El paso del tiempo obliga a nuevas lecturas de Palabras a los intelectuales. No son pocos los representantes de las nuevas hornadas de jóvenes que desconocen la trascendencia de aquellos intercambios sostenidos los días 16, 23 y 30 de junio de 1961, en la Biblioteca Nacional, entre la dirección de la Revolución Cubana, en especial su líder histórico Fidel Castro y un grupo de escritores, artistas e intelectuales. Dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada, es la frase a la que se recurre en muchos casos como único referente de las memorables Palabras…
En aquellas reuniones que marcarían el destino de la política cultural de la Revolución, participaron entre otros destacados intelectuales: Roberto Fernández Retamar, Alfredo Guevara, Graziella Pogolotti, Isabel Monal, Lisandro Otero, Pablo Armando Fernández, Lezama Lima y Virgilio Piñera. El más joven era Miguel Barnet, actual presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), con apenas 21 años. El detonante de la reunión fue la prohibición del documental PM (Pasado Meridiano) por la dirección del Icaic, pero en realidad la cuestión lo trascendía. El audiovisual que reflejaba en 14 minutos lo que ocurría en algunos bares de la noche habanera sirvió de pretexto para acelerar un acontecimiento que ya estaba en la mente del líder de la Revolución, pero que las difíciles circunstancias históricas que se vivían habían ido postergando. Asimismo Fidel –con apenas 34 años– aprovecharía esos intercambios para exponer su visión de lo que debía ser la cultura y su papel en la sociedad, ideas que venía madurando desde antes del triunfo revolucionario.
El fantasma del «realismo socialista» provocaba temores en algunos círculos intelectuales y, al mismo tiempo, la dirección de la Revolución, enfrascada en un proceso de unidad entre las tres fuerzas principales que habían luchado contra la dictadura de Batista, necesitaba extender también ese proceso al terreno de los escritores y artistas cubanos, donde existían no pocos conflictos y divisiones. El intercambio daría su primer fruto con la creación de la Uneac en agosto del propio año, al celebrarse su primer congreso.
Por supuesto, el alcance de las Palabras… de Fidel hay que verlo también en el contexto en que fueron pronunciadas. El pueblo cubano había prácticamente acabado de derrotar una invasión mercenaria y aún permanecía movilizado. El presidente John. F. Kennedy, después de sufrir el mayor fiasco de toda su carrera política, solo pensaba en la posibilidad del desquite. En noviembre de ese año firmaría la Operación Mangosta, el plan de guerra encubierta más grande orquestado por Washington contra país alguno, que debía culminar con la intervención directa en la Isla de las Fuerzas Armadas de los EE.UU. Existían bandas armadas en distintas zonas montañosas del país y los planes de atentados contra la vida de los dirigentes de la Revolución seguían su curso. La lucha interna de clases en Cuba estaba en pleno apogeo y la agresión sicológica hacía sus estragos, en especial a través de la llamada operación Peter Pan.1 Es en medio de ese contexto de hostilidad abierta y encubierta contra Cuba, que el líder de la Revolución dedica una buena parte de su tiempo a los problemas de la cultura. Durante tres días, escucha pacientemente las preocupaciones y reclamos de los escritores y artistas, hasta que finalmente el día 30 pronuncia las históricas palabras.
Estos intercambios ocurridos hace 56 años en la Biblioteca Nacional demuestran cómo la cultura estuvo desde los propios inicios en el corazón mismo del proyecto revolucionario cubano. La Revolución, para poder sobrevivir y avanzar tenía que ser por sobre todas las cosas un hecho cultural. No se trataba solo de la toma del poder político, sino de la creación de una cultura diferente y superior a la del capitalismo, de un nuevo sujeto para el cambio revolucionario. No en balde la nueva institucionalidad de la cultura había comenzado a crearse desde 1959. El país se encontraba además inmerso en la Campaña de Alfabetización, «la verdadera invasión del año 61», como le escuché decir en una ocasión a ese paradigma del pensamiento revolucionario que es Fernando Martínez Heredia. Esa acelerada revolución cultural es la que explica en gran medida por qué en Cuba –un país donde el anticomunismo se había inoculado hasta el cansancio–, se pudo declarar en tan corto tiempo el carácter socialista de la Revolución, y que, cuando los milicianos fueron a las arenas de Playa Larga y Playa Girón, lo hicieron no solo con el objetivo de enfrentarse a una invasión mercenaria, sino dispuestos a morir en la defensa del socialismo.
Cuando se conoce y analiza esta historia es fácil entender la famosa frase de Fidel en los más difíciles años del periodo especial, cuando dijo que lo primero que había que salvar era la cultura. Y es que en la cultura –entendida en su visión antropológica– ha estado siempre la respuesta de los mayores éxitos de la Revolución Cubana.
