jueves, 28 de julio de 2016

Cuba: país deseado y país posible

Por: Luis Toledo Sande

 Con el triunfo revolucionario de 1959 alcanzó Cuba la independencia y la soberanía. Si desde entonces son una realidad, no una meta, preservarlas sigue siendo un reto. Para vencerlo debe no solo seguir cuidando la defensa nacional frente a enemigos externos, sino también lograr la eficiencia económica y el funcionamiento sin los cuales tampoco podría satisfacer las necesidades materiales y espirituales de la población.



En el camino hay obstáculos que el pensamiento pragmático podría considerar invencibles. Pero la propia existencia de Cuba como nación soberana e independiente es fruto de haberse planteado su vanguardia revolucionaria, a finales del siglo XIX, lo que entonces el pragmatismo estimaría irrealizable: independizar al país del colonialismo español y del imperialismo estadounidense, para que este último no se fortaleciera con la expansión para la cual se preparaba. Impedirla era necesario para que nuestra América toda se librara de esa amenaza, y para salvar en el mundo un equilibrio que ya peligraba.


De esa meta, abrazada por José Martí como centro del proyecto revolucionario concebido por él para liberar a la patria, vino la voluntad emancipadora que condujo al triunfo de enero de 1959, gracias al cual se empezó a revertir la frustración impuesta a Cuba por la intervención estadounidense que en 1898 le arrebató la victoria contra el colonialismo español. Dicha voluntad se afincó en la identificación con los pobres, decisivos en la lucha independentista, de la cual, salvo excepciones, los más ricos se desentendían.


Grandes obstáculos tendría que enfrentar Cuba para mantener después de 1959 —y desde el 15 de abril de 1961como proyecto socialista explícito— las banderas de la justicia social en un contexto planetario dominado por la preponderancia, en crisis pero vigente, del imperialismo. Encarar con esperanza de éxito semejantes obstáculos sigue demandando la mayor claridad posible al entender, explicar y, sobre todo, enfrentar la realidad.


Los recursos intelectivos empleados en ese empeño deben servir para generar luz, no confusiones entre realidades y metas. Por sí solos no hacen maravillas ni sustituyen el pensamiento. Entre ellos, en el mundo se ha convertido en moda la matriz DAFO (sigla dedebilidades, amenazas, facilidades y oportunidades), cuyos orígenes se ubican hacia los años 70 del pasado siglo en los Estados Unidos, al servicio de la competencia empresarial y mercantil, y que —como otros— puede ser una herramienta útil, no una vara mágica.


Los textos aportan buena guía cuando sustentan con precisión las ideas y no se intenta suplantar con ellos la realidad. Lector voraz, Martí expresó: “el libro que más me interesa es el de la vida, que es también el más difícil de leer, y el que más se ha de consultar en todo lo que se refiere a la política, que al fin y al cabo es el arte de asegurar al hombre el goce de sus facultades naturales en el bienestar de la existencia”.


Cuba, en cuya historia se han fundido enseñanzas del legado martiano y del marxista, ha sido rica en documentos extraordinarios. Sin ánimo exhaustivo, y solo considerando la etapa llamada por antonomasia Revolución Cubana —la desatada el 26 de julio de 1953—, cítense La historia me absolverá, la Primera y la Segunda Declaración de La Habana, y elInforme central y la Plataforma programática que, aprobados en el Primer Congreso del Partido, dieron base para la nueva Constitución de la República de Cuba.


En el Sexto Congreso de esa organización se aprobaron, luego de amplia y fértil consulta popular, los Lineamientos de la política económica y social del Partido y la Revolución, antesala del reciente Proyecto de Conceptualización del modelo económico y social cubano de desarrollo socialista. Ambos documentos responden a la necesidad deactualizar el modelo económico, y aunque el segundo se aprobó, como proyecto que aún es, en el Séptimo Congreso, ahora se busca perfeccionarlo con la necesaria discusión colectiva, democrática, en las filas del Partido y en organizaciones de masas.


En lo relativo a los cambios o transformaciones en el modelo de desarrollo socialista, sería posible hallar un verbo más feliz que actualizar, asociado a lo cronológico, mientras en el mundo de hoy el Meridiano de Greenwich de la economía pasa por el capitalismo, que no es ni debe ser la brújula para Cuba. Pero lo seguro es que el país necesita replantearse su funcionamiento económico, y hablar de lo económico remite a otras esferas inseparables de la economía pero que no terminan en ella.


Será necesario contar con las posibilidades objetivas calculables, y con la fuerza de la voluntad, que concentra pensamiento y es tan indispensable para guiar a un pueblo como nocivos pueden resultar los extremos del voluntarismo, que asoma hasta en formulaciones eufemísticas. De ahí lo estimulante de saber que en el más reciente Congreso del Partido se reconoció la necesidad de llamar a las cosas por su nombre. Aunque el concepto depropiedad privada suscite aprensiones y disgustos, una empresa privada no deja de serlo porque se le aplique otra denominación. Palabras y buenas intenciones no bastan para encauzar los cambios que vienen dándose en la estructura de clases del país.


Frente a la afirmación, categórica, según la cual no se permite la concentración de la propiedad y la riqueza en personas naturales o jurídicas no estatales, confiando en que se aplica celosamente lo legislado de acuerdo con los principios de nuestro socialismo, ya ha habido señalamientos atendibles. Lo es, por ejemplo, el que precisa que la concentración de la propiedad puede, formalmente al menos, impedirse con leyes, pero no sucede lo mismo con la riqueza lograda en áreas de propiedad privada. Ni hablar de la que viene del robo, cualquiera que sea el área donde este se ejerza.


La seguridad que pudiera tenerse con la idea de que en Cuba la Segunda Ley de Reforma Agraria erradicó el latifundio, pudiera llevar a reforzar una confusión frecuente venida del uso: la que homologa terrateniente y latifundista. Pero por etimología un terrateniente es quien posee tierras, y hoy en Cuba un propietario puede ganar enormes cantidades de dinero con la productividad de parcelas relativamente pequeñas, de un lado, y, del otro, por la insuficiente competencia que les hace lo producido en tierras de administración estatal.


Se cuenta de lugares donde, frente a intentos de promover investigaciones sobre casos de enriquecimiento, se han levantado voces que advierten: “¡Cuidado, ese productor está asegurando la comida del pueblo!” A veces ni siquiera se trata quizás de alimentos básicos, sino de condimentos que, elaborados en condiciones de dudosa salubridad, se compran incluso para usar en centros de elaboración de la comida en instituciones de salud. No se debe desoír a quienes se preocupan porque en esas transacciones se pueden enriquecer desmedidamente los intermediarios, y las comisiones logradas por los responsables de la compra pudieran llegar quién sabe hasta qué punto y hasta quiénes.


Una somera mirada en algunos territorios sugiere que los propietarios enriquecidos en la actualidad superan a muchos de sus predecesores hasta en la tenencia de recursos tecnológicos: camiones, tractores y otras maquinarias, aparte de autos de paseo, motos y más. ¿Habrá que prohibirlo? Seguramente no, pero mucho menos se debe ignorar. En cuanto a ingresos y a bienes poseídos, tampoco se deben desatender los reclamos de que se apliquen los controles pertinentes a los funcionarios del sector estatal.


Aunque lamentablemente la información pública no cubra de la manera y con la intensidad adecuadas los hechos delictivos, resulta cada vez más ostensible la necesidad de prevenir y erradicar la corrupción que crece, y de la cual no se debe excluir ilusamente por decreto a quienes tienen la responsabilidad de velar por el orden social y las contribuciones fiscales. El haber asociado la supervivencia con una especie de corrupción menuda y generalizada, y tenida por poco peligrosa, puede generar deformaciones mayúsculas y preparar el terreno para grados de corrupción mucho mayores. Y si esta puede causar estragos severos en la propiedad socialista, ¿cómo poner en duda su capacidad para impedir que se hagan plena realidad los beneficios sociales que se esperan de la propiedad privada?


El pragmatismo economicista es inútil para cuidar valores éticos como los encarnados en el Fidel Castro que, con espíritu martiano, advertía lo que esquemáticamente se puede sintetizar así: “En torno a la riqueza se genera corrupción”. Como norma, los ricos o en proceso de enriquecerse tienen admiradores, émulos, sirvientes, cómplices. Su influencia es política —actúa sobre la polis, sobre la sociedad—, aunque en determinadas circunstancias no les interese dedicarse al quehacer político, pues les resultaría menos rentable que sus negocios. Por muy heterogénea que su composición resulte, ¿será casual que el imperio les asigne el lugar que les reserva en sus planes con respecto a Cuba?


Los efectos de la influencia de los enriquecidos no desaparecen ni menguan mecánicamente porque el enriquecimiento se legalice. Ni siquiera faltarán quienes reciban en usufructo tierras que ponen a producir con prácticas que pueden terminar en el lavado de dinero, porque operan con recursos sustraídos de entidades estatales.


Dar por cierto el carácter de propietarios comunes de los ciudadanos que trabajan en las diferentes formas no estatales de propiedad puede abonar errores conceptuales y prácticos. De inicio, revela insuficiente claridad en torno a los replanteamientos que se están produciendo en la estructura de clases de la nación, y a partir de ahí se puede soslayar que en el sector no estatal hay propietarios y empleados, dueños y asalariados y, por tanto, dígase de una vez, explotadores y explotados, plusvalía mediante.


Algunos se sentirán felices de ser explotados a cambio de montos salariales muy superiores a los recibidos por quienes trabajan en el sector, fundamental y mayoritario, de la propiedad social de todo el pueblo. Pero eso no autoriza a olvidar la realidad, ni a edulcorarla, ni a creer que el asalariado está bien defendido en una misma sección sindical junto al dueño que le saca la plusvalía, además de imponerle determinadas condiciones laborales.


Fuera del ámbito de la propiedad social —donde todo el pueblo es el poseedor y no debe ser sustituido por el Estado, que tiene el deber de representarlo—, la condición de propietarios comunes puede darse en cooperativas, si todos sus integrantes tienen similar ubicación en el proceso productivo y en la obtención de las ganancias. Pero ¿tienen todas las cooperativas una homogeneidad tal? En cualquier caso, ellas son formas de propiedad colectiva, pero también privada, algo que frecuentemente parece ignorarse.


En general, la existencia de plusvalía y de explotación —que existen objetivamente, a contrapelo de las mejores intenciones asociadas a un proyecto socialista— demanda perfeccionar leyes y códigos laborales. En lo determinante, los que están en boga se pensaron para relaciones laborales en que no había, o no abundaban, propietarios privados y las ganancias se destinaban a los grandes servicios públicos y la defensa nacional, salvo desvíos debidos a la corrupción o a mecanismos administrativos fallidos.


En las actuales circunstancias el Estado y especialmente los sindicatos deben ampliar y profundizar la atención a quienes, ubicados fuera del área estatal, pueden empezar a sufrir —o ya sufren— la pérdida de conquistas históricas de los trabajadores, alcanzadas en larga y a veces cruenta lucha contra el capital. No basta considerar que la existencia de las formas no estatales está condicionada por los objetivos del desarrollo socialista.


