Ana Cairo Ballester y Pedro Pablo Rodríguez en el Estudio de Grabación “Lucía Huergo”, grabando el podcast. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate
Cubadebate comparte con sus lectores el diálogo que se generó durante la grabación de un podcast (transmisión de audio por Internet) entre dos Premios Nacionales de Ciencias Sociales e historiadores imprescindibles del país, Ana Cairo Ballester y Pedro Pablo Rodríguez. Ambos se asoman a un tema siempre actual, la conciencia antiimperialista en Cuba, a partir del cual emergen anécdotas, referencias y emociones que explican de dónde venimos y a qué linajes pertenecemos los cubanos.
A continuación, la transcripción del diálogo, que usted puede escuchar también al final de esta página o en nuestro canal en Spreaker:
Rosa M. Elizalde: Desde los Estudios de Grabación “Lucía Huergo”, en La Habana, conversamos con dos invitados especialísimos, ambos Premios Nacionales de Ciencias Sociales, autores muy conocidos, cubanos que han ayudado a tejer el mapa emocional de la Isla con sus extraordinarias investigaciones históricas: Ana Cairo Ballester y Pedro Pablo Rodríguez.
Conversaremos tema bastante llevado y traído, pero a veces poco comprendido: el imperialismo. Visto desde la orilla cubana: nuestras primeras nociones del fenómeno, su peso en el pensamiento de José Martí, su itinerario en la República, la conciencia antiimperialista que nos llega hasta hoy. Me gustaría partir de una idea de Cintio Vitier, quien decía, a inicios de este milenio, que estábamos en la misma encrucijada del ‘98, porque “el reformismo vuelve por sus fueros y el anexionismo, por sus desafueros”. ¿Cuál fue el dilema del 98? ¿Por qué regresa ahora?
Ana Cairo: Hasta cierto punto, porque en los inicios de la década del noventa ya empieza a haber una clara conciencia de que hay un nuevo tipo de fenómeno imperial.
Rosa M. Elizalde: Estamos hablando de finales de los noventa del siglo XIX.
Ana Cairo: Sí, un poco antes. Pero no creo que todo el mundo tuviera la conciencia que tenía José Martí del asunto. Estoy pensando específicamente en una serie de problemas que se dan a partir de la Conferencia Panamericana o Primera Conferencia Internacional de Washington, de 1889, donde hay muy clara conciencia de que los Estados Unidos ya no son exactamente lo que habían sido antes. Cuando se describía el imperialismo en el siglo XIX, se pensaba sobre todo en Inglaterra, en Francia. Los Estados Unidos no se veían de esa manera.
Pero al mismo tiempo, la propia Conferencia Internacional de Washington pone sobre el tapete nuevas cosas en la mirada de los delegados latinoamericanos que asistieron.
Esa década del noventa es importante dentro de Estados Unidos porque empieza la discusión de los políticos sobre el monopolio, y hay una población cubana, y no sólo cubana, que está en Estados Unidos observando el problema. Cuando se desata la guerra del ‘95 hay preocupación por los Estados Unidos; hay quienes están de acuerdo en que ese país intervenga, y hay quienes no están de acuerdo.
Manuel Sanguily (1848-1925).
Pienso en un hombre como Manuel Sanguily, exiliado en EEUU. Él escribe en Cuba y América, una publicación que se hace para la emigración de Nueva York. En 1897, en el primer número deCuba y América, Sanguily está diciendo que esta nación hostil nos puede traer dolores de cabeza. No estoy hablando solo de José Martí, que sí tiene una clara conciencia de ese problema desde mucho antes, sino que en intelectualidad comienzan a existir esa visión, y de ahí las preocupaciones que va a generar la ocupación. Pedro Pablo es un experto en Enrique José Varona, que tiene una clara conciencia de esto que estoy diciendo.
Rosa M. Elizalde: En Martí la plenitud de esta visión, que es bastante temprana en el pensamiento del siglo XIX, está soterrada. Se hace mucho más explícita en sus cartas.
Pedro P. Rodríguez: Lo que él escribió en su última carta, “Cuanto hice hasta hoy y haré, y ha de andar oculto”, sin embargo, no estaba tan oculto. Desde los años 1883, ‘84, en La América, el periódico mensual que él dirigió un tiempo en Nueva York, es muy claro sus advertencias del peligro que significaban los Estados Unidos, y que además, lo consideraba ya, no usa la palabra inminente, como pone en “Nuestra América” y en su texto sobre la Conferencia Panamericana, pero ya dice que se encuentra próxima esa ola de encuentros, y que será tan fuerte ese encuentro que es peligroso, porque puede arrastrar con todo. Hay una conciencia desde mucho antes que se va soltando, que se va expresando públicamente en algunos casos. Y diría que no sólo fue Martí, como dice Ana.
Rosa M. Elizalde: Ana lanzó una provocación: la memoria de Enrique José Varona.
Pedro P. Rodríguez: Sí, pero antes de Varona quería referirme a otro, que fue un hombre también cercano a Martí, con el cual tuvo amistad desde antes, Diego Vicente Tejera.
Ana Cairo: ¡Tejera!
Pedro P. Rodríguez: Diego Vicente Tejera dio inclusive un ciclo de conferencias en 1897 en la Florida, en las que entre otras cosas predijo la posibilidad de que, efectivamente, Cuba terminase de alguna manera bajo la hegemonía de los Estados Unidos, y pronunció contra aquello. Con una gran mirada de sociólogo inteligente, predijo también que se formarían probablemente, como en el resto del continente, dos grandes partidos, uno llamado conservador y otro liberal, como sucedió, y que sin embargo, tenderían a responder de algún modo a esa línea dominante que establecería Estados Unidos.
