La doctora, ensayista y novelista cubana es una de las intelectuales más integrales con que cuenta hoy la literatura cubana.
El ministro cubano de Cultura, Abel Prieto, entrega el Premio Nacional de Literatura a la profesora y crítica literaria, Margarita Mateo.
Foto: Tomada de Cubaliteraria
La doctora Margarita Mateo Palmer recibió el Premio Nacional de Literatura 2016 mientras trataba de limpiar una mancha del piso de su terraza. Había estado nominada en otras ocasiones pero la noticia, dice, la sorprendió. Su primera reacción fue, confiesa, “reir de alegría y un sentimiento de mucha gratitud” hacia todos los que han contribuido con el desarrollo de su obra.
El entrevistador Carlos León la definió para La Gaceta de Cuba como una transgresora. Y es cierto, Maggie —como le dicen sus amigos— ha sido desde una “chica mala” hasta una compositora de canciones y, sobre todo, alguien capaz de ejercer la docencia y escribir desde posiciones nada ortodoxas, rompiendo barreras entre los géneros y dando a sus alumnos los instrumentos para que piensen con cabeza propia.
¿Con cuál de las muchas Maggie que es se siente más a gusto?
Uno no suele hacer esos deslindes, me responde, y de pronto tengo que revisar una trayectoria donde todo ha estado profundamente imbricado. Te diría que mi labor como profesora ha estado en el centro de todo lo que he hecho. Mi dedicación a la docencia universitaria durante más de cuarenta años ha sido un ejercicio intelectual arduo que se ha nutrido del diálogo con los estudiantes y de todo el esfuerzo que supone la preparación de los cursos.
No obstante, afirma que es en su labor como ensayista donde ha tenido una trayectoria más sostenida y fue desde ese género que comenzó a incursionar seriamente en la escritura.
“De hecho uno de mis libros de ensayo, Ella escribía postcrítica, me acercó a la que luego sería la actividad con la cual me he sentido más a gusto: la ficción narrativa”.
Habría que señalar que la doctora Mateo Palmer realizó en este libro una interesante fusión entre la prosa reflexiva y lo autobiográfico dando lugar a un libro sorprendente por su originalidad en la década de los noventa, fecha desde la cual la Premio Nacional se dedicó también a estudiar la producción de los entonces llamados “novísimos”, gente muy joven que daba sus primeros pasos en la narrativa.
Afirma con alegría que le gustan los jóvenes: “su espontaneidad, el ímpetu y la pasión con que se involucran en proyectos en los que creen, su tendencia transgresora, su rebeldía, la mirada nueva y desprejuiciada que suele acompañarlos, su necesidad de soñar”.
Yo agregaría que todas estas características son también las de Maggie. Ella, además, ama su lengua materna, disfruta sus sonoridades, sus cadencias, sus posibilidades expresivas y le da mucho placer ese diálogo tan intenso con la palabra que implica la escritura.
No por gusto ha dedicado gran parte de sus estudios a figuras como Carpentier, “uno de los escritores cubanos con los que me siento más identificada, dice. Pero también a Lezama (“su lectura fue para mí una experiencia liberadora desde el punto de vista de la creación”) y a otros que incorpora a sus programas de estudio, sin seguir rígidamente los requerimientos metodologicos que se le imponen, como Severo Sarduy, Virgilio Piñera, Dulce María Loynaz, Guillermo Cabrera Infante, Rául Hernández Novás y, por supuesto, José Martí “uno de mis escritores más entrañables”.
En estos momentos, Mateo Palmer está dándole vueltas a un proyecto que ella considera de mayor alcance, relacionado “con los muchos diarios que escribí en mi adolescencia y que son testimonio de una época especial y muy intensa”.
Tal vez ella se refiera a sus experiencias cuando formó parte de un grupo juvenil llamado Quinta y B, que floreció en El Vedado, barrio en el que siempre ha vivido y que era una suerte de pandilla juvenil, no delincuencial, que se caracterizaba por la osadía de sus miembros en actividades de alto riesgo y por su amor a la música de Los Beatles y de los Rolling Stones.
“Es un ejercicio que realizo lentamente pues a veces llega a ser muy fuerte desde el punto de vista emocional recuperar ese pasado de la década de los sesenta. Espero el momento de comenzar a ver con mayor claridad la forma que va a tener. Ahora es solo un deseo, una intención más bien difusa”.
La Premio Nacional de Literatura 2016 opina que hay muchas obras valiosas escritas en la actualidad por autores cubanos de diferentes generaciones “aunque a veces no alcancen la visibilidad que requerirían para lograr un reconocimiento mayor por parte de los posibles lectores”.
Creo —insiste— que a pesar de todos los esfuerzos que se han hecho para la promoción de la literatura cubana (concursos, premios, becas de creación, publicaciones, actividades divulgativas…) no ha habido una estrategia realmente eficaz para difundir lo más valioso de la producción actual.
“En muchas ocasiones, obras que han alcanzado una gran demanda del público y que se han agotado con rapidez en las librerías no son reeditadas. Esto implica que, lejos de crecer, su posible impacto de debilita por convertirse en textos inalcanzables para el lector”.
Tampoco está satisfecha nuestra entrevistada con “la escasa presencia de una crítica orientadora, capaz de evaluar la producción literaria en su inmediatez” por lo que califica el panorama como “algo sombrío”.
Dice que son muy pocos los espacios de la prensa dedicados a la literatura cubana actual. “Yo misma que me muevo en el mundo literario siento que es difícil estar al tanto de lo más valioso que se está escribiendo”.
Uno de los rasgos que más valora de lo que se escribe actualmente en Cuba es su diversidad. Hay muchos creadores —asegura— con poéticas muy diferentes que están realizando una obra valiosa.
Entre los libros que ha escrito Maggie Mateo selecciona tres: Del bardo que te canta, el primero que escribió y que tiene gran valor afectivo para ella; además de Ella escribía postcrítica porque la acercó a la ficción, y Desde los blancos manicomios.
Esta última la califica como “una novela que no solo significó para mí la zambullida total en la novela sino que constituyó un ejercicio muy liberador espiritualmente”.
Maggie Mateo, la transgresora, es además una feminista. Lo demuestran aquellas composiciones musicales que guitarra en mano interpretó cuando era muy joven y su actitud hacia la vida.
Su premio fue recibido con regocijo en una unanimidad poco frecuente. Será porque ella es un ejemplo de autenticidad y sabiduría. Alguien que, con Premio o sin Premio, es uno de esos seres indispensables para las letras cubanas. Todos esperamos de ella mucho más y, estoy segura, nos lo seguirá entregando. (2017)
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