sábado, 13 de febrero de 2016

Cuba, diciembre 2015 (post-485)


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 Ya conté que a finales de noviembre volví a Cuba después de 8 años, y prometí publicar una entrada sobre mi viaje. Me he tardado, por diversas razones, pero es curioso cómo varias personas que siguen este blog me han insistido que escriba esa reseña, que la están esperando, porque el tema cubano siempre genera interés.

La Habana es un sitio para patearse con alegría. Allí puedo hacerme mogollón de kilómetros andando, como así fue, bien atento para no perderme detalles de una ciudad tan fotogénica. En diciembre el tiempo suele ayudar porque está algo más fresquito aunque en mi caso me llovió más de la cuenta. Estuve tres días en Varadero, pero la experiencia no fue tan buena. Siempre me lo paso mejor yendo a Santa María, la playa que está cerca de la capital y a la que van mayoritariamente los cubanos.He contado que me encanta visitar cementerios (pero no quedarme, eh!!), así que me di un tour funerario. El Cementerio Colon es una pasada, y aproveché para darme una vuelta por la tumba de mi admirado José Lezama Lima. También por el Cementerio Chino, que está muy cerca, donde tuve una larga y divertida charla con los sepultureros. Me harté de reírme con ellos, porque se quejaban con esa retranca tan cubana de que “los chinos en Cuba no se mueren”. En un año habían tenido un solo entierro, y se estaban aburriendo :-)

La oferta gastronómica del sector de “paladares” cubanos es impresionante. Me refiero a los restaurantes privados que han proliferado por todas partes. Se nota la mano de socios españoles, italianos y de otros países que invierten en esos negocios casi como pretexto para poder vivir o ir a Cuba a menudo, porque la calidad de la oferta y del servicio ha experimentado un salto enorme. Nada que ver con lo que había hace ocho años, pero los precios tambien han subido mucho.

Escribir de temas serios sobre Cuba, ya lo he dicho, me abruma. Es complicado encontrar el puntito justo de rigor y justicia en un tema que moviliza tantas sensibilidades, pero lo voy a intentar. Estos son apuntes sueltos que fui tomando durante mi viaje, de ver cosas y conversar con la gente, que trataré de ordenar de algún modo. Sé que hay gente que se puede sentir incómoda, incluso disgustada, por opiniones que voy a dar, pero no hay que darle más vueltas. Es lo que pienso y ya está. Allá vamos (enumero las ideas por si alguien quiere comentar puntos concretos):

  1. La mejora de Cuba es insuficiente pero palpable. Se percibe una esperanza de cambio, e incluso empieza a regresar gente al país, cosa que no se veía desde hace mucho tiempo. Por ejemplo, sentí (a diferencia de otros años) que ya no persiguen a los turistas porque al parecer mis paisanos ya tienen asuntos más productivos de los que ocuparse. También se nota muchísima menos presencia policial en la calle, lo que es una señal de que el clima general está bastante más relajado.

  2. Las expectativas son crecientes y dinámicas. Se nota satisfacción con la apertura de los últimos dos años, pero la gente pide más porque el país tiene una reserva de talento impresionante, un capital humano que pide paso y reclama oportunidades que el sistema no está siendo capaz de ofrecer todavía. Lo que conforma a la gente hoy, no será suficiente mañana. Ley de vida.

  3. En mi opinión, el gobierno cubano está “calibrando” bien el proceso, sin estridencias, pero dando muestras de haber comprendido que los cambios son irrenunciables, y no pueden ser cosméticos. Puede parecer demasiado lento, pero sé que el reto no es fácil porque los márgenes son estrechos, y saber navegar por un territorio tan incierto tiene su mérito, a pesar de los reparos que expondré más adelante. Aunque Raúl Castro y parte de la cúpula dirigente cubana es, como mínimo, septuagenaria, se está dando un cambio generacional de la dirigencia cubana a todos los niveles, con cuadros más pragmáticos y flexibles, que presionan para que las reformas sigan adelante.

  4. La irritación que percibí hace ocho años ha disminuido notablemente gracias a las “medidas de descompresión” que ha impulsado el gobierno de Raúl. Hablo de medidas como autorizar la compra-venta de casas y coches, poner menos trabas a la iniciativa privada de pequeña escala, normalizar los viajes al exterior, o mostrarse algo más tolerante con la diversidad, entre otras. Estas decisiones han conseguido su objetivo de liberar presión de la olla, que no es poco.