Con Varona sucede lo mismo, siempre hablamos de cuando Varona publica en 1905 su ensayo “El imperialismo a la luz de la sociología”, pero es que esas ideas comienzan a expresarse desde antes en textos periodísticos e inclusive en algunas de las cosas que publicó en Patria.
Enrique José Varona (1849-19339). En 1921 pronuncia su discurso “El imperialismo yanqui en Cuba”.
A Varona le debemos muchas cosas: nunca hemos publicado sus obras completas, ni siquiera hemos compilado sus escritos, por ejemplo, los de Patria,en los tiempos en que él dirigió la publicación. En más de uno hay alusiones cuidadosas -porque desde luego, él estaba escribiendo en un periódico que en esa época se presentaba como un periódico de la Delegación cubana en los Estados Unidos-, y de todas maneras en más de una ocasión él da vueltas al interés de Estados Unidos por Cuba, y que hay que tratar de evitar que esto se convierta en alguna forma de dominación.
Y no fueron sólo los cubanos. Arsenio Martínez Campos, ese brillante político español -que por ser tan brillante fue muy hábil para darle un respiro más largo al colonialismo español sobre Cuba-, declaró desde los años ochenta en las Cortes españolas que la soberanía española sobre la Isla se limitaba cada vez más simplemente a una bandera, y que el país realmente estaba controlado por los Estados Unidos.
Hay un grado de conciencia mucho mayor del que a veces se habla, quizás porque no hemos leído los periódicos, no hemos revisado la vida cotidiana, las ideas de la época. Eso explica la reacción después de 1898 durante la ocupación militar de la la gran mayoría de los cubanos, de lo que hoy diríamos la sociedad civil. El Estado estaba en manos de los norteamericanos y la mayoría no quería ni la anexión ni que se mantuviera el régimen de ocupación militar.
¿Cuándo se van?
Ana Cairo: Y la pregunta era ¿y cuándo se van?
Pedro P. Rodríguez: Esa era la pregunta. Que es un poco despectiva, ¿no?
Rosa M. Elizalde: Hay una discusión conceptual que en un debate reciente salió a la luz, la diferencia entre anexionismo y plattismo. ¿Son la misma cosa?
Ana Cairo: No son la misma cosa.
Ana Cairo: El anexionismo es una vieja tendencia. En sus orígenes estuvo ligado a la posibilidad de un proyecto de independencia en los años veinte del siglo XIX, y se manejan dos variantes, unirnos a Venezuela o a México, porque no se percibe la posibilidad de lograr la independencia por nosotros solos. Después de 1836, a partir de la guerra de independencia de Texas, es que entra la opción estadounidense. Las Cortes españolas han declarado a Cuba y Puerto Rico como territorios particulares, coloniales, que están fuera de todo. Ahí es donde florece la idea: “Bueno, hacemos lo de Texas y salimos de esta gente”.
El anexionismo no es igual hasta la Guerra de Secesión. Había un anexionismo del norte y otro del sur. Narciso López representa el anexionismo del sur. Hay quien quiere anexarse a los estados esclavistas para que no se toque el tema de la esclavitud, y hay quienes están hablando de salir de España, salir de la esclavitud, y anexarse a los estados del norte, que tienen un modelo de desarrollo mucho más moderno y actualizado. Eso se despeja después de 1865, pero no termina el debate.
Ahora, en el caso del plattismo su nombre lo está diciendo. El plattismo parte de la existencia de un estado neocolonial, pero hay un estado nacional, cosa que yo siempre digo que hay que tener en cuenta —que le pregunten a los puertorriqueños si no es importante tener un estado nacional—. El plattismo, como su nombre lo indica, es tener conciencia de algo que se debatió durante toda esa primera década del siglo: somos un estado nacional, pero tenemos un problema, que es ese plattismo.
Hay quien está de acuerdo con el plattismo. Estrada Palma, por ejemplo. Pero ese es quizás el caso más escandaloso de aplicación del plattismo, cuando hace renunciar a todo el mundo, y sencillamente renuncia él para que se aplique la Enmienda Platt; pero también están los otros, que dicen: ya que existe esta enmienda, tenemos que ver cómo negociamos las relaciones con los Estados Unidos.
Leopoldo Cancio y Luna (1851-1927).
Y quiero recordar a Leopoldo Cancio y Luna, que era un viejo autonomista, profesor universitario, que se había leído a Marx a finales del siglo XIX, y cuando se está discutiendo, justamente en 1906 el tema del plattismo, dice:
“Precisamente porque Marx dice que el tema económico es el que en última instancia decide, el primer punto que nosotros tenemos que ver es el tema de las relaciones económicas con los Estados Unidos”.
Eso es muy importante. Lo dice en 1906, año de la segunda ocupación, cosa que no se ha examinado. Los impactos de esta segunda ocupación fueron diferentes a la primera. La primera tenía como objetivo salir de la Reconcentración, mejorar un mínimo las condiciones de vida y por eso la pregunta de “cuándo se van”. Pero esta de 1906 fue terrible. Esa sí nadie la quiso y es la que va a generar un fuente sentimiento antiplattista.
El anexionismo aportó una corriente de lucha armada
Pedro P. Rodríguez: Estaba pensando que nosotros tenemos que examinar con mucho más tacto y profundidad, lo que a veces se llama las corrientes ideológicas en Cuba en el XIX y en los principios del XX, porque el anexionismo se sigue muchas veces viendo en bloque, como decía Ana.
