socialista al que podemos aspirar, está contribuyendo a construir nuestro ideal de socialismo.
La realidad de la sociedad cubana es una, es compleja, en ella están indisolublemente interrelacionados procesos económicos, sociales, políticos, culturales, psicológicos, etc. El debate constructivo sobre estos temas, para ser realmente constructivo, debe abstenerse de los vicios y prácticas sobrepasadas en la comunicación política que en nada contribuyen a enriquecer el diálogo, sino que lo merman y empobrecen.
Un debate culto es siempre un proceso de aprendizaje colectivo. No es un enfrentamiento con un único ganador, sino una construcción donde todos ganan. El diálogo no puede entenderse como que “conversamos todo lo que se quiera hasta que ustedes piensen como yo”, tampoco como un ejercicio formal para cubrir el expediente de la democracia. Este debate es estratégico no solo por la importancia que le otorga su sentido y finalidad, sino porque hoy está discutiendo la sociedad y eso ya le confiere ese carácter. Es preciso profundizar en los temas, dedicarles el tiempo necesario a su análisis, comprender la relevancia de este proceso.
El diálogo entonces debe verse orientado al propósito de lograr mejores resultados que los que presenta el punto de partida, un nuevo contenido superior al inicial. Es una construcción colectiva.
Este debate abre nuevamente cauces a la sabiduría de un pueblo cuya mayor y más importante riqueza es su instrucción y su cultura, cuyo sacrificio en décadas de intransigencia revolucionaria le ha ganado todos los derechos, en primer lugar el derecho a ser escuchado y a tener la razón. Y en estos intercambios, el pueblo está haciendo uso de ese derecho con el respaldo político del partido. Su naturaleza es la de la cohesión de la nación alrededor de sus legítimos intereses.
Todas las opiniones son válidas, respetadas, significa que también lo son aquellas que estén en contra de uno o más postulados o contenidos de ambos documentos, son opiniones dichas en la convocatoria del partido, tienen la garantía que el partido asegura a la opinión individual de las personas que participan, todas sirven para mejorar los documentos y serán de utilidad para conocer mejor nuestra realidad y precisar las acciones colectivas de cara al futuro.
Para quienes tergiversan la importancia y riqueza de esta experiencia, vale aquella frase atribuida al Quijote: “Ladran Sancho, señal que cabalgamos”.
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