Por Pedro Monreal ; Cuba Posible
Existen dos maneras posibles de discutir acerca de “la conceptualización del modelo” en Cuba. Una de ellas -la más extendida- es el debate en el plano coloquial, algo que ciertamente es legítimo y útil, sobre todo a los efectos de poder comunicar ideas a la ciudadanía en general. Otra manera de abordar el asunto es mediante la discusión científica, donde lo que se pierde en amplitud comunicativa generalmente se compensa con una mayor precisión explicativa. No son dos planos inevitablemente antagónicos, sino complementarios. En esencia se trata de una tensión básica del proceso de diseminación de ideas, incluyendo la construcción y la divulgación de ideologías.
Los problemas comienzan a darse cuando la divulgación de conceptos –supuestamente avalados por la actividad científica- se enrumba por vertientes divulgativas que, en realidad, terminan por divorciar los conceptos de sus fundamentos científicos. Es, por cierto, un tema ampliamente abordado por la teoría marxista, desde Marx y Engels hasta Hobsbawm, pasando por Lenin y Lukács. Ha sido precisamente la “vulgarización” –un vocablo “fuerte” directamente relacionado con este asunto- uno de los términos que tradicionalmente logra captar más vivamente la atención de quienes se inician en la literatura marxista.
Se trata entonces de una posible fuente de contradicciones que no tiene sentido eludir ni minimizar en el contexto de la valoración del debate actual sobre la conceptualización del modelo del país. La cuestión es cómo lograr hacer una discusión razonada que permita abordar el tema en toda su complejidad. En las breves líneas que siguen me concentro en dos asuntos relativos al plano de la ciencia –específicamente de las ciencias sociales- respecto a las cuales debería existir un acuerdo básico para poder sostener una conversación adecuada sobre “la conceptualización”.
Primero, desde una óptica científica, los términos como “conceptualización” y “modelo” son susceptibles de adquirir significados precisos a pesar de que usualmente son empleados con un carácter polivalente. Es solo una cuestión de delimitar bien el sentido de su utilización. Sin necesidad de entrar en demasiados detalles técnicos, conceptualizar consiste, esencialmente, en elaborar conceptos que permitan comunicar claramente las explicaciones que se intentan ofrecer. La creación de conceptos sirve para superar el lenguaje cotidiano y es el resultado de la detección de realidades sociales que necesitan ser identificadas mediante un lenguaje técnico preciso. Por ejemplo, decir que “la economía está mejorando” es mucho menos preciso a la hora de describir la dinámica de un sistema económico que cuando se afirma que “se ha producido un crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB)”. De hecho, se logra una precisión aún mayor cuando el concepto es “operacional”; es decir, cuando es posible medir el concepto. Siguiendo con el ejemplo anterior esto pudiera expresarse de la siguiente manera: “se ha producido un crecimiento del 5% del Producto Interno Bruto (PIB)”.
Por otra parte, definido de la manera más sucinta posible, un modelo es una representación de la realidad, pero un modelo no es la realidad misma. Un modelo únicamente imita partes de la realidad para reproducir los fenómenos que tienen lugar en su interior. La realidad no puede ser reproducida completamente por ningún modelo (1). Para los científicos, un modelo es la realidad observada desde un prisma teórico. Existe consenso acerca de que un modelo es “una simplificación, es decir, una representación más pequeña, menos detallada, menos compleja, o todo ello al mismo tiempo, de alguna estructura, sistema o porción de la realidad que permite al investigador comprender o, más bien, suponer su funcionamiento” (2). El subrayado lo he agregado para resaltar el tipo de capacidad esencial que le proporciona un modelo a quien lo utiliza: suponer, o sea, no saber algo con total certeza.
Segundo, existe una diferencia entre la modelación como ejercicio “normal” de los seres humanos y la modelación científica, pero ello no significa que el primer tipo de modelación pueda ser menospreciado. No se trata de que un tipo de modelación sea superior al otro, sino de que son procesos distintos. La modelización científica es una importante herramienta metodológica para la investigación social y consiste en una técnica que procura seguir un conjunto de estrategias que faciliten la construcción de modelos (3). Por otro lado, construir modelos sin utilizar la ciencia es una manera de entender el mundo usada regularmente por las personas, aun cuando estas no lleguen a formularse explícitamente los modelos utilizados. Por ejemplo, en un tema tan complejo como la política, el hecho de que a un número considerable de personas no les resulte sorprendente la mayoría de las cosas que suceden es un indicador de que los ciudadanos tienen ideas preconcebidas (“modeladas”) sobre la manera en que funciona la política (4).