En eso no hay magia. Es necesario cuidar hasta los detalles que más insignificantes parezcan, así en los hechos como en las formulaciones en torno a ellos. Tal vez el tiempo que —de 1968 para acá— se dedicó a reducir al mínimo la propiedad privada, haya suscitado prejuicios, dificultades o nieblas al concebir su revitalización, e incluso al nombrarlas. Se creyó necesario insistir en que se debía prestigiar a las pequeñas o ya no tan pequeñas formas de propiedad privada, en el supuesto de que el prestigio revolucionario de la propiedad social se traslada automáticamente a quienes laboran en ella.


La realidad ha mostrado que en la valoración pública la solvencia económica realza el reconocimiento de puestos de trabajo. Aunque pésimo y doloroso, resulta ilustrativo el chiste del profesional altamente calificado que, al embriagarse, expresaba delirios de grandeza creyéndose maletero de un hotel donde percibía propinas en moneda dura.


La idealización puede aumentar si se suman promociones que presenten a la propiedad privada sobre determinados medios de producción solamente como un aporte al empleo, a la eficiencia de la economía y al bienestar. Aumenta, sobre todo, si no se precisa que, aunque esas formas de propiedad privada sean necesarias en un contexto donde predominen las relaciones socialistas, es necesario asegurar los mecanismos dirigidos a prevenir excesos como el egoísmo, el sálvese quien pueda, la influencia corruptora y hasta el racismo.


Para tales excesos, y para otros, como el caciquismo, la entronización de la burocracia y el nepotismo —que, al igual que aquellos, también pueden infectar la propiedad social— no habrá tal vez antídoto de mayor eficacia que la más resuelta y responsable democracia participativa. Hablar de socialismo democrático sería una redundancia innecesaria si no fuera porque en el mundo se ha confirmado que un proyecto declaradamente socialista puede adquirir deformaciones profundas, y llegar a modos de realeza, incluso a perpetuar sentidos dinásticos de organización social propios del feudalismo.


Esos males no deben considerarse exclusivos de determinadas formaciones culturales. Son tendencias de la humanidad afincadas en el hecho de que “la tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos” (palabras de Carlos Marx). Y el peso de la tradición se refuerza al unirse con “los intereses y hábitos de mando de los opresores” (palabras de Martí). No basta plantearse una democracia más o menos abstracta.


En el socialismo al cual se aspira en Cuba, no en el que pueda confundirse con el capitalismo de estado, la democracia es vital, imprescindible, y debe distinguirse por su carácter participativo: por la activa y responsable intervención del pueblo en los debates, en la toma de decisiones, en la discusión —con influencia fértil, no meramente para debatir criterios y hacer catarsis— sobre la administración de los recursos en las áreas de trabajo de propiedad social. La democracia socialista debe tener el funcionamiento y el poder que la diferencien de otras, como la burguesa, tan enaltecida por la propaganda capitalista.


Para negar tal enaltecimiento, hay hechos rotundos: un ejemplo es la burla sufrida por el pueblo griego en el referendo que la Unión Europea revirtió; otro, el golpe dado al pueblo francés, para beneficio de la empresa privada, con la reforma laboral impuesta por un gobierno que también macula el rótulo socialista con la realidad de la peor socialdemocracia y la obediencia al neoliberalismo.


Cuando —desmintiendo trampas fomentadas por la manipulación mediática capitalista— en Cuba se reconoce la existencia de una sociedad civil, se le facilitan al funcionamiento democrático otras claridades fundamentales: la menor de ellas no sería reconocer las interrelaciones y también las diferencias entre los derechos y deberes de la sociedad civil y la razón de estado.


Aquella puede sentirse profundamente identificada con el Estado, que encamina la administración de la propiedad de todo el pueblo, y que —con la participación también del pueblo todo— asegura la defensa nacional y la calidad de las relaciones internacionales. Pero se le deben garantizar el espacio y los recursos necesarios para expresar, digamos, el repudio merecido por hechos que ocurran en países con cuyos gobiernos tiene relaciones el de Cuba. De lo contrario, pueden establecerse silencios de implicaciones nocivas contra la ética.


Eso no concierne solo al plano internacional. Cuando resulta urgente erradicar la corrupción —fuerza que mina el cuerpo social y sobresale entre las que pudieran derrocar,desde dentro, el proyecto de transformación revolucionaria—, se necesita potenciar el sentido ético de la existencia. Dimensiones políticas, económico-financieras, sociales, demográficas, territoriales, científico-tecnológicas, formativo-culturales, de protección y conservación de los recursos y el medioambiente, la política comunicacional —tan necesitada de verdaderos cambios—, la política misma y en general todas las vertientes que influyen sobre la marcha de la nación, demandan cultivar de modo consciente la eticidad.


Esas aspiraciones dependen, en gran parte, de la calidad de la educación. Que esta no se incluyera de modo explícito, destacado incluso, entre las vertientes que se consideren estratégicas para el desarrollo del país, haría pensar en olvido o en indeseable influjo del economicismo: de concepciones económicas torpes. De haber sido la educación uno de los principales campos de batalla de la obra revolucionaria le ha venido a Cuba, entre otros frutos, el desarrollo científico del cual le viene una de sus principales fuentes de ingresos.


Pero la educación no termina en ese propósito. Para que su utilidad sea plena debe mantener y perfeccionar su papel —con el mayor abarcamiento y la mayor profundidad posibles, a base de rigor científico y cultivo de los valores espirituales— en la formación ideológica y cultural del pueblo, necesaria para que la nación tenga seguro el conjunto de sus logros.


Consolidar los principios del socialismo y lograr un alto desarrollo económico y social son metas indispensables para salvaguardar y fortalecer la independencia y la soberanía que Cuba logró con el triunfo de la Revolución en 1959. No hubo fuerza imperial capaz de impedir la victoria del Ejército Rebelde, los mambises de entonces, aunque solamente haya sido porque al comienzo el imperio menospreció el alcance que esa victoria tendría.


Ahora el imperio admite que más de medio siglo de política abiertamente hostil contra Cuba no le ha servido para lograr sus planes. El carácter y el alcance de sus propósitos pueden calcularse en comparación con los severos daños causados por acciones armadas y terroristas, y por el bloqueo aún vigente, al pueblo cubano, con el fin de asfixiarlo por hambre para que responsabilice de ello al Estado y se levante contra él.


Pero, aun logrando un socialismo de verdad próspero, democrático y sustentable, este sería muy manco si no consiguiera para la población una existencia grata, un ambiente que, libre de trabas burocráticas y basado en la buena convivencia y en la disciplina social, asegure la dinámica y la atmósfera de un país vivible. No basta que ese país sea deseado y posible: urge hacerlo real, verdadero, en la cotidianidad.




miércoles, 27 de julio de 2016

LA CULTURA SUMERGIDA


Eduardo del Llano,Publicado: 26-07-2016 en


Hace poco me invitaron a una peña que se celebra en una casa del Vedado. Ya había ido antes, pero la verdad es que entonces no presté mucha atención a los trovadores y poetas que se presentaban. Esta vez fue diferente: escuché a David del proyecto OMNI Zona Franca, me conmoví con las canciones y los clips del primer disco de Juan Carlos Piñol, un vecino mío a quien conozco desde comienzos de los noventa, cuando yo actuaba con GNYO en el Acapulco y él era allí técnico de audio. Me gustó la poesía declamada, la spoken word de un negro joven y flaco a quien veo con frecuencia en otras peñas y en FAC, cuyo nombre no recuerdo. Una chica hizo versiones de Summertime, Oh darlingy Ain’t no sunshine, acompañada estupendamente a la guitarra eléctrica por otra muchacha. Y todavía hubo más gente proponiendo lo suyo, mientras tomábamos ron con cola y hablábamos de literatura, política y tatuajes.


El malogrado festival Rotilla, proyectos como La Manigua, OMNI Zona Franca y Espacio Irreverente, las productoras cinematográficas Quinta Avenida, La Tiñosa Autista o Sex Machine, el disco de Piñol (con invitados de lujo como Kelvis Ochoa, Hansel Arrocha y Rolando Luna) y otros como ese, grabados en estudios privados… Hay una extensísima, inagotable riada de gente con ideas y talento, buscando –y consiguiendo- vías alternativas para su arte, porque las instituciones no les prestan atención… o les prestan demasiada, como a Rotilla. Ya no se trata sólo de obras concretas sino de proyectos multidisciplinarios, plataformas creativas que abarcan música, diseño, artes visuales, poesía, que se promocionan y hacen contactos para conseguir lo que necesitan sin ceder en sus ideas para que el Ministerio de Cultura los acepte. Y vaya si lo consiguen. Hay un cansancio de fondo, la certeza de que las vías institucionales son con frecuencia inoperantes y encima exigen un precio demasiado alto. Algunos espacios abiertos a partir de iniciativa privada logran visibilidad social, como ese milagro llamado FAC; otros no tanto, manteniéndose como una guerrilla cultural urbana. No todo es bueno, desde luego, no todo en la cultura sumergida está destinado a perdurar, pero también es cultura cubana y merece espacios y oportunidades que deberían pertenecerle no a guisa de dádiva sino por derecho.


 La parte visible del iceberg sigue ignorando a la otra. Lo interesante es que a la otra ya no le importa. En definitiva, aun sumergida, es mucho más grande.


P.S.: Recomiendo la serie de novelas de fantasía heroica del autor polaco Andrzej Sapkowski centradas en su personaje Geralt de Rivia. Aun traducidas, impresionan el uso del lenguaje, el humor subyacente, la originalidad de su universo.


P.P.S.: Mi documental Stones pá ti, acerca del estupendo concierto de la banda británica en La Habana el pasado 25 de marzo, ya está en la red. Pueden verlo en  https://youtu.be/fWtiPWXcggo



lunes, 25 de julio de 2016

Objetivo: Fidel.


 Por Fabián Escalante Font, La Pupila Insomne





Fidel Castro ha sido el líder político más perseguido en la historia contemporánea y probablemente en la universal. Varias centenas de complots homicidas han sido planeados en su contra, algo probado en documentos oficiales desclasificados por el gobierno de Estados Unidos. Sin embargo, como para restar importancia a la gravedad de estas acciones, políticos de ese país han afirmado que los atentados planeados fueron solo unos pocos,  como si uno no bastara para hacer de ello algo deleznable.



La CIA norteamericana no solo fue responsable de estos complots, sino también contrató al “sindicato del crimen organizado” (la mafia), para iguales fines, algo inaudito y sin precedentes históricos.


También desplegó intensas campañas de “guerra sicológica” para la consecución del crimen, lo que trajo como resultado que cientos de contrarrevolucionarios de origen cubano, una veces con los medios entregados por ellos y otras influidos por las campañas realizadas, se propusieran asesinar al dirigente cubano.


Un ejemplo de lo anterior fue la “operación botín” desencadenada por Estados Unidos a través de su emisora oficial La voz de las Américas, en la cual en una programación [1] dirigida  a Cuba, puso precio a las cabezas de los dirigentes cubanos, especialmente a la de Fidel.


