martes, 16 de febrero de 2016

Ana Cairo Ballester: una humanista revolucionaria








Palabras de elogio a Ana Cairo Ballester, en la recepción de su Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas, 2015, pronunciadas por Juan Valdés Paz, presidente del Jurado del Premio.


Acto de Entrega efectuado en la Fortaleza de La Cabaña el 13 de febrero del 2016.


Ha sido un honor integrar el Jurado que concedió a la Dra. Ana Cairo Ballester el Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas 2015 por la obra de toda la vida; y lo es más presentar a Uds. las palabras de Elogio a su persona.


Comencemos por recordar que la profesora Ana Cairo, de origen humilde y estudiante destacada de la enseñanza media y superior, es hoy Licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas por la Universidad de la Habana (1972); Doctora en Ciencias Filológicas (1985); Profesora Titular Consultante en la facultad de Artes y Letras de la Universidad de la Habana; integrante de la Comisión de Grados Científicos para las Humanidades y las Ciencias Sociales de esa universidad; y vicepresidenta del Tribunal Nacional para los Doctorados en Ciencias Filológicas.


Es profesora en activo de Literatura y Cultura Cubana en la facultad de Artes y Letras de la Universidad de la Habana, donde imparte cursos monográficos sobre personalidades relevantes de la historia política nacional (José Martí­, Máximo Gómez, Julio Antonio Mella, Antonio Guiteras, Rubén Martínez Villena, Pablo de la Torriente Brau, Raúl Roa, Juan Marinello, Eduardo Chibás, y otros) y sobre personalidades de la cultura cubana (José María Heredia, Alejo Carpentier, Emilio Roig de Leuchsenring, Fernando Ortiz, Jorge Mañach, Nicolás Guillén, entre otros).


Es Miembro activo de la Academia de la Historia de Cuba, y de la Sección Cubana de la Asociación de Historiadores de la América Latina y el Caribe; de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba; del Consejo Científico del Centro de Estudios Martianos; del Consejo Asesor de la Fundación Alejo Carpentier; y de la Junta Directiva de la Fundación Fernando Ortiz. Colabora con la Biblioteca Nacional José Martí­, la Fundación Nicolás Guillén, el Instituto de Literatura y Lingüística, el Instituto Superior de Arte y el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello. Integra los consejos editoriales de las revistas Temas y Biblioteca Nacional José Martí­.


Ha recibido numerosos premios y reconocimientos por su ejecutoria.


Pero es sobre la cualidad de este enorme desempeño intelectual sobre el que queremos centrar nuestro Elogio:


Primero, acerca de la destacada alumna ayudante que llega a ser la inolvidable Profesora de varias generaciones de estudiantes que han admirado su tenaz dedicación a la docencia, el carácter magistral de sus lecciones, su asombrosa erudición, su amenidad y obsesión por transmitir sus conocimientos y valoraciones a cada nueva generación de alumnos y discípulos. Y no menos importante, su magisterio de a pie, el "no oficial", el que dedica a los estudiante en los pasillos, a la consulta de colegas e investigadores noveles, a las interminables asesorías. También, acerca de la brillante conferencista que además de revelarnos las complejidades de la obra y pensamiento de tantas personalidades, nunca suficientemente conocidas de nuestra historia política y cultural, le sabe imprimir a su discurso el filo crítico y el necesario reconocimiento que toda obra humana conlleva.


Segundo, temprana y extraordinaria investigadora que ha rescatado a relevantes figuras de nuestra historia, no solo a las del panteón consagrado sino a otras menos reconocidas o controvertidas. Igualmente, a grupos y corrientes culturales, decisivas en el curso de nuestra evolución política y cultural. Pero más importante aún ha sido la contextualización histórico-social de esas personalidades o corrientes y de sus obras, así como la reconstrucción de las herencias, interrelaciones e influencias que constituyen la trama de toda historia cultural.


Cabe mencionar en particular, como parte de esa labor investigativa, los estudios dedicados a la herencia cultural afrocubana y al fenómeno del cimarronaje. Su dedicación al estudio e investigación de estos y otros temas han dejado una profusa obra publicada de cerca de un centenar de ensayos y artículos, siete libros y sobre diez compilaciones comentadas, cuyo monto es difícil de evaluar pero cuya huella en la cultura cubana es más que evidente.


En tercer lugar, tenemos su condición de promotora incansable de la historia y cultura cubana, de su valoración, enseñanza y divulgación. Su participación en diversas instituciones y su presencia en los más disímiles escenarios, así como entrevistas de la prensa escrita y radiotelevisiva, es siempre el anuncio de una lección magistral; la oportunidad de adquirir nuevos conocimientos y sobre todo, el privilegio de reencontrarnos con las corrientes más profundas de nuestra cultura nacional.


Lugar aparte en su obra, corresponde a sus aportes en la reconstrucción de la historia de la ideas, de la cultura y del pensamiento de personalidades políticas e intelectuales, de Cuba; particularmente, del período republicano anterior a 1959. Precisamente, uno de los mayores aportes de Ana Cairo lo encontramos en el estudio de las ideas transformadoras surgidas en la primera República que sirvieron de fundamento al pensamiento insurreccional de los años cincuenta y a las realizaciones revolucionarias posteriores.


