lunes, 14 de marzo de 2016

Viaje al fondo del municipio







Fecha: 25 - Febrero 2016







Cuando se trata de buscar soluciones a problemáticas sociales o comunitarias, preguntarnos sobre vacíos legislativos, aguardar por medidas renovadoras de la economía, cuestionar por qué no se instauran o funcionan mal servicios básicos, los cubanos de mi generación –e incluso de otras– siempre miramos hacia el peldaño más alto del Estado. No suele ocurrírsenos que muchos de estos asuntos debieran dirimirse en un contexto más cercano a nuestra vida cotidiana: el ámbito municipal. Hemos aprendido que si bien, al menos para algunos aspectos, así fue establecido décadas atrás, en la práctica a menudo las autoridades y organismos “competentes” de ese nivel son incapaces de ofrecer respuestas adecuadas. ¿Por qué?


Luisa Íñiguez, Ovidio D´Ángelo y Agustín Villafaña, panelistas de este Último Jueves, junto a Rafael Betancourt. Foto: Carolina García/Temas.


Para dialogar acerca de la teoría y la práctica; los hechos, sus causas y las perspectivas deseables, confluyeron en la habanera sala Fresa y Chocolate, del ICAIC, la doctora Luisa Íñiguez, geógrafa y analista de FLACSO, entidad perteneciente a la Universidad de La Habana; el doctor Ovidio D’Angelo, especialista del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS), del CITMA; y Agustín Villafaña, artista de la plástica, quien dirige el proyecto comunitario Comunidad Artística Creativa Casa Yeti”, sito en el municipio Playa.


Rafael Betancourt, economista, miembro del equipo editorial de Temas, y en la presente ocasión moderador del encuentro, solicitó a los invitados que formularan su definición de municipio, cuáles características lo distinguen de otras instancias de la realidad nacional, si puede verse como una unidad social, política, económica; y si existe una cultura asociada a él. De igual modo, inquirió: ¿Cómo se ejerce la ciudadanía en las localidades y se relacionan las instituciones estatales y políticas con la sociedad civil?


“Un país debe poseer divisiones que permitan su organización e institucionalización. El municipio es un recorte del territorio, con carácter político, administrativo; al mismo tiempo, delimita poder y responsabilidad con la satisfacción de las necesidades de la población residente en él, y de la vida territorial en general”, manifestó Luisa Íñiguez. Según la investigadora, no constituye una unidad social; más bien se observan diversas tipologías desde el punto de vista cultural. “Cada municipio tiene una heterogeneidad interna muy amplia”, incluso Centro Habana, el más pequeño de Cuba (3,42 km2), es heterogéneo, al estar compuesto por barrios disímiles. “Además, hay municipios rurales donde la población se encuentra dispersa”. Tales razones también hacen poner en duda el calificativo de unidad económica. No obstante, “quizás hasta cierto punto detente una unidad política”.


Algunos recortes son producidos socialmente durante decenas o un centenar de años, otros han sido impuestos en momentos más cercanos por entidades dedicadas a establecerlos. Una cultura propia sí se advierte en las localidades antiguas, donde se ha consolidado una identidad, un sentido de pertenencia, continuó. Le molesta el empeño en crear de manera forzada una pauta cultural en municipios o provincias de nuevo cuño, “como sucede hoy, cuando dicen que las Charangas de Bejucal son símbolo de la cultura de Mayabeque, pues Bejucal y San José de las Lajas nunca tuvieron nada que ver”.


El ejercicio de la ciudadanía a nivel local representa “uno de los puntos más álgidos”. En ello incide, al igual que en las relaciones de las instituciones estatales y políticas con la sociedad civil, la heterogeneidad de los municipios; por ejemplo, los hay con solo 4% de escolaridad universitaria, y otros con casi 30%, mientras algunos exhiben menos de 1% de cuentapropistas, o en ellos se asientan grandes empresas, pertenecientes a la economía nacional; en cada caso es diferente la manera en que se organizan y responden los ciudadanos, razonó la experta.