En ocasiones se ha pretendido remitir el éxito de tales resultados a la labor de los organismos de seguridad cubanos, sin embargo, en honor a la verdad, la participación popular en su desmantelamiento fue vital, sin detrimento de la eficiencia del Servicio, a lo cual habría que sumar, la intuición de Fidel para descubrir las emboscadas, que no pocas veces lo libró del crimen planificado.


Las investigaciones realizadas han permitido documentar que, en total, fueron conocidos por los servicios de seguridad cubanos 634 complots homicidas durante el periodo 1958-2000¸ en diferentes estadios de planificación; sin mencionar los que no fueron descubiertos y abortaron por cuestiones ajenas a la intención de sus planificadores.


De ese conjunto, 167 fueron proyectos homicidas que se encontraban en fase de ejecución al momento de ser desmantelados y que contaron con los medios, oportunidad y ejecutores determinados a ello y que fracasaron por la acción de los servicios de seguridad o por la cobardía de los autores y que fueron descubiertos posteriormente.


Profundizando en el estudio de ellos, hoy los podemos analizar desde otra perspectiva y vincularlos a la trayectoria política y revolucionaria de Fidel y a las posibilidades del enemigo para cometer el crimen. Para tales fines hemos tomado como punto de partida el 26 de julio de 1953.


Así, los complots homicidas se podrán caracterizar por el momento histórico que transita el proceso cubano, es decir los escenarios socio-político-económicos existentes, que definirán además los enemigos  enfrentar.


El periodo que comienza  con el asalto al cuartel Moncada, el exilio en México y más tarde la lucha en la Sierra Maestra y el derrocamiento de la dictadura de Batista, agrupa los intentos de envenenamiento mientras estaba preso en Boniato, luego, la cacería iniciada tras la libertad obtenida en 1955, seguida del exilio en México, donde agentes de la CIA como John Maples Spiritto vigilaban sus movimientos, y finalmente los fallidos intentos en la Sierra, donde primero Eutimio Guerra y posteriormente a finales de 1958 el norteamericano Alan Robert Nye, actuando por orientaciones del FBI y la policía batistiana, intentarían su asesinato para frustrar la revolución en curso.


Un segundo corte,  se inicia con el triunfo de la Revolución y  se extiende hasta abril de 1961 y se corresponde con el proceso de implementación del programa del Moncada.


Ese periodo, estará caracterizado por dos importantes complots contrarrevolucionarios: la conspiración Trujillista y la de Huber Matos, ambas con los mismos fines y  apoyo norteamericano, pero  con  inspiraciones diferentes. La primera, integrada por batistianos exilados, casquitos, oligarcas nativos y renegados, dirigidos por el dictador dominicano Rafael Leonidas Trujillo, con el fin de reinstalar el régimen anterior en Cuba, mientras que la otra, organizada por disidentes de la Revolución que aun ostentando los cargos y atributos otorgados, pretendían mediante una asonada militar presionar a Fidel para desembarazarse de los “izquierdistas” del Ejército rebelde. Esta etapa está descrita en  una interesante conclusión del Departamento de Estado norteamericano que caracterizaba así el periodo transcurrido:


“(…) el período de enero a marzo (1959) puede ser caracterizado como la luna de miel con el gobierno de Castro. En abril se hizo evidente un giro descendente en las relaciones… En junio habíamos tomado la decisión de que no era posible alcanzar nuestros objetivos con Castro en el poder y acordamos acometer el programa referido por Mr. Marchant (Subsecretario Livingston Marchant) . En julio y agosto habíamos estado delineando un programa para reemplazar a Castro. No obstante, algunas compañías en Estados Unidos nos informaron durante ese tiempo que estaban alcanzando algunos progresos en las negociaciones, un factor que nos causó atraso en la implementación de nuestro programa. Las esperanzas expresadas por estas compañías no se materializaron. Octubre fue un período de clarificación. El 31 de octubre, de acuerdo con la CIA, el Departamento sugirió al Presidente la aprobación de un programa en correspondencia con lo referido por Mr. Marchant. El programa aprobado nos autorizó a apoyar a los elementos que en Cuba se oponían al gobierno de Castro, mientras se hacía que la caída de Castro fuera vista como resultado de sus propios errores…” [2]


En los comienzos de 1960, la CIA, hasta entonces envuelta en conspiraciones de rosablanqueros y renegados, decide formar una Fuerza de Tarea para derrocar al gobierno cubano, integrada por sus mejores expertos provenientes del golpe contra Jacobo Arbenz en Guatemala, al tiempo que el coronel JC. King, jefe de la División para A. Latina, recomendaba:


“En Cuba existe una dictadura de extrema izquierda que si se le permite mantenerse, estimularía actividades similares contra posesiones norteamericanas en otros países latinoamericanos… Se debe analizar a fondo la eliminación de Fidel Castro. Ninguno de los que están cerca de él, como su hermano Raúl o su compañero Che Guevara, atraen a las masas de manera tan hipnótica. Muchos conocedores piensan que la desaparición de Fidel aceleraría considerablemente la caída del actual gobierno… “. 


En este período,  la Agencia contratará a la Mafia norteamericana, para que al mejor estilo hollywoodense asesine al líder cubano. Para tales fines, oficiales de la CIA contratar{an a la mafia de Chicago y Florida, una encabezada por Sam Giancana y John Rosselli y la otra por Santos Traficante Jr[3], además pondrán sus modernos laboratorios a inventar venenos, tabacos explosivos, polvos depilatorios, etc, para facilitar la misión a sus nuevos aliados.


En 1961, después de la victoria de Girón y con el Socialismo proclamado, la CIA incrementará los recursos y medios para esta misión, creando  en enero de ese año, un departamento, denominado ZR/Rifle exclusivamente con el propósito de asesinar a Fidel, con lo que se inicia una nueva fase.


Entre las operaciones más importantes de entonces, estuvieron las proyectadas en julio de 1961 para asesinar a Fidel y a Raúl, en la capital y Santiago respetivamente, en el marco de una operación de auto provocación en la Base Norteamericana de Guantánamo; luego el conocido complot de la Terraza Norte del Palacio Presidencial, donde proyectaban disparar con una bazooka al líder revolucionario; después, en 1963, el intento de envenenamiento en el Hotel Habana Libre y finalmente el organizado por la CIA por mediación del ex comandante Rolando Cubela Secades, quien debía asesinar a Fidel por medio de un poderoso veneno y propiciar simultáneamente,un golpe militar en el país.


En 1966 la contrarrevolución interna fue derrotada definitivamente, con la desaparición de sus bases de sustentación, sin embargo los complots, las conspiraciones y los planes de atentado aumentaron. Miles de horas radiales, propaganda escrita, rumores y todo medio de difusión fueron utilizados para estimular la eliminación física de Fidel Castro. Sólo la vigilancia popular, la solidaridad, el instinto del jefe revolucionario, además de la moderna y confiable protección de las Fuerzas Armadas Revolucionarias  y el Ministerio del Interior, impidieron tales pretensiones.


En la cuarta etapa  que se inicia en los comienzos de los setenta hasta finales de siglo, va a encontrar a la Seguridad cubana en condiciones de penetrar los centros terroristas de la CIA y así poder neutralizar varios de los complots homicidas. Entre los más destacados de entonces se encontraron el de Chile, cuando en 1971 Fidel visitó aquel país y luego más tarde, cuando en 1976 la CIA supuso que el dirigente cubano viajaría a la proclamación de independencia de la República Popular de Angola, donde se pretendía derribar el avión donde viajaría, hecho que fue denunciado por Fidel en ocasión del acto popular realizado en la despedida de duelo de las victimas del avión cubano dinamitado en pleno vuelo al despegar de la Isla de Barbados.


A partir de entonces la CIA y sus aliados, comenzaron una cacería internacional, para aprovechar los viajes del líder cubano para ejecutar el crimen. Probablemente el más sobresaliente de los complot de entonces y que caracteriza aquella etapa  ocurrió en noviembre de 2000, durante la X Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de Iberoamérica que se desarrolló en Panamá, en el cual se planeó colocar una potente bomba en el paraninfo de la Universidad de ese país donde el dirigente cubano haría uso de la palabra.


Resumiendo, en el transcurso de 40 años se planearon más de seiscientos complots homicidas contra Fidel Castro de los cuales más de un centenar al momento de su desarticulación contaban con los medios, recursos y la oportunidad para ejecutarlos. En otras cifras, durante 40 años, cada 82 días se intentó asesinar al líder cubano. Si no es record es un buen average.


Y hoy, víspera de su 90 cumpleaños de luchas y victorias, sirvan éstas líneas para rendir homenaje a este, nuestro Fidel, gladiador invicto de la historia contemporánea americana y mundial.


[1] “Cita con Cuba”


[2] Roy Rubotton, asistente del Secretario de Estado.


[3] Santos Traficante Jr fue el representante de las familias mafiosas norteamericanas en Cuba hasta 1959.



domingo, 24 de julio de 2016

El “miamismo” y el recurso del pataleo





Lázaro Barredo Medina

Lázaro Barredo Medina




Por LÁZARO BARREDO MEDINA

Quien fuera una especie de “Don Corleone” de la mafia de Miami, se jactaba de que aprendieron de los neoconservadores a dominar “la extraña sociedad política que se llama Congreso de los Estados Unidos” y lograron poner las decisiones sobre Cuba en total discrepancia con los intereses de la sociedad estadounidense. Desde entonces impera en el Congreso el “miamismo”, como alguien sensatamente lo definió.


Ese accionar se ha visto ahora nuevamente en la Cámara de Representantes. Cada vez que sienten temor de que la industria anticubana va a parar de funcionar, los políticos de origen cubano acuden al sinsabor de la presión y el chantaje o el escándalo. Fueron alumnos aventajados de los lobbys, y saben a quién intimidar, a quién comprar, cómo obrar bajo cuerda, y ponen el cabildeo a satisfacer sus intereses.


En esa pretensión de convertir en un imposible cualquier perspectiva de mejoramiento de las relaciones entre ambos países, continúan creando obstáculos que impidan la solución de problemas mediante perchas legislativas en las que cuelan medidas de fuerza para boicotear las decisiones ejecutivas adoptadas por el presidente Barack Obama. Eso acaba de apreciarse en las cláusulas finalmente aprobadas por la Cámara de Representantes en la Ley del presupuesto de servicios financieros y gastos generales del gobierno para 2017, en el que volvieron a intensificar las sanciones contra Cuba, entre ellas reforzar la prohibición de los viajes.


Durante varios días  presionaron con el respaldo de la dirigencia republicana para eliminar del proyecto legislativo otras dos enmiendas propuestas por los congresistas Rick Crawford y Mark Sanford, que favorecían la supresión de las restricciones a los intercambios económicos y sociales con Cuba, que obtuvieron aprobación mayoritaria en el Comité de Reglas de la Cámara de Representantes. Se conoce que Sanford retiró su enmienda sobre las limitaciones de viajes a los estadounidenses al admitir que no tenía el apoyo del presidente de la Cámara, Paul Ryan. Mientras Crawford descartó la suya bajo un supuesto compromiso del liderazgo de la Cámara y representantes por la Florida de comenzar a buscar una solución a largo plazo para eliminar los pagos en efectivo en la compra de productos agrícolas estadounidenses.