Cierta corriente anexionista aportó una cosa importante a la cultura cubana: una tradición de lucha armada. Ignacio Agramonte contó que a él le llevaron el pañuelo empapado en la sangre de Joaquín de Agüero y de sus compañeros. Todo parece indicar, por los documentos que han ido apareciendo, que efectivamente estaban en una postura independentista, pero muy relacionados con ciertos grupos anexionistas democráticos, antiesclavistas, abolicionistas y demás.
A los ojos de aquellas personas veían más cercanas la independencia de Cuba vinculada a Estados Unidos. Se hablaba de los mártires de la expedición de Narciso López, de los mártires que vinieron de un modo u otro vinculados con los anexionistas, de los que se alzaron, como el propio Agüero y como Isidoro Armenteros, en Trinidad. Fueron considerados mártires de la patria en ese libro formidable que hizo Vidal Morales al triunfar la República, después que escribió su Nociones de Historia de Cuba, la primera que se usó en las escuelas cubanas, y escribió ese formidable y muy bien documentado libro para su hijo que se llama Iniciadores y primeros mártires de la revolución cubana. Vidal Morales, que fue un patriota, y lo fue hasta que murió, intachable, no vaciló en incluir a todas estas personas y a todos estos movimientos armados.
En la tradición de formar una conciencia de que el camino para separarse de España tenía indefectiblemente que pasar por la lucha armada, estas personas, algunos anexionistas raigales y otros que quizás lo usaron como un vehículo para darle salida a una postura realmente independentista, abrieron un camino contrario al que fueron estableciendo los reformistas. Estos últimos creían en que debía producirse una revolución, una guerra, y no querían liberar a los esclavos, porque los negros acabarían con los blancos. Promovieron criterios profundamente racistas en una sociedad que ya lo era. Salvando las distancias históricas, algo similar ocurrió a principios del siglo XX. No se puede calificar de plattista a aquellos patriotas independentistas que votaron a favor de la Enmienda Platt en la segunda votación, porque dijeron: “Estamos ante una disyuntiva. O una república -es verdad- con una soberanía limitada, o no hay república. ¿Y cómo lo vamos a resolver, entrando en una guerra con los Estados Unidos?”
Ana Cairo: Ocupación indefinida.
Pedro P. Rodríguez: Cuando además, se había desarmado al Ejército Libertador; cuando todo el mundo estaba leyendo en los periódicos -y creo que fue una política editorial de los periódicos-, los detalles de la guerra en Filipinas. Eso se ha estudiado poco, Jorge Ibarra sí ha escrito un poquito sobre eso. La guerra fue un desastre para Filipinas, una guerra larguísima de más de diez años en la que EEUU aplastó a sangre y fuego al ejército libertador de Filipinas, que controlaba el país prácticamente, excepto Manila. Todo esto se siguió con suma atención en Cuba. ¿Y por qué ese interés? Porque esa podía haber sido, entonces, si se mantenía la ocupación militar, el camino cubano: una guerra con los Estados Unidos.
Ana Cairo: Y por eso la pregunta de “¿cuándo se van?” Están viendo Filipinas y están viendo a Puerto Rico, y están viendo la amenaza de una intervención en Santo Domingo. Siempre deberíamos tratar de entender a las personas en una época. Cuando estaba preparando el libro 20 de Mayo, ¿fecha gloriosa?, percibí que se entendía que la Enmienda Platt era el mal menor.
Era el mal menor, ¿pero después que ya está aprobada la Enmienda Platt se fueron? No. No había fecha para salir de Cuba, porque el Presidente William McKinley estaba en contra de crear la República; Leonard Wood estaba en contra de crear la República; el secretario de Estado y el del Ejército, el de Guerra, estaban en contra de crear la República. Querían dar largas para ir pacificando de otra manera, que era tratando de deslumbrar a los cubanos. Eso fue lo que pasó.
Pedro P. Rodríguez: Perdón, inclusive quitaron al primer gobernador, John Brooke, porque lo consideraron demasiado pro-cubano.
Ana Cairo: Exactamente, exactamente, o sea, pero Leonard Wood, McKinley y el de la Guerra, los tres, estaban totalmente en contra. Ahora, si no llega a ocurrir el azar de un loco que mata a McKinley -la carta no prevista, lo que está afuera de todo pronóstico-, no habría llegado Theodore Roosevelt a la presidencia. Roosevelt, en uno de sus primeros actos de gobierno, dice: “Ah, bueno, sí, vamos a darle la independencia a Cuba”. Esa es una casualidad, porque la idea que estaba sobre el tapete era la ocupación indefinida.
Hay que estudiar mejor para entender las posibilidades reales que tenían y incluso voy decir algo más. ¿Por qué se usó la carta de Estrada Palma?, ¿a quién se le ocurrió la carta de Estrada Palma?, ¿a quién se le ocurrió, Pedro Pablo?
Pedro P. Rodríguez: Bueno, entre otros a Máximo Gómez.
Ana Cairo: A Máximo Gómez.
Pedro P. Rodríguez: Un hombre honrado, honesto.
Ana Cairo: Máximo Gómez fue a buscar a Estrada Palma, ¿para qué? Básicamente le dije a los norteamericanos: “¿Este no es el que a ustedes les gusta? Aquí lo tienen”. Fue para que se acabaran de ir. Esa es la verdad.
Pedro P. Rodríguez: Y además, es honesto, no va a robar, no va a permitir corrupción, Tomasito es limpio.
Ana Cairo: Tienen el candidato perfecto, pero es para poder echar a andar esa República. Por eso 1906 es tan importante.