Los problemas locales no se enfocan igual en todas las provincias, coincidió Ovidio D’Angelo. “A veces falta capacitación, en ocasiones carecen de autonomía para poder plantearse proyectos interesantes, o no les asignan recursos”. Pero es posible identificar un patrón general: “el municipio es el lugar del no poder”, allí enfrentar día a día las urgencias de las comunidades impide realizar planes perspectivos. Así ocurre a menudo en asentamientos habaneros: los talleres de transformación integral del barrio han aportado proyectos importantes para el desarrollo comunitario o sociocultural y no han recibido apoyo suficiente por parte de los Consejos Populares y de la Administración Municipal, concentrados en dificultades como los mosquitos, los salideros, la falta de agua, los derrumbes, el bache de la esquina...


Tampoco D’Angelo considera el municipio una unidad social, económica y política. Generalmente “las organizaciones funcionan por separado, salvo quizás en sitios del interior, pequeños, donde están más aglutinadas. Los Consejos Populares debieran ser el nexo con la población; sin embargo,  no lo logran”. Cuando se conciben proyectos de desarrollo, no se tiene en cuenta que “el sitio de ubicación, organización y proyección de la gente no es necesariamente el municipio, sino la comunidad, el barrio, la cuadra”; y ahí no se propician las iniciativas ni las instituciones municipales las aprovechan en sentido general. Además, cierto número de localidades “han sido sesgadas artificialmente por la división político administrativa y sus habitantes están desorientados”.


No cree este analista que hoy ocurra “un ejercicio de ciudadanía desde la base del municipio. No hay una proyección del sujeto activo, porque no puede, debido a que las instancias establecidas son formales”; solo movilizan para determinadas tareas, no cumplen la función de aprovechar la potencialidad de los ciudadanos en cuanto a resolver sus problemas. Al mismo tiempo, nos afecta otro inconveniente: “Vemos, hasta por el Noticiero de la televisión, que quien va a enfrentar las dificultades en un lugar es el secretario del Partido y no el presidente del gobierno municipal, la instancia política se va por encima del Poder Popular”.



Un público diverso asistió a este Viaje al fondo del municipio. Foto: Carolina García/Temas.


Sobre el quehacer de las entidades de la sociedad civil, en el contexto municipal, la visión del panelista no es halagüeña. En algunas áreas donde trabajan proyectos gestores, talleres, se movilizan algunas organizaciones, incluidas las religiosas. Pero sus acciones resultan “insuficientes y muy sesgadas, e influidas porque el municipio está insertado en una totalidad que lo consume: el nivel macrosocial, este impone sus reglas y de cierta manera replica en el ámbito municipal la separación entre la población y los decisores, presente en buena medida a nivel provincial y estatal”.


¿Podemos hablar de una cultura del municipio?, reiteró Rafael Betancourt al dirigirse a Agustín Villafaña.


“El municipio se encuentra, o lo tienen, en el fondo”; en él a veces se vuelve muy complicado hablar de cultura, prevalece la incomunicación y la falta de prioridad. En realidad, ese espacio constituye una fuerza máxima de creación y es el de mayor fluidez de relaciones, por abarcar el hogar e instituciones muy importantes. La cultura “nos une y nos mueve, si no la tenemos es difícil trabajar, sentirnos satisfechos con la familia, que el barrio esté alegre, ambientado, bien concebido en lo espiritual y lo físico; porque su economía puede ir muy bien, y la comunidad estar destrozada espiritualmente. Para mí ha sido una preocupación constante”, respondió el ponente. Cualquier localidad, hasta la más recóndita, posee riqueza cultural –Yateras, por citar una, cuenta con una significativa tradición en la música y en la plástica–; sin embargo, no siempre lo vemos.


A continuación las disertaciones profundizaron en los conflictos que perjudican la gestión a nivel municipal.


Durante los últimos cinco o seis años en Cuba abundan libros y artículos dedicados al desarrollo local y territorial. En ellos se alerta sobre la ausencia de autonomía en relación con el gobierno central, la necesidad de descentralizar las funciones legislativa y administrativa, la limitada información sobre las decisiones y prioridades del municipio, y la escasa participación de los ciudadanos, detalló Luisa Íñiguez. Un caso evidente de la falta de jurisdicción sobre recursos naturales y económicos relevantes es el de Morón, cuyos dirigentes del Poder Popular “poco pueden decidir sobre lo que sucede en Cayo Coco y Cayo Guillermo”; igual ocurre con los de Artemisa, en relación con la Zona de Desarrollo del Mariel. Estudios de campo emprendidos por la experta han evidenciado una agravante: las posibilidades de gestión instituidas se aprovechan de forma desigual, según los recursos con que cuenta cada territorio.


