Por Javier Gómez Sánchez
En la mañana del pasado domingo 16 de mayo, cuando tomé el Juventud Rebelde recordé cómo cada mañana durante años recogí en mi puerta lejos de la Patria, el paquete de periódicos que en la madrugada me tiraba el carrito fantasma de una compañía de distribución.
En nylons sellados contra la lluvia, acompañados de catálogos de supermercados, de anuncios de rebajas navideñas, de cupones de descuento de Pizza Hut o de Papa Jones. Algunos periódicos eran de distribución gratuita, pagados con la publicidad, y te los lanzaban sin uno pedirlo. Otros eran por suscripción pagada.
Sacaba el mío sacudiéndolo de los sobres con logotipos de bancos dirigidos a mis vecinos, que contenían tarjetas de crédito que no habían solicitado, promociones de préstamos para viviendas y pago de estudios, o ya con advertencias legales por no pagar los plazos.
En Cuba, mis reflejos han perdido la práctica de halar para abrir el nylon y sacar la alfombra de papel de varias libras que venía dentro, gesto que se vinculaba luego con el de lanzarlo hacia atrás en el auto, después de hojearlo durante casi una hora en la intermitencia de los tapones de tránsito. Por el asiento trasero de aquel Nissan debe haber pasado la pulpa equivalente al Parque Metropolitano de La Habana.
Después en el canal de televisión, los abría en varias ventanas de Internet y leía lo que me interesaba, cerrando las saltarinas publicidades. En definitiva, para el Productor de una Revista Informativa leer la prensa nacional es parte de su trabajo.
Todos esos recuerdos pasaban por mi mente mientras giraba el alambrito para liberar el ligero rollo, algo menor que un batón olímpico, del Juventud Rebelde dominical. Para luego, hojeándolo completo en un par de minutos y seleccionar los mejores artículos para disfrutarlos en la tarde o en los días siguientes, diciendo: ¨este está bueno¨, ¨este también¨, ¨este igual¨, pasando las pocas páginas gris-azules con fotos en blanco y negro.
Al poco rato, luego de pasar el suplicio de la lentísima conexión, me encuentro un post de Iroel en La Pupila Insomne, que era pura telepatía. Escribí entonces el siguiente comentario, al que agrego algunas líneas:
Me leíste el pensamiento Iroel, pues fue lo mismo que pensé cuando abrí el Juventud Rebelde de hoy, uno de esos días en que uno dice: !Qué bueno está hoy el JR! Como mismo otras veces uno lo dice también del Granma (Su edición del viernes 14 fue muy buena).
No puede ser que los árboles no nos dejen ver el bosque y que nos extraviemos en una cantaleta constantemente negativa sobre el periodismo cubano y sobre los medios cubanos. Que ya el lagrimeo y el ¨cría fama y acuéstate¨… no nos dejen ver el buen periodismo y las buenas ediciones completas de periódicos de calidad en Cuba.
Hay que seguir exigiendo pero también hay que ser capaz de ver cuánto a cambiado y cuánto a ha respondido el periodismo y el trabajo editorial en estos años. Si nuestros periódicos tienen pocas páginas, no solo es por la falta de papel, sino porque no tienen clasificados dónde lo mismo te venden un pistola de segunda mano que un servicio sexual. No tiene páginas y páginas de publicidad de bancos, telefónicas, cervezas, seguros médicos, supermercados, partidos políticos, candidatos, y que a la larga se convierten en censura comercial para los periodistas pues a esos consorcios que mantienen el periódico con su publicidad no se les puede criticar ni con el pétalo de una flor. La censura publicitaria, gran desconocida en Cuba donde tanto se habla de censura.
Ni traen páginas dedicadas a horóscopos, ni al resultado de la lotería, ni a poner fotos gigantes a color de celebrities con senos de silicona (que ellas mismas pagaron para que aparecieran) o crónica roja, con fotos de los hechos sangrientos.