Pedro P. Rodríguez: La segunda ocupación.
Ana Cairo: Porque lo que ocurrió en 1906 no estaba previsto. Ni estaba previsto que Estrada Palma se reeligiera, porque esa no era la política de Máximo Gómez, quien además no pensaba morirse. Máximo Gómez se muere en el ‘05 por un accidente. La idea de Máximo Gómez era que cada cuatro años cambiara.
Pedro P. Rodríguez: Exactamente.
Ana Cairo: Estrada Palma primero, el segundo iba a ser Emilio Núñez, él lo tenía previsto y todo. El primero era para echar a andar aquello. Sencillamente Estrada Palma hasta días antes estuvo diciendo, y está la entrevista que le hizo Manuel Márquez-Sterling, que dijo: “Yo no, yo no voy a aceptar”, y quien lo convence es Domingo Méndez Capote para que vaya a una reelección. Son muchos azares, entonces hay que entender el ‘06, si no entendemos lo que fue esa gran ocupación de 1906 a 1909, no se podrán valorar en toda su dimensión los matices.
Pedro P. Rodríguez: Ni los mismos norteamericanos esperaban aquello. Deja ver si cuando uno vaya a alguna parte después que se muera puede entrevistar a Estrada Palma y pedirle: “A ver, díganos la verdad, ¿toda esa jugada suya de dejar al país acéfalo y provocar la intervención de Estados Unidos, realmente qué estaba buscando?” Porque él tenía que saber, y se lo deben haber hecho saber también, que ellos no querían en ese momento aplicar la Enmienda Platt.
Ana Cairo: Claro.
Pedro P. Rodríguez: No es que lo diga yo, está dicho por ellos mismos, el secretario de la Guerra así lo escribió y el gobernador que mandan, Magoon, también lo dice: “Esto hay que arreglarlo rápido.” Lo trató de arreglar rápido de una manera muy fácil: dándole dinero a todo el mundo, poniendo contento a todo el mundo, trayendo a los liberales y diciendo: vámonos rápidos de aquí y que ellos se las entiendan como puedan.
Ana Cairo: Magoon estaba muy bien fuera de Cuba, era el gobernador del Canal de Panamá. Panamá en ese momento era mucho más importante, sin dudas.
Pedro P. Rodríguez: Sin dudas.
Ana Cairo: Y cosa que también olvidamos en ese análisis. Detrás de Cuba viene Panamá, y Panamá es mucho más importante estratégicamente, porque es apropiarse de un territorio, inventar una República y controlar el centro del continente.
La República que no fue
Rosa M. Elizalde: En la saga plattista, ¿de dónde sale entonces la tendencia de tratar de reinventar nostálgicamente una figura como Estrada Palma?
Pedro P. Rodríguez: Esa tendencia para mí no es nostálgica, sino antisocialista, y me atrevería a decir que hasta contrarrevolucionaria, porque se trata de presentar la República que no fue.
Rosa M. Elizalde: ¿Cuáles son los rasgos de esa República que no fue y que nos están tratando de vender ahora?
Pedro P. Rodríguez: Sobre todo la República después del ‘33, después de la caída de Gerardo Machado y el fracaso del movimiento revolucionario. No las venden como una República democrática, de libre expresión, de gran desarrollo económico, un modelo para América Latina.
Ana Cairo: El que dice eso en esa Arcadia que quiere crearse olvida, por ejemplo, la Ley Mordaza, terrible en tiempos de Prío. El control de la información en tiempos de la Guerra Fría generó una fuerte censura. Es construir sobre sueños, sobre cuentos de hadas, y no sobre las realidades concretas. Oí a decir a una persona que no era verdad que existía la Causa 82 de 1949, contra Grau. Dígole: “¿Entonces Grau no robó?”. Grau reconoció que había robado, Grau lo reconoce cuando Pelayo Cuervo interpone la Causa en la que, además, lo que le molestó a Grau fue que le contó hasta los centavos, le dijo: “174 millones y tantos centavos”. No me acuerdo la cifra de los centavos, y Grau dijo: “Bueno, yo tenía superávit, pero estos muchachos, como no iban a ganar las elecciones, se gastaron el dinero”, y José Manuel Alemán, su ministro de Educación, dijo: “La cifra está equivocada, pero yo no se las voy a arreglar.” Se publicó en la prensa americana que el robo de José Manuel Alemán era el robo del siglo. Entonces ahora Grau no robó y me dicen que el doctor Grau es una maravilla.
Pedro P. Rodríguez: Grau no robó, Batista no asesinó. La Guerra Fría no provocó la salida a tiro limpio y asesinatos de los comunistas del movimiento sindical, en fin.
Ana Cairo: O sea, se pueden construir todas las cosas que se quieran.
Pedro P. Rodríguez: Lo cual no quiere decir, por ejemplo, que nosotros no reconozcamos las contradicciones. El de Prío fue el único gobierno latinoamericano que apoyó hasta con un envío de armas al gobierno de Arbenz en Guatemala.
Ana Cairo: Es verdad.
Pedro P. Rodríguez: Fue el gobierno cubano el único latinoamericano, que al crearse las Naciones Unidas, se paró Manuel Bisbé y planteó un lucidísimo análisis de por qué no se podía crear el Estado de Israel, y Cuba votó el contra. Creo que eso llena de gloria al diplomático, a Bisbé, y es un punto a favor de ese gobierno, con todos sus problemas, porque eso debe haberle traído dificultades con los Estados Unidos, desde luego.