Solo la intolerancia explica que este grupo de conservadores pueda actuar negando a los ciudadanos estadounidenses el derecho al libre flujo de ideas, de comercio, de viaje y de intercambio con los cubanos, y siga de espalda al apoyo cada vez más mayoritario al mejoramiento de las relaciones diplomáticas y en contra del bloqueo económico, mientras importantes sectores de negocios estadounidenses reiteran su intención de aprovechar las oportunidades de relación con Cuba.


¿Por qué el temor a eliminar la prohibición de viajes del ciudadano estadounidense, cuando son medidas violatorias de la Quinta Enmienda de la Constitución de ese país?


Saben que se produciría un radical cambio de criterio en la opinión pública estadounidense. Si diversos sectores de la sociedad  pudiesen ver la realidad cubana, tal cual es, como ya ha ocurrido, el “miamismo” en el Capitolio de Washington estaría perdido.


Muchos políticos coinciden hoy en la apreciación de que no proviene de Cuba la verdadera amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos, sino que el peligro más latente reside en la incendiaria actitud de esos congresistas que han puesto por delante su agenda particular en detrimento de los intereses nacionales de Estados Unidos, incluso en perjuicio de la propia comunidad de origen cubano.


Mientras tanto, y como expresión de que no hay que impacientarse ante estas escaramuzas que son como el recurso del pataleo y se agotan, prosiguen los diálogos bilaterales entre ambos gobiernos como ocurrió en días pasados, sobre temas comerciales y financieros, así como conversaciones migratorias.




jueves, 21 de julio de 2016

SE TRATA DE UN ASUNTO, REALMENTE DIFÍCIL DE ENTENDER.



 POR ESTEBAN MORALES.

Resulta que hace algún tiempo  retiramos de su cargo al Ministro de Economía, para que el Cro. Que ocupaba la responsabilidad de la Dirección de la implantación del nuevo modelo económico  tuviera en su mano ambas tareas.

Ahora es a la inversa;  quitamos al Cro. Murillo de ministro, para que se quede solo con la tarea de implantar el nuevo modelo y dirigir  la Comisión. Es posible que nos hayamos percatado de que  la tarea de implantar el nuevo modelo sea demasiado fuerte para que el hombre encargado, además, tenga la responsabilidad de ser ministro de economía.

Pero lo que me resulta imposible de entender, a  no ser que causas mayores lo justifiquen,  que el hombre que durante todos estos años ha tenido sobre sus hombros la imagen económico-financiera internacional de Cuba, Ricardo Cabrisas, haya sido movido de su responsabilidad para darle el cargo de Ministro de Economía.

Me pregunto, porque en medio de la situación tan compleja que tiene Cuba en el campo de sus relaciones económicas internacionales, movemos del cargo al hombre que ha manejado la deuda de Cuba, sus relaciones económicas con el Club de Paris y ha realizado todas las gestiones para que más de 14 países de la institución mencionada, hayan negociado con  Cuba; haya logrado  trabajar para todas las condonaciones de deuda que hemos recibido, que no  son ningún regalo, logrado  los préstamos que se nos han otorgado;  haya realizado todas las gestiones que ha hecho para aliviar nuestra situación financiera. Al hombre  que posee las relaciones con la banca internacional más sólidas, que ha negociado los  acuerdos más complejos con el aparato financiero internacional, que tiene el prestigio y las relaciones de Cuba en el campo más difícil de la economía del país. Lo quitamos y lo ponemos de Ministro de economía. Al hombre que goza del crédito más importante en el campo financiero internacional: la confianza. Cuando en Cuba,  en mi opinión existen no menos de entre 2 o 3  personas que podrían ser ministros de economía, mientras que no existe nadie que pueda ocupar el cargo que Cabrisas ocupaba con la capacidad, habilidad y relaciones con que él podía hacerlo.

Yo diría, que Cabrisas ha llegado a ser, casi,  el Carlos Rafael que ya no tenemos. Mientras que ministros de economía pueden ser otros.

Cabrisas ya no es un hombre joven, tiene 79 años, pero estoy seguro que le alcanzarían más  las fuerzas para llevar adelante la tarea que venía haciendo de manera brillante, que para ponerlo  al  frente del  Ministerio de Economía;  la economía interna, "ese gran almacén", con no mucho que repartir. El Cro. Cabrisas nunca ha tenido nada que ver con la economía interna, ni con los balances, ni con los problemas  de acopio, las  ineficiencias  de la agricultura, el turismo,  y mucho menos con los  problemas ya históricos  de  la Cadena Puerto-Transporte-Economía Interna. Queremos consumirle  los años vitales que le quedan,  cuando para lo otro que hacia las fuerzas le alcanzarían mucho mejor. Además de que no creo que tengamos un hombre o mujer más capaz que él  para manejar lo que ha estado haciendo hasta ahora.

Nos  hemos dado cuenta que movemos de un puesto clave a un hombre que lo ha hecho muy bien,  en una posición que es de vida o muerte para nuestra economía ahora. Con una situación tan inestable frente a los intentos de eliminar el bloqueo como ahora. Sin aun poder manejar el dólar a nivel internacional.

Además,  me pregunto, cuando vamos a acabar de dar la orden de jugárnosla con los jóvenes. Existen varias provincias, donde su primer Secretario del Partido podría ser ministro de economía. O algunos   economistas, jóvenes, preparados, con fuerza para dirigir la economía. Como podría ser, por ejemplo,  Juan Triana.

Considero que se trata de una decisión errónea,  que podemos  pagar  caro. A no ser que causas mayores, que desconocemos, hayan justificado la medida. Y esto pueda parecer una autosuficiencia de mi parte.

Hay muchas cosas importantes para la economía cubana ahora. Pero obtener préstamos, recibir inversiones, cumplir los compromisos de las condonaciones de deudas y tener dinero fresco, es cuestión de vida o muerte hoy para nuestra economía. Sí queremos de verdad aplicar el Nuevo Modelo Económico con éxito.

Julio 17 del 2016.



Agradezco la colaboración de Ismael Zuaznabar

miércoles, 20 de julio de 2016

Acontecimientos que demandan una ampliación y flexibilización de los esquemas de reforma en Cuba

Por Domingo Amuchástegui 2016-07-19



 En un reciente artículo publicado en el diario español El País, el periodista Pablo de Llano, desde México, concluía sus comentarios sobre las actuales tensiones y reveses de la economía cubana, en los siguientes términos: “Hoy La Habana mira preocupada a dos capitales. A Caracas, donde se cierra el horizonte, y a Washington, donde no termina de abrirse”.




Lo referente a Caracas no es casi noticia. Desde la maltrecha victoria electoral de Maduro –e incluso desde antes, aún en vida de Chávez– muchos de los mayores proyectos prometidos por Venezuela a Cuba luego de los acuerdos de 2002 –con excepción de la refinería y terminal de Cienfuegos– han terminado olvidados en alguna gaveta. Mientras, los flujos petroleros en calidad de pago por servicios médicos y otros servicios y ventas, se han visto seriamente amenazados por el sostenido descenso de los precios del petróleo; todo ello unido a una pésima gestión económica de parte del presidente Maduro y su equipo, así como la creciente inestabilidad política luego de los resultados de las elecciones parlamentarias de medio término.

El horizonte no se cierra ahora. Solo un ciego, o un mutismo oficial negado a abordar descarnadamente todas las implicaciones de semejantes tendencias, podían abstenerse de admitir y, peor todavía, a no prever lo que dicho horizonte, desde hacía tiempo, podía depararle a la economía cubana. ¿Había plena conciencia en la dirigencia cubana de tales peligros? Más allá de su renuencia a admitirlos y discutirlos a plenitud y en público, el empeoramiento de la situación era algo que gravitaba sobre todo su quehacer y era un tema de creciente preocupación en los más diversos círculos en La Habana. Si alguien ha quedado sorprendido ha sido porque andaba en “Belén con los pastores”.

Si los niveles de recortes e impactos se mantienen de acuerdo a los números y medidas presentados por el vice-presidente Marino Murillo, entonces puede hablarse de “un mal menor”. Si, por el contrario, “el horizonte venezolano” llegara a cerrarse en números mayores, las cosas pueden llegar a empeorar: hipótesis que no descartó en sus palabras el presidente Raúl Castro. Aunque es incuestionable que Cuba está hoy en una mejor situación para neutralizar las posibles consecuencias de una crisis de gran envergadura; mucho mejor preparada que cuando ocurrió el llamado “Período Especial” de comienzos de los 90, del cual algunos han comenzado a especular como “posible” y, para algunos delirantes, incluso “deseable”.

Habrá que seguir muy de cerca los acontecimientos y tendencias, tanto en “el horizonte venezolano”, como en la economía y la sociedad en Cuba (con los dedos cruzados, con todas las invocaciones y rezos posibles, con velas, vasitos de agua y ofrendas, tirando los caracoles) pero, sobre todo, poniendo en práctica las políticas más atinadas y pertinentes ante una contingencia como la presente y que entrañen una ampliación y flexibilización de los esquemas de reformas a aplicar de aquí en lo adelante.

No olvidemos que, en paralelo al despeñadero venezolano de los últimos años, la dirigencia cubana trabajó, seria y certeramente, para normalizar sus relaciones con la Unión Europea y con Estados Unidos (el horizonte “que no termina de abrirse”, según la fórmula piadosa y demasiado incompleta del periodista Llano), además de renegociar su deuda externa con diversos actores internacionales.

Más allá de negociaciones y arreglos en áreas de relativa importancia, o completamente secundarias, el embargo/bloqueo sigue gozando de perfecta salud, todavía es  imposible conducir transacciones financieras en dólares, se mantienen en pie todos los programas de “cambio de régimen” administrados por la USAID; y en el Congreso, con independencia de algunas iniciativas loables de parte de algunos legisladores (todas fracasadas y ninguna aprobada hasta ahora) hay una mayoría de ellos que continúan “bloqueando” todo lo que tienda a normalizar la relación con Cuba, mientras introducen toda suerte de enmiendas o perchas para crear más restricciones al comercio, a los viajes, a diversas transacciones, al turismo y otras. El horizonte con Washington no es que “no termine de abrirse”, sino que cada vez se cierra más. Las recientes acciones en el proceso de aprobación del proyecto de Apropiaciones así lo confirman con creces, con el añadido de mayores  incertidumbres en torno a las elecciones de noviembre en la nación norteña y lo que estas puedan depararle a Cuba, no solo por quién resulte electo a la presidencia, sino por saber en qué dirección cambiará el Congreso, pues es allí donde se ventilan los temas cruciales que lesionan los intereses soberanos y materiales de Cuba, para bien o para mal, en particular en las circunstancias actuales.


lunes, 18 de julio de 2016

Una visión sobre la politización de los derechos humanos.