En mi modesta opinión, lo que pudiera ser más interesante sobre un documento oficial acerca de la conceptualización del modelo en Cuba no es tanto lo que pudiese ofrecer en cuanto a una visión sobre la realidad –algo que pudiera tener valor en sí mismo-, sino lo que pudiera revelar en términos de la estrategia de investigación y de las herramientas de producción de conocimientos que se hubiesen utilizado. Para decirlo rápido: tendría más interés en el plano metodológico (qué es lo que se ha hecho para entender la realidad) que en el plano normativo (qué tipo de realidad desea construirse, algo para lo que -en sentido estricto- no es imprescindible disponer de una modelación científica).
Finalmente, parece conveniente apuntar tres preguntas básicas que deberían estar abordadas –o cuando menos planteadas- en cualquier documento científico sobre “la conceptualización del modelo” en Cuba.
- ¿Cuál es el propósito fundamental de la conceptualización del modelo? (Es una pregunta relevante porque es difícil encontrar modelos “todo-terrenos”. La utilidad del modelo dependerá de los fines para los cuales fue construido: descripción, explicación, predicción, etc. De hecho, se necesitarían metodologías distintas dependiendo de la finalidad de la conceptualización).
- ¿Contiene la conceptualización del modelo una evaluación empírica de tres aspectos fundamentales?: a) la evaluación de los supuestos; b) la evaluación de las predicciones; y c) la evaluación de modelos alternativos. (La pregunta es importante porque la observación empírica en ausencia de una teorización de base no es más que una mera descripción; mientras que el análisis teórico sin evaluación empírica puede resultar en modelos refinados, pero irrelevantes desde el punto de vista de su aplicabilidad.) (5)
- ¿En qué medida el modelo que se ha conceptualizado contiene “términos inobservables”?, es decir, aquellos supuestos que no pueden ser comprobados de manera empírica con datos de la realidad y que si el modelo los incorpora entonces hacen que el propio modelo no sea verificable empíricamente (6). (La pregunta es relevante porque pudiera estar relacionada con hipótesis centrales del modelo al que se aspira, como es el caso del supuesto de que la planificación centralizada es garantía de eficiencia sistémica.)
Considero que es muy apropiado reconocer que las definiciones respecto hacia donde debe encaminarse la sociedad cubana no dependen de lo que piensen los académicos, pues se trata obviamente de un asunto fundamentalmente de la política. No obstante, el proceso debe dar cabida a las ideas producidas con rigor. Aplicando la metáfora de que la teoría es “una malla de conceptos y relaciones” (7), habría que tomar debida nota de que aun cuando nunca logremos construir una malla infalible (nunca lo será), resulta elemental tratar de asegurar un nivel básico de consistencia de tal malla conceptual del cambio y para ello es conveniente cerciorarse del rigor de la conceptualización y de la modelación social que se está realizando. Repito que no se trata de que la conceptualización científica del modelo sea imprescindible para cambiar la sociedad pero puestos a conceptualizar, conviene asegurar la calidad del ejercicio.
Notas:
1. López Montiel, Gustavo (2006), "Modelos formales en ciencia política: ¿alternativas en la construcción y validación de teoría?", en Víctor Alarcón Olguín (coord.), Metodologías para el análisis político. Enfoques, procesos e instituciones. México: UAM / Plaza y Valdés.
2. Boscán Carrasquero, Guillermo (2010). “La modelización formal en la ciencia política: Usos, posibilidades y limitaciones”. Revista Política y Gobierno. Vol.17 no.1 México ene. 2010.
3. La construcción de modelos en el marco de las ciencias sociales cuenta con una notable bibliografía. Entre otros textos pudieran consultarse los siguientes: Gilbert, Nigel y Klaus Troitzsch (2006), Simulación para las ciencias sociales, Madrid, McGraw Hill; Green, Donald y Ian Shapiro (1994), Pathologies of Rational Choice Theory: A Critique of Applications in Political Science, Londres, Yale University Press; y King, Gary, Robert Keohane y Sydney Verba (2007), El diseño de la investigación social: La inferencia científica en los estudios cualitativos, Madrid, Alianza Editorial.
4. Schrodt, Philip (2001), "Construcción de modelos matemáticos", en Jarol Manheim y Richard Rich, Análisis político empírico: Métodos de investigación en ciencia política, Madrid, Alianza Editorial, pp. 255–279.
5. Aldrich, John, James Alt y Arthur Lupia (2008), "The EITM Approach: Origins and Interpretations", en Janet Box–Steffensmeier, Henry Brady y David Collier, The Oxford Handbook of Political Methodology, Oxford, Oxford University Press, pp. 828–843.
6. Green, Donald y Ian Shapiro (1994), op.cit.
7. Hempel, C.G., La explicación científica, Buenos Aires, Paidos, 1979
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