Una lectura del conjunto de la obra de Ana Cairo, desde sus primeros tiempos hasta los de madurez, muestra ciertas constantes de su pensamiento y práctica intelectual, algunos de cuyos ejemplos no puedo dejar de mencionar a ustedes e interpretar en mis propios términos, apoyándome en dos de sus más importantes entrevistas.[1] Me  excuso por anticipado de cualquier inexactitud u omisión, a saber:




  • El rechazo de todo tipo de dogmatismos y a favor del patrimonio de la imaginación

  • No se trata  de inducir  criterios,  sino  de entregarle   información a las personas,  además de estrategias, para procesarla.

  • Hay que librar una batalla contra  el pensamiento único  en todos  lados,  no  solo  en los modelos neoliberales.

  • Los intelectuales cubanos, ya desde el siglo XVIII, piensan  en el sistema-mundo; ven su realidad concreta  insertada en las coordenadas continentales y mundiales de su época. Martí consolida esa tradición intelectual cubana, pero también contribuye a la asunción de otras.

  • Lo cubano es universalidad. Eso supone una necesidad de pensar nuestro  país y a la vez de pensar el mundo.

  • En la historia cubana no se puede obviar la vocación de muchos intelectuales de participar en la vida social y política.

  • Pero hay otra función que tiene el movimiento intelectual cubano, y es la de analizar los múltiples problemas, en los diferentes momentos, de la sociedad cubana.

  • Los intelectuales cubanos cuentan con sobrada competencia ideológica, científica y cultural como para participar mucho más en los asuntos políticos, y para contribuir en mayor medida, desde su especificidad, al proyecto revolucionario de cara a su presente y, sobre todo, a su futuro.

  • Hay que formar seres inquietos, vitalmente  insatisfechos… Esta pretensión se mantiene desde el siglo XVIII, por lo que somos herederos de ella. Sólo que la herencia no implica la mímesis, sino apropiaciones críticas, rupturas y continuidades. El futuro  reside  en que  cada quien construya desde su cabeza.

  • Ello nos lleva al concepto de la sociedad como una construcción.

  • Todas las revoluciones tienen sus límites históricos, cosa que también se nos olvida. Toda revolución  llega hasta un punto de cambio social, a partir del cual se generan nuevos desafíos que deberán tener nuevas soluciones.

  • El sueño republicano no solo era un ideal emancipador, sino también purificador, regenerador de la vida social y política. El discurso anticorrupción ha estado en el centro del movimiento político cubano.

  • La unidad estratégica siempre será imprescindible y debería prevalecer en cualquier circunstancia. El apotegma de Fidel contrario a la «ley de Saturno» sigue vigente. En el presente y en el futuro, cuando pudieran existir zonas de conflictos, estos se deberían posponer, o cancelar, o controlar en su expresión discursiva, en aras de no afectar los acuerdos garantes de la unidad estratégica.

  • Algunos imaginarios revolucionarios se construyeron sobre la base de una lectura teleológica de inspiración cristiana. El fundamento de esos imaginarios se encuentra en una lectura laica de la hagiografía religiosa. El neopositivismo soviético se asentó firmemente en tales bases.

  • Las tendencias socialistas en Cuba, como en todas partes, son tan numerosas como diversas. De ningún modo surgieron todas del movimiento obrero, ni compartían las mismas tesis sobre el cambio social, ni sobre su necesidad misma, ni sobre las formas de alcanzarlo.

  • Dentro del socialismo marxista existe por igual esa pluralidad: ahí se encuentran Mella, Rubén Martínez Villena, Raúl Roa, Blas Roca, Aureliano Sánchez Arango, Jorge Vivó, Sandalio Junco, Juan Ramón Brea, Gabriel Barceló, Leonardo Fernández Sánchez y muchísimos otros.

  • Existía un socialismo marxista sin partido, paralelo al del partido Comunista. Raúl Roa y Pablo de la Torriente Brau podrían ilustrar esa tendencia. En el interior del Partido también había diferencias. Este universo de tendencias socialistas en Cuba debería ser mejor estudiado.


Sirvan pues estos ejemplos.


No quisiera dejar de enfatizar que el Jurado, al otorgarle por unanimidad el Premio Nacional a la Dra. Ana Cairo Ballester,  no solo le ha dado su reconocimiento a la siempre nominada y permanente finalista sino que ha querido reconocer sobre todo, como declara en su dictamen, la contribución que con su obra ella ha hecho al esclarecimiento y conformación de nuestra identidad nacional. Y también, porque más de un interlocutor ha comprendido los fundamentos culturales más profundos de la Revolución cubana, de la voz y la obra de Ana Cairo.


Reconozcamos todos a la Dra. Ana Cairo por su magisterio, su obra y su ejemplo. Veamos en su persona lo que ella decía de sus maestros, una “humanista revolucionaria”. Démosle las gracias por sus aportes y esforcémonos nosotros, martianamente, en acrecentar su legado.


Muchas gracias.



Zuleica Romay, presidenta del ICL, y Julián González, ministro de Cultura, participaron en la entrega del Premio. Foto: Habana Radio.









[1] Ana Cairo, Entrevista de Julio César Guanche: “Alguna preguntas cubanas, siempre renovadas”; y Ana Cairo, entrevista de Rodolfo Zamora: “Ana Cairo, el patrimonio de la imaginación”.










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