Por Julio Antonio Fernández Estrada, Cuba Posible

 La Declaración Universal de Derechos Humanos, adoptada y proclamada por la Asamblea General en su resolución 217 A (III), el 10 de diciembre de 1948, ratifica en su Preámbulo que el reconocimiento de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana es una de las bases de la libertad, la justicia y la paz en el mundo. En otro fragmento de este mismo Preámbulo se puede leer: “Considerando esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión” (1).




La Declaración Universal se autodenomina “ideal común” por el cual todos los pueblos y naciones deben esforzarse, y considera que los seres humanos y las instituciones deben divulgarla, por medio de la educación y la inspiración constante en ella, para lograr –de forma progresiva– la aplicación nacional e internacional de sus postulados. Ya hemos escrito en otras ocasiones sobre la cultura de los derechos humanos en Cuba, firmante pionera como Estado de esta Declaración Universal a fines de los años 40 del siglo XX. Sin embargo, debemos repetir que nuestra educación sobre y para los derechos humanos es insuficiente y llena de prejuicios.

La gran aspiración original de que los derechos estén acompañados de un régimen jurídico fuerte y legítimo, se ha logrado a medias. Las instituciones nacionales, regionales y mundiales para la defensa, promoción y educación sobre derechos, han crecido, pero con la misma imaginación arrebatada se han multiplicado las formas de violación estatal e individual de los derechos humanos en todo el planeta. Como otros tantos valores y conquistas conceptuales, políticas, históricas, de la izquierda mundial, de la lucha de los pueblos, el tema de los derechos humanos ha sido hurtado por el pensamiento y la acción conservadora en los espacios de la política real global.

Cuba tiene un problema distinto al del resto del mundo. En nuestro país se realizan muchos derechos que no están reconocidos en ningún documento legal, se violan otros que aparecen en diferentes disposiciones normativas, y el pueblo desconoce la existencia de una cantidad amplia de derechos que están protegidos desde hace décadas. Sin embargo, lo más delicado radica en que todo esto sucede sin que exista un ambiente propicio para la discusión sobre derechos humanos. Se hace inaudito que no se logre comprender y garantizar que el pueblo de Cuba, al igual que todos los pueblos, debe poder plantear, frente al Estado y frente a otros ciudadanos y ciudadanas, sus problemas cotidianos en cuanto a la limitación y realización de sus derechos.

Que en Cuba hablar de derechos humanos sea “delicado” y que haya que “andar con pies de plomo” para hablar de este asunto, muestra la debilidad teórica y sobre todo política en que se encuentra la opción más profunda o radical de izquierda en la Isla. Lamentablemente esto no ocurre por decisión propia, sino como consecuencia de la incapacidad de los interlocutores oficiales y por la carencia de espacios francos de discusión sobre estos temas. No obstante, debo precisar que los derechos humanos, después de su consagración y difusión universal, no pertenecen a ninguna ideología en particular, ni a ningún movimiento político específico.

Al declinar el uso de los derechos humanos, como discurso y opción de lucha políticos, el Estado cubano ha identificado a la oposición interna (que ha esgrimido la limitación de los derechos, sobre todo los llamados políticos y civiles) con los derechos humanos en sí mismos, lo que inmoviliza al discurso oficial y lo separa del vocabulario y las prácticas de lucha popular más intensas que se dan en el mundo. No es revolucionario separarse del discurso y de la lucha a favor de todos los derechos humanos, y resulta un fracaso político mantener un alto estándar de realización de derechos sociales, sin aceptar la necesidad de trabajar con la misma intensidad por los derechos civiles y políticos.

Las discusiones que se han acumulado durante décadas sobre derechos humanos han quedado fuera de nuestras aulas; de las escuelas primarias, secundarias y preuniversitarias, y de nuestras universidades. Resulta extraño encontrar tesis de licenciatura, en las diferentes carreras de ciencias sociales en todo el país, sobre el tema de los derechos humanos.

No bastó con reducir a un esquema elemental, en la Constitución de 1976, el reconocimiento de derechos, deberes y garantías. Era lógico que el constitucionalismo liberal fuera desterrado del entorno cubano socialista, donde predominaba la doctrina política y jurídica soviética; pero resulta incomprensible que también haya sido arrojado de la Constitución el caudal social -que se consideró clásico- de las constituciones de México en 1917 y de Cuba en 1940.

El socialismo cubano ha podido convertir en un arma poderosa la institucionalidad jurídica y el fortalecimiento del Estado de Derecho, pero no lo ha hecho. El Estado prefirió la fórmula de las garantías materiales de los derechos, sin las cuales no hay realización real de los mismos. Sin embargo, esto no basta, ni ha bastado nunca, ante la profusión de vías de violación de derechos que se produce en los sistemas políticos contemporáneos.

Los derechos humanos deben ser politizados. Para ello, debemos formar al pueblo, a las nuevas generaciones, acerca de la necesidad de: aprender y exigir la progresividad de los derechos humanos, con el propósito de que ningún Derecho ya alcanzado sea desplazado del Derecho positivo; capacitar para evaluar, tomando en cuenta las posibilidades prácticas que ofrece el enfoque de derechos, las políticas públicas; y lograr realizar el uso jurídico de la defensa de los derechos en procesos judiciales, como un arma para blindar a personas y grupos sociales en riesgo. En tal sentido, considero que los pueblos debemos vivir en democracia, porque tenemos derecho a ello; que debemos vivir y reproducirnos, natural, material y espiritualmente en un ambiente de ensanchamiento de las declaraciones de derechos; y sobre todo, que debemos garantizar la defensa de los derechos, incluso, más allá de la Ley y del Estado.

Por eso pedimos que la reforma constitucional en curso tome en cuenta lo más novedoso y politizado del pensamiento y de la acción a favor de la defensa y el crecimiento de los derechos humanos en todo el mundo. Lo hacemos porque estamos convencidos de que los derechos humanos pertenecen a la política del pueblo, a la que debemos mantener a toda costa como un atributo de civilización y desarrollo.

Ningún pueblo debe aspirar solo a sembrar, comer, procrear, curar sus enfermedades, así como cuidar sus propiedades y tesoros. Tampoco ninguna cultura debe solo aspirar a pensar, publicar, tener fe, imaginar, marchar, proponer, disponer y movilizarse ante la opresión. Todos los derechos humanos nos pertenecen. Los derechos colectivos, los individuales, los que tienen siglos de concebidos y los que han sido izados desde hace poco tiempo, todos deben ser parte de nuestra vida cultural, social, económica y política.

La política es parte riquísima de la cultura humana. Por la justicia y la democracia, que no se comen ni se palpan, han muerto y lo seguirán haciendo, millones de hombres y mujeres, durante miles de años; incluidos los que han dejado estampada su vida en la historia de Cuba.

Nota:

1.    Declaración Universal de los Derechos Humanos, en Salamanca Serrano, Antonio y Rosillo Martínez, Alejandro, Código de los Derechos Humanos de los Pueblos, Tomo 1, Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, Comisión Estatal de Derechos Humanos de San Luis Potosí, San Luis Potosí, México, 2007, Pág. 16.


Apuntes del día en que se anunció que no se harían los 10 millones

Por: Julio García Luis

 Fidel en el acto en el Melecón de La Habana por el regreso de los 11 pescadores secuestrados por un grupo terrorista de Miami, en 1970. Foto: Jorge Oller/ Granma




En La Habana, mayo 20 de 1970
4 de la madrugada.

Escribo estas notas apresuradamente después de un día y una noche sumamente agitados y repletos de acontecimientos. Ayer fue el apoteósico recibimiento de los 11 pescadores secuestrados por apátridas a la paga de la Agencia Central de Inteligencia el pasado 3 ó 4 de mayo, quienes, después de vivir una verdadera odisea de varios días en la cayería de Las Bahamas, fueron abandonados por sus cobardes captores del “Alpha 66” y traídos desde Nassau en horas de la tarde por un avión nuestro.

Ayer fue el momento de incomparable emoción junto a la avenida de Rancho Boyeros, cuando, entre el aullar de las sirenas, entre el atronar de las motocicletas y las aclamaciones de la muchedumbre enardecida, pasaron radiantes los hombres del mar liberados, con sus barbas, sus humildes sombreros de guano, más que héroes, verdaderos trofeos por los que el pueblo libró una de sus batallas más hermosas.

Ayer también, ya con las primeras sombras de la noche, fue el vibrante acto junto al malecón, acto de inmensas multitudes frente a la antigua embajada norteamericana, vigorosa demostración de un pueblo en pie de lucha que se estremeció con las sencillas, violentas y combativas palabras que le dirigieron tres de los pescadores caibarienenses.


Uno de los pescadores habla en el acto. Foto: Jorge Oller/ Granma

Uno de los pescadores habla en el acto. Foto: Jorge Oller/ Granma




Después, sobre las inquietas olas del pueblo, resonó la voz de Fidel. Habló sobre la inolvidable victoria lograda por el pueblo. Habló sobre la necesidad de enfrentar al enemigo no solo a la defensiva, sino también pasando a la ofensiva, llevando la guerra al territorio de quienes traten de hacérnosla, prestándose como trampolines o como instrumentos para los designios agresivos del imperialismo yanqui. Habló de la situación interna en EE.UU. y del desarrollo creciente de las fuerzas revolucionarias en eses país frente a la política fascista de Nixon, frente a su desenfreno guerrerista en el sudeste de Asia y en todo el mundo.

Dijo que sería muy difícil imponer la represión a un pueblo con las tradiciones del pueblo norteamericano. Luego se refirió a cómo el enemigo, especialmente un agentucho de la CIA radicado en La Habana, el corresponsal de Reuters, Adrew Tarnowski, había estado intrigando en sus despachos sobre si Cuba había creado deliberadamente este incidente para atenuar o relegar a segundo plano las dificultados que estábamos teniendo en la zafra.

Fidel reconoció las dificultades muy serias que hemos confrontado con los rendimientos azucareros en Camagüey y Oriente y rechazó de plano, por indigno, las malintencionadas elucubraciones del mencionado corresponsal. Por esta vía llegó Fidel al tema de la zafra. Continuó en el análisis de los problemas surgidos en ella y, llegado a un punto de su discurso, planteó con toda claridad la tremenda noticia: “no haremos los diez millones de toneladas”.

Pocas veces ha habido tanto dolor y tanta amargura en la voz de Fidel. Pocas veces se ha visto tanta emoción en sus gestos y en su voz. Muchos coincidieron después en que solo en una oportunidad anterior le habían visto así: cuando anunció al pueblo la caída del Che y luego, en la velada solemne de la Plaza de la Revolución. Luego sabríamos, confesado por él, que no pensaba abordar este tema, tema que prácticamente no le había dejado vivir en las últimas semanas, pero que llegado a ese momento del discurso, ante la inmensa masa del pueblo congregada allí, viendo su combatividad, su fervor revolucionario, no pudo reprimir el deseo y la necesidad de ofrecer toda la dura verdad.Una vez más, la lealtad, la sinceridad y el respeto de Fidel por su pueblo se expresaron con toda su fuerza. ¡Y qué valentía, con esas palabras que nadie ni en broma se atrevía a emplear!