Rosa M. Elizalde: ¿Por qué Cuba no vota a favor del Estado de Israel?
Marcus Mosiah Garvey (1887-1940), una figura emblemática para la tradición negra mundial, fue un predicador, periodista y empresario jamaicano. Fundó la Asociación Universal para la Mejora del Hombre Negro (UNIA, por las siglas en inglés), con su lema “One god, one aim, one destiny” (Un dios, un objetivo, un destino).
Pedro P. Rodríguez: Porque a veces ni los gobiernos más plegados a otros son absolutamente plegados. El Presidente Mario García Menocal tuvo contradicciones con los norteamericanos, y trató inclusive de salirse del esquema dominador del azúcar, por eso invitó a Cuba a Marcus Garvey. Y uno se pregunta, qué hacía Menocal en 1921 recibiendo en Palacio a Marcus Garvey, un negro jamaiquino que está perseguido por las autoridades norteamericanas. Pero estaba creando una compañía de navegación, la Cruz Negra, y era la posibilidad de exportar azúcar fuera de los barcos de las grandes compañías, de la United Fruit Company y demás. Menocal, vinculado a los sectores azucareros, trató de buscar eso, claro, hasta que los yanquis dijeron: “¿Cuál es el juego?, ¿nos quieres sacar del cuento del azúcar? Pórtate bien”, y desde luego, entonces todo se detuvo.
Ana Cairo: Todo momento tiene contradicciones, eso me parece que es importantísimo. No se pueden subestimar las contradicciones, ni ignorarlas. Hay una tendencia a vivir de cuentos de hadas.
Solidaridad
Ana Cairo: Quisiera decir una pequeña oración en homenaje a mi amigo Panchito Pérez Guzmán, que en alguna parte del paraíso revolucionario está. Cuando Panchito estuvo haciendo el libro sobre la Reconcentración, que es un libro capital también para entender muchas cosas, recordó que una parte del pueblo estadounidense que se solidarizó con el pueblo cubano, y que fueron los que denunciaron los horrores de Valeriano Weyler.
Clara Barton (1821-1912).
Quisiera mencionar el caso de Clara Barton, una estadounidense que trabajaba en la Cruz Roja. Ella es la que moviliza a la opinión pública internacional para ayudar y acabar con la Reconcentración. Si a mí me preguntaran una persona que puede sintetizar la amistad entre el pueblo cubano y el pueblo estadounidense a finales del siglo XIX, fue Clara Barton.
Pedro P. Rodríguez: Toda sociedad tiene sus complejidades, y toda época histórica también. Teddy Roosevelt, cuando asumió la presidencia, en el siglo XX, aprobó una Ley Antitrust. Era, sin embargo, un imperialista en el plano de la expansión territorial, pero consideraba que la concentración de la propiedad en monopolios era negativa.
Ana Cairo: Y además, es uno de los padres del movimiento ambientalista en los Estados Unidos.
Rosa M. Elizalde: Es la misma contradicción que tenemos ahora. No es lo mismo unobamista que un bushista, y cuando creíamos haberlo visto todo, aparece Trump.
Pedro P. Rodríguez: Exactamente, exactamente. Entonces yo creo que hay que ver esas contradicciones en todo momento para poder entender los contextos. Cuando pasen cincuenta años, como tú decías, no podremos ver a Obama como a Bush; hoy estamos en el medio de un debate fuerte.
Rosa M. Elizalde: A pesar de que uno nos quiere matar a puñaladas y el otro a besos.
Pedro P. Rodríguez: Ofrece un mayor margen de maniobra defenderse de los besos que de las puñaladas. Lo que pasa es que quizás nos hemos acostumbrado demasiado, porque no teníamos otras posibilidades tampoco, a esperar las puñaladas, a estar curándonos de las heridas, y tratando también de hacerle daño al enemigo. Eso hay que explicarlo en cada momento histórico y en cada circunstancia.
No podemos pensar que todo el mundo podía entender a principios del siglo XX el fenómeno imperialista, el cual, por cierto, Cuba fue quizás de los primeros países en que se comprendió mejor, por lo menos en su funcionamiento económico. Varona lo está explicando desde 1905, y hay una línea de pensamiento cubano, Sanguily, de hecho, que lo asoma en sus discursos en el Senado, y varias personas más. En la revista Cuba Contemporánea, donde publicaban por lo general personas de derecha, sin embargo se estaba denunciando la presencia de ese capital norteamericano mayoritario. Esta línea de pensamiento culmina en un momento dado en un hombre como Rubén Martínez Villena, que para hacer su análisis desde el marxismo al imperialismo, se vale de las ideas de toda esta crítica nacionalista, en la que hay nacionalismo de derecha y nacionalismo de izquierda, contra la presencia del capital norteamericano en Cuba.
Rosa M. Elizalde: ¿Es el mismo imperialismo de entonces y de ahora? ¿Qué lo diferencia? ¿Qué rasgos se mantienen?
Ana Cairo: Por supuesto que no es el mismo imperialismo. Recuerdo que después que se acabó la Mesa Redonda en la que participé recientemente, una persona en la calle me preguntó: “¿Por qué usted dijo que había distintos tipos de imperialismo?” El imperialismo en el siglo XXI no es el imperialismo del siglo XIX ni es el del siglo XX. Franklin Delano Roosevelt le dio un giro muy grande a esa sociedad, a tal punto que en este momento cierto grupo político se está planteando el retorno al programa de Franklin Delano Roosevelt.