  5. Tengo dudas de que haya en Cuba una política clara de construcción colectiva, participativa, para abordar el nuevo desafío que plantea el post-conflicto con USA y la apertura externa que se avecina. No sé si existe todavía una visión integral de país, un modelo de sociedad que se ajuste al nuevo escenario, y que sepa despojarse de la “retórica de fortaleza sitiada” que ha condicionado (y a mi juicio, empobrecido) el discurso oficial durante mucho tiempo. Al haber menos excusas externas (no han desaparecido, pero el escenario ha cambiado mucho, para mejor), es hora de internalizar responsabilidades y que se reconozca que los resultados dependen más de lo bien que se haga desde adentro.

  6. El desarrollo que está teniendo la industria biomédica cubana es impresionante. Digno de reseñar como caso de éxito. Estuve charlando con una investigadora que me confirmó lo que ya había leído en varios sitios de que se ha llegado a tal punto de madurez, tanto tecnológica como comercial, que va a traducirse en un impacto real y significativo en la economía cubana. Los medicamentos y tratamientos que se están inventando en los laboratorios cubanos están asombrando a la comunidad científica internacional. Lo que está consiguiendo el país en este rubro merece todos los elogios.

  7. En Cuba hay grandes déficits en los procesos de gobernanza, que se manifiestan como un embudo de concentración del poder. Sería injusto, desde luego, decir que este es un problema exclusivo de allí porque estamos cansados de quejarnos de lo mismo en España y en otros países. Lo que pasa es que es lógico que a Cuba le pidamos mucho más en materia participativa porque es una premisa inherente al modelo de gobierno que promulga. Creo, francamente, que hay mucha retórica vacía en la narrativa política cubana de la participación porque las decisiones que de verdad importan se siguen tomando en privado por unos pocos. Tampoco hay mucho margen para la diversidad a la hora de promover funcionarios en la carrera política. Da la impresión que todos los cuadros que llegan arriba pasan por un molde uniforme, están cortados por la misma tijera, y eso es poco saludable para la regeneración de ideas y la exploración de enfoques diferentes que necesita el país. A eso se suma una evidente falta de transparencia al no haber datos públicos y abiertos sobre los que poder basar un dialogo participativo. El derecho a la información en un entorno transparente es imprescindible para que progrese cualquier país, y eso aún no se ha entendido por el actual liderazgo cubano que sigue demasiado preocupado por controlar.

  8. Me repito. Echo en falta que en Cuba se confíe más en las oportunidades de la participación real. Por ejemplo, impulsando mecanismos genuinos de control social, de accountability. Habría que facilitar el despliegue de iniciativas comunitarias, independientes y complementarias a las del Estado, que debería renunciar a la intención de controlarlo todo. El embudo que hay en el funnel de gobernanza sigue siendo una traba enorme para la agilidad y la participación. Todo, absolutamente todo, está centralizado, desde lo importante a lo que no. Se palpa una inercia conservadora que sobredimensiona las amenazas para conservar el statu quo y restringir el acceso a la información a fin de evitar los mecanismos de control social.

  9. Existe un temor incipiente a que prospere una especie de “Socia/olismo de mercado” en el que sean las empresas (y los contactos) las que terminen ejerciendo el control real. Los riesgos de favorecer intereses privados, incluso a comisionistas, son evidentes en sistemas poco transparentes. Eso puede estar ocurriendo ya en las decisiones de inversión o en la concesión de monopolios para ciertas actividades. Sin un efectivo y eficiente control social, ya sabemos lo que ocurre. Por otra parte, algunas decisiones que se toman buscando capitalizar a grandes empresas para-estatales (por ejemplo, ETECSA, la que gestiona el monopolio de las telecomunicaciones) pueden estar sub-optimizando socialmente si no hay un contrapeso que dé voz al talento no institucionalizado, ni datos abiertos para evaluar el impacto de esas decisiones.

  10. Los servicios que se prestan en los hoteles cubanos tienen todavía muchísimo que mejorar. Todo el mundo coincide que están aún muy lejos de la excelencia de los de República Dominicana, su más directo competidor.

