miércoles, 10 de febrero de 2016

El futuro de los peloteros cubanos en el béisbol de las Grandes Ligas






Economista estadounidense. Profesor  de economía en Smith College.

Puede leer la versión en inglés de este artículo aquí.

 

Luego del anuncio que hiciera el Presidente norteamericano, Barak Obama, en diciembre de 2014, referido a que establecería relaciones con Cuba, ha habido mucha emoción y especulaciones sobre el potencial de los jugadores de beisbol cubanos para ingresar en las Grandes Ligas (o Ligas Mayores, MLB, por sus siglas en inglés). En este artículo, sugiero que el sistema de transferencia[1] que establecieron las MLB con el beisbol profesional en Japón y Corea del Sur ofrece un modelo útil para que los jugadores cubanos vengan a los Estados Unidos. Si se le diseña adecuadamente, el sistema propuesto podría desarrollarse a pesar de la Ley Helms-Burton de 1996.

En 2014, había diecinueve cubanos en la nómina inicial de los equipos de las MLB (cifra superior a los quince que había en 2013) y ochenta y tres jugadores de la República Dominicana. La población cubana supera en aproximadamente un millón de personas a la dominicana, así que no es irrazonable dar por sentado que existe potencial para que el número de peloteros cubanos se triplique o cuadruplique.

Aquellos diecinueve cubanos tuvieron que desertar para jugar en los Estados Unidos. Cualquier jugador cubano que desee hacer negocios con una empresa norteamericana primero tiene que establecer su residencia fuera de Cuba y de los Estados Unidos, lo cual es un proceso que puede durar varios meses, en dependencia del país. También deben solicitar formalmente el estatus de “agente libre” a las Grandes Ligas, y que la Oficina de Control de Bienes Extranjeros (OFAC) los desbloquee antes de poder acceder a un contrato con un club de esa organización. Como se ha reportado ampliamente, además de las demoras formales, la deserción en sí misma puede comportar un gran peligro.

 

Antecedentes del sistema de transferencia


En 1998, las Grandes Ligas y la Liga Profesional Japonesa (NPB, por sus siglas en inglés) introdujeron el sistema de transferencia. En su forma original, los equipos de las MLB participaban en una licitación de monto mayor y oferta sellada[2] con la esperanza de ganar los derechos exclusivos para negociar un contrato con un jugador japonés. Si la oferta ganadora era aceptable para el dueño del club de la NPB, el ganador tenía treinta días para negociar el contrato con el jugador. Si se alcanzaba un acuerdo, los equipos de las MLB le pagaban al conjunto japonés un monto equivalente a su oferta más, por supuesto, el salario que se le pagaría al jugador. De no llegarse a un arreglo en ese lapso, el jugador regresaba a su equipo de la NPB y no se hacía pago alguno.

Ese sistema evolucionó debido al surgimiento de controversias en torno a las transferencias de jugadores a lo largo de los 40 años anteriores. En los 60, era común que los equipos japoneses enviaran a sus jugadores a entrenarse en los sistemas de las ligas menores. Masanori Murakami jugó en el farm system[3] de los Gigantes de San Francisco en virtud de un acuerdo de ese tipo. Cuando los Gigantes contrataron a Murakami, su club —los Halcones de Nankai— lo presionó para que volviera a Japón. Luego de amenazas mutuas de acciones legales, ambas partes acordaron que jugara para los Gigantes durante un año y luego regresara a su país.

Esa disputa condujo al Acuerdo Operativo de 1967, donde se estipulaba que ambas ligas respetarían recíprocamente sus sistemas de reservas, que limitaban de manera estricta los derechos de los jugadores. Como resultado, ningún jugador japonés jugó en las MLB durante casi treinta años.

En 1995, el agente japonés Don Nomura aprovechó una rendija en el acuerdo de 1967 que iba a permitirle al lanzador Hideo Nomo jugar para un equipo de las MLB: este se retiraría de la NPB, con lo cual su equipo tendría que liberarlo de su contrato. Como agente libre, podría jugar pelota en los Estados Unidos. Nomo fue el lanzador estrella de los Dodgers de Los Angeles durante tres años.

