“El bostezo de los dioses”, sobre el libro de Nicolás Domínguez Cowan Las Pifias del Ajedrez
Uno de los textos que ha sido más buscado por los amantes del ajedrez en Cuba es la reseña que Martí escribió del libro de Nicolás Domínguez Cowan: Las Pifias del Ajedrez.[1] Este libro se publicó en México en 1886, y el autor se lo envió a Martí, quien era su amigo y residía a la sazón en Nueva York. Se sabía por una de las cartas del cubano que este había recibido el libro y que había publicado la reseña en uno de los números del Economista. En su carta del 24 de febrero de 1887, Martí le decía a Domínguez Cowan “¿Con que no han llegado a manos de V. dos números de ‘El Economista Americano’ que puse yo mismo, en diciembre, en el correo, y le hubieran dicho que sí recibí las Pifias, y me parecieron todo lo que allí digo?” (OC 20, 320).[2] Pero esto era todo lo que se sabía, porque no teníamos la reseña, ni el número en que se publicó.
De hecho, de los números que Martí publicó durante tres años del Economista solamente había sobrevivido uno solo, que se encontró en 1979 en la Biblioteca Nacional de Cuba. En mi libro El Poeta en el mercado de Nueva York doy a conocer otro ejemplar que hallamos, y en donde se encuentra este artículo que salió en el mes de noviembre de 1886.[3] En esta reseña Martí incluye además una valoración del libro de su otro compatriota, Andrés Clemente Vázquez, algo que también sabíamos por la misiva que le dirigió a Domínguez Cowan donde le recalcaba: “¡dejar de escribir lo justo de la obra de mi amigo! Y de intento lo puse en un número que había de ser leído. Tomé ocasión de las Pifias para pagar mi deuda a Andrés Clemente Vázquez” (OC 20, 320 énfasis nuestro).
Vale agregar que Martí estaba en lo correcto cuando le dijo a Domínguez Cowan que en el número en que la publicó, con toda intención, era uno “que debía de ser leído” ya que este fue un número realmente extraordinario, que Martí dedicó a las fiestas por la inauguración de La Estatua de la Libertad en Nueva York y que incluye crónicas memorables como la que le dedicó a Henry George, el economista político norteamericano que más admiró en su vida. Esta y otras crónicas, por consiguiente, aparecen en mi libro, pero a continuación reproduzco para los lectores de CUBAENCUENTRO y los fanáticos del juego ciencia esta reseña de Martí sobre lo que llama: el “bostezo de los dioses”.
“Pifias del Ajedrez” De Nicolás Domínguez Cowan, “Análisis del Juego del Ajedrez” De Andrés Clemente Vázquez
José Martí
Nos viene de México, hermosamente impreso, un libro hidalgo, ya por la elegancia y discreción que todo el respira, ya por lo castizo y sabroso de los comentarios con que su autor, el distinguido cubano Nicolás Domínguez Cowan, apunta las pifias de ajedrecistas afamados en las partidas que transcribe. Y tan bien hecho está el libro, que burla burlando viene a ser como una guía literaria del noble entretenimiento del ajedrez, aunque en apariencia no sea más que una colección de juegos, escogida por mano de maestro para que se vea como pueden “bostezar los dioses.” Entre las “pifias” no ha de incluirse por cierto el prólogo, que es donairoso y ameno, ni los comentarios, animada revista en que pasan contritos los jugadores más gallardos, desde Rui López de Sigura, que divertía los ocios acres de Felipe II, hasta Eguiluz, de México, y Andrés Clemente Vázquez, de Cuba, brillantes y novísimos mantenedores.
Esto nos trae a la memoria, para que se vea como nuestra raza sobresale tanto en lo sutil como en lo hojoso, que el cubano Andrés Clemente Vázquez, sobre ser orador de empuje, cabeza de fuerza, y abogado de mérito, ha escrito un “Análisis del Juego del Ajedrez” que goza ya de justa fama, y debe estar en la mesa de todo jugador, por no haberlo tan bueno que no tenga algo que aprender del libro. Allí está todo: las reglas generales y la apertura de los juegos, y sus fines, habilidades y problemas. No hay tratado más claro y completo, ni escrito con mayor urbanidad y soltura, como que el autor se sabe de memoria en todos sus lances y osadías cuantas combinaciones puedan ponerse en el tablero. Avalora el libro, que es un verdadero código, una buena colección de juegos difíciles o célebres.
A un cubano también, al eminente ajedrecista Dionisio Martínez, que es persona magna entre los de esta afición, dedica sus “Pifias” Nicolás Domínguez Cowan, quien pone curioso remate a su libro con una traducción hecha en verso español por David León del poema que escribió sobre el ajedrez aquel rabino de Aben Ezra, cuyos cantares son todavía himnos cotidianos en las casas judías. Si se han de entretener los hombres, sea en cosas tan intelectuales y honestas como el juego que tiene tan cabal tratadista en Andrés Clemente Vázquez, y comentador tan pulido y donoso en Nicolás Domínguez Cowan.
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