jueves, 11 de febrero de 2016

El buró no es culpable


Ni es forzoso sentarse tras él para ser burócrata o portar el espíritu burocrático, aberración que corroe almas y pueblos




Por Luis Toledo Sande


Es apenas un mueble, pero su nombre carga con ser base lexical de burocraciay burocratismo, aberraciones vinculadas con hechos como la necesidad de administrar bienes, la división social del trabajo y la aparición de la propiedad privada.


El burocratismo no subsistiría sin burócratas que lo desplieguen en beneficio propio. Se entroniza cuando a expensas de la vida se priorizan los mecanismos que deben servir para propiciarle fertilidad y buen funcionamiento. Sin soltura creativa, no desorden, dichos mecanismos pueden reducirse a papeles o recursos digitales inútiles. Hasta servirán para justificar improductividad, vagancia, delitos.


El mal no es privativo de una cultura o un modelo social determinado. Puede crecer a sus anchas en cualquier parte, como la yerba indeseable, mientras las plantas vitales para la humanidad necesitan cultivo esmerado. Pero las hipertrofias administrativas pueden sobresalir con la socialización de los bienes y la centralización del gobierno. Tomadas como fines, las medidas correspondientes devienen paralizantes, o letales, para la producción material, los servicios y la felicidad humana.


El peligro crece si el aparato estatal no logra convencer a la nación –y autoconvencerse– de que la propiedad social es verdaderamente de todos y de todas, no patrimonio de una entidad despersonalizada, ni quimera que a nadie pertenece. El entendimiento de la realidad favorece el egoísmo y la corrupción, fiestas para castas indeseables, pero reales, adjetivo en el cual se cruzan entonces realidad y realeza, y esta acaba primando.


En el quehacer y el pensamiento revolucionarios frases como eso no está establecido y no se puede tienen valor moral y político pleno para poner barreras a lo éticamente inaceptable. Usadas como trabas formales sirven para embriagarse en el tesón de mando e impedir el buen funcionamiento de la sociedad.


El burocratismo propicia que la población sufra las terquedades y las inercias –sin descartar ineptitud– de caudillos de diversa jerarquía que establecen sus propias “leyes”. Desde la más modesta recepción o una secretaria, pasando por distintos puestos de trabajo, hasta funcionarios de la medianía o encumbrados, puede haber quienes impongan sus prerrogativas, reales o falsas, para ostentar importancia o ganar prebendas por prestar servicios que forman parte de sus obligaciones.


O el mal se corta de raíz o –en caso de que ella pudiera lograrse por entre las marañas burocráticas– no habrá economía próspera capaz de hacer vivible la cotidianidad, libre de agobios y pérdida de tiempo causados por quienes convierten en freno lo que debería ser administración eficiente, y entorpecen lo que tienen el deber de facilitar. También para impedir esos males urge fomentar en la ciudadanía una cultura jurídica activa, con plenos dominio y ejercicio de deberes y derechos, no como una letra burocrática más, letra muerta.


En Cuba se trata de salvar un proyecto derivado de una Revolución cuya herencia debe estar a su altura, no condenada a fracasos y resignaciones que en otros lares han dado base a mafias criminales. No basta ver y combatir el burocratismo en el cuerpo ajeno: es necesario que cada ciudadano detecte y ponga a raya al burócrata o cómplice de la burocracia que lleve dentro, capaz de agriar la vida a los demás y dañar al país.


Al refutar a un burgués aristócrata que llamaba socialismo a una forma de capitalismo de Estado, José Martí aportó luces para la administración centralizada que aspire a ser digna, especialmente –añádase– si se trata de construir un socialismo verdadero. Con visión de mundo, sostuvo: “El poder que iría adquiriendo la casta de funcionarios, ligados por la necesidad de mantenerse en una ocupación privilegiada y pingüe, lo iría perdiendo el pueblo, que no tiene las mismas razones de complicidad”; y exclamó: “¡Mal va un pueblo de gente oficinista!”


No condenaba indiscriminadamente las oficinas. De la suya en el exilio hizo una trinchera para ideas y actos emancipadores, transformadores, en frentes como las letras –periodismo incluido–, la diplomacia, la creación de un partido revolucionario de sincera democracia y la preparación de una guerra para fundar unarepública moral.


El buró es apenas un mueble cuyo valor para la virtud depende del uso que se le dé, y de los ideales a los que se sirva en la práctica. Por sí mismo no es culpable de nada, ni es forzoso sentarse tras él para ser burócrata o portar el espíritu burocrático, aberración que corroe almas y pueblos.




1 comentario:

  1. Humberto Herrera Carles11 de febrero de 2016, 8:32

    La burocracia es afin a todos los países en el termino de la palabra, en Cuba se emergen y confunden la propiedad social con la estatal y lo entes que usan y administran una y otra a espaldas muchas veces, de resultados tangibles. El texto de Marti que hace alusión en el articulo es la " Futura Esclavitud" una reseña del libro de Herbert Spencer, donde la posición mas clara de Marti es al terminar el articulo: " Y en todo este estudio apunta Herbert Spencer las consecuencias posibles de la acumulación de funciones en el Estado, que vendrían a dar en esa dolorosa y menguada esclavitud; pero no señala con igual energía, al echar en cara a los páuperos su abandono e ignominia, los modos naturales de equilibrar la riqueza pública dividida con tal inhumanidad en Inglaterra, que ha de mantener naturalmente en ira, desconsuelo y desesperación a seres humanos que se roen los puños de hambre en las mismas calles por donde pasean hoscos y erguidos otros seres humanos que con las rentas de un año de sus propiedades pueden cubrir a toda Inglaterra de guineas.

    Nosotros diríamos a la política: ¡Yerra, pero consuela! Que el que consuela, nunca yerra."

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