Luego, en 1998, Nomura explotó la misma rendija para Alfonso Soriano. Aunque Soriano no era japonés, estaba contratado por un equipo de la NPB. Anunció su “retiro” a la edad de 21 años y firmó un contrato con los Yankees de Nueva York.

Luego de haber perdido, sin compensación, a Nomo y a Soriano en beneficio de equipos de las MLB, la NPB comenzaron a discutir con las MLB una forma mutuamente aceptable para transferir a jugadores japoneses a los Estados Unidos.[4] En 2012, las MLB convinieron un sistema similar de transferencia con la Korea Baseball Organization (KBO).

La NPB le permite al jugador japonés obtener verdadera libertad de acción luego de ocho años de servicio. Un “agente libre” puede abandonar Japón para jugar en los Estados Unidos sin compensar a su equipo. La ex estrella de los Yankees, el jardinero Hideki Matsui, fue un agente libre sin restricciones.

Los jugadores que tengan menos de ocho años de experiencia deben pasar por el sistema de transferencia para jugar en los Estados Unidos. Un equipo de la NPB puede decidir unilateralmente transferir a uno de sus jugadores. Por otra parte, los equipos de las MLB pueden proceder a averiguaciones entre el 1 de noviembre y el 1 de marzo de cualquier año. Si el equipo japonés accede a transferir al jugador, se lo notifica al Comisionado de la NPB, el cual a su vez le informa al Comisionado de las MLB. Este les comunica a todos los clubes de las MLB sobre el jugador que está siendo transferido. La NPB debe ofrecer los expedientes médicos del jugador en cuestión.

Hasta finales del período de transferencia 2012-2013, diecinueve jugadores de la NPB habían sido transferidos utilizando este sistema. Diez de ellos firmaron contratos en Grandes Ligas inmediatamente, tres firmaron en Ligas Menores, cuatro de ellos no tuvieron éxito en atraer algún interés de las MLB, y dos no pudieron alcanzar un acuerdo de contrato en el lapso de negociación de 30 días.

El sistema de transferencia original fue objeto de críticas debido a varias razones. La competencia entre los equipos de las MLB por ganar los derechos para negociar con el jugador japonés era libre, lo cual conducía a ofertas muy altas. Los tres jugadores de más alto perfil que han sido adquiridos por equipos de las MLB a través del sistema original de transferencia son Ichiro Suzuki (2000), Daisuke Matsuzaka (2006) y Yu Darvish (2012) que recibieron ofertas por valor de $13,1 millones, $51,1 millones y $51,7 millones de dólares, respectivamente.

En el caso de Matsuzaka, reclutado para un período de seis años, los Medias Rojas de Boston tuvieron que pagar $51,1 millones de dólares a los Leones de Seibu, de la NPB, más $52 millones al jugador, para un total de $103,1 millones en el ese tiempo, lo cual sugiere que los propietarios de los Medias Rojas le atribuían a Matsuzaka un valor de $17,2 millones anuales. No obstante, Matsuzaka recibió aproximadamente la mitad de ese monto; los Leones de Seibu obtuvieron la otra mitad. Muchos alegan que ese resultado explotaba al jugador.

Otra crítica era que solo los clubes más ricos podrían darse el lujo de participar en el proceso de licitación. Esto reforzaba las ventajas que poseían los equipos de las grandes ciudades y conducía a un menor equilibrio competitivo en el juego.

Consecuentemente, las MLB prevalecieron por encima de la NPB, y la obligó a revisar el sistema de transferencia en diciembre de 2013. Bajo el nuevo sistema, cada equipo japonés establece los honorarios de incorporación sin ninguna licitación de parte de los equipos de MLB, pero estos no pueden sobrepasar los 20 millones. Cualquier equipo de las MLB que esté dispuesto a aceptar esta cifra (la cual solo se paga si se llega a un acuerdo sobre el contrato), puede negociar con el jugador. Este sistema permite que el jugador reciba una porción mayor del valor que se espera que él tenga para el equipo y, a la vez, que los equipos de menores ingresos puedan participar.