Mientras continúa el experimento en las provincias de Artemisa y Mayabeque, con vistas a decidir si se implementa o no en el resto del país un nuevo modelo –en esencia separar las atribuciones estatales de las empresariales, y dentro del Poder Popular las funciones administrativas y las de gobierno–, la habitual poca autonomía del municipio restringe su actuación en las esferas económica, política y social. Al respecto, Ovidio D’Angelo ilustró: “Yo conozco una experiencia participativa en torno al uso del presupuesto en el Centro Histórico habanero, auspiciada por la Oficina del Historiador y acompañada por otros organismos; ese proceso fue cortado, porque difería del esquema de funcionamiento del país, que es vertical: el municipio debe pedir permiso a la provincia, y ella a la instancia central, para poder ejecutar cualquier pequeña acción”. Igualmente es negativa la práctica de sesionar a puertas cerradas y no brindar luego información. Así, salvo excepciones, nadie sabe quiénes son el presidente y demás funcionarios de su gobierno municipal. “¿Dónde se dan a conocer esos representantes, qué temas debaten? Una vez, como integrante del CIPS, fui invitado a una reunión de un Consejo de Gobierno Municipal; interesantísimo, allí se discutían muchas cosas, pero eso no trasciende, y tampoco es posible determinar si expresan sus criterios personales o los de los pobladores”, prosiguió el disertante.


“Como bien decía Luisa, las entidades estatales de subordinación nacional no tienen nada que ver con los municipios donde radican. El concepto de responsabilidad social de las empresas con la población y las instituciones, no se aplica. Y ni hablar de inversión extranjera o autonomía financiera”. También urge pensar en que la población no es algo abstracto, sino personas capaces de organizarse en los barrios y llevar adelante disímiles proyectos; empero no existe una ley de asociaciones que lo permita ni esa circunstancia está recogida en la Constitución. El vehículo existente en la actualidad, las organizaciones sociales y de masas, “se han rutinizado en las acciones para las cuales fueron creadas en los años 60, que en algunos casos han perdido actualidad, y no están en función del desarrollo”.


Agustín Villafaña incorporó a la lista de obstáculos una vivencia particular: “Es muy difícil a veces combinar los actores; llevo diecisiete años con  la Comunidad Artística Creativa Casa Yeti y cada dos me cambian al actor estatal, o la estructura existente se modifica. ¿Con qué funcionarios voy a dialogar sobre los intereses de la comunidad y el municipio? Lo considero imposible. Hace unos meses me entregaron la medalla de Hijo Ilustre de Playa, aunque nunca han venido a ver el proyecto. ¿Es posible evaluar, dimensionar, reconocer algo sin tener una apreciación personal? ¿Cómo vamos a conocer así a un presidente del Poder Popular?”. Y remarcó: “Con las estructuras de arriba no hay diálogo; el existente es con el vecino, con quien trabaja en un centro ubicado en la comunidad, ahí empieza la verdadera comunicación, el intercambio cultural dentro del municipio”.


El público tiene la palabra


Una prestigiosa intelectual, Graziella Pogolotti, abrió el intercambio con el panel. Afrontar “con una perspectiva histórico-cultural” y “de urbanista” los problemas del municipio y las necesarias transformaciones constituyó el centro de su alegato. Instó a distinguir las localidades poseedoras de “una historia autosuficiente, como podría ser Güines”, uno de los centros económicos de la antigua provincia de La Habana y con un núcleo urbano notable. “Otro ejemplo significativo es el de San Antonio de los Baños, que tiene tradición artesanal, vinculada al tabaco, y después se ha desarrollado en cierta medida a través de valores de representación simbólica, pues es la Villa del Humor”. La ensayista llamó a preservar los valores identitarios de los barrios que componen la capital cubana. Sin ese enfoque, recalcó, “no podemos encontrar soluciones vertebradoras de la voluntad de eso que ahora llamamos ‘actores de la comunidad’, en función de iniciativas impulsoras del desarrollo. En la actualidad esto tiene fundamental importancia”.



Graziella Pogolotti, entre los más de 125 asistentes a este Último Jueves. Foto: Carolina García/Temas.