Guiteras
Rosa M. Elizalde: No quisiera que dejemos todavía el viaje por la República. Hablemos de algunos personajes tremendos de esta etapa, que marcan a fuego la conciencia nacional frente al imperialismo. Ya se mencionó a Rubén Martínez Villena. Otro gran actor de la época es Antonio Guiteras Holmes.
Ana Cairo: ¿De quién es hijo Guiteras? De un cubano y de una estadounidense que viene de la tradición irlandesa. Y eso es muy importante. No es lo mismo una rama italiana que una estadounidense, una alemana, una inglesa, y por lo tanto hay un componente muy importante en la formación de Guiteras desde la línea irlandesa, que están luchando también contra el colonialismo inglés. Hay movimientos de solidaridad en Cuba con Irlanda en tanto que tenían el mismo estatus colonial de nosotros.
Antonio Guiteras (1909-1935). Hablando de la Revolución del 30, que se fue a bolina: “Fracasamos porque una revolución solo pude llevarse adelante cuando esta mantenida por un núcleo de hombres identificados ideológicamente, poderoso por su unión inquebrantable, aunados por los mismos principios”.
Guiteras es hijo de una estadounidense de origen irlandés, pero es hijo de un cubano descendiente de una familia matancera, y recuerdo que un gran amigo me dijo: “No sabía que Guiteras estaba emparentado con Pedro José Guiteras”, un ilustre matadero. Dígole: “Sí, está emparentado con Pedro José Guiteras”, y no sólo con Pedro José, con Eusebio y con Antonio, que era el más chiquito de los tres hermanos y abuelo de Guiteras, y por eso él se llama Antonio.”
Ahora, ¿qué significa estar relacionados con los Guiteras? Es estar relacionado con José de la Luz y Caballero, porque ellos tres fueron alumnos de Luz, y fundaron en Cuba colegios de la más alta pedagogía de la época. Eran los colegios que estaban en la línea de Luz, el gran modelo pedagógico, el más moderno no sólo para Cuba, sino para América Latina. Era un modelo totalmente descolonizador. Calixto, el padre de Tony era un hijo de esa escuela, y él educó a su hijo también.
Guiteras es un cubano, pero es un cubano universal por la educación que recibió, igual que de hecho es un estadounidense universal. Recordemos que ese niño nace en los Estados Unidos y su primera lengua es el inglés. Hay un momento en que esa familia no piensa regresar a Cuba, pero la crisis económica en los Estados Unidos lo que los trae de regreso.
Sabe inglés, aprende español y en la casa se habla francés también. Y como son todos melómanos, saben italiano. Es una casa cosmopolita, es una casa que está llena de referentes culturales. Tony cantaba ópera con su madre. Tony leía a Baudelaire en francés. Un día me dijo un amigo: “Es raro encontrarse a un político que leyera a Baudelaire”. Me lo dijo también alguien cuando salió mi libro de Chibás: “¿Que Chibás sabía quién era Kafka?”, “Sí”, ¿pero por qué no van a saber? “Y también leía a Marcel Proust, en inglés”. Estamos hablando de una política culta. El antiimperialismo de estos hombres está lleno de elementos culturales, lleno de matices, cosa que hay que entender, porque de lo contrario serían personas dogmáticas, fanáticas, y no es el caso. No estamos hablando de políticos fanáticos, de políticos ignorantes, sino estamos hablando de personalidades de la cultura que eligen la acción, y aquí quiero retomar lo que decía Pedro Pablo, la acción es una elección, porque están convencidos de que no hay otras vías.
Pedro P. Rodríguez: Pienso como tú. La Revolución del ‘30 no triunfó pero cambió mucho los procedimientos y las maneras de ser de la política. Se sigue pensando que la República era algo así como el alcalde de San Nicolás del Peladero, que los había, pero casi ningún político de altura y de posiciones elevadas era ese tipo de persona. Y voy a poner el caso más llamativo quizás. El Fulgencio Batista que aparece como sargento en el momento del golpe de los sargentos, no es el asesino y el dictador posterior, no, no, no, cuidado con eso, fue un hombre que se educó.
Ana Cairo: Que sabe inglés.
Pedro P. Rodríguez: Que llega a ser quien fue por su profunda voluntad de estudiar, de superarse, de trabajar, con un sentido del enriquecimiento personal, a costa de hacerlo sobre la vida de cualquiera, pero no era ni un tonto ni era un hombre inculto. ¿Quién se encargó de él? Arístides Sosa de Quesada, que era uno de los militares más cultos de la época de los treinta y los cuarenta en Cuba, y que fue uno de sus padrinos intelectuales de él, y el otro, este, el historiador…
Ana Cairo: Emeterio Santovenia.
Pedro P. Rodríguez: Emeterio Santovenia, que su maestro y le daba clases particulares. Uno lee un discurso de Batista de finales de los treinta y otro de cuando está ejerciendo la presidencia tras las elecciones del ‘40, y se da cuenta que ese hombre se ha cultivado. Está hablando de otra manera, está buscando otra proyección en su acción, que sigue siendo, desde luego, motivada por personalismos, por afanes dictatoriales, y lograr su propósito a cualquier costo.
Ana Cairo: El quiere ser, vamos a decir la verdad, él quiere ser un self made man.
Pedro P. Rodríguez: Exactamente, exactamente, y por eso siempre trató de presentarse como un demócrata, cosa que no logró en la mayoría de los casos. No podía lograrlo por las cosas que hacía, y eso explica su actuación durante el período presidencial después, entre el ‘40 y el ‘44, en que jugó con la línea que trazaban los Estados Unidos, en una fase aparentemente muy democrática. Cosa que ponía muy mal a Raúl Roa, que cada vez que podía le echaba arriba todos los muertos del ‘35 al ‘40, y tenía toda la razón.
