Por Jorge Gómez Barata
En las reformas que Cuba ha puesto en marcha existen carencias notables, como es la renuencia a abrir el juego e incluir aspectos políticos e institucionales. Incluso, limitando el análisis a la llamada actualización del modelo económico, se descubren agujeros oscuros como la indiferencia ante la idea de promocionar las pequeñas y medianas empresas privadas nacionales y extranjeras (PYMES).
A pesar de evidencias, argumentos probatorios y recomendaciones, el gobierno cubano no toma en cuenta esa opción, no debate su conveniencia y no se siente obligado a exponer las razones por las cuales ignora algo que a muchos les parece un camino que ofrece múltiples oportunidades para los individuos, la sociedad e incluso para el estado.
En cambio, a pesar de los magros resultados obtenidos y de la persistencia del bloqueo estadounidense que virtualmente lo impide, el gobierno cubano apuesta por atraer grandes inversiones extranjeras y desarrollar las gigantescas empresas estatales socialistas cuya ineficiencia es antológica.
Con esta política el estado cubano excluye del esfuerzo económico nacional a inversionistas nativos y extranjeros, hombres y mujeres que cuentan con habilidades empresariales y capitales propios de dimensiones moderadas que pudieran aprovechar en su beneficio las oportunidades del mercado cubano y contribuir al despegue económico que Cuba requiere.
Esta política limita a los nacionales a la condición de trabajadores por cuenta propia y excluye a los cubanos residentes en el extranjero, particularmente en los Estados Unidos que cuentan con cierta solvencia y pudieran ser el eslabón perdido entre la economía norteamericana y la de la Isla.
Es correcto que Cuba presione para obligar a la administración estadounidense a aceptar su diseño económico y político, pero a la vez deberá auspiciar soluciones alternativas. Es de suponer que el gobierno y las empresas norteamericanas se sienten más cómodos y motivados negociando con empresarios privados que con empresas estatales.
Por otra parte, una vez habilitados legalmente y favorecidos por políticas que promuevan su participación, los cubanos radicados en Norteamérica, constituirían el más poderoso lobby a favor del levantamiento del bloqueo.
A pesar de lo razonable y relativamente sencillo que pudiera ser el proceso de incentivar la expansión de las pequeñas y medianas empresas, el gobierno cubano ha elegido el difícil, largo y complicado camino de tratar de introducir las cooperativas, estructuras que requieren de difíciles condiciones y coordinaciones.
Lo cierto es que mientras las pequeñas y medianas empresas son decisivas en casi todos los países, incluyendo los más desarrollados, y constituyen un factor esencial en la economía mundial, es raro encontrar alguno en los cuales las cooperativas tengan una importancia relevante.
Por una extraña paradoja, al hacer su elección, Cuba da la espalda a una experiencia universalmente positiva para adoptar opciones de escaso respaldo en la experiencia económica mundial. No haría falta ser excesivamente sagaz para apreciar dónde está la razón. Allá nos vemos.
La Habana, 15 de febrero de 2016
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