Así, en un día de triunfo se unieron la victoria y la derrota. Porque este anuncio de Fidel proclama sin duda una derrota para la Revolución. No es que desconozcamos la magnitud del esfuerzo realizado ni los logros históricos de esta zafra. Ellos son evidentes. Pero eso no atenúa lo doloroso del revés: uno de los golpes más duros que haya sufrido nuestra patria. En tales circunstancias, he tenido el privilegio incomparable de estar junto a Fidel en dos ocasiones esa noche, durante las dos visitas que realizó al periódico. Por ello dejo este testimonio, como recordación de un día amargo para nuestra Revolución, y de la imagen de Fidel en este día, más grande si se quiere en la imponente fuerza de su angustia, de su valentía moral inconmovible, de su infinita lealtad al pueblo trabajador.

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“No estaba en el plan hablar de la zafra. Pero no hubiera sido leal con el pueblo." Foto: Jorge Oller/ Granma

“No estaba en el plan hablar de la zafra. Pero no hubiera sido leal con el pueblo.” Foto: Jorge Oller/ Granma




Llegó agitado. Eran sobre las 11 de la noche o quizás algo más. Hacía un rato que había terminado el acto del Malecón. Uniforme ajado y un tabaco apagado en la mano. Se sentó ante el círculo de compañeros que rodeaban la mesa y que permanecían de pie esperando sus palabras. No parecía triste, más bien cansado y lleno de preocupaciones. La mano derecha, en gesto característico, mesaba la barba algo rala y apuntada de un anuncio de canas en la barbilla. Sin preámbulo:

No estaba en el plan hablar de la zafra. Pero no hubiera sido leal con el pueblo. No sería lo más político, pero era lo más honrado. Teníamos la idea de esperar que arribáramos a los ocho millones y entonces hacer la explicación. Eso quizás hubiera sido lo más político. Pero no era correcto darle al pueblo hoy la alegría neta de esta gran victoria, y después, al cabo de los 20 días, la gran derrota”.

Queda callado un instante. Mira a todos los presentes. Luego dice, en voz baja: “Los revolucionarios no tenemos alternativa. Solo el deber”.

Escuchó con mucho interés las opiniones que le dimos algunos compañeros. Fueron frases de cariño y aliento. Hablaron Modesto, Perdomo, Tubal, Pi. Yo le dije: “Comandante, nunca como hoy el pueblo hubiera estado en mejores condiciones para recibir semejante noticia. Estaba enardecido. En frío, más tarde, no hubiera sido igual”.

Pensando en voz alta, dijo: “Ahora debo ir, mañana o pasado, a la televisión y explicar todo lo relativo a la zafra. Después lo que quisiera es meterme en el Pico Turquino, qué sé yo, meterme en el cañaveral más apartado, donde más malas sean las condiciones”.

“El MINAZ tiene una parte muy grande de responsabilidad en esto”.

“Siempre preferiremos siete millones y medio con la verdad, que once millones con mentiras”.

“Esta zafra, que supera en un 70 por ciento el promedio histórico de los últimos diez años, y en un 100 por ciento la zafra anterior, marcará un saldo imposible de igualar jamás en el futuro por ningún otro país; no será superado jamás ni siquiera por nosotros mismos”.

“Otras veces hemos tenido derrotas muy duras. Así el Moncada, Alegría de Pío, la Huelga de Abril; pero esta derrota duele más. Entonces éramos un grupo, más o menos numeroso en una u otra circunstancia, ahora es todo el pueblo. Esta derrota duele en proporción a la cantidad de gente que estaba metida en esto, luchando por este objetivo”.

“No nos cabe duda que vamos a sacar más provecho de no hacer los diez millones que de haberlos hecho; esto va a servirnos para tomar conciencia y superar muchas de nuestras deficiencias y nuestras limitaciones. Nos ha demostrado que no éramos tan fuertes y tan grandes como nos habíamos creído”.

“Pero eso no quita la amargura de la derrota”, agregó. Llegan más compañeros. Primeramente Celia. Luego Piñeiro, Dreke, Enio Leyva. Las caras serias. Fidel continúa: “Hemos quedado parejos con la contrarrevolución. Hemos obtenido una victoria y recibido una derrota”.

“Ahora hay que luchar por mantener al máximo la tensión de la zafra. Si la gente se desmoraliza es que no servimos para nada. Al hombro, debajo de los rayos, de las lluvias, tenemos que pelear las cañas que nos quedan”.

“Por lo demás, esta sigue siendo la zafra de los diez millones y tenemos que mantener ahí, en primera página, con un valor estoico, el cuadrito de la zafra, con los rendimientos, con su lema de los diez millones y todo”.

“La bronca por los pescadores terminó aquí, ahora tenemos que seguir peleando por la zafra”. Dirigiéndose a Piñeiro: “Empecé el acto cansado, tenía sueño”. Luego, pensativo, para sí mismo: “Nixon, saliste bien, hemos quedado parejos”.

“Toda la estrategia que ellos estaban elaborando –prosigue diciendo- estaba basada en la humillación por el fracaso de los diez millones. Estas acciones que hemos visto eran para ir caldeando el ambiente. Pensaban que esa circunstancia les daría el momento propicio para llevar adelante sus planes”.

Pero si era mejor plantearlo ahora que dentro de 20 días, honestamente tengo que reconocer que no fue algo intencional hacerlo así, fue por casualidad. Fue la honradez ante la gente lo que me llevó a decir esto. Cuando aquel pescador dijo lo de los diez millones sentí un sufrimiento insoportable, una vergüenza de saber que se seguían alentando las ilusiones, y lo mismo fue cuando el acto del domingo, el dolor de ver cómo todo el mundo unía la lucha por la liberación de los pesadores con la tarea de la zafra de los diez millones”.

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Teníamos un pueblo para hacer los diez millones, y ese pueblo no nos ha fallado. Foto: Jorge Oller/ Granma




“Hable con varios compañeros y me había convencido de que no debía decir aún lo de la zafra. Pero sentí la vergüenza del problema en medio del discurso, cuando comencé a hablar de las dificultades. La vergüenza de que alguien pudiera tener siquiera una sombra de duda o de sospecha de que estuviéramos disimulando la realidad para que la gente no se desanimara”.

“Un político frío hubiera pensado primero en garantizar los ocho millones. Tal vez eso sería lo más político. Pero yo no actué como político. Fue la honradez y la lealtad hacia el pueblo. Si era más correcto haberlo dicho hoy, eso no es el resultado de un deliberado acto político”.

“¡Nosotros no haríamos cortar una sola caña al pueblo en nombre de algo que sabíamos que ya no sería alcanzado!”

“Hay una verdad incuestionable: le hemos quitado un arma al enemigo. Ellos hubieran sacado más provecho de la noticia en frío dentro de 20 días”.

Sobre la mesa de la dirección hay una propuesta de primera página. Fidel la lee. Dice:

“En estos momentos de victoria
y de revés:
¡ADELANTE!
PUEBLO REVOLUCIONARIO
¡CON MÁS CORAJE Y VALOR
QUE NUNCA!
¡CONVIRTAMOS EL REVÉS
EN VICTORIA!
¡PATRIA O MUERTE!
¡VENCEREMOS!”

Luego de revisarla, extrae el bolígrafo y escribe al pie: “Fidel hablará hoy a las 8 y 30 por radio y televisión”. Entretanto, ha llegado también Llanusa.
“¿Cómo le llamamos: la ‘victoria de mayo’? ¿… y al revés? ¿ El revés de qué…? Quizás no debí decir revés, sino ‘derrota’”.

“La magnitud de la empresa que nos propusimos nos ha permitido conocer nuestras debilidades, nos ha enfrentado crudamente con ellas. Todo está de acuerdo a la vara con que nos midamos. Si la vara es chiquita, entonces la Revolución nos parece alta, enorme, poderosa. Si la vara es grande, entonces vemos que no estamos tan alto, ni somos tan grandes, y sí que tenemos muchas deficiencias y muchas limitaciones… Yo creo que la medida del revolucionario no debe ser de orden relativo, sino de orden absoluto”.

“Los nueve millones no son tampoco fáciles, hay que pelearlos. Los nueve millones son medalla plata, pero pudimos alcanzar medalla de oro.”

“El mérito más grande que puede tener el pueblo es pelear hasta la última caña, sabiendo que no se lograrán los diez millones; pelearla en la adversidad, en la derrota. Es increíble el esfuerzo que se ha hecho. En caminos. En el corte. En todo. El pueblo no ha fallado. El pueblo no tiene la culpa de esto. Hay que considera que saltamos en 18 meses para sembrar toda la caña que no se había sembrado. Un esfuerzo colosal”.

“Así que lo peor en este momento es no tener remordimientos, no tener complejo de culpa, porque se ha hecho en cada momento todo lo que podía hacerse”.

“Jamás en mi vida le he dedicado a algo tantas energías como a la zafra de los diez millones, sabiendo todo lo que ella significaba para la Revolución y para el país. Creamos las condiciones en el pueblo. Teníamos un pueblo para hacer los diez millones, y ese pueblo no nos ha fallado. Pero no teníamos el aparato administrativo para hacerlos”.

“Esto tiene que servirnos de mucho. La Revolución es una cosa maravillosa, fabulosa, pero requiere más seriedad de la gente, más reflexión… Creo que hice mal en llamarle ‘revés’, en realidad esto ha sido una ‘derrota’. Mañana en la televisión rectificaré el concepto”.

Algunos compañeros opinan. Llanusa discrepa. Dice que no está de acuerdo. Lo cree excesivo. Fidel insiste. Firme: “No. Digamos que esto ha sido una derrota, es más valiente que llamarle un revés”.

Llanusa acepta: “Buena, tú eres más valiente que yo”. Y Fidel remata: “Así le quitamos también un arma más al enemigo… Ahora tenemos que trabajar en cuatro direcciones –señala Fidel-: mantener duro hasta el final el trabajo de la zafra; lograr un autoanálisis de nuestras deficiencias, de nuestras limitaciones, y comenzar a superarlos; superar la actividad de la Revolución en todos los frentes y convertir la derrota en victoria”.

Ya Fidel se ha puesto de pie. Grave, se vuelve hacia la puerta, hace un breve gesto de saludo y dice: “Correcto. Entonces nos vemos mañana”.

No habría, sin embargo, que esperar mucho. Al poco rato, 1 y 30 de la madrugada, estaba de regreso. Llegó jadeante. Había subido por los escaleras, a zancadas. Pide papel. Parece que no había quedado conforme con la primera página y venía con nuevas ideas. Toma un cable de encima de la mesa y escribe al dorso, con mayúsculas grandes: “DERROTA”.

¿Qué ustedes creen si ponemos este título? (Ese día, la edición de “Granma” presentaba en primera página un titular enorme con la palabra ¡VICTORIA!, por haberse obtenido la devolución incondicional de los 11 pescadores. En contraste con ello, Fidel propuso ese cintillo.) Se convence y desecha la idea.

“Busquemos conceptos”, dice.