  11. La TV ha mejorado mucho. Hay 8 canales, no parecen tantos pero son bastante variados. Vi entrevistas y programas interesantes. Ya se plantean temas controvertidos con naturalidad, conversaciones inteligentes. Nada que ver con la TV que deje hace ocho años. Aun así, me sigue desesperando el exceso de retórica lineal y grandilocuente de los telediarios cubanos, que mantienen un discurso acartonado y muy disociado de la realidad. Por ejemplo, la reacción pública en Cuba al batacazo electoral de Maduro en Venezuela fue surrealista, ni un ápice de crítica sana. Apenas se ofrecieron datos, la lectura fue evasiva, y toda la culpa del fracaso se echó a la campaña imperialista.

  12. Los precios de los productos alimenticios en los agro-mercados es desorbitado porque la política agraria es meramente reactiva y deficiente. No se está estimulando la oferta de los productores al ritmo que está creciendo la demanda proveniente del turismo y de la iniciativa privada de los paladares, lo que hace que los precios se ajusten al poder adquisitivo de estos dos sectores privilegiados, muy distante del de la población local (algo similar a lo que ocurrió con el mercado de la vivienda de la costa española cuando se abrió a los compradores del norte de Europa, solo que aquí se “paleó” con financiación alegre que disparó la oferta constructiva). Esto necesita una solución urgente porque es un problema que irá a peor con el boom turístico que se avecina proveniente de Estados Unidos.

  13. Los sueldos en pesos cubanos siguen siendo extremadamente bajos, aunque se articulen mecanismos compensatorios como los servicios públicos gratuitos, las remesas y otros atenuantes que ayudan a vivir a los cubanos. Los bajos salarios y el aumento de los precios en los agro-mercados explican por qué no se puede suprimir la libreta de racionamiento , como se especulaba. Hoy, más que nunca, la libreta es un elemento de protección y subsidio para los sectores menos favorecidos que sufren las consecuencias de la desigualdad que genera la apertura.

  14. El servicio de Internet es pésimo, lo que convierte a Cuba en el lugar perfecto para dejar el móvil en casa y practicar la abstinencia digital en su versión más radical, como he hecho en buena parte de mi estancia. Las razones de que Internet vaya tan mal es hoy, más que nunca, un misterio para mí. Por una parte me han dicho que la obsesión política con Internet es un tema superado, y que el problema ahora está sólo en la infraestructura disponible, que es muy deficitaria. Pero yo sigo creyendo, tal vez equivocadamente, de que eso no lo explica todo. La inversión en infraestructura de Internet es relativamente barata para la enorme rentabilidad económica y social que puede generar, así que si se quiere hacer, se hace. Los altos precios de Internet que se aplican en Cuba y las dificultades de acceso, provocan frustración hasta el punto que existe la percepción general de que se hace así como una forma de restringir su uso. Tal vez no sea así, y sea pura paranoia, pero lo que yo tengo claro es que Cuba, con el talento que tiene, si invierte en serio y democratiza el acceso, estaría en condiciones de liderar la industria de Internet de Latinoamérica, y convertirse en un ejemplo mundial de “neutralidad de la red“.

  15. Como era de esperar con la apertura, se está produciendo un rápido enriquecimiento de ciertos sectores, “nuevas élites”. Para mí es un proceso lógico e inevitable, pero lo preocupante es que no está claro que una fracción significativa de esos recursos esté fluyendo hacia la economía interna. Algunos sospechan que buena parte de esa riqueza se está re-enviando fuera, está volviendo a salir y no se retiene. La política fiscal es de promoción, pero en algunos ámbitos se ha vuelto demasiado generosa y permisiva para las necesidades de redistribución de ingresos que necesita un país con crecientes riesgos de desigualdad. Es evidente que hace falta hacer una fuerte apuesta para renovar activos del sector público, y eso necesita mejorar la capacidad de capturar parte de esas rentas generadas por la nueva iniciativa privada. Un ejemplo es el transporte público, que sigue siendo un problema grave en Cuba.


Para terminar, me gustaría recordar que Cuba cuenta con un estado fuerte y relativamente independiente con capacidad plena para introducir cambios y ejercer el liderazgo en la dirección que se decida. El país está menos expuesto a los intereses de las multinacionales, lo que le da una capacidad efectiva de introducir cambios rápidos y eficaces, de impacto. Lo que el gobierno se proponga, si se alinea con las expectativas de los cubanos,  lo va a conseguir.En ese sentido está en una situación mucho más favorable que el resto de Latinoamérica donde el poder económico maniobra en la sombra y puede boicotear cualquier estrategia de cambio real que le perjudique.


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