Aplicación del sistema de transferencia para Cuba


El nuevo sistema de transferencia podría convenir a las relaciones entre las Grandes Ligas y Cuba, con la modificación referida a que los honorarios se pagarían al gobierno cubano y no a los equipos individuales. Podría interpretarse que el intercambio de peloteros se ubicara bajo la exención cultural al embargo. Para hacer que el pago sea más digerible, desde el punto de vista político, en los Estados Unidos, podría estipularse que los fondos tendrían que ser utilizados para promover el desarrollo de la pelota en Cuba —por ejemplo, para reparaciones de estadios, para campos de entrenamiento o equipos.

Las Ligas Mayores se beneficiarían por la vía de elevar la calidad del talento y de reducir el factor de riesgo para sus futuros jugadores. Los jugadores, al no tener que asumir la inseguridad y el peligro de la deserción, mantendrían su posición en la sociedad cubana, y también los jugadores de mayor talento obtendrían una transferencia más expedita a las MLB. El gobierno cubano podría ganar cientos de millones de dólares en virtud de los honorarios de transferencia (para promover la pelota en la Isla) y posiblemente de los impuestos sobre los ingresos que pagarían los jugadores que optaran por conservar su residencia en Cuba. Adicionalmente, resulta probable que los jugadores en Cuba se sientan más motivados para desempeñarse a niveles máximos, llevando así el beisbol en Cuba a un nivel de calidad más alto. Los aficionados cubanos también se beneficiarían por la emoción de darle seguimiento a la actuación de sus jugadores en las Grandes Ligas, y quizás una parte del intercambio pudiera concederle al gobierno cubano derechos de televisión, para transmitir algunos juegos de la MLB. La organización norteamericana, por su lado, volvería a ganar, por la vía de nutrir al mercado cubano en una perspectiva del mundo post-embargo.

Habría que resolver algunos problemas menores. Entre ellos, el hecho de que en virtud del acuerdo de negociación colectiva de las MLB, jugadores de Cuba, Japón, Corea del Sur y Taiwán, menores de 23 años o que no hayan jugado como profesionales durante cinco años en sus países de origen, están sujetos a las regulaciones sobre las primas. Esas regulaciones estipulan que cada equipo puede gastar en total entre 2 y 5 millones de dólares en la firma de primas para dichos peloteros y para otros jugadores internacionales (donde la asignación total está en función inversa al porcentaje de juegos ganados del equipo el año precedente). Esos jugadores no estarían sujetos a los honorarios de transferencia, y su disponibilidad tendría que acordarse por separado entre las Grandes Ligas y Cuba.

Los ciudadanos de los Estados Unidos y de Cuba se han beneficiado de los intercambios culturales, religiosos y educativos que han sido permitidos hasta el momento. Añadir los intercambios de jugadores de pelota bajo la exención cultural sería una ganancia neta para ambos países.

[Traducción: David González]







[1] [N.d.T.] En inglés, posting system. Más adelante en el texto se explican sus características.




[2] [N.d.T.] En inglés, first-price sealed bid auction. Se trata de una puja en la que todos los postores someten simultáneamente ofertas selladas, de modo que ninguno de ellos conoce las de los demás. El que haya propuesto la oferta más elevada es el ganador, y paga el precio que propuso.




[3] [N.d.T.] Llámase así a un equipo o club con la mission de “foguear” a jóvenes jugadores brindándoles entrenamiento y experiencia, con el acuerdo de que pase a un nivel superior de competencia cuando esté en condiciones de hacerlo.




[4] Las transferencias de jugadores de las MLB a la NPB no son un asunto de tanta envergadura. Las reglas japonesas no permiten a los equipos tener a más de tres jugadores extranjeros en su nómina.  Además, los jugadores de las MLB parecen ser más propensos a permanecer en los Estados Unidos. La mayoría de los jugadores que se mudan a Japón han sido liberados por su club de las MLB, o son veteranos que se aproximan al final de sus carreras.





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