Así prepara la primera página, escribe los titulares, pregunta analiza. Después se sume en los temas que explicará esta misma noche por la televisión. Se anima. Uno le mira y piensa: bajo esa frente hay un torbellino de ideas que no le deja dormir. Uno tiende a la pena. Uno sabe que el más acariciado de sus sueños ha muerto públicamente en esta noche. Uno sabe qué duro debió serle ese anuncio de fracaso en una jornada de combate y victoria. Qué dura noticia para la nación y para nuestros amigos de todo el mundo. E inevitablemente viene a la mente las frases sobre el Che en su “Introducción necesaria”: “Ningún hombre mejor preparado que él para enfrentarse a semejante prueba”.

El Primer Secretario se recuesta en la butaca, razona, piensa en voz alta, se mesa el cabello y la barba con sus largos dedos, y uno no acierta a decidir si acaso ya en estos amargos momentos de derrota, Fidel está trazando en su mente el camino para victorias superiores y decisivas.

Amanece. Fidel ya se ha ido. “Chago” deja escuchar un relato de la Sierra: “Había fracasado la Huelga de Abril. Nadie se atrevía a darle la noticia a Fidel. Se habían ido juntando compañeros en La Plata. Después alguien le explicó lo sucedido. La represión. Los cuadros diezmados del movimiento en las ciudades. El fracaso. Fidel extrajo su pistola, la armó y comenzó a hacer fuego sobre el tronco de un árbol: “Ahora sí que se cae Batista”, dijo.


“Siempre preferiremos siete millones y medio con la verdad, que once millones con mentiras”. Foto: Jorge Oller/ Granma

“Siempre preferiremos siete millones y medio con la verdad, que once millones con mentiras”. Foto: Jorge Oller/ Granma





Frases de Fidel sobre periodismo, ética y Revolución, compiladas por Julio García Luis


La Revolución es obra de todo el pueblo. Si la Revolución tiene defectos, es como el hijo que tiene defectos también. Nosotros queremos que la Revolución sea perfecta, pero una cosa son las críticas que le hacemos los revolucionarios, y otra son las que le hacen los enemigos. A los enemigos no se las aceptamos. Las críticas tienen que ser de los revolucionarios para superar las deficiencias. Los contrarrevolucionarios critican para destruir, y los revolucionarios critican para superar, para resolver.

Pero además, la crítica no solamente hay que hacerla en los centros de trabajo, en las organizaciones, en el sindicato, sino que los periódicos revolucionarios también deben criticar. Y ningún administrador debe ponerse bravo porque lo critiquen. El tiene derecho a replicar, de aclarar cualquier cosa, de explicar cualquier problema. Esas son las críticas que se hacen en los órganos de la Revolución, que se hacen los revolucionarios entre sí. Los contrarrevolucionarios no, porque ellos lo que quieren es destruir. Ellos no nos quieren ayudar. Critican por destruir, por sembrar, la desmoralización, el pesimismo, el desaliento. Un revolucionario, un hombre de pueblo, un trabajador, un campesino, nunca debe dejarse desmoralizar por un contrarrevolucionario, por una mentira, por una intriga. Nunca debe quedarse callado frente a un contrarrevolucionario. Porque esos son iguales que los que en la guerra, cuando hay peligro, abandonan la posición, y huyen, tratando de que huyan los demás.

(Discurso por el IX Aniversario del asalto al cuartel Moncada. Oriente, 26 de julio. Obra Revolucionaria (24). La Habana, 1962)

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Se manifiesta frecuentemente una interpretación errónea sobre el contenido de la crítica a la gestión económica y administrativa, lo que da lugar a señalamientos aislados y a una práctica que asume el ejercicio de la crítica como si fuera uno más entre los géneros periodísticos. De tal manera, no pocas veces los esfuerzos en este sentido resultan festinados y no forman parte de un enfoque integral que incluya tanto los aciertos como las deficiencias. Criticar no es una meta, sino la aplicación desde posiciones de principios de un método para interpretar la realidad en su conjunto, promover acciones colectivas para transformarlas y superar las imperfecciones. Por otra parte, es evidente la falta de especialización en los dominios de la economía que predomina entre muchos de nuestros periodistas.

En un Estado de trabajadores como el nuestro, la crítica a una deficiencia o a errores en la gestión económica o administrativa no se hace para destruir a nadie, ni la confianza de las masas en la Revolución, sino para enfrentar a los cuadros a su sentido del honor, educar al pueblo y señalar el camino de la rectificación. Cuando se trata de problemas determinados por factores objetivos, el deber de nuestra prensa es documentar a la población y darle todos los elementos para que comprenda las causas; emprenderla únicamente contra las consecuencias no solo resulta contraproducente, sino que tiende a desorientar y confundir.

(Informe Central del Tercer Congreso del Partido Comunista de Cuba, Ciudad de La Habana, 4 de febrero. Editora Política, La Habana, 1986)

 

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Mi concepto de la prensa libre es que los medios de comunicación, la prensa, la radio y la televisión deben ser propiedad del pueblo, y no propiedad de individuos particulares. Ese es nuestro concepto.

En nuestro concepto, los periódicos y los medios masivos pertenecen al pueblo. Y debe existir la más amplia libertad para que el pueblo utilice esos medios en favor de los intereses de la causa, en la crítica dura todo lo que esté mal hecho. Creo que mientras más crítica exista dentro del socialismo, eso es lo mejor…

(Conferencia de prensa ofrecida en el hotel Pegasus, Jamaica, 21 de octubre. Ediciones OR (octubre-diciembre), La Habana, 1977)

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…Yo creo que lo más importante es que tengamos conciencia de que debemos usar la prensa en esta batalla, que es la batalla de la Revolución ahora y en futuro. Debemos estar conscientes de eso. Esto va a generar más presión, y yo creo que hace falta más presión sobre los cuadros, sobre los organismos, sobre los ministros, los cuadros políticos, sindicales, administrativos, todos. Porque falta presión. Si existiera más presión yo creo que existirían menos errores. Se supone que hay presión, que el sindicato se ocupa, que el Partido se ocupa, que todo el mundo se ocupa, que el gobierno se ocupa de los problemas, pero los problemas aparecen por ahí constantemente, muchas veces tardamos hasta meses en enterarnos de que un problema ocurre. Todo esto va a generar más presión, va a generar amargura, va a generar incluso injusticia, va a generar incomprensiones, va a generar interpretaciones erróneas, superficiales, de todo eso, porque yo no veo otra manera. Realmente, yo no veo manera de que nosotros empecemos a emplear la prensa de un modo más eficiente y que no se originen algunos de estos problemas, y que yo creo que solo la práctica y solo el tiempo podrá irlo perfeccionando.

Y yo lo que digo es que lo que hagamos, tenemos que hacerlo. No como ha ocurrido tantas veces. Se manda una circular, se desata una gran crítica de cualquier tipo, se retrocede, porque empieza a producir efecto negativo y es verdad que puede producir efecto negativo.

Los periodistas son un destacamento de la Revolución, y tratan de servir a la Revolución de la forma en que ellos creen que la sirven mejor y en las condiciones en que desenvuelven su trabajo, y nuestro problema consiste en saber cómo utilizar ese destacamento de la Revolución. Ese es nuestro problema, cómo utilizar de la manera más eficiente ese destacamento de la Revolución, porque no lo estamos usando de la manera más eficiente.

Si estoy convencido de que hay que utilizar la prensa de otra forma, y hay que hacer que la prensa participe en esta batalla contra todas las tendencias negativas, que la prensa participe definitivamente en la batalla por el perfeccionamiento de nuestro sistema, de nuestra Revolución, que la prensa trabaje, participe de una manera más eficiente. No es que no participe, no le voy a negar a nuestra prensa muchas de las cosas positivas que ha hecho en muchos momentos y que hace, incluso, y muchas campañas y muchos trabajos serios. Yo digo que la prensa participe de una manera mucho más eficiente en el proceso de la construcción del socialismo en nuestro país y que nosotros tracemos pautas de cómo se debe emplear la prensa en un proceso revolucionario.

Si el sueño de un revolucionario era tener un periodiquito clandestino, nosotros tenemos un periódico que saca 1 000 000 de ejemplares, ¿por qué no vamos a hacer un uso óptimo de ese instrumento? Si la batalla antes era contra la explotación, contra la opresión, contra la tiranía; la batalla es ahora por la construcción del socialismo, una motivación tremenda, hacerlo bien, hacerlo perfecto, ¿Cómo no vamos a aprender a usar esos medios que tenemos de forma óptima? Y no quiero decir que esos medios no hayan sido útiles.

Los burgueses se dan golpes de pecho haciéndose pasar por los más capaces de la libertad de prensa y yo creo que, en realidad, si de valor se trata el revolucionario es mucho más valiente, si de moral se trata el revolucionario tiene mucho más moral.

(Intervenciones durante los debates y sus conclusiones en el II Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, Ciudad de La Habana, 17-19 de julio. Cuba Socialista 6 (5), septiembre-octubre, 1986).


viernes, 15 de julio de 2016

Ministros

Publicado por Lilibeth Alfonso



 

En la política cubana de los últimos cincuenta años los ministros no renuncian, no son removidos por presión popular, sino renovados, trasladados para cumplir otras funciones, tranquilamente, tan en silencio que uno no sabe por qué, si hizo un buen trabajo o uno mediocre, si mejoró o empeoró la vida de la gente, nada.


Tampoco de los que asumen el cargo se conoce más que los dos o tres párrafos que les dedican a su historial en las notas informativas brevísimas preparadas para la ocasión, al punto de que si asumimos que la mayoría de los cubanos está al tanto de las decisiones de la alta política nacional a través de la prensa, entonces el hijo del vecino sabe más de la vida de algún excelentísimo señor de Malasia que del titular de un ministerio cubano.


En general, fuera de las sesiones de la Asamblea Nacional que se difunden y alguna que otra aparición televisiva, los ministros andan bastante alejados de la vida pública, tanto así que ahora mismo la mayoría de la ciudadanía ignora sus nombres, los proyectos que tienen pensados para sus ministerios, sus principios, qué defienden porque algo defienden, qué les parece mal, sobre qué basan su política.


Tampoco dan la cara cuando se equivocan. De hecho, es muy raro que una equivocación de esos “escalones” salga a la luz para ser sometida al escarnio público como sucede, por ejemplo, con otros más abajo. El único explote ministerial público del que tengo noticias, la protagonizó el ex ministro de Relaciones Exteriores Felipe Pérez Roque, y ni entonces fueron públicos los porqués: yo, por ejemplo, que no milito en el Partido o la Juventud, no fui informada debidamente, como ciudadana que sí soy, de su suerte.Ahora mismo, por ejemplo, hay una pequeña conmoción en la red a partir de que hoy se anunciara que el Consejo de Estado había decidido liberar de su cargo al Ministro de Transporte, César Ignacio Aroche, y promover en su lugar a Adel Yzquierdo, hasta este momento viceministro de Economía y Planificación, cargo que asumió, curiosamente, luego de haber sido ministro de la misma cartera.


