Por Ivón Guerra Hernández
Sabemos que la vida no es perfecta, y es por eso que hablar de la vida nada perfecta de un pueblo como el cubano es un reto, desde hace más de un año varias generaciones de los nacidos en la isla han estado muy al pendiente de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos como si fuera el centro o como si de ello dependiera todo. No es menos cierto que la caída del muro del Caribe como me gusta decirle al hecho del anuncio que se dio el 17D en relación con la intención de trabajar ambos países en el restablecimiento de sus relaciones hasta el momento maltrechas, distantes, y aparentemente irreconciliables es un punto de inflexión histórico y definitorio. Cuando escuchamos los sendos discursos de los mandatarios parecía incomprensible que se diera un camino viable a pesar de las buenas intenciones de las negociaciones, las declaraciones dieron un mensaje alto y claro, sí queremos construir puentes porque lo que hemos hecho hasta el momento no ha funcionado, pero no ha cambiado en nada las aspiraciones de ambas orillas, todo lo que pasó después es tan relevante como el principio mismo.
Fuimos testigos de los intercambios de buena voluntad de los héroes cubanos por hombres claves que fueron mucho tiempo anónimos personajes, salidas de presos por causas humanitarias, envites papales para un acercamiento, conversaciones dirigidas por dos excelentes damas, revitalización de las relaciones con Europa, condonaciones de deuda, una mirada distinta de centros de poder político y económico hacia Cuba. La Habana se puso de moda para artistas, deportistas, políticos, el mundo de la tecnología y de la moda, hombres de negocio, pero sobre todo no dejó de ser la cita prohibida de los ciudadanos estadounidenses. Seguimos siendo testigos del dinero que pasa de cuenta en cuenta para financiar las que se mantienen como apetencias del vecino del norte, cambios hacia el paradigma de democracia occidental, desconociendo el arraigo del nacionalismo criollo, ese que nos hace especiales y únicos, ese que llevó a los mambises a combatir a las huestes españolas montando al pelo y machete en mano destacando el coraje de unos Maceos que a pesar de sus diferencias con el hombre que nos enseñó el camino de la dignidad y de la inconveniencia de confiarse de ese vecino que no debe caer con esa fuerza más sobre nuestras tierras de América, el maestro, el apóstol el inigualable José Martí para quien la Patria era Humanidad, y Cuba era el ejemplo para esa América austera y expoliada. La cubanía no es solo un sentimiento compartido por quienes han tenido el privilegio de venir al mundo en la isla, la cubanía más allá de la opción geográfica es una condición de reto al que nos quiere dominar, es eso que pronto comprendieron políticos y poderosos norteamericanos cuando Fidel entró en la Habana acabando con décadas de dominio geopolítico y económico de los Estados Unidos con Cuba y que tuvo por respuesta un bloqueo como medida para rendir las aspiraciones de beneficio social que traía un grupo de hombres que en su momento cumplieron sueños de mayoría y en ese largo y difícil camino cometieron errores pero no optaron por la solución fácil, la de claudicar ante la adversidad, sino por la de seguir a pesar de todo.
Las nuevas relaciones a veces son sobrevaloradas y consideradas la meca de la esperanza, la mejora inmediata, la renovación, y los bolsillos llenos de dinero, en esa ingenuidad se basan los adversarios de los cambios que desde lo más hondo de la sociedad se van dando a pesar de que nada ha cambiado en cuanto a la capacidad del país para desarrollarse en condiciones normales, bajo la criminal hostilidad del bloqueo.
Hoy aparece el visitante, el hombre más importante del mundo, el que más ha hecho en relación a flexibilizar el crimen económico más antiguo hacia la isla, la persona que apenas era un niño cuando se iniciaba la “Diplomacia de los Habanos”, el hombre que ha asumido el costo político de las decisiones ejecutivas en relación con Cuba, -pero recordemos sin cambiar el fundamento y el anhelo de establecer cambios convenientes a los intereses del predominante poder de occidente-, el hombre que se reúne con los resentidos del Sur de la Florida días antes de encontrarse en la calidez de un país que lo acogerá con todo el respeto que merece el mandatario que ha roto paradigmas, entendemos que es la manera de enfrentar las críticas de sectores de poder de la sociedad norteamericana.
El visitante no tendrá tiempo de apreciar en toda su dimensión esa Cuba hermosa, llena de historias cotidianas que se comprenden solo cuando se vive, tradiciones culturales, talento, innovación, alegría en la adversidad, seguridad y amabilidad que el cubano derrocha. El visitante a pesar de ser una persona informada tendrá el sesgo mediático y la lupa con la que se mira a una nación que ha vivido más de media centuria en impuestas carencias materiales, pero no tiene que lamentar estadísticas que muchos otros países a pesar de propiciar medidas desde economías neoliberales no logran superar como la mendicidad de niños, la muerte del más común de sus ciudadanos por falta de atención médica, el analfabetismo o la falta de oportunidades de instrucción. Mucha alharaca alrededor de los DDHH a propósito de la estancia del visitante, mucha acción pagada para hacer lo que mejor saben hacer quienes lucran con los sentimientos nacionales, quienes tienen el deshonor de pronunciarse a favor de mantener las restricciones económicas hacia Cuba que les garantizan viajes y vida de lujo, esos que adorarían un mandato republicano que enterrara todo lo que el visitante propició en favor de la normalidad de la convivencia no solo con un pueblo, sino con un mercado natural que podría beneficiar a ambas naciones, por pequeño que pueda ser el intercambio siempre sería mejor que no tener ninguno.
Esta vez encontrará el visitante una nación haciendo camino a una prosperidad desde su perspectiva de independencia y su arraigo a la soberanía, el vecino, el jubilado, el estudiante, el cuentapropista, el médico, el profesional de las ciencias, el maestro, el burócrata, el trabajador de los servicios públicos, el artista, el deportista, todas gentes moviendo desde adentro y otros apoyando desde fuera la vida que se merece un pueblo con personas maravillosas, tan maravillosas como el visitante, que sentirá el calor y el olor a mar, que sentirá el respeto y sensibilidad de millones de personas que saben el momento histórico que les tocó vivir, porque el visitante ya entró en la historia de Cuba, en los libros que instruirán a las próximas generaciones.
Para los que consideran que es la oportunidad que se está dando al Caballo de Troya - teniendo en cuenta el pasado reciente- le damos el beneficio de la duda; pero si no nos abrimos a la experiencia estamos rechazando la congruencia de los esfuerzos de muchos héroes anónimos que han propiciado con inteligencia más que la visita, el acercamiento, el entendimiento y el beneficio para el país principalmente en la introducción de Cuba con mejores condiciones en el mercado internacional como soporte para un desarrollo de su economía y sustento a la implementación de las reformas. Lo más plausible en esta nueva etapa de las relaciones es que se dejó atrás la hostilidad, se dieron verdaderas muestras de interés en negociar lo negociable y ha sido el modo de abrir el camino del visitante quien ha aprovechado muy bien el encontrarse con una opinión pública diferente a la que tuvo hace más de medio siglo Kennedy cuando envió a negociar en secreto varios emisarios a La Habana.
Sea entonces la historia quien permita entrar y salir al visitante de su Laberinto. Es la hora del respeto y de poner fin a los desencuentros, es la hora de trabajar con todas las voces que desean el bien común que no esté basado en la desigualdad, es la hora de decirle al cuadragésimo cuarto presidente de los Estados Unidos ¡Bienvenido a la Patria de hombres y mujeres cultos, libres y honorables! , y como nos enseñara Martí también decirle que “Los pueblos no se unen sino con lazos de fraternidad y amor”.
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