Ana Cairo: Batista construía equipos que trabajaban para él, lo que hizo también Gerardo Machado. ¿Cómo obviar el equipo de gobierno que tiene Machado? Y voy a poner un ejemplo. Cuando Menocal asume la presidencia crea un equipo para la prensa extranjera. Cambia las reglas del juego de la prensa en Cuba. Tiene un equipo de prensa, tiene su periódico El Día, pero además, le paga a periodistas para que le hagan buena prensa en Cuba y en los Estados Unidos. Desde Menocal y hasta el ‘59 hay un equipo de prensa permanente al que se le paga para dar una buena imagen de los presidentes. O sea, saben las reglas del juego de esa sociedad.
Pedro P. Rodríguez: Son políticos modernos.
Ana Cairo: Fíjate si son políticos modernos que cuando Roosevelt crea en el año ‘33 el programa de radio, todos los políticos cubanos ya desde el año ‘34, todos, tienen programas de radio. Eso está totalmente incorporado.
Pedro P. Rodríguez: Recordemos que Arthur Schlesinger, uno de los más brillantes hombres que acompañó a Kennedy, dijo que el Presidente aprendió a usar la televisión cuando vio cómo Fidel Castro usó la televisión en 1959 y 1960.
Ana Cairo: Patria es un periódico que está hecho con la máxima modernidad de la prensa hispana de Nueva York.
Rosa M. Elizalde: Martí fue pionero en el uso la máquina de escribir.
Ana Cairo: Y si Martí hubiera tenido laptop e internet las hubiera usado.
Rosa M. Elizalde: No me queda la menor duda de que habría sido feibusero (usuario de Facebook). No habría despreciado una plaza con más de 1 500 millones de personas concurrentes.
Ana Cairo: Exacto. ¿Entonces por qué digo esto? A partir de ahí la política también se hace por radio, y se hace con cine, todo el mundo tiene una división de cine, todo el mundo tiene noticieros. Se olvida de que Fidel Castro fue dirigente estudiantil, y no había dirigente estudiantil en los años cuarenta que no tuviera un programa de radio.
Si tú no existías en el radio no existías en la política. Sencillamente todo el mundo se moviliza hacia la última tecnología. Algún día habrá que hacer un estudio de la hazaña tecnológica que fue transmitir, usando un avión que daba vueltas, porque no había otra tecnología, el discurso, en directo, de Fidel en la ONU. Porque eso no fue satélite ni nada.
Pedro P. Rodríguez: Salió en vivo.
Ana Cairo: Eso fue un invento de la gente de televisión cubana, de poner un avión dando vueltas y así transmitieron ocho horas para poder transmitir ese discurso, que la gente lo vio en Cuba. Recuerdo de niña a mi padre viendo el discurso.
Pedro P. Rodríguez: Yo lo vi y estamos diciendo nuestra edad.
Ana Cairo: Sí, es verdad, yo no tengo problemas con la edad, creo que hay que tenerla bien vivida y ya.
Linajes
Pedro Pablo Rodríguez. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate
Pedro P. Rodríguez: Nosotros tenemos también que abrirnos a comprender mejor las personalidades en el plano histórico, porque nos puede servir para entendernos mejor en el presente.
Ana Cairo: Tenemos que entrenarnos socialmente más para entender. Que tú estés en desacuerdo con una persona no quiere decir que tú te entres a galletas y a golpes con esa persona. Sino que se usa el lenguaje de la ironía, se usan muchos lenguajes y hay que aprenderlos e incorporarlos. Cuando estoy ante mis alumnos y les presento algún texto de Martí, les digo: “Fíjense cuántas lenguas tiene Martí”.
Pedro P. Rodríguez: Para analizar la historia y los políticos hay que hacer lo mismo. ¿Vamos a eliminar a Céspedes y a Agramonte de nuestra Historia, porque tuvieron contradicciones entre ellos?
Ana Cairo: Claro.
Pedro P. Rodríguez: ¿Vamos a eliminar a Gómez y a Maceo porque al fracasar el Plan de San Pedro Sula en ese momento terminaron disgustados? Sin embargo, después fueron personas de tal altura ética y de tal patriotismo que trabajaron juntos en la guerra del ‘95 e hicieron juntos la Invasión. Ahí es donde está, digamos, la grandeza de un hombre, y en este caso de personas como Maceo y como Gómez, que dejaron detrás las diferencias de un momento para trabajar juntos por el ideal patriótico.
Ana Cairo: O la grandeza de José Martí, que se da cuenta que tiene que escribir un texto titulado “¿Céspedes o Agramonte?”, y frente a una polémica que amenazaba el movimiento independentista y dice: “Los dos”. Ese es el mejor ejemplo de la diversidad cubana: los dos representan a Cuba.
Pedro P. Rodríguez: O haberle escrito una carta tan dura.
Ana Cairo: Como la del ‘84.
Pedro P. Rodríguez: Como la del ‘84 a Gómez, y después aparecérsele en la República Dominicana a decirle: “Aquí estoy para ofrecerle el ramo de la guerra”.
Ana Cairo: “Aquí está mi autocrítica”.
Pedro P. Rodríguez: “Y lo que le ofrezco es, nada más y nada menos, que la ingratitud probable de los hombres”.
Rosa M. Elizalde: En esta complejidad que ustedes han expresado de manera tan extraordinaria, ¿qué esencias, qué elementos fundamentales del sentimiento antiimperialista están presentes o recorren la República y llegan hasta nuestros días?