Cualquier proyecto en tal sentido deberá tomar en cuenta el hábitat, lo cual implica hablar de “vivienda, infraestructura, venta de productos básicos para la familia, y a menudo de centros de trabajo”. Intento loable fue el plan concebido años atrás por urbanistas del Grupo para el Desarrollo Integral de la Capital, que conjugaba factores económicos, sociales, ambientales, humanos. Dicho Grupo elaboró la Maqueta de La Habana y favoreció la creación de Talleres de Transformación Integral del Barrio.  “Esa última institución no tuvo el respaldo necesario. A mi entender, es lo que podía contribuir a dar vida a un contexto barrial, municipal, determinado, porque sus relaciones son horizontales, transversales, y sus animadores son líderes barriales”, propuso la doctora.


De Bauta, “con mi bastón y mis 67 años”, llegó a la Sala Fresa y Chocolate una señora  interesada en dar su punto de vista sobre el funcionamiento del Poder Popular en el escalón municipal: “El problema es que no te escuchan, lo que dices no se analiza ni se procesa”. Según su criterio, debido a “los errores que hemos cometido –unos por desconocimiento, otros por falta de instrumentación y estructura adecuados–, los cuales no responden solo al municipio, sino a la nación, las personas han perdido identidad, fe, sentido en lo que están haciendo. Tenemos la posibilidad de rescatar eso”.


Siguió un delegado, vecino de  Marianao. “Es triste ver cómo se deteriora, pierde su tradición” y los habitantes padecen salideros de aguas albañales, montañas de basura, calles destruidas, criticó. Desde su experiencia de treinta y dos años como representante de una circunscripción, él aprecia que modificaciones ocurridas a partir de los 90 han tenido impactos negativos: “Disminuye el poder legislativo y gana el administrativo”; cuando funcionaba el comité ejecutivo municipal, “que alguien quitó sin contar con el poder del pueblo”, existían siete funcionarios, todos debían ser delegados. Ahora el gobierno lo forman nueve personas: dos legislativos y siete administrativos. El panorama empeora porque “el presidente no puede decidir en su demarcación”. Y aunque hay múltiples empresas poderosas dentro del territorio, no le aportan nada.


Varias son las problemáticas y están todas integradas: dificultades con el poder, el dinero, la autonomía y autogestión de los municipios; el gobierno central controla todos los recursos del país; persiste el problema constitucional; faltan el diálogo y la participación ciudadana; y hay un problema de democracia, porque ejercerla no es votar una vez por alguien, sino un ejercicio sistemático, inseparable del control y la decisión en torno a los bienes de la nación. “Desde hace tiempo, profesionales y académicos están señalando estas cosas. En 1991, antes del IV Congreso del Partido, en mi núcleo se planteó lo mismo que hoy hablamos aquí, y seguimos igual”, aseveró un frecuente participante en Último Jueves.


Acerca de la división en regiones habló un galeno, pionero del servicio médico rural,  quien fuera vicepresidente del gobierno de La Habana y luego dirigente en la esfera de la Salud: “¿Por qué se rompieron esas estructuras que funcionaban después del triunfo de la Revolución?”. En aquella época los hospitales eran regionales, “ello facilitaba la interrelación hospital-policlínico, la dispensarización de los pacientes, la sectorización”; después pasaron a ser provinciales “y se le quitó poder al municipio”, que solo es responsable de los policlínicos, los hogares de ancianos y maternos.


“La política del Partido ha apostado por las sociedades locales, pero los Lineamientos tienen en ese sentido un agujero negro, y se debe a la tónica economicista que los permea. A favor de la nueva política del PCC veo dos potencialidades muy fuertes: la tradición municipalista que nos acompaña y las cuotas de autonomía logradas en Cuba durante los últimos cinco lustros”, incluidas la presencia de una sociedad civil y una economía no estatal, comentó un nuevo orador, para quien “un desafío desde el punto de vista ideológico es hacer entender a las personas que la solución a sus problemas particulares pasa por resolver los de la comunidad. Dicha política precisa enfrentar la fractura de la sociedad”.



Foto: Carolina García/Temas.


Junto con una reforma de la administración pública, ¿qué necesita el municipio?, indagó un economista, trabajador del Centro de Desarrollo Local y Comunitario, preocupado porque el modelo implantado en Artemisa y Mayabeque no resulte suficiente para encauzar definitivamente el país.