Fidel despeja inmediatamente en sus Palabras… cualquier duda que pudiera existir sobre una posible variante en Cuba del «realismo socialista»: «Permítanme decirles, en primer lugar, que la Revolución defiende la libertad; que la Revolución ha traído al país una suma muy grande de libertades; que la Revolución no puede ser por esencia enemiga de las libertades; que si la preocupación de algunos es que la Revolución va a asfixiar su espíritu creador, que esa preocupación es innecesaria, que esa preocupación no tiene razón de ser».2 Más adelante expresa: «La Revolución no puede pretender asfixiar el arte o la cultura cuando una de las metas y uno de los propósitos fundamentales de la Revolución es desarrollar el arte y la cultura, precisamente para que el arte y la cultura lleguen a ser un patrimonio real del pueblo».3
Palabras a los intelectuales en 1961, han sido en diversas oportunidades manipuladas o leídas de forma fragmentada.
«Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada»,4 es la frase que más se descontextualiza de todo el discurso, tratando de darle a esta un viso excluyente, cuando se trata de todo lo contrario. Está claro que, sin una lectura completa del discurso, puede surgir la incógnita de los límites del «dentro» y el «contra». Mas Fidel responde de manera magistral esa interrogante –y me parece la frase más importante y a la vez menos citada de esa intervención: «La Revolución solo debe renunciar a aquellos que sean incorregiblemente reaccionarios, que sean incorregiblemente contrarrevolucionarios».5 Con esta expresión estaba diciendo que podían existir, incluso, contrarrevolucionarios corregibles y que la Revolución debía aspirar a sumarlos al proceso. Además, que todos aquellos escritores y artistas honestos, que sin tener una actitud revolucionaria ante la vida, pero tampoco contrarrevolucionaria, debían tener derecho y las oportunidades de hacer su obra dentro de la Revolución. «La Revolución debe tener la aspiración de que no solo marchen junto a ella todos los revolucionarios, todos los artistas e intelectuales revolucionarios –dice Fidel– (…) la Revolución debe aspirar a que todo el que tenga dudas se convierta en revolucionario (…) la Revolución nunca debe renunciar a contar con la mayoría del pueblo».6 Este es otro de los pasajes más relevantes de las Palabras… en medio de aquellas circunstancias tan complejas y tensas. En ellas solo puede encontrarse un tono y sentido totalmente inclusivo, antidogmático, alejado de cualquier tipo de sectarismo.
Asimismo, Fidel esboza ideas para beneficiar a los artistas y escritores cubanos y estimular que su espíritu creador encontrara las mejores condiciones para desarrollarse. También sobre la promoción del arte y la literatura entre la población. «La Revolución significa, precisamente, más cultura y más arte»,7 enfatiza en los momentos finales del discurso. Y en ese sentido pronunció las palabras más revolucionarias de todas las expresadas en aquellas reuniones, pues todo el tiempo estuvo en su mente no solo a los creadores, sino también quienes serían los principales receptores del arte y la cultura en Cuba: el pueblo.
Esta intervención de Fidel marcó de alguna manera lo que podemos considerar los principios fundamentales de la política cultural de la revolución. Que en los años 70 hubo distorsiones y errores, eso nadie lo puede negar, pero por suerte lo mejor de nuestra vanguardia artística e intelectual permaneció siendo fiel al espíritu de Palabras a los intelectuales y luego se rectificaron muchas de aquellas prácticas y se recuperó el camino trazado en esa trascendental intervención.
Este discurso definió la originalidad y herejía de la Revolución también en el campo cultural, frente a las experiencias socialistas precedentes. Permitió que la cultura en Cuba alcanzara tales grados de democratización, que transcurridos 56 años, podemos enorgullecernos diciendo que constituye una de las principales conquistas de la Revolución Cubana y de los derechos humanos más consagrados.
Por otro lado, habría que decir que Palabras a los intelectuales fue solo el comienzo de lo que sería un diálogo permanente y abierto, del líder de la Revolución con los artistas y escritores cubanos, siendo él mismo uno de los más brillantes exponentes de la intelectualidad cubana. Hubo muchas otras Palabras a los intelectuales de Fidel, aunque aquellas de 1961 quedaron para siempre en la historia como un texto fundacional. Aquel 30 de junio fue también la confirmación de que, una vez más en la historia de Cuba, vanguardia política y vanguardia intelectual volvían a ser la misma cosa.
(La versión original de este texto fue publicada como introducción al libro: Un texto absolutamente vigente. A 55 años de Palabras a los intelectuales, Editorial Unión, La Habana, 2016).
Notas
1 La Operación Peter Pan fue una de las operaciones de guerra sicológica organizada por el gobierno de los EE.UU. contra la Revolución Cubana, al manipular el tema de la patria potestad de los padres cubanos sobre sus hijos. Por esta vía salieron de Cuba un total de 14 048 niños, muchos de ellos nunca volvieron a encontrarse con sus padres.
2 Palabras a los intelectuales: Casa Editora Abril, La Habana, 2007 (cuarta edición), p. 12
3 Ibídem, p. 17.
4 Ibídem, p. 16.
5 Ibídem, pp. 15-16.
6 Ibídem, p. 15.
7 Palabras a los intelectuales: Ob. cit, p. 35.
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