Doy fe, que la edición de JR de hoy, es muy, pero muy superior a gran parte de las ediciones de los periódicos que salen a diario en América Latina, llenos de textos y titulares sensacionalistas que no dicen nada. Con periodistas que logran un espacio ahí para el clientelismo político, empresarial y periodístico, para emitir elogios, críticas o chantajes que luego se traducen en depósitos en sus cuentas bancarias.
Para evadir mil veces más de lo que se evaden en nuestro periodismo los problemas del país, por mucho que se esfuerzan los periodistas de nuestra prensa en enfrentarse a quienes se lo impiden. Pues en aquella prensa, por naturaleza, se evaden los verdaderos problemas sociales y estructurales de la violencia, de la delincuencia, de la exclusión, de la marginalidad, de la incapacidad política, de la corrupción, y nunca, nunca o muy pocas veces, entran de verdad a criticar el origen de los males, de las oligarquías y de los intereses que los producen.
No dejo de pensar tampoco que con todo lo humildes que pueden parecer nuestros periódicos, se deben en contenido al nivel cultural de su masa de lectores, que hace que en Cuba y no puede imaginarse de otra forma, la página cultural se llame como su concepto :¨Cultural¨ y no con nombres como ¨Vida¨, ¨Alegría¨, ¨Espectáculos¨, ¨Variedades¨, ¨Pasarela¨,¨Farándula¨…
Esa es la prensa, que siendo la mayoría, en Latinoamérica, en USA, en Europa, nos quieren vender como la maravilla del paradigma periodístico. Por cada artículo o edición buena en el NYT, en La Nación, en el Excélsior, en El Mundo, hay toneladas de papel dedicadas a basura periodística.
Los que practican en nuestro país el peor periodismo, fomentando rumores para crear el caos, difundiendo mentiras, verdades y verdades a medias, mezclando, aprovechando para hacer periodismo carroñero, nunca admitirán eso, aunque abran igual que nosotros el mismo JR de hoy.
Aseguro, porque lo conozco y no solo porque viví en él, sino porque que de eso viví, que ninguno de los periódicos que se editan en el país latinoamericano más cercano y más parecido culturalmente pero más históricamente diferente a nosotros, República Dominicana, tierra de Máximo Gómez, de Juan Pablo Duarte, de Francisco Caamaño, un país donde se vive aún hoy un post trujillano bajo una dictadura aún más brutal: la dictadura del dinero.
En ese país, donde trabajan periodistas que quisieran hacer un mejor periodismo y no pueden, porque la censura de los intereses imperantes no los dejan, porque los grupos empresariales propietarios de los medios no los dejan, porque los narcos no los dejan, porque los políticos no los dejan, porque la censura religiosa no los deja, porque la censura intelectual y temática no los deja.
Ninguno de esos periódicos a full color tiene la calidad periodística, literaria y social que ha tenido el Juventud Rebelde de hoy: Ni el Listín Diario, ni el Hoy, ni el Diario Libre, ni El Día, ni El Caribe, ni El Nacional, todos propiedad de grupos empresariales que también son dueños de los bancos, de las telefónicas, de los supermercados, de los canales de tv y de las emisoras de radio.
En esos periódicos, con partidos pero sin ideología, como me dijo la subdirectora de uno de ellos, hija rubia de la oligarquía en un país de mulatos: ¨No somos ni de izquierda ni de derecha, somos como la República Dominicana¨
Entonces uno dobla amorosamente, con ese amor patrio de la pertenencia que es el que se siente sin chovinismo y que es así porque se sabe por qué se tiene, porque se trajo de donde no se tenía. De patria grande por tener patria chica. Doblando esa edición mientras se piensa que es así como tienen que ser nuestros periódicos y nuestro periodismo: la calidad concentrada.
La calidad y sensibilidad concentrada en pocas páginas que produce el socialismo.