 “Al ver la incapacidad del municipio para gestionar los recursos existentes en él,  descubro un reflejo del problema esencial del régimen político cubano: el tema de la igualdad. En Cuba una parte específica de la sociedad goza de más representatividad y poder real que la mayoría de los ciudadanos. Los vecinos de un municipio debieran tener la posibilidad de decirle no a una petrolera que intenta abrir pozos en su territorio, o a quien pone un negocio privado que acaba con la dinámica nocturna del barrio”, discurrió un joven.



Renovación, transparencia, empoderamiento


Llegado el instante de brindar ideas que pudieran fortalecer el desempeño del nivel municipal y sus actores, así como enriquecer la nueva Ley de Municipios, actualmente en elaboración, Ovidio D’Angelo sugirió: “Autonomía en lo económico y social –solo regulada por instancias del Estado con vista a equiparar los desequilibrios territoriales–, sin obviar la posibilidad de decisión concertada en las inversiones y de ayudas sociales y a sus planes de desarrollo. Procesos de gestión verdaderamente abiertos, eso implica cambios en la dinámica eleccionaria, a partir de agendas sociales, no nombramiento de candidatos por virtudes y trayectorias; asistencia de los pobladores a las sesiones de las asambleas municipales y del Consejo Popular, posibilidad de participar en ellas y de formar comisiones de control popular. Lo anterior debe acompañarse con una renovación profunda de las organizaciones sociales, reorientando sus objetivos hacia la concepción de metas de desarrollo y el mejoramiento de las condiciones de vida, para lo cual se deben concertar todos los actores económicos, políticos y sociales de la comunidad. Invertir, por lo tanto, la cultura de la centralización y el autoritarismo estatal; en su lugar, garantizar un fuerte protagonismo de las masas populares, sus organizaciones y asociaciones de diferentes tipos. El municipio –sus comunidades, barrios, empresas, etcétera– puede constituir un centro de desarrollo y democracia ciudadana, siempre que el mismo proceso ocurra en todas las instancias de la sociedad”.


Luisa Íñiguez exhortó a fomentar la “gestión multiactoral” en todos los niveles del país; a estudiar con profundidad las particularidades de cada municipio y no aplicar en ellos el mismo rasero; a motivar a sus habitantes, para que contribuyan a su avance. Y enfatizó: “Aunque Ovidio diga que el municipio es la zona del no poder, yo insisto en que potencialmente él es poder, lo otro es no ejercerlo bien”. Finalmente se refirió a enunciados que podrían –al menos se están proponiendo– integrar la nueva Ley de Municipios: referendo aprobatorio y derogatorio de las normativas o decisiones político administrativas locales; acceso de los electores a información suficiente y oportuna sobre los temas debatidos en la Asamblea o en el Consejo de Administración; carácter público de esos debates; acceso popular a las actas y acuerdos.



Foto: Carolina García/Temas.


“Estoy dispuesto a dialogar con los que deseen conversar, analizar y crear a favor del municipio”, expresó Agustín Villafaña. Es importante trabajar de conjunto con instituciones como el CIERIC [Centro de Intercambio y Referencia sobre Iniciativas Comunitarias]. Para que “el ámbito municipal alcance mayor bienestar, equidad, y sea posible distinguir y disfrutar” sus recursos, resulta imprescindible reconocer sus potencialidades; no utilizar “esquemas rígidos que funcionen como una mordaza”; armonizar la actividad estatal y la no estatal; disponer de funcionarios capaces, inteligentes y profesionales, resueltos a acercarse verdaderamente a la comunidad, interesarse en sus problemáticas, propiciar soluciones y las iniciativas de los vecinos, controlar, verificar, rendir cuentas siempre apegados a la verdad, no a lo más conveniente en determinado momento.


Tras concluir la jornada, a la salida de Fresa y Chocolate un grupo de personas –algo usual en estos debates– todavía dedicó unos minutos a conversar sobre el tema. Una de ellas recordó por fin la frase de Martí que no había podido completar durante su exposición: “Esa es la raíz, esa es la sal de la libertad: el municipio”.



Foto: Carolina García/Temas.



Foto: Carolina García/Temas.


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