Pedro P. Rodríguez: Yo creo que muchos.
Ana Cairo: Hay una conciencia de linaje, que no es la aristocracia, sino la tradición. Es el sentido de pertenencia a una familia, lo que nos marca. El antiimperialismo es una marca.
En el mundo de los intelectuales cubanos hay una conciencia de linaje, y voy a poner un ejemplo. José Lezama Lima dijo que él hubiera querido conocer a Antonio Maceo, porque era el hombre que más le fascinaba, pero conoció a Julio Antonio Mella. Lo vio enredado con los policías cuando se estaba haciendo el Parque Zayas, y que para él conocer a Mella era como si hubiera conocido a Maceo. Esa es la razón por la cual, cuando escribe su novela Paradiso -que, por cierto, cumple cincuenta años en dos meses, salió en julio del ‘66-, él pone a un personaje que se llama Apolo o El Estudiante. Es Mella bajando la Escalinata al frente de los estudiantes. Es invención, es literatura, porque ni Mella vio la Escalinata ni la conoció, pero para José Lezama Lima Maceo y Mella se unen. Y como Lezama estuvo en la manifestación del 30 de septiembre, todos los estudiantes del 30 de septiembre son los herederos de Maceo y de Mella. Eso es conciencia de linaje.
Pedro P. Rodríguez: Y yo creo también que ese antimperialismo, el que hoy requerimos, también tiene, de alguna manera es y debe seguir siendo, heredero de cosas a veces muy elevadas y de cosas a veces muy sencillas, ¿no? La dignidad es pura ética. ¿Cómo se ve, cómo se toca, cómo se palpa la dignidad?, Dignidad son esos episodios que nos cuentan de Agramonte, de Céspedes, de Maceo, de Guiteras, de Mella, de Fidel; dignidad es sentirse que realmente hay un orgullo por ser cubano, y eso es interesantísimo porque explica las contradicciones que encontramos a veces en personas que, con una ideología que no es transformadora, que no es revolucionaria, que no busca el cambio social, sin embargo se sintieron cubanos y trataron de mantener una dignidad cubana, y eso también tenemos que saber aprovecharlo.
Cintio Vitier (1921-2009).
Rosa M. Elizalde: Comenzamos hablando de Cintio Vitier, y ahora que sale a relucir lo máximo y lo mínimo en lo que se puede encontrar una esencia, que es de lo que hemos estado hablando aquí todo este rato, recuerdo que un día le pregunté qué era la Patria, y él me respondió que era la Batalla de Las Guásimas y el dulce de guayaba.
Ana Cairo: Sí, pero Cintio viene también de un linaje. Es nieto de un General de la Guerra de Independencia.
Rosa M. Elizalde: José María Bolaños.
Ana Cairo: Aunque nació en Cayo Hueso, Cintio renunció a la ciudadanía estadounidense, cosa que mucha gente no entendió. Pero él venía de un linaje, su abuelo el General había peleado a las órdenes de Maceo. Eso se ve muy bien en su novela De Peña Pobre, donde se construye un linaje por los dos lados. En la novela está el linaje de los Palma. A Máximo Palma le pusieron el nombre por el General Máximo Gómez, y después, a su hijo mulato lo nombra Sandino Palma. El linaje en Cuba tiene implicaciones familiares, personales y de todo tipo. Cintio es nieto de un General de la Guerra de Independencia, y su gran amigo, Eliseo Diego, era descendiente de un gran autonomista: Eliseo Giberga.
Pedro P. Rodríguez: Los linajes no están identificados con la aristocracia simplemente. Las aristocracias lo hacen patente y viven de eso, y malviven en ocasiones, porque traicionan sus propios linajes en muchos casos; tampoco sólo privativo de intelectuales. Por ejemplo, si Esteban Montejo, el personaje de Cimarrón -la obra de Miguel Barnet- hubiera estado en las fuerzas armadas se hubiera pasado la vida preso, porque era un indisciplinado total.
Él mismo lo cuenta. Se pasaba la vida fugándose, yéndose del campamento, buscando una mujer por aquí, por allá, y después se reincorporaba, cosa que hicieron buena parte de las tropas mambisas, porque ese no era un ejército regular. No era esa imagen que nos da la televisión de esos tipos bien vestidos y a caballo.
Ahora bien, este hombre habla con un orgullo de haber estado en la tropa de Antonio Maceo. Lo que te está diciendo que por encima de su indisciplina, por encima de su personalidad, de un hombre que ha sido cimarrón y ha tenido que vivir de alguna manera solo y apartado de la sociedad un tiempo, él se siente digno, se siente orgulloso de aquello en lo que él no era el mejor ejemplo. Eso es lo mejor que tuvo en la vida.
Conversando con
Ana Cairo Ballester: Doctora en Ciencias Filológicas (1985) y Profesora Titular y Consultante de la Universidad de La Habana. Miembro de la Academia de Historia, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y de la sección cubana de la Asociación de Historiadores de América Latina y el Caribe. Imparte Literatura y Cultura cubanas y cursos monográficos sobre personalidades en la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de la Habana. Acreedora del Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas 2015.
Pedro Pablo Rodríguez: Doctor en Ciencias Históricas, investigador y profesor Titular, periodista. Miembro efectivo de la Academia de Ciencias de Cuba, de la Academia de la Historia de Cuba, del Tribunal Nacional de Categorías y Grados Científicos, del Consejo Nacional de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), y del Comité Ejecutivo de la misma. Es director general de la edición crítica de las Obras completasde José Martí. Recibió el Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas 2009.
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