Las opiniones son diversas, desde quien se pregunta si en todo el sistema del transporte en Cuba no hay nadie con la formación y experiencia suficientes para asumir ese cargo, en un terreno tan vital para el país, que nos libre del método del ensayo y el error tan natural como destructivo cada vez que alguien con capacidad pero sin experiencia asume cargos que lo obligan a nadar en aguas desconocidas;  hasta otros que se cuestionan, desde ahora, las capacidades del recién estrenado ministro.


Son preguntas, inquietudes tan válidas como inútiles, a fin de cuentas, sólo el Consejo de Estado, en periodos donde no sesiona la Asamblea Nacional, puede tomar esas decisiones de acuerdo al artículo 87 de la Constitución de la República, y así lo hizo.


Lo que nos atañe, en consecuencia -aunque, en la práctica, cada cual ocupa su lengua en lo que le parezca más conveniente- es más el cómo ejercen sus funciones que cómo llegan a ese sitio desde el cual, lo queramos o no, definen muchas veces el cómo vivimos.


A estas alturas, el secretismo sobre las gestiones de los ministerios es un anacronismo y una hoja de ruta, dada a consciencia o no, a las malas prácticas que luego derivan en casos de corrupción, abusos de poder, y errores que no tienen la necesaria consecuencia para los culpables.


Ya es hora de que los ministerios asuman la necesidad de adoptar una agenda de Comunicación Política que acerque sus gestiones al pueblo, haga posible que la ciudadanía lleve un control de sus acciones, tanto de las victorias como de los fracasos, y a partir de ello esta sea capaz de exigir, incluso a través de los medios de difusión, explicaciones y cuentas a los servidores públicos.


Servidores que, muchas veces y a pesar de todas las políticas para abrir las puertas de la información, siguen generando trabas para el acceso a estadísticas y hechos que, siempre y cuando no tengan implicaciones en la defensa nacional y no formen parte del secreto estatal, son públicos.


Ignorar, dilatar esa agenda sería desconocer el deber que tiene el Estado, y no solo el nuestro, de comunicarle a la sociedad las decisiones que la afectan directamente porque además sólo el conocimiento garantiza la participación y, al final, el ejercicio de la democracia real.


Y la necesitamos, así como una política, una economía, un ejercicio del poder más transparente. No basta con que el pueblo asuma que sus gobernantes son capaces de dilucidar y hacer lo que es mejor para todos: el pueblo debe, también, saberlo.



jueves, 14 de julio de 2016

Fidel, bolivariano y martiano

Por: Angel Guerra Cabrera

 Dentro de un mes y días Fidel Alejandro Castro Ruz (Birán, Holguín, Cuba, 13/8/ 1926) cumplirá 90 años. Imposible en este espacio ni siquiera enumerar la diversidad de disciplinas e importantes epopeyas revolucionarias en que ha descollado. Por eso, aunque lejos de agotar el tema, me centraré en su pensamiento latinoamericanista, su irreductible solidaridad con la liberación de América Latina y el Caribe y con el logro de su unidad e integración.



A los 21 años, Fidel, miembro del Comité Universitario pro Liberación de Santo Domingo, tomó parte en la frustrada expedición antitrujillista de Cayo Confites (1947). Un año después, en el bogotazo, se puso, arma en mano, al lado de los seguidores de Jorge Eliécer Gaitán. Estaba a la sazón en la capital colombiana entregado a la organización de un congreso estudiantil continental, que se pronunciaría por la independencia de Puerto Rico, la devolución a Panamá por Estados Unidos de la zona del canal, la reintegración de Las Malvinas a Argentina y contra las dictaduras militares al sur del río Bravo, especialmente contra la de Trujillo en República Dominicana. El joven cubano había ganado el liderazgo del comité organizador de la reunión estudiantil, contrapuesta a la IX Conferencia Panamericana, que crearía la nefasta OEA y adoptaría instrumentos de subordinación al vecino del norte para lo que contaría, entre otras, con la complicidad incondicional de los representantes de los gobiernos dictatoriales que había impuesto en la región.


Hecho simbólico, la OEA, bajo enormes presiones y otras mañas de Washington, expulsó de su seno a la Cuba revolucionaria (Punta del Este, Uruguay, 1962) y, al paso de unas décadas, el clamor unánime de los gobiernos latino-caribeños (San Pedro Sula, Honduras, 2009), hizo revertir esa medida.


La Habana ha reiterado que no regresará a la OEA –sería un despropósito–, pero ello no niega la gran carga política de reconocimiento a la dignidad de Cuba, encabezada por Fidel, entrañada en aquella decisión.


Fue precisamente la exclusión de la isla del organismo la que dio pie a que el entonces primer ministro sometiera la Segunda Declaración de La Habana (1962) a la aprobación –clamorosa– de la Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba. Un documento esencial en la historia de nuestros pueblos, que da continuidad a la Carta de Jamaica (1815), de Simón Bolívar y al ensayo Nuestra América (1891), de José Martí.


Allí se postula: Ningún pueblo de América Latina es débil, porque forma parte de una familia de 200 millones de hermanos que padecen las mismas miserias, albergan los mismos sentimientos, tienen el mismo enemigo, sueñan todos un mismo mejor destino, y cuentan con la solidaridad de todos los hombres y mujeres honrados del mundo entero.


Discípulo dedicado y consecuente de Bolívar y Martí, ese concepto de fraternidad y unión nuestroamericana ha formado parte del núcleo principal del pensamiento político de Fidel desde aquellos tempranos días de Cayo Confites y el bogotazo.


La revolución cubana, cuya honda repercusión planetaria es indiscutible, desencadenó un ciclo de luchas populares, revolucionarias y por la unidad e integración de América Latina y el Caribe que no ha concluido, ni concluirá en el futuro previsible. Cuando hablamos de humanidad pensamos, en primer término, en nuestros hermanos latinoamericanos y caribeños, a los que no olvidamos nunca, y después, el resto de esa humanidad que habita nuestro planeta, ha dicho el comandante. Inspirada por él, Cuba ha sido siempre solidaria con las luchas de todos los pueblos de la Tierra y, en particular, con las de nuestra región.


En ella apoyó las luchas de masas y, cuando fue menester, dio, a quienes escogieron la vía armada, toda su solidaridad y la sangre de algunos de sus mejores hijos. Extendió su mano amiga a los militares patriotas, desde Turcios Lima en Guatemala, pasando por Caamaño en la resistencia dominicana contra la invasión yanqui, al gobierno nacionalista de Velasco Alvarado en Perú y a la lucha de los panameños, con Omar Torrijos al frente, por la devolución del canal.


Desafiando al descomunal plan de Washington para derrocarlo, Fidel y toda Cuba brindaron un respaldo extraordinario al gobierno de la Unidad Popular del presidente Salvador Allende, amigo entrañable, en el primer experimento de liberación nacional y socialista por vía política en nuestra América.


De aquella experiencia concluiría: ni pueblo sin armas, ni armas sin pueblo.


Primero el sabio escritor y político dominicano Juan Bosch nos dijo: América latina ha dado tres genios políticos: “Toussaint Louverture, Simón Bolívar y Fidel Castro; y debo decir que es mucho dar… Humboldt había previsto parte de eso cuando… después de un recorrido por América, comentó que los dos lugares más politizados eran Caracas y La Habana, es decir Venezuela y Cuba”.


Louverture, ninguneado o disminuido en su grandeza por la cultura hegemónica, que nos ofrece a Bolívar como un soñador cuyas ideas son muy hermosas pero inalcanzables. Fidel, a quien ya casi nadie se atreve a negarle un sitial en la historia con mayúscula, pero la misma izquierda, que lo ha reconocido explícitamente como el gran estratega de la Revolución Cubana y guía de pueblos, con frecuencia no se da cuenta de lo obvio: su condición de relevante teórico de la revolución y de la reforma social en los países de América Latina y el Tercer Mundo.


Separo revolución de reforma deliberadamente porque en el pensamiento de Fidel la reforma puede conducir a la revolución social en su momento, mediante la solución de importantes tareas anticoloniales relativas a la independencia, la soberanía, la liberación nacional, el desarrollo y la unidad e integración regionales, imprescindibles en América Latina y el Caribe y, en muchos países en África y Asia, sin que forzosamente haya que plantearse de entrada el asalto del cielo.


El hecho de que Cuba atravesara sin solución de continuidad de impulsar aquellas tareas al socialismo, no significa que en todos los casos deba ser así. No debemos perder nunca de vista el objetivo socialista pero tampoco desaprovechar toda posibilidad de avanzar hacia la liberación nacional y la descolonización.


Fidel, por solo poner otro ejemplo trascendental y muy vigente, aportó a la teoría revolucionaria universal, como lo expone al hacer la definición de pueblo en La historia me absolverá(1953), luego complementada en la Segunda Declaración de la Habana(1962), la concepción de un sujeto muy diverso de la revolución y el cambio social de resonancias martianas. Reconoce las cualidades revolucionarias de los minoritarios destacamentos obreros de nuestra región, pero al mismo tiempo otorga un papel fundamental a las luchas de indígenas, negros y campesinos. Como a los intelectuales revolucionarios y su papel orientador.


Ya no es solo el proletariado como lo concibieron Marx y Engels en la Europa del siglo XIX; se extiende a todas y todos los explotados y excluidos -incluyendo a los desempleados y, de modo enfático, a las mujeres-, así como a los militares patriotas, a sectores de las clases medias, que por razones patrióticas y morales pueden tornarse sujetos transformadores, en una región donde la explotación capitalista no puede liquidarse sin suprimir casi simultánea, o sucesivamente, el humillante yugo imperialista. En La historia… es donde por primera vez el líder cubano argumenta por qué Martí es el autor intelectual del ataque al Moncada.


Años después de la valoración sobre Fidel escrita por Juan Bosch, el gran latino-caribeño Hugo Chávez, auténtico Bolívar redivivo, cuya misma trayectoria, junto a otros importantes acontecimientos en nuestra América, estaban contribuyendo ya de modo superlativo a demostrar la certeza de muy tempranos vaticinios del guía de la Revolución Cubana, recordaría: ”Fidel decía ­-terminando los 80- que una nueva oleada revolucionaria, de cambios, una nueva oleada de pueblos, se desataría en el continente cuando parecía -como algunos ilusos lo señalaban- que habíamos llegado al fin de la historia, que la historia estaba petrificada y que ya no habría más caminos ni alternativas…


Unos meses después de la desaparición física de quien había pronunciado esas palabras, Fidel expresaría en frase para la historia: “Hoy guardo un especial recuerdo del mejor amigo que tuve en mis años de político activo -quien muy humilde y pobre se fraguó en el Ejército Bolivariano de Venezuela-, Hugo Chávez Frías”.


Fidel y Chávez multiplicaron, mediante insólitos programas sociales y de unidad e integración, las energías revolucionarias, los recursos humanos y materiales de sus dos pueblos y del gran movimiento de masas contra el neoliberalismo gestado en nuestra América, que sigue presente. Pero de eso hablaré en la próxima y última entrega de este texto.


P.D.: Black lives matter; Washington cierra el cerco financiero contra Venezuela y el chavismo contraataca.


(Tomado de La Jornada)