Dúplica a la réplica aparecida en CUBAENCUENTRO
Hace unas semanas publiqué un breve artículo en esta revista argumentando que el cuento “Irma” atribuido a José Martí por el investigador cubano Ricardo Luis Hernández Otero y sus colegas del Centro de Estudios Martianos recientemente, era un texto apócrifo, es decir, realmente pertenecía a otro escritor. Dije que este texto tenía una larga historia, ya que no fue Hernández Otero quien primero lo dio a conocer, sino Víctor M. Heres en 1942 en la revista Archivo de José Martí. Hernández Otero, sencillamente fue el único que se tomó en serio este cuento y durante un cuarto de siglo ha tratado de probar que pertenece al cubano.
El problema, como dije, era que no se sabía que este cuento apareció años después en el libro del escritor colombiano Santiago Pérez Triana junto con otros suyos, que tienen el mismo estilo y tratan el mismo tema. Y este hallazgo, advertí, era la prueba que necesitaban los críticos martianos que habían puesto en duda su paternidad para pedirle a los especialistas del CEM que sacaran este cuento de sus Obras completas.
Aclaré, no obstante, que esta no era la única razón por la que creía que este cuento no era de la pluma de Martí. En primer lugar, dije que tampoco estaba escrito en su estilo, que no lucía ninguno de los giros lingüísticos, ni el lenguaje poético que lo caracterizaba. Que era un cuento redactado en un estilo “purista”, como decía Juan Varela, que era propio del colombiano. El cuento, además, trata de una experiencia muy alejada a Martí. Ocurre en Alemania, lugar adonde fue a estudiar Pérez Triana, y nunca fue el cubano, y los críticos que han discutido este cuento, entre ellos el propio Varela, han dicho que este refleja su experiencia en aquel lugar y su admiración por aquella cultura. ¿Hay acaso argumentos más sólidos que estos para rechazar la paternidad martiana de este cuento?
Hernández Otero piensa que no son tan sólidos, y dice que este cuento se publicó primero con la firma de Martí y luego apareció en el libro de Pérez Triana. ¿Por qué? No lo sabemos. No obstante, quien esté familiarizado con los periódicos del siglo XIX sabrá que sus editores muchas veces no ponían mucho cuidado al publicar textos que habían aparecido en otras revistas. A veces no escribían ni siquiera el nombre del autor, no reproducían de forma íntegra las crónicas y a veces las atribuían a un escritor equivocado. Esto ocurría porque en esta época los periódicos tomaban las crónicas y los poemas donde “las hallaban!”, como le decía Martí a Mercado, y él mismo fue víctima muchas veces de estos saqueos.
En respuesta a mi artículo Hernández Otero y su amigo, “el Cubañejo andarín”, argumentan que Pérez Triana plagió a Martí. “Porque, al menos para mí, no hay duda de que se trata de esto” dice Hernández Otero. Yo no lo creo porque a pesar de que Santiago Pérez Triana hoy día es un escritor muy poco conocido, en su época tenía grandes admiradores y amigos, entre ellos Rubén Darío y el propio Martí, con quien fundó en Nueva York “La sociedad Literaria Hispano-Americana” en 1887. Justamente en la inauguración de esta sociedad Martí se expresó de una forma muy elogiosa sobre el colombiano diciendo:
Me siento como ungido, y este honor, en nadie hubiese podido recaer mejor que en quien recae por ser él persona distinguidísima. Este honor recae en quien debe porque al celebrar a D.S.P., [Don Santiago Pérez Triana] no sólo celebramos sus méritos propios, como proféticos y patriarcales.// Hay en la tierra de Colombia algo como aquello… (OC 7, 425)
¿Realmente cree Hernández Otero que este hombre plagió a Martí? Afirmar tal cosa es poner en duda esta amistad y las palabras de cubano. Por eso, antes de hacer estas y otras acusaciones injuriosas con el objetivo de manchar la reputación de algún escritor, creo que Hernández Otero debería tener mucho más cuidado, conocer mejor su vida, la amistad que los unió a los dos, y explorar otras hipótesis que no sean las del “plagio”.
Sospecho y sugiero, que este cuento se publicó en otra revista de Nueva York, donde ambos vivían en esta época. Tal vez en la misma revista La América, en la cual ambos trabajaron. Que se publicó con el nombre equivocado o sin nombre, y quienes recibieron la revista fuera de Estados Unidos reprodujeron el de Martí o simplemente asumieron que era suyo. Desgraciadamente, no tenemos todos los números de La América, ni de otras muchas que se salieron en esta época en Estados Unidos, y tendremos que esperar a que los especialistas en la obra de Pérez Triana nos digan dónde y cuándo publicó por primera vez estos cuentos.
Lamento, sin embargo, que el señor Ricardo Luis Hernández Otero haya tomado mi crítica a este error de atribución de una forma personal, porque yo no escribí este artículo para desacreditarlo a él, ni lo publiqué en este preciso momento para estropear su viaje por Estados Unidos. Mi propósito al escribir este ensayo fue rectificar la bibliografía de Martí y encaminar la investigación por otro rumbo. Las Obras completas de Martí tienen tantos errores, erratas, omisiones, y crónicas cortadas al gusto de los editores, que se necesitaría un contingente de especialistas para irlas depurando de tantos ripios. El cuento titulado “Irma” es solo un ejemplo.
Como dije en mi primer artículo quien quiera conocer mejor el tema y las razones que llevaron a este error que empiece leyendo el artículo del señor Hernández Otero y después lea el cuento de Pérez Triana. Yo, como he dicho, no tengo dudas de que es un texto apócrifo, pero si el señor Hernández Otero quiere seguir pensando que es de Martí y que Pérez Triana lo “plagió” esa es su opinión, a la que tiene todo su derecho, aunque esté por supuesto equivocado. Yo por mi parte, no tengo nada más que agregar a esta discusión y dejo a los editores de las Obras completas que son los que tienen el privilegio de decidir qué incluir y no incluir en sus Obras completas, que tomen una decisión al respecto.
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