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LA HABANA. Prueba de la arremetida de visitantes a Cuba en este comienzo de año es que sólo enero recibió casi medio millón de personas que mucho se hicieron sentir.
El primero en sufrirlo fue nuestro aeropuerto internacional José Martí que demostró dos cosas: una, que ya es lo más parecido a una terminal aeroportuaria provincial, y segundo, que ya resulta insuficiente para una avalancha imposible de detener salvo que las autoridades cubanas cometan la locura de cerrar sus fronteras aéreas con un cartel, a lo Van Van, anunciando desde un globo aeroestático, que “no hay cama pa’ tanta gente”.
Un amigo español, que ya vive más aquí que en Andalucía, ha optado por quedarse en la escala en Santiago de Cuba (a casi mil kilómetros de esta capital), tomar un vuelo doméstico y aterrizar por la terminal de vuelos nacionales. ”Le digo yo a usted, que ese aeropuerto es la hostia de gentes, jodé…”.
Otro signo interesante está ocurriendo. Hace un tiempo los dueños de restaurantes privados “le caían atrás” a los guías y choferes de los autobuses de turismo para que los turistas comieran o cenaran en sus propiedades. Ahora es todo lo contrario. Tranquilos en sus negocios, aguardan por las propuestas.
Lo más alarmante en contraposición a esta bonanza económica, es que el país no está preparado logísticamente para tan peculiar invasión. Nada más que Obama se le ocurra anunciar en su visita a Cuba los próximos días 21 y 22, que deja abierto el abanico para que cada gringo haga uso de su facultad constitucional para visitar la tierra que le venga en ganas, y la Isla tendrá una catalepsia superior a la de un fuerte temblor de tierra.
Llegado ese momento de lluvia torrencial de dólares (y miren que la sequía ha sido prolongada, casi eterna) no me extrañaría que el gobierno salga de su tradicional inercia y emprenda un rápido proceso de crear infraestructuras con el apoyo de empresas extranjeras, a la par de otras decisiones como esa que vengo soñando hace tiempo: la aparición de un bando presidencial con alto contenido patriótico y empresarial convocando a cada cubano que tenga una habitación disponible a que la ponga en función del visitante. Acto que sería agraciado con benignos impuestos dictados en razón de la emergencia.
Cuba, a la par de otros empeños dignos de países desarrollados del primer mundo (biotecnología, por ejemplo), debería centrarse en ser una nación de servicios, con pequeñas y medianas empresas en funciones turísticas.
Habrá que esperar por los próximos acontecimientos que ocurrirán en el día a día y en las altas esferas, cuando finalmente se tenga claro nuestro modelo económico, entre otras circunstanciales.
Mientras tanto, como dice un buen amigo, “siguen llegando coronas de diferentes jardines”.
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